Capítulo 4

Cuando Luka despertó por la mañana lo primero que sintió fue un cuerpo junto al suyo. De inmediato se puso alerta, pero la escena con la que se encontró al abrir los ojos le hizo sonreír. Isabella dormía con la cabeza y un brazo sobre él. Los recuerdos de la madrugada llegaron a él. Se había quedado a hacerle compañía, aunque cada uno había estado en un lado de la cama. En algún momento ella debía de haberse acercado a él.

Su contacto era cálido y se quedó un rato en la misma posición disfrutando de su cercanía queriendo que durara para siempre. Sabía que no era posible, algo le decía que con la luz del día y estando más tranquila, ella se sentiría avergonzada si despertaba en esa posición.

Afuera el sol todavía no había aparecido. No debía de haber dormido más tres horas, pero incluso si lo intentara no podría volver a dormir. Estaba acostumbrado a despertarse temprano sin importar a qué hora durmiera.

Con delicadeza se deslizó fuera de la cama. Aunque podía apostar que ni siquiera un temblor habría sacado a Isabella de sus sueños. Ella apenas se removió y continuó durmiendo.

Estiró su mano e hizo a un lado un mechón de cabello que tapaba su rostro y, en lugar de salir como había sido su intención, se quedó sentado a su lado observándola. No quedaba ningún rastro del llanto de la noche anterior y eso lo tranquilizó. Al verla llorar tan desconsoladamente había sentido una furia inexplicable que le exigía encontrar al culpable y hacerle pagar por hacerle daño. Que ella le dijera que se había tratado de un sueño no había cambiado mucho. Necesitaba saber qué es lo que había soñado y asegurarse de estar cerca por si volvía a pasar. Tenía la ligera sospecha que no había sido una pesadilla cualquiera.

Se puso de pie y caminó hasta el buró del otro lado. El celular de Isabella estaba sobre él y lo tomó. Lo desbloqueó en un solo intento, se había asegurado de verla cuando ella había ingresado el patrón en otras ocasiones. Buscó la alarma y la desactivó, luego lo regresó a su mismo sitio.

Salió de la habitación y fue directo a su habitación. Tuvo suerte de no encontrarse con la mamá de Isabella en el pasillo, aunque era muy probable que ni siquiera hubiera pasado la noche allí. Ella era muy diferente a su hija, adoraba la vida nocturna y ser el centro de atención. Había muchas cosas de Adelaide que no le agradaban, empezando por como trataba a su hija.

En su habitación se cambió por su ropa de deporte y fue directo al gimnasio. Necesitaba descargar un poco de la energía acumulada que sentía recorrer su cuerpo. Era eso o regresar al piso de arriba y… La mejor opción por el momento era hacer ejercicio.

Esta vez Isabella no apareció a observarlo a escondidas y tampoco lo acompañó con su dulce voz. No le sorprendía que todo el mundo estuviera loco por su música. La mujer tenía una voz que parecía un regalo divino. Luka era un afortunado por recibir un concierto privado cada mañana en el gimnasio y ya se podía declarar fan incondicional de Isabella.

Nunca había entendido el alboroto que podían hacer las personas por algún artista, pero ahora estaba seguro de que vendería su alma tan solo para escuchar a Isabella cantar para él todos los días por el resto de su vida.

Su celular sonó sacándolo de su ensimismamiento. Dejó las pesas sobre el soporte y se levantó. Alzó el celular que estaba a un lado y sonrió al ver el nombre de su mejor amigo. Desde que había empezado a trabajar allí, él lo llamaba con bastante frecuencia.

—Para alguien que prefiere evitar el contacto humano, siento que últimamente me extrañas demasiado. —Caminó hasta el estante en una esquina y sacó una botella de agua. Bebió la mitad del contenido de un solo trago.

—Veo que estás de buen humor —le dijo Giovanni con el tono mordaz al que ya estaba acostumbrado.

Se soltó a reír.

—A diferencia tuya, el resto sabemos cómo bromear y sonreír. Sigo sin entender porque Mia no huyó en cuanto te conoció. En su lugar me habría mudado al otro lado de la ciudad.

—Eso dice mucho de lo valiente que es ella en comparación contigo.

—Golpe bajo —dijo con una sonrisa—. ¿A qué debo el honor de tu llamada?

—¿Cómo va todo?  

—Eres consciente de que puedo hacer mi trabajo sin que me estés vigilando constantemente —respondió esquivando el verdadero trasfondo de la pregunta de Giovanni.

—No tengo ninguna duda de eso, o al menos no lo hacía hasta que te enamoraste.

Luka nunca le había dicho a su amigo que estuviera enamorado, pero ambos se conocían demasiado para poder ocultarse cosas.

—No se supone que estás de luna de miel —dijo cambiando de tema. Giovanni había preparado una semana idílica para Mia en el lago de Barda.

—Son unas cortas vacaciones. Espero que hacerte cargo de todo en mi ausencia no sea demasiada responsabilidad con todo lo que ya tienes en tus manos.

—Ni que fuera tan difícil realizar llamadas para asegurarme de que todo está en orden. A veces creo que te instalaste definitivamente en tu oficina para evitar grandes responsabilidades —Se burló.

—Espero pienses igual después de un par de días. Buena suerte, estamos en contacto.

—Adiós y saluda a tu dulce novia de mi parte.

—Eso no sucederá —gruñó su amigo y luego lo único que escuchó fue un completo silencio.

Luka miró la pantalla y vio que le había cortado.

—Típico de él —musitó con una sonrisa.

Giovanni y Mia se habían conocido cuando ella se mudó al mismo edificio que su amigo. A Luka le había agradado desde la primera vez que la conoció. Ella era bastante risueña y justo lo que Giovanni necesitaba en su vida después de toda la m****a que le había tocado vivir. Estaba más que feliz de que su amigo hubiera recapacitado antes de perderla. Tal vez había metido un poco sus narices para que estuvieran juntos, empezando por aquel primer almuerzo; pero solo un tonto no habría notado las vibraciones entre ellos.

Dejó el celular en el lugar en que estaba antes y retomó su entrenamiento. Casi una hora después y con el cuerpo agotado, se levantó para regresar a su habitación.

Al igual que el resto del personal, ese era su día libre, a menos que Isabella la fuera a requerir para algo. Lo usual sería ir a su departamento o visitar a sus amigos, pero no pensaba ir a ningún lado.

Después de ducharse, fue a la cocina y comenzó a preparar el desayuno.

Isabella apareció cuando estaba a la mitad, aunque ella no hizo ruido al ingresar, fue capaz de saber el momento en que lo hizo. La dejó observarlo en silencio fingiendo que no sabía que estaba allí, esperando el momento en que hiciera algo para hacer notar su presencia.

—Eso huele muy bien —comentó la dulce voz de Isabella después de algunos minutos.

La miró sobre el hombro antes de hablar.

—Buenos días, dulce ángel. —Ella se sonrojó—. Espero no te moleste que me haya adueñado de tu cocina.

Isabella estaba parada cerca de la puerta y parecía un poco incómoda. Al parecer estaba tímida de nuevo, no tenía ningún problema con eso.

—Supongo que no hay problema —dijo ella encogiendo los hombros—.  Por cierto, tu no sabrás que pasó con mi alarma, debía sonar hace una hora.

—Eso es extraño, tal vez se desactivó por algún motivo. —No era mentira. El motivo había sido él.   

Podía ser directo y decirle que lo había apagado porque necesitaba descansar más, pero no sabía si eso le resultaría demasiado agresivo. Sentía que se habían acercado un poco, no quería borrar ese progreso.

—Eso debió ser —dijo ella sin parecer convencida.

—¿Huevos revueltos? —peguntó.

—No te preocupes, puedo arreglármelas.

—¿Eso es un sí?

—Sí, gracias.

—Muy bien. —Regresó su atención a la estufa. Al estar de espaldas ella no lo vio sonreír con satisfacción.

Se encargó de terminar de preparar el desayuno sintiéndose más que satisfecho al sentir la mirada de Isabella en cada uno de sus movimientos. Cuando tuvo todo listo lo llevó hasta la isla.  

—Toma asiento, dulce ángel —le pidió a Isabella cuando intentó acercarse a ayudarlo, aunque sonó más a una orden—. Tengo todo bajo control.

Isabella no parecía muy contenta con recibir órdenes, pero de todas formas obedeció. Luka terminó de acomodar todo y se sentó frente a ella.

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