Capítulo 8

—Eres mía, pringada.

El mismo sueño, me encuentro sumida en el mismo ensueño de siempre, no puedo ver su rostro y mi cuerpo solo reacciona a sus palabras, a sus caricias, todo alrededor está cubierto por una cortina llena de bruma rosada. No sé dónde estoy, solo sé que estoy recostada en algo cómodo que se siente como un enorme algodón de azúcar.

—Ahora ya no hay escapatoria —dice el mismo sujeto con voz ronca.

Sus manos se mueven mediante movimientos desesperados, ansiosos, por todo mi cuerpo, sus besos resultan posesivos, su lengua aviva la llama que deja en cenizas electrizantes cada espacio de mi piel.

—Eres mía —repite besando mis pezones con fuerza.

—Eres mío —susurro enredando mis dedos entre las hebras oscuras de su cabello alborotado.

Su lengua baila alrededor de mis pezones endurecidos, succiona con fuerza, tanta que duele, está molesto, no me lo dice pero lo siento, puedo palpar con la punta de los dedos de la mano su rabia, su excitación y su deseo por partirme.

—No te quiero cerca de él —demanda abriendo mis piernas.

Me da curiosidad verle el rostro, sin embargo, mis ojos viajan primero por su cuerpo bien esculpido, y se detienen en su miembro endurecido.

—Me las vas a pagar —demanda—. Abre más las piernas.

—No —mi voz suena débil—. No.

—Abrélas, pringada, ya no hay nada que me niegues.

Quiero negarlo, quiero llevarle la contraria, mi parte rebelde me lo pide, sin embargo, termino por hacer lo que me pide, abro las piernas y sin previo aviso, me penetra de una dura estocada que me hace jadear y arquear la espalda. Eso le da impulso y comienza con las embestidas llenas de salvajismo. El sonido encharcado de nuestros sexos al chocar, hacen que me excite y él igual, eleva mis piernas a la altura de sus hombros y eso hace que sin duda el nuevo ángulo, duela y sienta como me abre.

—¿Sientes esto? —gruñe sin dejar de entrar y salir de mi—. ¿Sientes cómo te parto?

—Más —pido—. Dame más.

Me duele, su grueso miembro me parte en dos, sin embargo necesito de este dolor para saber que es solo un sueño.

—Lo que pidas, pringada.

Las embestidas son duras, llegamos al orgasmo juntos hasta que se desploma sobre mí.

—Pronto, pronto esto será una realidad —susurra agitado a mi oído.

[...]

Me duele el cuerpo, siento como si me hubieran apaleado o un camión me hubiese arrollado. Me remuevo inquieta, quiero abrir los ojos, lo hago lentamente y lo primero que veo es la hora, son las seis de la mañana, por lo general no me levanto tan temprano, estoy en mi habitación.

Los recuerdos de la noche anterior me hacen querer incorporarme, sin embargo, no puedo, un brazo pesado rodea mi cintura, uno que no se parece en nada al de Owen.

—Te mueves mucho, pringada.

«Esa voz»

Desciendo la mirada, el corazón se me detiene al ver cómo estoy desnuda, pero eso no es lo peor, sino, que el cretino de Kronos está a mi lado, desnudo, dormido en mi cama plácidamente.

—¡Pero qué! —grito cubriendo mi cuerpo desnudo con la sábana—. ¡Dios!

Kronos se despierta y me fulmina con la mirada, como si hubiera hecho algo malo.

—Haces mucho ruido.

—¡¿Qué haces desnudo en mi cama?! Es decir, me secuestraste y luego me besaste.

—Deja de estar de escandalosa —se incorpora como si fuera lo más normal del mundo.

—¿Qué? —inquiero indignada.

—Lo que has oído.

—Estás loco… ¡vete de mi casa! —exclamo lanzándole un cojín al tiempo que ajusto la sábana alrededor de mi cuerpo.

"Acércate, súbete encima de mí"

Me congelo al ver que habla sin mover los labios, de hecho, es como si su voz retumbara en mi cabeza.

«Debo estar loca, seguro me drogaron»

—Estás demente, no pienso hacer eso…

—Ahora.

Mis piernas comienzan a moverse sin que lo pida, de pronto siento la necesidad de estar cerca de él, como si le quisiera, como si le amara. Me subo a horcajadas sobre él y sus manos no dudan ni tardan en aferrarse a mí.

—Qué… sucede…

—Ahora bésame.

Frunzo el ceño, sin embargo, aplasto mis labios contra los de él, no entiendo nada, es como si estuviera en un sueño, Kronos no pierde el tiempo y me mete la lengua hasta el fondo.

—Sabes bien —su voz es ronca y me envuelve en una vorágine extraña—. Vas a dejar que te folle.

Pongo mi mano sobre su pecho y niego.

—No… —me separo de él—. No…

La magia se rompe y sus ojos cambian de color en un destello, ya no son azules, son de un color ámbar felino.

—No tengas miedo, pringada.

Extrañamente su voz me tranquiliza.

—Tus ojos…

—Eso pasa cuando me excito por ti.

Siento que las mejillas me arden.

—Quiero follarte.

—Tengo novio, no me caes bien, no rompas las reglas, se supone que tu…

Kronos se pone de pie de inmediato, le importa poco el hecho de estar desnudo, merma el espacio que hay entre nosotros y cuando lo veo de cerca, le doy una patada en las bolas que lo hace arquearse.

—¡No te me acerques, idiota!

Ajusto la sábana a mi cuerpo y estoy a nada de patearle el perfecto culo que tiene, cuando mi nana llama a la puerta.

—¿Via? ¿Te encuentras bien?

Kronos se recupera y me acorrala contra la pared.

—Dile que estás bien, que solo fue una pesadilla —dice y sus ojos ámbar regresan.

Me pierdo en esta m*****a necesidad de hacer lo que me pide para hacerlo sentir bien y feliz, es algo que me empuja las palabras sin quererlo realmente.

—¡Estoy bien, nani! —exclamo y hasta yo misma me sorprendo de la seguridad con la que lo digo—. ¡Solo fue una pesadilla!

—Está bien, baja a desayunar.

—¡Vale!

Los pasos de mi nani se van alejando y cuando estamos seguros, Kronos me suelta.

—Vete de mi casa, no te quiero volver a ver, no sé ni quiero siquiera pensar en porqué estamos así, me secuestraste, me…

—¿Quieres callarte? Joder, eres tan irritante —resopla.

Todo me da vueltas, no entiendo nada.

—¿Por qué me quieren matar? —trago grueso.

—¿Qué? Nadie te quiere matar.

—Los escuché —apunto—. Los escuché decir algo acerca de un sacrificio, es por tu novia la rara ¿no? Me quieren matar por ella.

—Yo no tengo novias, nena —su rostro se torna monótono e inexpresivo.

—No me digas nena —me defiendo.

Su mirada cambia con fugacidad, sus ojos han regresado a un azul Zafiro impresionante.

—Pues hazte a la idea de que ahora me perteneces, somos uno, no intentes estar ni con él muñeco de pacotilla ni con otro, ya que no podrás —sonríe con sorna—. Inténtalo y lo lamentarás, es cuestión de tiempo para que lo entiendas.

—Hablas puras tonterías, vete, y no te me acerques —le lanzo un nuevo cojín.

—Como quieras, esperaré a que seas tú quien venga a mí, pringada.

Y sin más sale de mi habitación, así, desnudo, no entiendo nada, no sé qué ha pasado y no me interesa, lo único que quiero es alejarme de los primos locos y seguir con mi vida, me meto a la regadera, me doy una ducha rápida, me alisto poniéndome unas bucaneras y una falda oscura, una blusa crop top holgada por el frente, dejo mi cabello suelto y bajo a desayunar, entro y casi como una bofetada en el rostro, veo a las tres personas desayunando como si fueran amigos de años atrás.

—No puede ser cierto —bufo.

—Hola, pringada —Kronos sonríe metiéndose un pedazo de piña a la boca—. Te llevaremos a la escuela ¿recuerdas?

Cédric lo mira con desaprobación. Y mi nani come gustosa con ellos.

—Me alegra que hayas tomado esta decisión Via —habla mi nana.

—¿De qué hablas? —levanto una ceja con incredulidad.

Con un tierno gesto me indica que tome asiento a su lado, que para mi mala suerte también estoy al lado de Kronos. Me sirve un plato de frutillas que no suelo consumir, porque no me gustan pero que por alguna extraña razón se me hace agua a la boca verlas en el plato bien adornado.

—Mi niña, no es necesario que mientas, estoy segura de que a tú papá le hará feliz saber que sales con el joven Woodhall.

—¡¿Qué m****a?! —exclama Owen entrando con una mirada llena de furia.

Al tiempo que escupo una uva y que esta sale volando hacia el plato de Cédric, quien sonríe de oreja a oreja.

—¿Qué? —giro a ver a Kronos pidiendo una explicación.

Pero es demasiado tarde, sus labios aplastan los míos frente a todos, pero sobre todo, frente a Owen.

Joder.

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