Capítulo 3. Una disputa

Jackson Johnson

Los Hamptons. Se hizo mi lugar favorito desde este momento.  Estaba de pie frente a un gran ventanal de la tercera planta, la playa estaba frente a mí, un azul que me encantaba y el cielo despejado, para mí era pecado no tenerlo. Pensé una y otra vez las veces que la iba a ocupar, oficialmente los fines de semana sería mi nuevo santuario, mi espacio privado y en el que nadie podía entrar, y era sin excepción.

―Y la vista es espectacular desde este tercer piso, ¿Quieres ver la terraza? ―habló detrás de mí, Solange, una de las mejores asesoras de mi empresa.  

―Sí. ―seguí su camino mientras contoneó su trasero descaradamente, algo que me provocó rodar los ojos en blanco de manera discreta. Al salir, me quedé impactado con el espacio al aire libre. Era muy amplio y tenía una alberca, eso sí que no lo vi venir. ―Una alberca. ―dije caminando a su lado hasta ese lugar. Ella se cruzó de brazos alzando discretamente su pecho y sonrió.

―Sabía que te iba a encantar. ¿Con esta vista? Es perfecta. Es un error si no lo adquieres. Tengo una lista de…―ella detuvo su oración al ver mi gesto.  Ladeé mi rostro hacia a ella.

― ¿Usas tus tácticas de venta de mi empresa conmigo? ―ella se sonrojó, luego se llevó un mechón detrás de su oreja.

―Oh, disculpa, Jackson. ―negó lentamente apenada. ―A veces se me olvida que eres el jefe.

―Sí, suele pasar. ―murmuré entre dientes, luego me aclaré la garganta y me dediqué a revisar cada rincón, casi media hora después, estaba firmando la compra del lugar.

Al salir, ella se inclinó para despedirse de beso de mejilla, pero yo eso no lo hacía, así que extendí mi mano entre nuestros cuerpos, ella alzó sus cejas con sorpresa y de inmediato se enderezó para tomar mi mano, un leve movimiento y la solté.

―Un honor haber ser sido una de las agentes que le ha vendido una propiedad.

―Eres la primera. ―ella se emocionó visiblemente, pero, lo disfrazó con una levantada de mejillas, luego de un movimiento de barbilla, se giró y se subió a su auto, mi mirada se quedó por un momento en el logo de “Johnson Bienes Raíces” luego desapareció.

Richard se acercó y asintió lentamente en señal de que la propiedad era buena.

―Es simplemente una fortaleza. ―sus palabras fueron muy acertadas. Bajé los escalones y llegué a él.

―Qué bien que te gusta, ahora es mía. ―No se sorprendió a mi confirmación.

―Muy buena compra, jefe.

―Solo hay que hacer lo de siempre, sistema de seguridad, cámaras, cerco eléctrico, infrarrojos…―abrió la puerta trasera del auto blindado y me detuve. ―Por cierto, vamos a casa de mis padres, luego al bar con JJ.

―Sí, señor.  

Mansión de los Johnson.

La puerta se abrió ante mí y la chica del servicio me sonrió.

―Señor Johnson. Bienvenido.

―Gracias. ―entré y me detuve en el recibidor, me volví a la chica, se llamaba Selma. ― ¿Está mi madre desocupada? ―ella negó.

―Tiene una visita en su sala de té. ―solté un bufido. Sabía que cuando tenía una visita en ese salón, era su madre con un casco de guerra elaborando otro plan de guerra para hacer una cita con la hija de alguien importante.

―Bien. No me anuncies, yo iré a sorprenderla.

―Sí, señor. ―luego se retiró dejándome planeando como emboscarla y salir ileso sobre sus planes de citas a ciegas.

―Te recomendaría que huyeras, pero ahora. ―la voz grave de mi padre me hizo salir de mis pensamientos, tenía sus manos dentro de sus pantalones de cuadros, y con eso asumí que venía de jugar golf.

―Padre. ―me acerqué a saludarlo de mano, luego me sonrió.

―Esto sí que es una sorpresa. ―entrecerré mis ojos.

― ¿Sorpresa? ―él asintió.

―Rara vez vienes a visitarnos. ―confesó con una ceja alzada.

―Bueno, siempre me ven en la empresa, en mi ático, en cenas de beneficencia, en el club y en el ático de tu otro hijo. No dan la oportunidad de poder venir, ―él soltó una risa de que estaba en lo cierto.

―Bien, bien, te has salvado, ―se inclinó hacia a mí y susurró. ―Pero de tu madre no.

―Está a punto de cruzar el límite, padre. ―él asintió.

―Lo sé, pero, ¿Si solo cedes unas cuantas citas?

―No me interesa en estos momentos sentar cabeza.

―Nadie ha dicho nada de boda o hijos. Solo socializar con las hijas de nuestros amigos más importantes de nuestro círculo. ―palmeó mi brazo de manera fugaz.

― ¿Llegaré a una tregua con ella? ―él sonrió y luego negó, la voz de una mujer y luego la de mi madre, se escucharon acercarse.

―Deberíamos tomar el té el próximo miércoles, quizás y…―mi madre detuvo sus palabras al verme a lado de mi padre en el recibidor, la mujer a su lado, era una ex senadora.

―Jackson, hace mucho que no te veo, ―ella se acercó para saludar y antes de que tuviese la intención de querer un beso en la mejilla, extendí automáticamente mi mano, ella aceptó con un gran apretón, incluso lo sentí agradable.

―Señora Davis, un gusto verla de nuevo. ―soltamos el agarre y ella sonrió emocionada.

―Igualmente, pero estás hecho ya un hombre. ―noté el repaso discreto que me ha dado. ―Solo te vemos por foto y televisión, pero en persona, vaya que si es mejor. ―se aclaró la garganta y sonrió. ―Abigail estaría emocionada por saber de ti, ha llegado hace un par de días de hacer una expedición a Egipto.

―Oh, qué bien. ―respondí educado.

―Deberías de aprovechar de tomar un café con ella, así verás que es una arqueóloga con mucho talento. Es muy inteligente y apasionada en su trabajo.

―Claro, revisaré mi agenda. ―respondí, ella iba a hablar de nuevo cuando mi padre se adelantó.

―Bueno, antes de que te vayas hijo, necesito que revises lo que comenté. ―mi padre salvándome de la situación.

―Sí, claro, vamos. Qué tengan buena tarde. ―me despedí y fui detrás de mi padre hasta su despacho.

―A veces Isidora le sale lo Harding. ―el apellido de soltera de mi madre. ―Pero bueno, ―me señaló el sillón de cuero, buscó dos vasos de su mejor whisky y sirvió. Me entregó mi bebida y luego tomó lugar en su sillón individual favorito, dio un sorbo y al terminar, me miró. ―Su hija tiene fama de cortar bolas. ―casi me atraganté con mi bebida, tosí un poco y luego me limpié unas gotas de la orilla de mi labio, él soltó una carcajada.

― ¿Corta bolas? ―repetí sus palabras.

―Sí, he escuchado de su hija, que se había enamorado de un árabe, luego de un marrueco millonario, pero no cedió a nada de lo que le pedía, así que lo cambió y cuando ya se le acabó el amor, lo dejó.

―Vaya. ―di otro sorbo, luego me dediqué a saborear el whisky, de eso se me escapó un suspiro, pero la puerta se abrió y mi madre apareció, ella no lució contenta.

―James, ―se dirigió a mi padre. ―Debiste de ayudar más antes de salvarlo mintiendo con tu pretexto.

―Yo no sé de qué hablas, amor. ―mi padre se lavó las manos.  

―Hola, madre. ―ella me lanzó una mirada de irritación.

― ¿Por qué me haces esto, Jackson? ―alcé mis cejas con sorpresa al escuchar sus palabras, miré a mi padre y luego de nuevo a ella.

― ¿Hacer qué? ―ella entrecerró sus ojos.

―Eso. Huir. ―soltó sin más ya molesta.

―He dicho que revisaría mi agenda, ¿Eso es malo?

―Eso es ser cruel, ella no te conoce, la has rechazado sutilmente.

―Entonces ella no lo sabe, y sería mejor que no dijeras que esa es mi manera sutil de decir que no estoy interesado.

―Solo quiero ver a mis futuros nietos.

―Creo que no recuerdas que tienes dos hijos.

―Jacob caerá rendido a pies de una mujer sin mi ayuda algún día de estos, ―luego murmuró hacia a mi padre. ―Espero estar en primera fila para ver eso. ―después devolvió su mirada a mí―Me refiero que Jacob es más predecible y sé que cuando se canse de andar de picaflor, llegará esa mujer, se casarán y me darán nietos. ―y el rostro le cambió. ―Pero tú, ―soltó un bufido de cansancio. ―Eres impredecible. Eres hermético. Eres un obseso del control, prefieres estar solo a…―luego detuvo su oración. ―O quizás me estoy equivocando de bando, ―arrugó su ceño. ― ¿Eres gay? ―Arqueé una ceja, mis labios se quedaron en la orilla del vaso de cristal, luego lo bajé y contuve muchas palabras que querían salir.

― ¿No tienes una actividad más saludable y menos estresante aparte de estarme jodiendo con las citas a ciegas?

―Jackson. ―mi padre usó su tono de advertencia, una que hace muchos años no escuchaba, mi madre ofendida se llevó la mano a su pecho.

― ¿Jodiendo? ―remarcó en pregunta esa palabra.

―Lo siento, no era mi intención decirlo de esa manera.

―Eres cruel. ―repitió esa palabra que me ponía de malas, di un largo trago a mi bebida hasta terminarla, puse el vaso de manera brusca en la superficie de la mesa. Luego me levanté.

―Jackson…espera. ―mi padre pidió que regresara a mi lugar, ajusté la camisa de mi muñeca y miré a mi madre.

―Sí es la manera para que dejes de querer meterme a cualquiera por los ojos, entonces soy cruel.

―No a cualquiera. ―contestó en un tono gélido sin retirarme la mirada.

―No me importa si es la mismísima reina de Inglaterra. No me interesa tener una cita con nadie. A ninguna hora. De ningún día. Ni arqueóloga. Ni política. Ni hija mimada de nadie rico de tu círculo de amigos con influencias. Por favor. ―dije en un tono muy serio y claro. ―Cuando llegue ese momento, será por qué así es como debe de ser. No como tú lo quieres. Así que, pasen buena tarde. ―salí del despacho con una molestia clavada en mi estómago, estaba harto de la atención obsesiva de mi madre con las citas. No quería a nadie en mi vida de manera romántica ni de otra manera...

Nunca.

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