Capítulo 58. Amarte es mi pecado

Grecia abrió los ojos ligeramente aturdidos, observó el techo de la habitación como si fuera la cosa más interesante del mundo y es que para ella en ese preciso momento lo era. No quería enfrentarse a la realidad, pero lo quisiera o no, debía hacerlo sobre todo porque necesitaba saber de su hijo, sino fuera por él desearía dormir por la eternidad. Por él se obligó a ponerse de pie.

—Guillermo —susurró en tono bajo, pero no lo suficiente como para que Guillermo se acercara a ella.

—Grecia, ¿Cómo te sientes? —se apresuró a preguntar.

—¿Cómo esperas tú que me sienta? —respondió sin verlo.

—Lo siento Grecia, todo tiene una explicación, yo…

—Yo no quiero escuchar y te agradeceré que no vuelvas a tocarme, no quiero saber más de tus mentiras —le inter

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