Capítulo 2. Embarazada

Volvieron a casa en completo silencio, mientras el mundo se abría para uno, se cerraba para ella, apenas llegaron a la mansión Mendoza, bajó del auto y se encaminó a la habitación donde su padre se encontraba, era un hombre de setenta años, con una enfermedad incurable. Ella era la última de sus hijos, producto de un segundo matrimonio y la única niña en la familia Falcón, aparte de Rodrigo, tenía otros dos hermanos que habían preferido hacer su vida lejos de su padre y hermano mayor; sin embargo, ella no había tenido la misma suerte, tras la muerte de su madre se había quedado a cargo de Rodrigo quien tuvo siempre mano dura para ella, no le permitió tener un novio hasta Guillermo.

 —Esta es la última vez que te atreves a desafiarme Grecia, es la última vez que te lo voy a permitir —gritó Rodrigo apuntándole con el dedo, mientras Grecia lo miraba con resentimiento.

—Espero que comprendas una sola cosa Rodrigo, soy la viuda de Mendoza y todo lo que tus ojos pueden ver me pertenece, así que ten mucho cuidado como te diriges a mí —dijo girándose para ver a su hermano; era evidente que había esperado impaciente por reclamarle por lo sucedido en el cementerio, pero ella no quería saber nada más. Estaba cansada de escucharle decir cada dos minutos lo que tenía que hacer, lo que podía y no hacer con su vida. Grecia sentía tanto rencor contra su hermano por lo que había hecho a Guillermo que algo en su corazón se había roto para siempre y eso era el poco respeto que aún sentía por él.

—¡Ya basta! —escucharon la voz de su padre desde la cama, el patriarca de la familia Falcón estaba lo suficientemente enfermo para no poder abandonar su cama, pero lo suficientemente fuerte como para manipular las cosas a su favor, no era muy distinto de Rodrigo o sería mejor decir que Rodrigo era exactamente su reflejo, había sido Alfredo Falcón quien había lo había moldeado a su imagen y semejanza.

—Grecia, debes comprender que todo lo que tu hermano hizo fue por el bien de la familia, sin él jamás, ¡jamás! Habrías tenido la oportunidad de acercarte a medio metro de Mendoza, le debes lo que eres, te lo dije desde el día que te casaste con Guillermo, harás lo que tu hermano disponga, porque es quien me representa y si no estás de acuerdo, vete a disfrutar tu vida por el mundo, búscate otro marido rico —dijo el hombre troceando debido al esfuerzo.

—¡¿Cómo puedes ser tan cruel?! Acabo de perder a mi marido, Guillermo no tiene ni una semana de fallecido, pero ustedes han dispuesto todo a su conveniencia, ¿Qué pasa si él tiene familia? —preguntó caminando de un lado a otro.

—¿Te dijo que tenía familia? ¿Te presentó con algún miembro de su dinastía? —cuestionó Rodrigo—. Llevó años trabajando para la compañía y jamás en todo ese tiempo pude conocer a alguien que llevará su apellido o fuera cercano a él. No existe nadie que pueda despojarte de lo que te pertenece y en todo caso, habrá que llamar al abogado para que el testamento sea abierto ya estaré ocupándome de eso —añadió con enfado.

Grecia los miró con recelo, salió de la habitación y salió de la casa, tomó el primer auto que tuvo a la vista y condujo sin saber exactamente a dónde y solo fue consciente del lugar al que había llegado cuando estacionó el auto cerca del barranco donde Guillermo había perdido la vida.

Salió del auto con el corazón roto, su cuerpo temblaba como lo hace la hoja del árbol cuando es mecida por el viento. El dolor se extendió abriéndose paso sin piedad alguna, cayó de rodillas y no puedo evitar sollozar.

—¡Guillermo! ¡Guillermooo! —gritó con desolación. El dolor se cernió sobre ella como una mano gigantesca apretando su corazón hasta convertirlo en nada. Eso era exactamente Grecia Falcón de Mendoza, no era nada si no tenía el amor de Guillermo en su vida. Sin él su vida sería una noche sin luna por toda la eternidad y su corazón un mausoleo donde guardaría el amor por Guillermo para siempre…

No supo cuánto tiempo estuvo llorando de rodillas en aquel lugar, no le importaba tampoco, solo deseaba morir y reunirse con él, pero no tenía el valor para lanzarse porque aquel peñasco sobre todo porque no terminaría únicamente con su vida, sino también con la vida de su hijo, el hijo de Guillermo. Con aquella verdad volvió a su casa con el amparo de la noche, no se detuvo cuando la voz enfadada de su hermano la llamó varias veces, no quería verlo, no deseaba nada más que dormir y esperar que los siguientes días las cosas fueran más llevaderas.

Los días fueron pasando, convirtiéndose en semana y Grecia no pudo evitar decirle a su familia de su embarazo, el niño estaba creciendo en su vientre y no había razón alguna para ocultarlo, él fue procreado dentro del matrimonio y con amor.

—¡¿Qué estás diciendo?! —gritó Rodrigo con el rostro desfigurado por el enojo.

—Te he dicho que estoy embarazada de diez semanas, el hijo de Guillermo crece en mi vientre —repitió con seriedad.

—¡Eres una tonta, una estúpida! ¿Cómo se te ha ocurrido embarazarte de Guillermo Mendoza? Te dije que te tomarás las malditas pastillas desde que iniciaste tu relación con él, te dije que…

—Se perfectamente lo que me dijiste, no tienes que repetirlo Rodrigo. Pero es mi vida y es mi cuerpo y tú no tienes voz y voto en ese asunto. Mi hijo es hijo de Guillermo y cuando crezca ocupará el lugar de su padre, así que te recomiendo no llevarnos a la ruina antes de tiempo —espetó girándose para salir del lugar, lo que Grecia no sabía es que con aquella noticia y sobre todo con aquella actitud desafiante le había puesto precio a su cabeza, porque Rodrigo Falcón era lo suficientemente ambicioso como para borrar todo rastro de la sangre Mendoza del planeta. Él no iba a perderlo todo por culpa de un intruso.

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