Capítulo 5

El sonido estruendoso de mi alarma despertador, hace que refunfuñe de forma inmediata, necesitaba dormir un poco más, me lo merecía luego de todas las cosas extrañas que me habían sucedido ayer. Coloco la almohada sobre mi cabeza y me hundo en el silencio que quiero provocar poniendo una barrera entre mi sueño, falta de ánimo y la obligación.

—¡Via!

La voz de mi nana se escucha peor que el sonido de mi alarma, me quejo y pataleo como una niña mimada, odiaba que me quitaran el sueño, abro los ojos y de mala gana me pongo de pie.

—¡Alguien ha venido a visitarte, mi niña! —grita mi nana.

Mi pecho se hincha de felicidad al pensar que mi padre ha vuelto de su viaje a Tokio, así que sin siquiera cambiarme el maldito pijama, el cual consistía en un simple short corto de algodón color gris, y una blusa top de tirantes holgada, bajo corriendo con una enorme sonrisa de oreja a oreja. Escucho voces en la parte de la cocina y aumento la velocidad, entrando sin preguntar.

—¡Volviste, que alegría verte…! —mi voz se va apagando cuando veo que no se trata de mi padre, sino de Cédric y Kronos.

—¡A mí también me alegra volver a verte Via! —el capullo de Ced me envuelve en un efusivo abrazo de oso.

—Ya, ya, para —me alejo de él y no me tomo la molestia de siquiera voltear a ver a Kronos, quien con esa actitud de maldito introvertido, solo lo hace parecer un inútil mueble dentro de la cocina—. ¿Qué hacen aquí?

—Oh, mi niña, ellos se encargarán de llevarte y traerte de la escuela, el señor Woodhall apenado con el incidente de tu convertible, se comunicó con tu padre y a manera de disculpa estos jovencitos se harán cargo de ti hasta que el seguro arregle lo de tu carro —me explica mi nana sirviéndome un vaso de leche y una ensalada de frutas.

Pone dos platos más pese a que Kronos sin decir nada, niega con la cabeza rechazando la oferta, no conoce a mi nana, por lo que intento probar la fruta ensartando el tenedor en un pedazo de melón cortado finamente. 

—Esta fruta es deliciosa, gracias, señora —habla Cédric, engullendo todo como si no hubiese probado bocado alguno en años.

Lo observo detenidamente, es apuesto, mucho, sus ojos verdes hipnotizan y entiendo mejor el enfado de Mirna, ¿quién no se ilusionaría con semejante espécimen masculino? Sus facciones son finas y los hoyuelos que se le forman cuando ríe… joder, era incluso más apuesto que Owen y eso me conflictuaba, estaba tan anonadada con su perfil griego, hasta que un carraspeo me devuelve a la realidad. Giro a mi izquierda y los ojos azul zafiro intenso de Kronos, atrapan los míos.

Me reta, lo reto, no rompo contacto visual con él, hacerlo sería perder ante un peliagudo que se cree la gran cosa.

—¿Por qué no me lleva mejor el chófer? —inquiero a mi nana.

—Porque tu padre dio una orden, ya sabes cómo se pone mi niña, es mejor no enfadarlo, además aprovechas y haces nuevos amigos, porque los que tienes… a excepción de Mirna claro está, no son buenos para ti —dice nana con exceso de confianza, una que me hace lanzarle dagas por los ojos, a lo que ella solo mueve la mano dándome por mi lado, cosa que me irritaba, lo sabía y lo seguía haciendo.

Rompo todo contacto infantil con Kronos y aprietos los puños dejando el tenedor sobre el plato lleno de fruta intacta.

—Me gustan mis amigos, y ellos —los señalo—. No son el tipo de personas que quiera incluir en mi círculo social, gracias.

Nana suelta una risita tonta y sale de la cocina, dejándome a solas con un par de lobos.

—¿No piensas probar alimento? —Cédric intenta ser amable y se lo paso.

—No… sabe extraño…

—¿Qué quieres decir? —Cédric toma el pedazo de melón que no quise engullir y se lo mete a la boca—. A mí me parece que está muy rico.

—¿De verdad? —Abro los ojos como platos y arrebatándole el tenedor, pruebo un poco de la fruta y al instante tengo que correr al fregadero y escupir—. Mientes, sabe horrible.

Cuando me giro para encarar al primo don juan, este mira a Kronos de un modo glacial.

—¿Esto te pasa seguido? —Cédric rompe la mirada amenazante de Kronos.

Enarco una ceja con incredulidad.

—¿Qué clase de pregunta es esa? —cuestiono con desdén.

—Contesta la p**a pregunta —manifiesta Kronos en tono sobrepasando lo hostil.

—Pero miren, el mudo raro si habla, que maravilla —ironizo, sacaba mis peores demonios a relucir ¿cuál era su jodido problema?

Kronos tensa la mandíbula, sus ojos adquieren un color sombrío, relucen con enojo y la desazón se mantiene latente en sus pupilas. Me observa con la misma mirada en silencio. Estos dos me iban a sacar de mis casillas, por lo que recordando el día que me espera, me pongo de pie y me dirijo hacia la puerta, deteniendo mi andar justo debajo del umbral.

—Hace una semana, creo que he perdido el sentido gustativo, últimamente la comida que solía probar y preparar, me desagrada —es todo, finalizo y subo a mi habitación.

Idiotas.

Luego de una ducha, decido ponerme una falda entablillada color negro con detalles dorados, un suéter gris Chanel, unas bucaneras negras con unos botines a media pantorrilla, dejo mi cabello suelto, me coloco maquillaje y camino rápidamente. Abajo me están esperando los primos idiotas, Cédric con un plato de fruta, actitud arrolladora y Kronos con la misma actitud de m****a, sin voltear a verme. Confirmo que soy un virus para él.

—Te ves muy sexy, Via —Cédric se acerca hasta mí, y sin preguntarme, en contra de mi voluntad, apachurra mis mejillas con una sola mano obligándome a abrir la boca, para luego meterme un pedazo de melón—. Prueba esto y ahora dime si sabe rico o igual de mal.

Frunzo el ceño, mastico y… joder.

—Sabe bien —le arrebato el plato y comienzo a devorar la fruta como si hubiera pasado meses en Nigeria—. No sé qué hiciste pero esto sabe delicioso.

Ambos primos cruzan una mirada extraña y a mí me importa poco, sigo comiendo. Kronos no pierde tiempo y sale hecho una furia de mi casa, azotando la puerta principal provocando que un horrendo eco golpee todas las paredes.

—¡Oye, si rompes algo lo pagas! —expreso dejando el plato sobre la mesilla de estar en medio de la estancia principal.

Me subo a su auto que solo es de dos puertas con capota cerrada, maldigo por tener que irme en la parte trasera del auto. Cédric enciende el motor y realizo una mueca por tener que pasar junto a Kronos.

—¿Puedo irme adelante? —lo observo con una mezcla de desconfianza y desconcierto.

No me mira, no dice nada, solo mueve el pie impacientemente.

—Sube nena, anda o llegaremos tarde a la escuela —dice Cédric encendiendo el estéreo y poniendo música metal que resulta una tortura para mis oídos.

—Es que tengo falda, no quiero estar en la parte trasera del auto…

—Si tanto te incomodan esas mierdas, entonces no las uses, mírate, pareces salida de la fantasía sexual de un vejete de cincuenta —el rostro de Kronos se torna monótono e inexpresivo—. Sube al maldito auto pringada, o te quedas.

Rechino los dientes pero decido no lanzarle algún comentario viperino, empezar el día con una guerra campal entre vómitos verbales con él, solo me jodería el día más de lo que ya suele estar, le lanzo una mirada llena de odio, coloco mis manos en la parte trasera de mis glúteos, me agacho con cuidado de que no me vea los calzones y acto seguido el capullo me mete de un empujón.

—Rápido, pringada.

—¡Imbécil! —bramo.

Cédric suelta una carcajada resonante y arranca.

—Ustedes dos sí que harían buena pareja —comenta el primo guapo y mujeriego sin apartar la vista de la carretera que se cierne frente a nosotros.

Esta vez soy yo la que no puede evitar soltar una sonora cascada de carcajadas, decido ignorar a don amargura y concentrarme solo en el primo bueno.

—Esa sí que es una buena, un golpe bajo para un Woodhall ¿no te parece?

—¿Por qué? —Ced eleva las comisuras en dirección al cielo formando una sonrisa que refleja tranquilidad, a través del espejo retrovisor.

—Tengo novio —le recuerdo cruzándome de brazos.

—Kronos también sale con alguien, pueden romper las reglas sociales y ser amantes.

Resoplo.

—No, gracias.

—¿Puedo preguntarte algo sin que te molestes? —indaga Ced con mirada llena de cautela.

—Todo lo que salga de tu boca últimamente me molesta, pero puedes hacer el intento —encojo los hombros.

—¿Por qué sales con el muñequito rubio idiota de Zatlet? Es decir, eres la chica más guapa y popular de la universidad, sacas buenas notas, eres inteligente, talentosa, rica… ¿por qué limitarte a salir con el Quarterback? Tienes muchas opciones y lo elegiste a él ¿por qué?

Las preguntas que me lanza Cédric retumban en mi cabeza, golpean en mi pecho y comienzo a experimentar de nuevo, los punzantes recuerdos de aquella noche, no me gustaba hablar de ese día, la gente tiene una horrible definición para lo que tenemos Owen y yo, siempre sacan un par de conclusiones sin una base sólida y fehaciente de los hechos. Lo que pasó aquella noche quedará siempre entre Owen y yo, nadie nunca lo sabrá, tal y como juramos… ese secreto nos lo llevaremos a la tumba así nos separemos, es algo que nos va a unir para toda la vida.

—¿Te quedaste muda? —la voz seductora de Cédric me saca de mi ensimismamiento.

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