Capítulo 1. Viuda de Mendoza

Las manos de Grecia temblaron al recibir el dije que le había regalado a Guillermo por su último cumpleaños y la argolla de matrimonio que le había puesto en el dedo cuando se casaron apenas hacía dos meses. Nunca, jamás en su corta vida hubiese podido imaginar que su matrimonio durara tan poco tiempo. Que su felicidad al lado de Guillermo fuera tan efímera. El dolor atravesó su corazón como si fuera apuñalado por miles de dagas.

—No puede ser cierto ¡No! ¡No! ¡No! ¡Él no puede estar muerto! —gritó desde lo más profundo de su corazón.

—Es mejor que lo aceptes Grecia, por tu bien, por el bien de nuestra familia, sobre todo por las empresas que quedarán a mi cargo. No puedes mostrarte débil, muchos socios pueden cuestionar mi lugar como CEO. Debes mostrarte serena es la mejor manera de rendirle tributo a Guillermo —habló Rodrigo Falcón, como si estuviera hablando del clima.

—Déjame vivir mi duelo Rodrigo, deja que llore lo que tenga que llorar y solo entonces pídeme lo que quieras. Ahora déjame ver su cuerpo, quiero verlo ¡Llévame a él! —exclamó, presa del dolor.

Guillermo Mendoza era diez años mayor que ella; Rodrigo los había presentado en una fiesta de la Corporación Mendoza, donde él solo era un oficinista más. Mientras Guillermo era el dueño absoluto de todo lo que sus ojos podían ver y de lo que no. Esa noche Guillermo se había enamorado de ella a primera vista y se lo hizo saber aquel mismo instante, mientras caminaban por el jardín de la hermosa mansión Mendoza.

Grecia lo había rechazado en aquella primera oportunidad, debido a que Rodrigo no le permitía tener novio, solo tenía dieciocho años en ese momento.

Guillermo no se tomó a mal aquel primer rechazo, todo lo contrario, había aumentado su interés por ella y la inocencia en su mirada le cautivaba como jamás ninguna mujer lo había hecho. La conquistó durante varias semanas hasta arrancarle aquel sí tan deseado, tan anhelado y dos años más tarde la convirtió en su esposa.

—Déjate de estupidez Grecia, eres la viuda de Mendoza, no puedes desmoronarte así, llora lo que tengas que llorar para que las cámaras graben tu dolor y luego termina el show. Los dos sabemos que si te casaste con Guillermo fue por su dinero, porque era lo que a todos nos convenía en ese momento —soltó tan fríamente que todo el cuerpo de Grecia tembló.

—Ese fue tu maldito plan, no el mío Rodrigo. Yo en realidad amaba a Guillermo, lo amé con todas las fuerzas de mi corazón. ¿Cómo puedes ser tan cruel? —gimoteó aferrándose al dije y el anillo entre sus dedos.

—¡Pues está muerto! ¡Y nada cambiará esa verdad! —gritó tomándola del brazo para ponerla de pie.

—Entonces… quiero ver su cuerpo —dijo tratando de sonar serena.

—No hay cuerpo que puedas ver de Mendoza, no quedó absolutamente nada, solo carne quemada y me encargue personalmente de volverlo cenizas —dijo con crueldad.

Grecia conocía perfectamente a su hermano; era un tipo ambicioso a quien no le había importado venderla para conseguir su propósito. Había propiciado el encuentro con Guillermo porque era eso lo que le beneficiaba más que a nadie. Había aceptado aquel matrimonio cuando ella ni siquiera se había graduado ¡porque era lo que le convenía a él! y ahora… no tenía duda de que era el principal responsable de la muerte de Guillermo. Su propio hermano la había convertido en Viuda por ambición y ella tendría que cargar con la culpa de aquella terrible verdad.

Una hora después de llorar su dolor y amargura, salió de su habitación vestida de negro para rendirle homenaje al hombre amado. Su corazón estaba lacerado, golpeado de una manera que jamás creyó que fuera posible. Ella misma estaba muriendo lentamente por dentro.

—Llora —susurró su hermano a su oído, apretando su brazo en el proceso.

Grecia apretó los dientes, mientras varios flashes alumbraron al mismo tiempo dejándola aturdida momentáneamente y el bombardeo de preguntas por parte de los periodistas que era incapaz de responder, siquiera había logrado entender una sola.

—Mañana daremos una rueda de prensa, los esperamos al mediodía en las instalaciones de la Corporación Mendoza, habrá temas importantes que estoy seguro será de su interés y nuevas disposiciones, ahora por favor amablemente les pido que no se interpongan en el camino de la señora de Mendoza, ella solo quiere estar con su marido.

Rodrigó habló tan diplomático como siempre, mientras resolvía todo como siempre. Grecia dejó de pensar en su hermano y subió a la parte trasera del auto para dirigirse a la capilla donde las cenizas de Guillermo serían sepultadas y mi corazón sería enterrado con él.

Una hora más tarde, después de llevarse una misa en su honor, se dirigieron al cementerio para darle el último adiós.

—Es hora de irnos —dijo Rodrigo para cogerla de nuevo del brazo.

—Déjame un minuto con él a solas por favor —dijo con una seriedad que jamás había utilizado con su hermano mayor.

—¡He dicho que es hora de marcharnos! —gruñó apretando los dientes y susurrando para evitar que alguien pudiera escucharlos.

—Te he escuchado perfectamente y te he dicho que necesito un minuto a solas con él —dijo elevando la voz, atrayendo la atención de los directivos de la Corporación.

—Entiendo tu dolor, no creo que sea prudente te quedes a solas —dijo ocultando su enfado debido a los ojos que los miraban.

—Dame un minuto a solas —insistió Grecia y con eso Rodrigo la dejo no sin antes fulminarla con la mirada.

—Lamento tanto no haber tenido tiempo de amarte más, jamás voy a olvidarte Guillermo, vivirás en mi corazón para siempre y mi amor será únicamente tuyo —prometió con lágrimas en los ojos y apretando el anillo de bodas y el dije que llevaba unido a su pecho en una cadena —Estarás conmigo a donde quiera que yo vaya —juró dejando un beso sobre la lápida de mármol, tan fría como ella se sentía por dentro.

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