Capítulo 4

HANS

El parloteo que brota de la garganta de Ashley hace que me dé jaqueca, si no la amara como lo hago, probablemente ya la hubiera mandado a la m****a. Las cosas son así, mientras bebo el vino y ella habla de sus nuevos zapatos de diseñador, no dejo de pensar en Griselda.

Haberla visto hoy por primera vez luego de tres años, colisionó mi pecho e hizo que la rabia recorriera mis venas, no es más que una zorra, una cazafortunas, mentirosa y embustera, la única razón por la que me atreví a volverla a buscar, fue porque necesito el maldito divorcio para casarme con Ashley, la mujer que ahora amo, admiro e idolatro.

Sé que piensa que soy el malo del cuento, pero es que no puede caber tanto cinismo en ella luego de haberme puesto los cuernos con su profesor de repostería en la Universidad, yo amaba con locura a Gris, la adoraba, y me casé enamorado sabiendo que ella me veía a mí, no a mis millones. Bueno, estaba equivocado. Ella solo quería mi dinero y pude alejarme de sus garras a tiempo.

El tema del hijo es otra cosa, Milo se va a encargar de todo, si es mío la apoyaré hasta que cumpla la mayoría de edad, puede que incluso vaya y lo vea un par de veces, pero solo eso, si la madre es así, no quiero ni imaginar como está criando a ese niño.

—¿Te sientes bien?

La voz de Ashley me hace volver a la realidad.

—Por supuesto —miento.

—¿Estás seguro? Desde que salimos de la empresa has estado un tanto extraño —frunce el ceño.

—Tonterías.

—No, hablo en serio, pareces de mal humor ¿es por esa mujer que estaba en tu despacho? ¿Quién es? —me pregunta y comienzo a analizar la situación, buscando una salida.

—Una vieja amiga de Ana, mi nana, es como de la familia, estaba necesitada y quise ayudarle —suelto sin remordimiento.

—Ya, pero ¿viste los moretones en su rostro? Debe usar maquillaje del barato, porque no se los cubrió bien —comenta sacándole una foto a su platillo de ensalada para sus redes sociales.

¿Traía golpes? La verdad es que ni siquiera me fije bien en ella, ya que la enorme mancha de café en su blusa, opacaba toda su aura melancólica.

—No me di cuenta —respondo restándole importancia.

—¡Y luego ese anillo horrible! Joder ¿quién en su sano juicio aceptaría una cosa espantosa como esa? —chilla.

—Probablemente alguien que amaba a esa persona, o que al menos fingía bien —me doy cuenta del error de mis palabras y cambio de conversación—. Bueno, tú me amas ¿aceptarías un anillo como ese? ¿No?

Suelta a reírse.

—Ni en mil años, amor, a más ¿por qué me darías algo tan feo? Tú me adoras.

—Tienes razón.

Me quedo callado. Paso las dos siguientes horas molesto, odiando a Gris por hacerme sentir como un m****a, así que cuando me despido de Ashley y voy directo a mi departamento, le marco a Milo, a quien encomendé seguir a Gris.

—Señor.

—¿Y bien? Por favor, dime que la has encontrado en un prostíbulo o mejor aún, en algo ilegal, eso facilita las cosas y no tendría que darle dinero a esa zorra —arguyo abriendo una lata de cerveza y cerrando la nevera con el pie.

—No señor, la he seguido como ha pedido, pero no está en ningún lugar del que usted menciona —responde y me dejo caer en mi costoso sofá—. De hecho, ha entrado rápido a un hospital comunitario de la zona.

—¿Por qué? —frunzo el ceño—. ¿Acaso se está muriendo? ¿Tan rápido me voy a quedar viudo?

Río. Seguramente busca algo, cualquier cosa para retenerme, pero sus artimañas no me van a hacer cambiar de opinión.

—¿Quiere que la espere y siga viendo? —inquiere.

—No, bueno sí, pero investiga qué hace en ese lugar ¿hospital comunitario? No creo nada, averígualo y me llamas.

—Como ordene, señor.

Paso las siguientes horas viendo los programas televisivos que hablan de lo bien que me fue en mi concierto, hasta que pierdo la noción del tiempo y me quedo dormido.

—Te amo, Hans.

Levanto la mirada y me pierdo en esos ojos que tanto me gustan, Gris…

—Te amo —repito.

—¿Juntos por siempre?

—Siempre.

Me levanto exaltado, mi pecho sube y baja, siento como la adrenalina recorre todo mi torrente sanguíneo, había tenido una pesadilla… ¿o un recuerdo del pasado? No lo sé. El televisor sigue encendido y subo el volumen al ver la imagen de Ashley hablando alegremente con los medios, le hacen preguntas sobre su carrera, el móvil no deja de sonar y con molestia subo más el volumen, en estos momentos no me interesa nada más que la que pronto va a ser mi mujer, la única madre de mis hijos, con la que voy a formar una familia.

—Cuéntanos más acerca de tu boda con Hans —iré pregunta una reportera.

—¡Oh, por Dios, claro, pide una exclusiva a mi agente y hablamos! —responde mi chica animadamente.

El móvil no deja de sonar y harto, respondo sin apartar la mirada de la enorme pantalla.

—Qué.

—Señor Hans, ya sé porqué su esposa está en el hospital comunitario.

—Aja.

—Su hijo Oliver tiene leucemia, al parecer ha ingresado un par de noches para…

La sangre se me pudre ¿hasta donde es capaz de llegar esa arpía?

—¿Puede hacer algo legalmente con eso? —le interrumpo.

—¿Disculpe?

—Eres mi abogado, el mejor del país, quiero saber si ella puede demandar o alguna m****a con eso.

—¿Señor, me escuchó? Le he dicho que su hijo tiene leucemia.

—Sí, no soy idiota, te he escuchado, y te digo desde ya que esto es una mentira, esa arpía está jugando porque quiere más dinero, pero sabes qué —me pongo de pie—. No se lo voy a dar, comprueba que ese bastardo tenga mi sangre realmente, luego llegaré a un acuerdo con ella para que de el puto divorcio y me deje vivir en paz.

—Pero señor…

—¡Haz lo que te pido, que para eso te pago!

Cuelgo. Enseguida tocan el timbre y con mala cara abro.

—¡Cariño! —mi madre se me viene encima envolviéndome en un abrazo lleno de posesión.

—Madre, ahora no es un buen momento.

—¡Tiene que serlo!

Entra echa una furia.

—¡Creí que hace tres años habías arreglado el asunto de tu maldito error con esa cazafortunas! —brama echando fuego por los ojos.

—Lo hice —respondo con seguridad.

—Pues no lo parece.

Agarra el control remoto y enciende la pantalla cambiando de canal.

—¡Escucha y mira hasta donde es capaz de llegar esa m*****a perra con tal de tener tu dinero!

Sube el volumen. En la imagen aparece una chica hablando con los medios afuera de un hospital de cuarta.

—Así es, Hans tiene un hijo de tres años con leucemia, y no se ha querido hacer responsable del él, ha mantenido oculta a su esposa, Griselda Watson, y ahora no los quiere apoyar, el niño necesita ayuda —sus ojos se llenan de lágrimas.

Los medios comienzan a desatar una ola de preguntas a la pelirroja y enseguida es transmitido por toda la televisión nacional.

—¡Puta madre! —exclamo.

—Tranquilo, cariño, déjamelo a mi —sonríe mi madre.

—¿Qué quieres decir?

—Que mami se va a encargar de esa perra, ya verás.

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