Mentiroso Millonario
Mentiroso Millonario
Por: J. I. López
Su primer encuentro

—Necesito ese dinero… — mencionó Caleb Blackburn fríamente observando desde su balcón el atardecer de la ciudad

— Y será mejor que lo arregles Sorin — ordenó el rubio sujetando sin mucha presión el móvil en su mano.

—Sabes bien que no se puede, desde que cometiste esa estupidez en la universidad tu mesada se redujo al mínimo… — escuchó el joven esa respuesta del otro lado de la línea.

—Esa solo es una excusa… siempre se puede y lo sabes — insistió el rubio mientras el viento fresco ondeaba su ámbar cabellera.

—El imbécil del abuelo jamás aceptara… aunque… — dijo Sorin al otro lado de la línea haciendo sonreír al rubio que seguía contemplado la ciudad desde su alto departamento

— Hay otras formas… pero, no son tan correctas — finalizó su tío muy seguro de que ambos obtendrían un beneficio.

—Hazlo— dijo Caleb sin pensar o meditarlo, después de todo, él tenía la facultad para ordenar eso… se trataba de la empresa de su padre, y con él muerto; era prácticamente el dueño… y lo sería por completo cuando se graduase.

—¿Seguro?, ¿Si sabes que para que tú ganes, alguien definitivamente tiene que perder, Caleb? - habló la ronca voz del sujeto al otro lado del móvil.

— Mph… negocios son negocios… así es esto — aseguró el rubio y cortó la llamada. 

En ese momento, sin embargo, no imaginó siquiera a quién dañaría y cuánto lo lamentaría.

—¿Quieres dejar ese celular y hacerme caso por un instante? — escuchó una melosa y aburrida voz femenina a su espalda.

—¿Sigues aquí? — preguntó Caleb sin interés y sin voltear a ver a la mujer que yacía en su cama.

—¿Esperabas que me fuera? — cuestionó la chica con reproche mientras lo abrazaba por la espalda, cubriéndolos a ambos con la delgada sábana que era la única cosa que ocultaba su desnudez.

—Siempre es así… no sé qué te hizo pensar que hoy sería diferente — dijo y quiso girarse para levantarse e ingresar a la sala del departamento, pero ella mantuvo su abrazo y acariciaba su torso desnudo.

—Pensé que ahora que ya no estabas con ella, lo nuestro… podría… — la mujer titubeó y aun así, intentó meter su mano bajo el ajustado bóxer negro que únicamente vestía el joven.

—Déjate de estupideces — mencionó fríamente el rubio y se la quitó de encima

— Solo es sexo, siempre ha sido así y siempre lo será así — finalizó Caleb saliendo de la cama para caminar a la sala.

—¡Caleb! - le gritó indignada aquella mujer que comenzó a sollozar.

— Siempre te he esperado… aun cuando estabas con ella, tú y yo nunca dejamos de… ¿Qué tiene de malo si ahora quiero ser tu novia? - cuestionó la mujer mientras ingresaba a la sala tras de él.

—Mph… ¿novia? — cuestionó el rubio irónicamente con una sonrisa de lado.

— Yo no tengo novias… eso sería perder mi tiempo y sabes lo mucho que odio perder el maldito tiempo — aseguró Caleb aventándole la blusa que anteriormente le había quitado para que se vistiera y se largara.

—Ahora vete que tengo cosas que hacer… — dijo y tras acercarse al escritorio en esa habitación, encendió su portátil.

La chica tomó la blusa que le había arrojado y lo vio darle la espalda… dejó caer sus hombros con desgano y prosiguió a buscar el resto de su ropa.

— Supongo que algún día llegará una chica que te rechace como tú lo haces conmigo…y ojalá que así sea, eres un maldito y no mereces menos que desprecios — habló sin verlo aquella mujer de cabellos lacios y negros, Darlene Antone reconocía una vez más que ese sujeto le gustaba, aunque siempre la trataba del mismo modo.

—¡Por favor Darlene! — se burló con crueldad aquel rubio.

— Eso nunca ha pasado, ni pasará…no soy un imbécil que se enamora, el amor es para gente débil y patética, no necesito de algo tan estúpido como eso, así que ahorrate tus sermones de mujer dolida y lárgate de una buena vez, si quiero cogerte te llamaré — agregó seguro de sí mismo Caleb mientras tecleaba en el portátil quien todavía permanecía de pie y sin voltear a verla.

—Pues te recuerdo que una te acaba de botar…ni más ni menos, y por alguien mucho mejor que tú — dijo cínicamente la delgada y pelinegra mujer.

—Ella no me ha botado…— dijo el rubio con un deje de resentimiento.

— Simplemente solo buscó un imbécil que le cumpla sus caprichos, ya verás como vuelve a mi, ya lo verás — dijo Caleb aún sin mirar a aquella mujer que le miro con burla.

—Eso no pasará conmigo… sabes que siempre estaré para ti — respondió Darlene con voz sensual

Él la vio de reojo.

— Te estabas yendo ¿no? — cuestiono el con enojo y hartazgo.

—Como sea… - dijo Darlene y salió de ahí…pensando "mañana será otro día…"

A la mañana siguiente…

— No puedo creer que estemos aquí… — mencionó emocionada una delgada y joven mujer de cabellos rubios cobrizos. 

Estaban paradas por primera vez, de forma oficial, en las instalaciones del campus universitario.

—Pues créelo…estamos aquí, después de tanto maldito desvelo para ese examen — dijo la castaña que la acompañaba bajando del auto. — Es que esto no se tan genial que en serio no puedo creerlo, es simplemente fascinante  — dijo la hermosa cobriza con evidente emoción.

— Lo que yo no puedo creer es que de verdad hayamos venido en esta carcacha — volvió a hablar la castaña viendo el pequeño carro blanco propiedad de su amiga.

—¡Oye! puede que sea viejo, pero es mío… — aseguró la cobriza viendo el pequeño Volkswagen escarabajo del 85.

— Además, nunca nos ha dejado botadas, lo mantengo en muy buen estado aún siendo un viejo auto — remato con orgullo la joven mujer.

—Claro, porque inviertes una fortuna en esa cosa… con lo que has gastado ya hubieras enganchado algo mejor…más moderno y menos ruidoso - dijo con fingido desprecio la castaña, mientras avanzaban por el estacionamiento.

—¡Kristel! ...— regañó la cobriza aunque reconocía que podría ser cierto.

— Sabes bien que mi mamá se opuso a que tuviera un mejor auto, según ella tengo que aprender a ganarme las cosas…y sinceramente creo que tiene razón — dijo la joven mujer con seriedad.

—Bien… se me olvidaba lo especial que es tu mamá…te daré el punto por esta vez — dijo Kristel sin dejar de avanzar hacia los edificios.

Leia Loughty suspiró cansadamente.

— En eso tienes razón…mi madre es simple única — dijo más para ella misma Leia.

Su padre pudo haberle comprado un auto mejor, eso era obvio, pero su madre se opuso rotundamente, ella se esforzaba por "mantenerle los pies en la tierra" aun cuando su familia era muy prestigiosa y adinerada.

—Entonces vayamos por nuestros horarios y después a por las llaves de la habitación que compartiremos…será toda una experiencia dormir juntas — habló tras un tiempo la castaña Kristel Brown, a una distraída cobriza que veía con asombro y boquiabierta la grandeza del lugar y los diferentes edificios distribuidos delante de ellas.

—¡¿Qué?! ¿Pero que rayos haces allí? — preguntó sorprendida al verla parada.

— Leia ¿quieres cerrar la boca?, La gente nos está viendo raro… — mencionó ahora apenada Kristel, pues su amiga parecía maravillada con todo aquello, y los alumnos que como ellas, también llegaban, le prestaban demasiada atención.

—Es que no puedo creerlo, de verdad estamos aquí… somos oficialmente alumnas en Newton… - dijo con una sonrisa casi demasiado dulce Leia.

El par de chicas continuaron avanzando entre autos y el diverso alumnado, por supuesto, era todo un logro estar en ese sitio, ambas habían logrado la primera meta y era francamente emocionante.

— Pues nos esforzamos por ello… - dijo sonriente Kristel, todavía recordaba las largas noches de estudio para aprobar el examen de ingreso.

—Tienes razón…fueron noches demasiado largas, pero estamos aquí, finalmente - secundó alegremente la cobriza.

— ¡Ya no somos unas tontas niñas preparatorianas! — dijo con demasiada voz Leia.

—¡Claro que no! — respondió Kristel arrebatando el bolso de su mejor amiga.

— ¡Ahora, alcánzame si puedes! - retó infantilmente la castaña contrario a su afirmación.

—¡Oye! ¡Kristel! - gritó Leia, ahora su mejor amiga era la culpable de que todos las estuviesen viendo. 

Inevitablemente corrió tras ella.

Tras un pequeño transcurso de tiempo logró visualizarla corriendo metros adelante… evadiendo a varios nuevos compañeros del lugar, logro casi alcanzarla, pero tras trastabillar su equilibrio este no fue el mejor, y terminó estrellándose contra un alto chico que recién bajaba de su auto, por supuesto, ambos cayeron al suelo.

—¡Auch! — se quejó aquel joven sobando su rodilla mientras se sentaba, mirando a la estúpida que había tropezado con el, observo que ella usaba un vestido azul y un ligero saco azul marino

— ¡Ah! ... ¡lo siento! — dijo ella avergonzada y sin atreverse a ver al chico sobre el cual estaba sentada ahora.

—Deberías fijarte por dónde caminas…¿Que eres, una m*****a niña? - regañó el rubio molesto por el ridículo que aquella chica lo había hecho pasar.

— Oh mejor dicho, por dónde corres — varias personas se han detenido a ver el incidente.

Leia alzó sus ojos al rubio que también se había sentado y en el cual cabe decir, seguía montada.

— Te pedí ... disculpas — dijo ella  nerviosa.

— Quítate — ordenó aquel rubio todavía molesto.

—¿Eh? — Leia no pareció entender al instante, pero luego de mirarse en la comprometida posición en la que estaba, enrojeció severamente.

—¡Oh! s-si… — mencionó ella con voz trémula y en un instante se levantó.

Él hizo lo mismo y levantó tanto su celular, como la pequeña maleta deportiva que traía, volteó a verla fríamente y de reojo.

— Novatos…siempre causando problemas — dijo con desprecio aquel rubio.

— Con ese comportamiento, mejor regresa a la escuela de la que saliste niñita — dijo con desdén aquel rubio.

—¡Ah! ¿Que cosa has dicho? — Leia abrió la boca indignada, si de algo estaba orgullosa era de estar ahí, de ser una alumna más de Newton, ¿Qué se creía éste? 

— ¿De que hablas? ¿No te das cuenta que tú también tuviste la culpa? — dijo Leia con indignación.

—¿Yo? — cuestionó el rubio indignado.

—C-claro… estabas distraído con el celular… — se justificó la cobriza.

El rubio se le acercó unos pasos hasta quedar de frente y se agachó a su altura, aquella chica era demasiado bonita, pero también muy bajita, era más tierna que cualquier otra cosa, parecía una muñeca.

— Yo no venía corriendo… — le recordó el y la recorrió de un vistazo sin recato alguno.

— Puberta —

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