Capítulo 3

Isabella se incorporó hasta quedar sentada. Llevó las piernas hasta el pecho y se abrazó. Intentó respirar profundo para calmarse, sin ningún éxito. Las lágrimas seguían saliendo de sus ojos y no parecía que fueran a detenerse pronto.

Había tenido una pesadilla, una de esas que eran demasiado reales para considerarlas un sueño. Era más un recuerdo del día en que su papá había fallecido. No estaba segura de cuando había sido la última vez que soñó con eso. Le había tomado algunos años y un sinfín de terapias aprender a lidiar con el dolor y la culpa; pero todavía tenía pesadillas de vez en cuando y eran tan dolorosas como si aquella noche se volviera a repetir.

Cerró los ojos y todo se reprodujo en su mente. La lluvia golpeando contra el parabrisas y el techo del carro. La oscuridad de la noche apenas iluminada por lo faros. Un grito. La desesperación. Los ojos de su padre antes de que la vida se apagara en ellos para siempre.

Soltó un lamentó y se abrazó con más fuerza tratando de recordar que no estaba allí. Intentó respirar, pero era un trabajo cada vez más difícil, la opresión en su pecho lo dificultaba.

La puerta se abrió y unos pasos resonaron al interior de su habitación, se sintió como un sonido lejano. Segundos después unos brazos la envolvieron y fue la conexión con el presente que necesitaba.

—Isabella dime que está mal. —La voz de Luka se sintió como un salvavidas. Él se escuchaba preocupado. Trató de darle una respuesta, pero no pudo encontrar su voz—. ¿Alguien entró?

Ella sacudió la cabeza. Las lágrimas aún se deslizaban por sus mejillas.

Luka no la soltó, se quedó con ella frotándole la espalda y hablando. No estaba segura de que le estaba diciendo, pero tan solo escuchar su voz era suficiente para evitar que encerrara en su mente.

Pasó un tiempo antes de que la opresión en su pecho y la incapacidad para respirar con naturalidad desapareciera. Se separó de Luka y se limpió las mejillas. Todavía se sentía débil, pero lo peor parecía haber pasado.

Sus ataques de ansiedad habían empezado cuando aún era muy joven. Muchas veces le había resultado muy frustrante, pero aprendió a manejarlos y en su mayoría pasaron a ser más fáciles de lidiar. Sin embargo, en algunas ocasiones como esa aun la derrumbaban.

Luka esperó un poco más antes de insistir en saber lo que le había sucedido.  

—Tuve una pesadilla. —Se limitó a decir.

Él no presionó para obtener más información, lo cual fue bueno no se sentía con ganas de hablar.

Se recostó en la cama y Luka se puso de pie mientras ella se tapaba con las cobijas.

—No te vayas —pidió. No era lo correcto pedirle al hombre que trabajaba para ella que se quedara, pero no estaba lista para que la dejara a solas.

—No iré a ningún lado —dijo él con vehemencia—. Nunca. 

Luka se sentó a un lado y la observó en silencio.

—Cuéntame algo.

—Sobre qué

—Lo que sea. Cualquier cosa estará bien.

—Déjame pensar… Ya lo tengo —dijo él sonriendo—. Cuando tenía catorce o quince tal vez, Giovanni y yo fuimos de campamento, era algo que hacíamos cada año. Recuerdo que era casi de noche cuando se me ocurrió retarlo a comer gusanos.

Isabella hizo un gesto de asco.

>> No sé porque se me ocurrió. Giovanni, por supuesto se negó. Siempre fue el más inteligente de los dos.

—Puedo verlo —apretó los labios mortificada apenas las palabras salieron de su boca.

Luka no pareció molestarse por su comentario. Se preguntó si algo lograba irritarlo, hasta ese momento solo lo había visto en completa tranquilidad.

—Lo siento.

—Nunca te disculpes por ser tu misma. —Él le dio una sonrisa de lado—. ¿Puedo continuar? —preguntó él tocando su nariz con un dedo. Casi se sintió como una niña.

—Sí.

—Cómo te decía, Giovanni no quería hacerlo; pero terminé convenciéndolo, o quizás solo cedió para que me callara de una vez. Quedamos en que el que perdiera iba a nadar desnudo en el lago que estaba cerca. Debí suponer que Giovanni ganaría, el hombre no siente asco.

—Ganó —afirmó.

—Ganó —estuvo de acuerdo él—. Logré comer uno, pero hasta allí llegué. Giovanni se comió sin problemas dos y se proclamó vencedor. Él no me habría obligado a cumplir mi castigo, pero ambos tenemos un sentido del honor demasiado arraigado. Así que fuimos hasta el lago, me desnudé por completo y me lancé a las frías aguas.

Su rostro se sonrojo mientras evitaba pensar en él sin nada de ropa. Luka le sonrió como si supiera que estaba pasando por su mente, pero no hizo ningún comentario al respecto.

—¿En serio lo hiciste? —preguntó incrédula.

—Sí y nadé por un tiempo antes de fingir un calambre. Giovanni no dudó antes de saltar en mi rescate. Sabía que lo haría, ese sujeto es la persona más leal que conozco. Cuando se acercó lo suficiente me burlé de él y nadé de regreso a la orilla. No llegué muy lejos porque comencé a reír sin parar. Eso le dio el tiempo a Giovanni, quien estaba furioso, para salir del lago mucho antes que yo. —Luka hizo una mueca—. Él recogió mi ropa y se marchó con ella.

>>Al igual que es leal, puede ser un ser cruel hasta la médula cuando se lo propone. No miró ni una sola vez hacia atrás sin importar cuantas veces me disculpé mientras trataba de llegar a la orilla, para cuando lo hice él me llevaba buena ventaja. Él caminó con la ropa mojada, pero yo… Yo caminé casi un kilómetro con nada más que una hoja cubriéndome mientras rezaba que nadie pasara por allí. Habría terminado en las rejas por indecencia.

Isabella no pudo evitar soltar una carcajada ante la imagen.

—¿Ustedes han sido amigos mucho tiempo? —preguntó cuando dejó de reír.

—Bastante. Él siempre fue como un hermano mayor para mí, pese a no me lleva mucha diferencia.

Sus palabras estaban cargadas de afecto

—Yo nunca tuve a nadie así. —Hizo una pausa antes de continuar—. Me refiero a alguien en quien confiar o con quien pasar el tiempo. Alguien a quien pudiera contarle mis secretos o con quien hacer travesuras. —No sabía porque estaba compartiendo eso con él. Se dijo que todavía estaba afectada—. Mi único enfoque estaba en llegar alto y ahora que lo logré…

—¿Qué sucede?

—No sé si es esto lo que realmente quería. —Soltó un suspiro—. Olvida eso, es algo hipócrita de mi parte. Estoy viviendo la vida que muchos otros solo se atreverían a soñar, no tengo derecho a quejarme.

—Claro que sí. Nadie tiene porque decirte que está mal, es tu vida.

Si fuera tan fácil, pensó.

Los dos se quedaron en silencio por un momento.

—Deberías volver a tu habitación.

—No, mi trabajo es protegerte, incluso de las pesadillas.

—¿De eso se trata? ¿Trabajo? —preguntó antes de poder detenerse.

Sintió decepción. No quería significar trabajo o una fuente de ingresos. Quería que el resto la viera por lo que era, una persona como otras.

Él le toco la frente y le alisó el ceño que no sabía que estaba frunciendo.  

—Tranquila, no es de la manera que estás pensando.

—¿Entonces?

—No estás lista para escucharlo. —Antes de que pudiera preguntar a qué se refería, él cambió de tema—. Ahora ¿puedo quedarme aquí o tengo que dormir en el frio y duro suelo?

Era obvio que él estaba tratando de actuar como un ser indefenso. Si no lo hubiera visto luchar contra hombres que parecían más fuertes que él y salir victorioso, quizás le habría creído.  

—Seguro has dormido en lugares peores.

—Y tengo la columna mal a causa de ello. —Él se estiró para hacer énfasis en sus palabras.

—Quédate sobre las mantas —ordenó. No era eso lo que había pensado decir, pero tampoco se retractó.

Luka la confundía y la hacía actuar diferente a lo que haría con otras personas.   

—Es un trato. —Él la besó en la frente, rodeó la cama y se recostó a su lado—. Descansa, mi ángel.

No sabría decir qué la sorprendió más, si el beso o sus palabras.

—Tengo un nombre —dijo a la defensiva.

—Estoy al tanto —respondió Luka sin abrir los ojos.

Soltó un resoplido y cerró los ojos.

Creyó que sería difícil dormir con él a su lado; pero, extrañamente, su presencia la hizo sentir tranquila y no tardó en quedarse dormida.  

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