Capítulo Cuatro: Kelly

KIARA

Termino de ordenar y limpiar el restaurante. Dejo los utensilios de limpieza en el cuarto especializado.

Trueno mi cuello, porque mis hombros están tensos con todos los problemas que me hacen pensar de más y los pies me duelen, pero no tanto como la cabeza que me ha empezado a palpitar con todo lo que me ha sucedido hoy.

Me despido de Jackson porque ya he terminado mi jornada laboral y Abril me detiene.

—¿Nos vamos juntas? —pregunta la pelirroja.

—Si —confirmo, porque necesito que me hablen de otra cosa para distraerme de la propuesta que me hicieron esta tarde, propuesta que de solo pensarla se me revuelve el estómago de nervios.

La pelirroja toma su abrigo negro, mientras yo me calzo la mochila y meto mis manos en los bolsillos del abrigo rojo. El aire frío primaveral me golpea la nariz y nos internamos en las calles atestadas de gente.

«Esta ciudad jamás se duerme ni se detiene»

—Las propinas fueron excelentes, muchísimo mejor que los fines de mes —dice una muy contenta Abril—. Esos hombres que atendiste dejaron una considerable cantidad de dinero, que con lo que repartimos ya tengo para comer todo este mes. 

Asiento dándole otra sonrisa, pero sigo perdida entre pensamientos.

Con los meseros acordamos que todas las propinas se juntan y al final del día, las dividimos entre los siete. Algo equitativo que nos ayuda a mantener la buena relación que cultivamos como compañeros de trabajo. La chica me empieza a contar sus planes de querer estudiar este año y también me habla de sus problemas, que me animo a saber de su familiar enfermo. 

—¿Cómo ha estado tu abuela?

—Bien, con los medicamentos se mantiene controlada.

—¿Aun no encuentras a alguien que la cuide?

—Ella no se deja ayudar —bufa—. Es demasiado terca y orgullosa, pero necesita de alguien sí o sí.

—Debe ser igual a ti —la molesto.

—Ni me lo digas. Todos nos dicen que somos unas gotas de agua tanto en carácter como físico.

—Lo creo rojita —digo y ella hace una mueca, que decido sincerarme—.  También estoy en las mismas. Necesito encontrar a alguien de confianza y que se especialice en primeros auxilios —le cuento—. Mi hermana pronto va a llegar a la casa y necesito a alguien que la cuide y se preocupe de sus medicamentos.

—¿Tu hermana como se encuentra?

Suspiro y alzo la vista al atardecer anaranjado que se filtra a través de los grandes edificios.

—Esta mejor, pero anoche por las quimioterapias tuvo una recaída fea, que me toco partir de emergencia al hospital. Gracias a Dios la pudieron estabilizar.  

—Oh lo siento tanto, espero que pueda salir victoriosa de esto.

Ella me aprieta el hombro y le agradezco.

—También espero lo mismo.

A pesar de que Abril llego hace poco a trabajar. Nos hemos convertidos en buenas compañeras, ya que el primer día que me toco instruirla, también me llamaron de urgencia del hospital. Tuve que partir a ver a mi hermana y ahí ella se enteró, porque en sí, no soy de comentar mis cosas.

Todo siempre me lo guardo para mí.

Jackson, quien es mi jefe y que por obvias razones debe saber, ya que siempre que necesito me ha ayudado con los permisos sin descontarme el sueldo y Abril son los únicos que conocen mi verdad.

La verdad de que Kelly tiene leucemia linfocítica aguda, y esta hospitalizada haciéndose las quimioterapias. Ella está en la etapa de inducción recibiendo sus cuatro sesiones y por la edad y por mi condición, el hospital me ofreció un programa de residencia, por lo que acepte. Acepte que la hospitalizaran para monitorear todos sus cuidados, ya que yo no puedo cuidarla.

Acompaño a Abril a la farmacia para los remedios de su abuela y nos terminamos despidiendo en la avenida principal. Ella dobla hacia la derecha y yo sigo de largo.

Respiro hondo, pero esos ojos azules como el cielo y el hielo se vuelven a cruzar por mi mente.

«¿En qué locura me estoy metiendo?»

Sigo cuestionándome porque acepte. Bueno no he aceptado del todo, pero me parece una muy buena idea tener un segundo trabajo. Y mientras no me pida que haya sexo, creo que podría cumplir ese rol de dama de compañía que necesita.

Creo que también podría casarme y mantener un matrimonio de seis meses y luego pedir el divorcio.

Después de todo el tiempo es efímero y yo más que nadie lo sé.

Mi vida se ha resumido en tres momentos memorables y fatídicos que me marcaron como fuego la piel. Momentos que no puedo retroceder y cambiar sus hechos, solo me queda afrontarlos con la frente en alto, pero aun así no dejan de doler.

Un día éramos una familia feliz de cuatro integrantes, y al otro día éramos una familia rota que le faltaban los dos pilares más importantes para seguir.

Un día me gane la beca que tanto anhele para estudiar en la escuela de artes de New york, pero al otro día la tuve que dejar para ponerme a trabajar y así mantener un hogar.

Un día mi hermana estaba sana, pero al otro día se enfermó y hasta ahora sigue luchando por su vida.

Cada una de las situaciones que me ha tocado vivir, no depende de mí, simplemente la vida es así.

Paso por el vestíbulo de mi edificio y decido subir las escaleras, que en cada escalón que doy trato de ser positiva aun cuando el dolor, la angustia y los miedos me laceran por dentro, pero ya no quiero perder a nadie más, por eso me enfoco en la recuperación de mi hermana.

Kelly es pequeña aun, tan solo tiene ocho años, que entre más lo pienso tiene una vida por vivir, quiero que cumpla sus sueños y que siga adelante, es lo mínimo que merece después del golpe tan duro que tuvimos que vivir con la muerte de nuestros padres en ese fatal accidente automovilístico.

Y si Reagan Armstrong me ofrece una buena cantidad de dinero, no tengo por qué rechazarla, ya que esta me ayudara en las deudas que se me están acumulando en el hospital.

Además, quiero pensar que seré como aquellas actrices famosas y cotizadas de Hollywood que les pagan por hacer una película y fingir un papel heroico. Algunas películas son de ensueño que hasta a mí me gustaría vivir en esas pieles.

Por eso me limpio las lágrimas que estaba empezando a derramar y me preparo para su propuesta. Solo pido que no sea tan descabellada y que tenga algo de sentido común.

Meto la llave en la cerradura y entro a mi apartamento pequeño.

Tiro las llaves en la mesa de centro y me saco los tacones que estaban matando a mis pies.

El silencio es tan sordo, que cada vez que llego extraño más y más a mi familia, por eso prefiero pasármela trabajando, porque ese bullicio me hace olvidar todos los planes que tenía cuando era una adolescente, planes que se vieron truncados, pero no me lamento más y me voy a la cocina a prepararme un sándwich con una taza de leche.

Luego tomo una ducha y me pongo el vestido blanco que siempre uso.

No sé porque, pero me encanta pintar y dibujar luciendo fresca y sin manchas. Pongo diario en el suelo de la sala principal y de mi habitación saco el atril y el lienzo cuadrado en blanco, con las pinturas de oleo.

Acomodo todo y prendo mi reproductor de música dejando aquella sinfonía que agudiza mis sentidos y me siento en el banquillo.

El cisne del carnaval de los animales siempre me torna nostalgia. La pieza de Saint- Saens me lleva aquel lugar que me inspira a retratar lo que sale desde el fondo de mi corazón, que en vez de tomar los pinceles hundo mis dedos en la paleta acrílica percibiendo como la pintura azul que está en uno de los cubitos mancha mis yemas, la sensación fría contrasta con la calidez del lienzo.

Pinto el primer trazo y respiro hondo volviendo a esa burbuja monocromática de la cual me siento en casa.

Los azules siempre me han dado sensación de paz y tranquilidad, que mezclo tonalidades parecidas entre azul grisáceo, azul agua y dibujo lo que tengo aprisionado en el alma.

«La intuición es mi mejor amiga»

Pierdo la noción del tiempo mimetizándome con los violines de aquella pieza musical, que cuando termino, el reloj marca las diez de la noche.

Parpadeo varias veces notando como dentro de aquel paisaje azul oscuro y gris que parece un mar furioso azotando las olas en las rocas resaltan unos ojos azules claros como el cielo que me ponen a temblar erizándome la piel.

Sacudo la cabeza alejando cualquier pensamiento que quiera anidarse y dejo que el lienzo se seque, pero sin antes de firmar y ponerle la fecha en una esquina derecha de mi obra.

Otra obra que jamás verá la luz del día.

Me levanto del banquillo y tomo mi celular, ya que como rutina hago una videollamada, una que es sagrada para mí.

—¡Kia! —exclama emocionada mi hermana pequeña.

—¿Cómo está mi preciosa guerrera?

—Mejor… hoy resistí el tratamiento sin ningún vomito. —El corazón se me aprieta maltratándome las costillas, pero al ver su sonrisa enorme me da la fuerza para seguir—. ¿Cuándo vienes a verme? Ya te extraño mucho, Kia.

—Mi pequeña mañana sin falta iré hacerte compañía y te llevara una sorpresa.

—¡Ay si! Ya quiero que sea mañana.

Kelly me sigue hablando y me cuenta cómo fue su estadía. Como se divirtió con otros niños que también están en su situación.

El hospital pediátrico es colorido y a los niños siempre le hacen algún panorama para que olviden el dolor al cual son sometidos, que de solo saber que mi pequeña está ahí, el alma se me vuelve oscura y triste, pero lo disimulo, por ella.

—Hoy vinieron unos actores e hicieron una obra de títeres —sigue Kelly—. Trato sobre la amistad, aquí estoy con Cali —otra niña que tiene su cabello rasurado me saluda por la pantalla.

—Hola cariño —saludo tratando de fingir una sonrisa, porque ver a dos niñas tan pequeña luchando con esta enfermedad me fracciona en miles de pedacitos.

—Juntas queremos hacer títeres ¿Podrías traerme los materiales? ¡Por favor Kia!

Kelly hace un puchero y la otra pequeña junta sus manos.  

—Claro mi pequeña. Mañana les llevare tijeras, calcetines y todo tipo de manualidades, para que tú y Cali hagan muchos títeres e inventen una historia, porque estoy ansiosa por escucharla.

—¡Ya la tenemos en guion! —grita Cali, que me hace sonreír.

—Gracias hermana. Te amo mucho. —Termina Kelly.

—Yo también te amo mi pequeña guerrera.

Cortamos las llamadas y suspiro. Admiro tanto a mi hermana. Ella es el motor de lucha que a mí a veces me falta. Esa fortaleza que a veces quiere esfumarse.

Cuando se enteró que tenía cáncer, me dio una sonrisa y me dijo que todo iba a estar bien, que nunca perdiera la fe, porque a veces los milagros existen. También me dijo que a veces Dios les da las mejores batallas a sus mejores guerreros.

Y Kelly lo es, por eso me aferro a sus palabras.

Las lágrimas traicioneras vuelven a brotar de mis ojos permitiéndome ser débil. Pero no decaigo. No me derrumbo, porque si ella teniendo la enfermedad sigue de pie, más yo que debo ser su pilar.

Ordeno el departamento y me voy a la cama.

Doy varias veces vuelta en el colchón, pero esa sensación de que mañana voy a verlo no me deja tranquila. Ya estar en su presencia me pone inquieta, que escuchar lo que me tiene que decir empeora mi estado de ansiedad.

Reagan «¿Por qué diablos te cruzaste en mi camino? O ¿será la señal de que las cosas mejoraran?»

Suspiro y me tapo con las sábanas.

No tendré ninguna expectativa, porque las altas expectativas arruinan los momentos especiales. Mejor es sorprenderse y ver que te depara el destino en su camino. 

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