Capítulo Tres: Mar en Invierno

REAGAN

Me siento en el sofá de media luna que su tapiz es de cuero negro, y apoyo mi brazo derecho en la superficie de la mesa de roble que tiene mantel blanco, evocando esa mirada gris que tiene la mujer que me acaba de dejar sin aliento con un dolor de costillas imposible de descifrar.

Su presencia fue como el mismísimo huracán que arraso con todo lo que soy, que incluso todavía me cuesta recomponerme de tremendo remezón.

—Nos traes un Cabernet Sauvignon —pide Julián y ella asiente anotando en su libreta.

—¿Desean algún acompañamiento o aperitivo para el vino?

Y esa voz hace estrago en mi sistema. Es tan dulce y melodiosa que podría estar escuchándola siempre sin aburrirme. No dejo de mirar lo hermosa que es, sobre todo a mí, que son pocas las mujeres que llaman totalmente mi atención, pero ella me ha cautivado.

—Si —dice Julián apoyando sus codos sobre la mesa—. ¿Puedes ser tú, guapa?

Sus palabras me hierven la sangre y no controlo la patada que le doy en las canillas. Julián alega, y la chica nos mira con una sonrisa en el rostro.

«¡Bravo Reagan!» si querías coquetear has perdido toda oportunidad, al ver cómo nos comportamos como críos adolescentes hormonales que se alborotan por un arte como ella.

«¿Pero que m****a?» Yo no soy así, que vuelvo a clavar mis ojos en los suyos.

—¿Qué puedes ofrecernos, Kiara? —pregunto saboreando ese nombre exquisito que tiene.  

—Tú pregunta no es menos decente —se mete Julián riéndose y la mira a ella—. ¿Lo ves? Tampoco es tan inteligente.

—Me refiero a la comida, mente de alcantarilla.

—¿Ya, pero de que tipo? —sigue y alza sus cejas en modo burlesco insinuando lo obvio, que me rindo y la chica parece notarlo.

Pero Kiara mantiene ese aire de profesionalismo y elegancia que muestra. Actitud neutra, pero con una leve inclinación a la sonrisa. Lo disimula demasiado bien.

—La casa tiene rollitos de carpaccio y rúcula, ostiones a la parmesana, empanaditas de tomate y queso, papas bravas entre otras preparaciones —dice pasando por alto el comentario doble sentido.  

—¿Qué nos aconsejas tú?

Ella chasquea la lengua y se queda pensando unos escasos segundos.

—¿Camarones en tempura? Son crujientes e ideales para acompañar una buena copa de vino tinto.

—Quiero eso.

Kiara asiente y anota en su libreta.

—Vuelvo enseguida con su pedido.

Sonrío como un idiota, porque es la misma chica de esta mañana en donde casi la atropello y me golpeó el auto mostrándome otra parte de su carácter.

La chica exótica no solo es dulce, sino también es salvaje en toda su plenitud, además de que me puse a fantasear con ella, que analizo mis pros y mis contras para ver si me la puedo llevar a la cama.

Es más bella de lo que pude observar y tiene un culo que me excita, que me he tenido que arreglar dos veces la erección pronunciada que muestra mis pantalones, sin contar su cabello azabache que debe ser largo y sedoso, porque aun usando un moño alto, sus puntas caen por su espalda llegándole casi a la cintura.

Y su cara de porcelana la cual es adornada por esa mirada gris y esas pestañas pobladas me hacen suspirar.

«¡Maldita sea!»

Su mirada gris claro es la de una persona soñadora que mira al mundo con un halo de empatía y a la vez melancolía. Su color me recuerda ver al mar en invierno. Furioso, caótico y hermoso que te deslumbra con la fuerza de las marejadas de su oleaje salvaje. 

—Disimula hombre, que la estas incomodando —se burla Julián.

 —Cállate —espeto de mal humor y vuelvo la mirada al ventanal, el gran pulmón verde se aprecia, que me pierdo en la naturaleza y en los árboles que han comenzado a florecer.  

Kiara se fue hace un momento, a buscar nuestros pedidos.

—Esto sí que es otro nivel —Julián no para de molestarme—. No sabía que ahora nos estaba atendiendo una ladrona especialista en robar corazones de hielo. Definitivamente su fuego derritió esas paredes que llevas construyendo años y todo con una simple mirada.

—Julián no estoy para chistes baratos.

—Hombre, pero si te quedaste mudo, hasta Jackson se dio cuenta que el pobre no sabía cómo hacerte despertar de la ensoñación, aunque no te juzgo, porque es preciosa y…

—¡Ya basta! Si quieres cogértela, ve tú y propónselo.

La chica aparece a mi lado y Julián no aguanta la carcajada que inunda el silencio, porque estoy seguro que escucho parte de la conversación. Me masajeo la sien burbujeándome una ira que hace unos minutos no tenía.

—Discúlpalo Kiara, es que a veces el cerebro se le fríe y tampoco tiene filtro.

—Julián… —advierto tenso.

—Por mí no se preocupe señor Davis —expresa amable y luego se dirige a mi—. Pero señor si le duele mucho la cabeza ¿Puedo conseguirle algún analgésico?

Giro mi rostro y vuelvo a clavar mis azules en sus grises. Se ve inocente y atenta, que me aprovecho de eso y acepto su ofrecimiento.

Ella sonríe amable y se inclina dejando las dos copas de vidrio. Su olor a flores silvestre le da un aspecto salvaje y aguerrido, que me es imposible no detener el movimiento de inclinarme más hacia ella para captar su perfume.

Deja en medio de la mesa el plato con los camarones y toma la botella de vino abriéndola con el sacacorchos y nos sirve un poco.

Pedimos los platos de fondo y ella se vuelve a retirar dejándonos solos, que enfoco la atención en el payaso de Julián.

—Mamá me propone que me case con Maite Perry y así soluciono el problema —le cuento—. Ellas siguen siendo íntimas, pero no estoy seguro de ello.

—¿Con esa víbora? —hago una mueca y Julián se ríe—. Lo siento hermano, pero esa arpía nunca te amo y menos con la traición que te hizo.

Tiene razón Maite Perry fue mi novia y prometida durante tres años. La amaba con tal intensidad que llegue a ser ciego de imbécil. Fue una manipuladora que me enredo con sus encantos viéndome la cara y riéndose a mis espaldas.

Resulta que cinco días antes de la boda, todo el amor que le tuve se esfumo cuando la pillé teniendo sexo con uno de los que creí otro de mis mejores amigos.

Maximiliano Stand el pelirrojo que siempre me envidio.

La traición por parte de los dos me dolió, pero días después comprendí que lo que sentía por ella era costumbre, porque ni siquiera lloré su ausencia como pensé que haría, pensé que quedaría devastado, pero no.

Fue como si me quitaran un peso de encima. Una mochila pesada de piedras se vacío, que al cabo de dos semanas yo ya estaba reemplazándola por la primera mujer que se me acercaba llevándola a la cama.

De ese episodio ya han pasado dos años en los cuales he disfrutado mi libertad. Suspiro y me echo un camarón a la boca. Saborea la salsa de chimichurri y mi lengua lo agradece.

«Esto esta delicioso, tanto como ella»    

—¿Entonces qué? —cuestiono perdido—. ¿Le pago a una chica desconocida para que se haga pasar por mi novia y esposa a cambio de dinero? ¿y si se queda con la herencia?

—Maite tampoco es tonta y querrá todo el dinero posible —dice Julián y resoplo frustrado, porque tiene mucha razón. Maite es una cazafortunas por donde se le mire.

—No sé qué diablos hacer.

El aroma del perfume de la chica llega a mi nariz y vuelvo a girar el rostro cuando la veo traer las bandejas con el plato principal, el instinto me hace levantarme para ayudarla, pero Julián me mira con cara: «¿De qué m****a estás haciendo?» Que vuelvo a sentarme desconcertado por esa protección que aflora dentro de mí cada vez que la veo.

—Es su trabajo, hombre —me señala el castaño.

—Ya sé —espeto, sintiéndome un imbécil.

Kiara deja los platos y nos vuelve a servir otra copa de vino, retira los otros platos vacíos. Su profesionalismo es muy estricto. Sonríe lo suficiente, pero tampoco te deja entrar para coquetear más allá. También me trae el analgésico con un vaso de agua.

—Kiara te puedo hacer una pregunta —cuestiona Julián sacándome del trance en el cual la belleza que tengo al frente me deja como un idiota.

Mi amigo junta las manos en la mesa y le da una sonrisa coqueta, que me empieza a molestar. Me aflojo la corbata para ver con que va a salir ahora.

—Claro —responde la pelinegra amable—. Siempre cuando no sean personales.

—¡Vaya! Tenemos una chica misteriosa.

—Solo soy algo reservaba.

Kiara se encoge de hombros.

—¡Oh diablos! —sigue Julián—. Justo te íbamos a preguntar si tenías novio. ¿Eso entra en categoría personal? O ¿es negociable?

Ella suelta una risita ante el comentario de mi amigo.

—No tienes que responder si no quieres —intento ser directo y gira su rostro a mi persona que puedo ver como sus ojos se vuelven más caóticos y penetrantes como el mar furioso que me azota con sus olas y me ahoga.

—No, no tengo novio —se muerde el labio sin dejar de mirarme, que otro tirón aparece en mi miembro y respiro hondo para calmarme—. Pero me parece que esa no es la pregunta principal.

—Chica inteligente —halaga Julián—. Mira este es la situación. Aquí nuestro galán debe casarse en tres meses para no perder su empresa. Su madre dice que se case con su ex —Julián hace una mueca y Kiara se ríe genuinamente, que una ola de calor me avasalla el pecho al ver como entre ellos surge una química que no me gusta—. Pero yo insisto en que conocer una chica desconocida es mucho mejor.

—¿Pero eso no hará que quiera quedarse con toda su fortuna y con parte de la empresa?

—¡Es justo eso! —digo animado, porque ella me entiende.

Kiara sacude la cabeza y me sonríe.

—Si me pregunta una opción, yo diría que ambas ideas son malas —expresa—. Su ex no debe ser muy buena, por algo es alguien de su pasado y una chica desconocida no sabría cómo va a actuar, no va a tener dominio de sus acciones, a menos que pacten algún acuerdo en el cual deje expresamente clara sus imposiciones. Un acuerdo prenupcial también sería viable, si es que no quiere que se quede con la mitad de sus bienes cuando se divorcien ¿El contrato dice por cuanto tiempo es que deben mantenerse casado?

—Seis meses —respondo.

Su inteligencia me sorprende dejándome perplejo.

—Es un tiempo prudente —señala—, que a mi parecer pasa volando.

Julián alza las cejas y se comunica conmigo en silencio, que esa conexión que tenemos es nata, y el proceso que él se atreve a preguntar.

—¿Alguna otra idea Kiara?

Ella vuelve a sonreír, que me fijo que se le marcan unos hoyuelos adorables en sus mejillas. Su sonrisa es luz pura que alumbra mi oscuridad.

—Debería expandir sus horizontes y buscarse una chica de verdad —sigue mirándome a los ojos que ese gris se guardó en mi retina como un paisaje fascinante—. No creo que le falten pretendientes, o ¿quizás es muy quisquilloso y mañoso que piensa que ninguna mujer de su entorno está a su altura? —se ríe y se guarda un mechón suelto que le cae por la frente tras la oreja sonrojándose —. Discúlpeme, no quise sonar impertinente, de todos modos, un plan C no le faltará. ¿Necesitan algo más?

Julián niega, pero sus ojos mieles lucen igual de sorprendido por su sinceridad dándome paso a un plan descabellado que no sé cómo saldrá. Kiara hace una inclinación de cabeza para retirarse.

Se da vuelta con las bandejas que lleva los platos sucios del aperitivo y ese culo precioso y redondo me marea. Tengo tantas ganas de tocarlo, que en un arrebato me levanto de la mesa.

—¡Cásate conmigo Kiara! —declaro decidido.

La chica se da vuelta y abre los ojos exageradamente. Me levanto y camino acorralándola en el barandal, antes de que baje por las escaleras.

—Soy un chico desesperado y necesito ayuda de un ángel como tú —sigo y ella traga saliva. Entreabre los labios carnosos y rojos y la respiración se le agita.

—Pero… pero…

—Ya sé que no te conozco —sigo persuadiéndola—, pero no te ves cómo alguien que me quitaría mi fortuna. Estas soltera y no sé… —me encojo de hombros midiendo sus reacciones —. No te ves en plan de querer tener una pareja. Podría ser como un trabajo más, tu horario de la cafetería no se vería alterado y solo tendríamos que pactar algunos puntos.

—¿No me escucho cuando dije que una desconocida pueda querer quedarse con su fortuna?

—¿Y tú no me escuchaste cuando te dije que no te veía como ese tipo de mujer?

Ella sonríe, porque he ocupado su misma artimaña. Se nota que es algo terca, pero sé que puedo con ella. Además de que va a ser una vista fascinante tenerla en mis manos y ojalá en mi cama, porque no me voy a rendir hasta probarla.

—Las apariencias engañan —susurra.

—¿Eso es una advertencia?

—Creo que si —duda.

—Mañana vendré a la salida y nos tomaremos un café en otro sitio. —No le doy espacio para la duda—. Y ahí puedes decidir con tranquilidad. Piénsalo. No pierdes nada con obtener un trabajo extra. Podemos discutir todos los puntos que sean necesario hasta que te sientas cómoda.

Se muerde los labios y la cercanía me está matando con esas ganas de besarla.

«¡Vamos Kiara, di que sí!»

—De verdad está muy desesperado —murmura más para sí. Es una afirmación, pero aun así le respondo seductor.

—Como no tienes idea.

La chica suspira y se atrapa el labio inferior con los dientes, que noto lo apetecible que se verían esos labios en otra parte de mi cuerpo que no me ha dejado de molestar desde que la vi.

Es preciosa y con un buen vestido se vería a mi altura, de hecho, ya quiero ver las caras de envidias de todos.

—Está bien —dice finalmente que un alivio súbito llega a mi pecho—. ¿Señor?

Suelto una carcajada por lo impertinente, porque ni siquiera le he dicho mi nombre.

—Reagan Armstrong el director ejecutivo de los Holding Armstrong —le estiro la mano para que las estrechemos, pero Kiara jadea y sacude la cabeza.

—Esto es peor de lo que imagine —musita, con ese dejo de arrepentimiento. 

—No soy tan importante como le hacen creer las revistas de moda y los programas de farándula —lo vuelvo a intentar—. Conóceme y verás.

—Todo el mundo lo conoce.

—Al parecer tú no.

A Kiara se le tiñen las mejillas de carmín, y no puedo dejar de pensar que se ve adorable. Ya que no me dio la mano llevo mis dedos a su moño, el cual suelto. Ella se mantiene quieta cuando acomodo el cabello azabache que le cae por los hombros.

—Eres preciosa —susurro

—Gracias señor Armstrong.

—Solo Reagan.

—Está bien solo Reagan —repite y le sonrió—. Ojalá no me arrepienta de esta locura.

—No lo harás —le guiño el ojo izquierdo—. Me aseguraré de ello. Además, ya me gritaste idiota esta mañana, así que algo de confianza ya construimos ¿o no?

Kiara entreabre los labios, e intenta articular algo, pero nada sale. Frunce la frente.

—¿Eres el patán que casi me atropella esta mañana? —chilla finalmente y yo asiento.

—Espero poder recompensarte el susto que te hice pasar.

Ella sonríe.

—Eso va a estar difícil Reagan —su nombre en mis labios suena tan distinto y sexy—. Las acciones que hacemos jamás las podemos hacer desaparecer. Pero al menos le daré el beneficio de la duda, aunque le advierto que soy un poco complicada.

—Me encantan los desafíos —susurro acercándome más a sus labios que un movimiento y podría besarla—. Y tú muñeca te acabas de convertir en mi reto favorito.

Kiara se ríe y se aleja de mi toque.

—Eso ya lo veremos Reagan.

Me ocasiona una sonrisa, pero quedamos en que mañana la pasare a buscar después de su trabajo y discutiremos algunos puntos que me ponen ansioso.

Me devuelvo a la mesa y como más tranquilo. Ella me da una buena sensación. Es angelical, segura y tiene unas palabras que te mantienen en alerta. Además de su presencia es perfecta, la cual causara conmoción y celos por parte de mi harem.

Si, definitivamente no fue tan malo asistir a este restaurante.

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