Capítulo 2

Luka tenía la mirada clavada en Isabella, no iba a intentar mentir diciendo que era solo porque era su trabajo. Ella tenía su atención en todo momento, incluso sin intentarlo, de la misma manera que tenía a todos los hombres en la sala, empezando por el entrevistador, atentos a cada uno de sus movimientos. Si el hombre le sonreía una vez más de esa manera tan estúpida mientras le tocaba las manos, Luka lo encontraría y le dejaría en claro que debía aprender a mantener su distancia.

No se molestó en mostrarse avergonzado por sus pensamientos, había dejado de tener control sobre ellos desde que la conoció. Es por eso que había le había pedido, prácticamente exigido, a su jefe y mejor amigo que le permitiera ser quien cuidara de ella. No podía imaginar a otro hombre estando tan cerca de ella durante todo el día.

La risa de Isabella resonó en el lugar y casi se vio babeando. Ella tenía un brillo especial y todos a su alrededor parecían querer ser alcanzados por él. Con sus ojos verdes, piel clara, cabellos castaños y sonrisa brillante, además de un carisma para relacionarse con los demás, era como un sueño hecho realidad.

Había escuchado hablar del amor a primera vista, pero siempre lo había considerado una estupidez. La vida le demostró lo equivocado que estaba. Sus sentimientos por Isabella eran genuinos y solo había bastado solo un vistazo para estar seguro de que la quería en su vida. Y estaba decidido a hacer lo necesario para lograr que ella correspondiera sus sentimientos, aunque sabía que no sería algo fácil.

Desde que había comenzado a trabajar para Isabella, había tratado de acercarse poco a poco; pero ella levantaba sus muros ante cualquier mínimo intento de acercamiento. Tal vez habría considerado en dejarla en paz —quería creer que podría haberlo hecho— si no fuera por el hecho de que más de una vez la había visto mirándolo con interés. Esa misma mañana la había atrapado espiándolo. Seguro que ella había disimulado muy bien, pero Luka estaba seguro de que lo había estado viendo por mucho tiempo antes de que ella misma se delatara.

—¿Qué dices? ¿Te unes a mí? —preguntó Martia.

Luka se las ingenió para no lucir perdido, aunque esa era la verdad, no tenía idea de que ella le estaba hablando.

—No, lo siento —respondió incluso sin saber a qué se estaba negando. Sin importar de lo que se tratara no estaba interesado.

No estaba tratando de ser descortés, es solo que prefería mantener las distancias con ella. Martia no parecía una mala mujer, pero su mala suerte parecía interesada en él y no quería crearle ningún tipo de expectativa.

No iba a dejar que nada dañara lo que podía lograr con Isabella. Desde pequeño había sido de esas personas que no se salían del camino una vez que decidían lo que querían.

—Es una lástima, te prometo que te divertirás.

Isabella comenzó a despedirse de los entrevistadores y caminó hasta estar detrás a ella. La entrevista había sido su último pendiente del día. Lo sabía porque al empezar la semana Martia le entregaba el itinerario de Isabella y Luka se aseguraba de revisarlo cada mañana.

Se mantuvo en segundo plano hasta que Isabella terminó de despedirse de todos. En cuanto ella comenzó a alejarse se colocó a su lado.

—Hemos terminado por hoy —le informó Martia a Isabella.

—Por fin —dijo Isabella soltando un suspiro cansado.

Controló el impulso de alzarla en brazos y llevarla así hasta el auto, seguro ella no lo apreciaría demasiado. En su lugar envió un mensaje al conductor para que los esperara afuera.

—Lo bueno es que mañana tienes el día libre, disfrútalo.

—Eso haré, pienso dormir hasta tarde.

—Entonces nos vemos el lunes —dijo Martia.

—Está bien.

—Adiós Luka.

—Adiós, Señorita Martia.

Ella le dio una mirada de frustración antes de marcharse.

—¿A casa? —le preguntó a Isabella mirándola a través del espejo retrovisor cuando estuvieron dentro del coche.

Isabella asintió y le dio una sonrisa, luego cerró los ojos y se reclinó en el asiento. Luka notó el momento en que ella se quedó dormida.  

Llegaron a la casa de Isabella en casi una hora. El tráfico era un desastre a esa hora.

—Yo guardaré el auto —le dijo al conductor cuando se detuvieron delante de la casa.

La respiración de Isabella era pausada, indicio de que aún estaba dormida. Ella estaba demasiado cansada, lo había visto a lo largo del día. Su ritmo de trabajo le estaba causando estragos y necesitaba cada segundo de descanso que pudiera obtener.  

—Está bien, joven —le dijo el hombre antes de bajarse.

Luka se sentó de lado y sus ojos se posaron en Isabella. Ella lucía relajada.

No estaba seguro de cuánto tiempo transcurrió cuando ella abrió los ojos. Le dio una sonrisa que ella correspondió. Era tan hermosa. Se sintió tentado a estirar su mano y acariciar su mejilla.

Isabella pareció despertar por completo después de unos segundos porque su sonrisa se borró y una expresión avergonzada apareció en su rostro.

—¿Ya llegamos?

—Hace un buen rato —dijo en tono bromista.

—Lo siento, me quedé dormida. Debiste despertarme.

—Ni hablar, todos necesitamos un poco de sueño reparador. Yo mismo tomó algunas dosis para mantenerme así de atractivo. —Le dio un guiño y ella se soltó a reír.

Isabella era carismática frente a las cámaras, pero era más natural cuando no había un público que observara y criticara todos sus gestos y movimientos.

—Se puede decir que funciona. —Apenas las palabras salieron de los labios de Isabella, ella se tapó la boca con una mano.

—Es bueno saber que lo piensas —bromeó sin darle tiempo de retractarse. Quería que Isabella fuera ella misma cuando estaba con él.

—Deberíamos entrar. —Ella se acercó a la puerta, sabía que estaba escapando y por esta vez la iba a dejar.

Se bajó del auto y estuvo en la puerta de atrás en un segundo para abrir la puerta.

—Revisaré el perímetro —informó mientras le ofrecía una mano y la ayudaba a bajar.

—Gracias.

Esperó a que ella entrara en la casa antes de llevar el coche al garaje y bajarse a recorrer los jardines. Después de revisar a conciencia ingresó a la casa y verificó los sistemas de alarma. Cuando se trataba de la seguridad de Isabella no dejaba nada al azar.

Subió hasta la segunda planta como parte de su rutina. Dio un golpe ligero a la puerta y esperó que Isabella le abriera. Ella salió una toalla envuelta en la cabeza. Sus mejillas estaban arreboladas y su piel brillaba sin una pizca de maquillaje. Estaba usando su ropa de dormir que consistía en una camiseta de tiras y unos shorts.

No debía de mirarla como un bobo, pero era difícil evitarlo cuando lucía tan encantadora. Su cuerpo reaccionó de inmediato, pero lo ignoró lo mejor que pudo. Se recordó que debía de respirar antes de morir por asfixia.

—Todo tranquilo por aquí, ningún acosador se coló por mi ventana —bromeó ella. Al parecer se había recuperado de su última conversación.

—Quizás no, pero nunca se sabe si una araña encontró su camino hacia aquí. —Isabella hizo una mueca de desagrado. Estaba al tanto del profundo miedo que Isabella les tenía a las pequeñas criaturas.

Isabella se hizo a un lado y lo dejó pasar. Luka empezó a revisar todos los espacios asegurándose que en definitiva no hubiera nadie dentro mientras ella caminó hasta su cama y se sentó allí a esperar.

—Ninguna araña a la vista —informó cuando terminó.

—Es bueno saberlo.  

—Buenas noches, Isabella. —Se aseguró de pronunciar su nombre con dulzura y notó la reacción que tuvo en ella—. Estaré en mi habitación, no dudes en llamarme si necesitas algo. —Aunque de ser ese el caso, Luka estaría al tanto.

Su primer día allí había instalado audífonos por toda la casa incluida la habitación. Isabella no había estado demasiado contenta con eso, en especial porque ya había cámaras en pasillos y áreas comunes; pero había aceptado siempre y cuando no colocara ninguno en el baño.

—Buenas noches.

Al salir de la habitación se quedó en la puerta por un rato. La escuchó murmurar algunas cosas, parecía como si se estuviera reprochando por algo y le pareció divertido.

En su habitación encendió el trasmisor que le permitía escuchar el sonido de la habitación y se preparó para ir a la cama. La imagen de Isabella recién duchada y usando su pijama se le vino a la mente apenas su cabeza tocó la almohada. Como siempre que pensaba en ella su cuerpo comenzó a despertar.

Se quedó dormido después de un rato torturándose.

Estaba teniendo un sueño agradable cuando un llanto lo despertó un tiempo después. Encendió la lámpara y el reloj le mostró que era cerca de la una de la madrugada.

No lo dudo demasiado antes de ponerse de pie y dirigirse hasta la habitación de Isabella, prácticamente corrió hasta allí. Miles de posibilidades pasando por su mente. Tenía miedo de entrar a la habitación y encontrarla herida.

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