Capítulo 7

—Tienes que estar demente.

—No, no lo estoy.

—Sí lo haces ella tendrá que demostrar que es digna de ser la Joya Woodhall.

Las voces inconexas de esos idiotas hacen que me dé jaqueca, intento abrir los ojos, sin embargo, los párpados me pesan y no sé dónde me encuentro pero se siente tan bien, que me hundo en el mismo sueño profundo sin querer despertar.

—Es mía.

—Estás yendo demasiado lejos, ¿en verdad la quieres sacrificar por ella? ¿Vale la pena?

—Estoy enamorado de ella, es mía, solo mía, joder, no voy a permitir que nadie más la tenga, mucho menos ese idiota, así que si tiene que morir para que yo pueda estar a su lado, lo voy a hacer.

—Solo espero que no te arrepientas.

—No lo haré, la voy a envenenar, en cuanto despierte seguiremos con el plan.

Las voces van desapareciendo hasta que escucho el clic de la puerta al cerrarse, abro los ojos y todo me da vueltas. Mi corazón palpita con fuerza, el aire se comprime en mis pulmones. Me bajo de la cama en la que me encuentro, aliso mi falda y reconozco que estoy dentro de la habitación de huéspedes de los Woodhall. Abro la puerta con sumo cuidado de que nadie me vea y al instante cierro al ver qué pasa una de sus empleadas.

Me muerdo el labio inferior, abro la ventana sabiendo que la construcción es idéntica a la de mi casa, la altura hace que me retracte por un par de segundos, no obstante, sigo, el tejado es sólido y seguro, ando con cuidado como si fuera una vil ladrona. Paso por el frente de una ventana, estoy a nada de salirme con la mía, cuando piso mal y resbalo por el maldito tejado.

El grito que brota de mi garganta es gutural, no sé cómo m****a lo hago pero logro agarrarme de último momento de una de las esquinas del tejado, soy delgada y puedo con ello, soy ágil, confío en mis habilidades, es por ello que hago el mayor esfuerzo por subir de nuevo al tejado.

«Joder, como quisiera que estuviera Owen aquí, él me ayudaría a subir al tejado»

Al final puedo hacerlo sola y me dejo caer sobre el tejado al estar de nuevo arriba.

—Maldita sea —suspiro con cansancio.

—¡Qué m****a haces!

Abro los ojos y veo como los ojos azules de Kronos, me asesinan. Él está de pie mirándome con extrañes, y yo acostada viéndolo de cabeza. Las palabras que le dijo a Cédric hacen apego en mi subconsciente y trago grueso.

Sus ojos recorren mi cuerpo y ahora la rabia de su mirada se mezcla con la lujuria y el deseo.

—Bonitas bragas, pringada —se burla.

Tardo dos segundos en entender a lo que se refiere. El calor se sube por mis mejillas y bajo mi falda al instante que me incorporo.

«Idiota»

—Yo no soy quien se ha subido al tejado de una casa ajena —me dice estirando la mano con la intención de que tome la suya—. Andando, es peligroso estar aquí.

—No quiero nada tuyo, ya sé que me quieren envenenar —le doy un manotazo y paso por su lado entrando por la ventana más cercana.

Observo con detalle a mi alrededor, sabiendo que mi estúpido vecino ha entrado detrás de mí, la habitación es un desorden completo.

—La persona de esta habitación debe ser un imbécil —susurro.

—Es mía —espeta Kronos con brusquedad.

—Ya —frunzo el ceño al ver… espera—. ¿Eso es una foto mía?

Señalo el retrato que está sobre uno de los muebles. Volteo a encarar a Kronos y este se encuentra recargado sobre una de las paredes.

—Sí, a veces juego a lanzarte dardos —responde con lentitud.

—Pues no quiero que tengas una foto mía, ni siquiera sé de dónde la sacaste —farfullo.

No me responde.

—Tenemos que hablar, pringada —cambia de pronto el tema.

—¿De cómo le decías a Cédric que me quieres envenenar? Olvídalo, tuviste tu oportunidad, ya no quiero hablar contigo, preferiste dejar que tu novia te hiciera un oral —arrugo la nariz al recordarlo.

—¿Acaso estás celosa? —inquiere con un brillo de diversión en los ojos.

—¿De ti? —resoplo y luego suelto una pequeña risita—. No me hagas reír, tengo novio, al único chico que celaría sería…

—Ya tengo suficiente de esta m****a.

Arguye tomándome del brazo y acorralándome contra la pared, mi pecho cruje y abro los ojos de golpe al sentir como sus manos recorren mis piernas desnudas.

—Te dije que lamentarías ponerte estas mierdas —me dice al oído.

—Suéltame —me remuevo inquieta.

"Quédate quieta pringada, o te voy a follar"

—¿Qué?

Las manos de Kronos se aferran a mis caderas con fuerza e intento moverme, sin embargo mi cuerpo no reacciona, es como si mi cabeza me dijera que no haga caso, que esto está mal pero mi cuerpo lo quiere y hay algo que brota de mi pecho, una necesidad que jamás había experimentado ni con Owen.

"Quieta"

Respiro profundo, sus dedos se deslizan hasta mis bragas y comienza a bajarlas hasta que la puerta se abre y el ruido me hace dar un respingo rompiendo con el momento tan extraño.

—¡Estás loco! —exclama Cédric encuellando a su primo.

Kronos dibuja una sonrisa malévola en el rostro y retrocedo para poner toda la distancia posible entre los dos. Bajo mi falda y creo que estar cerca de ellos me hará igual de rara.

—Es mía —los ojos de Kronos adquieren un color ámbar que me hace sentir como si me llamara.

—No lo hagas —le suplica su primo.

—Tarde o temprano va a ocurrir —agarra las manos de Kronos y las aleja de su cuello.

—Si lo haces sabes lo que significará —Cédric se nota contrariado.

—¿De qué hablan? —los miro de hito en hito—. No entiendo nada de lo que dicen ¡malditos locos!

—Via, ven conmigo —me dice Kronos estirando su mano hacia mi dirección.

Frunzo el ceño y estoy a nada de mandarlo a la m****a, cuando el color de sus ojos ejerce algo en mí y esta necesidad de obedecerlo palpita en cada una de mis células. Camino hacia él y tomo su mano.

—Kronos —la voz de Cédric es lejana—. No le hagas esto, ella…

—La necesito a mi lado.

Y diciendo esto sucede; me besa.

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