Capítulo 1

Mirar a escondidas era una falta grave a todos los principios de los que Isabella siempre se había vanagloriado, pero estaba en su casa y estaba en todo su derecho de hacer lo que quisiera. Además, de estar otra persona en su situación seguro haría lo mismo. Nadie podía ser indiferente al hombre en su gimnasio.

Luka se veía muy bien mientras alzaba las pesas. Sus tonificados brazos estaban tensos por el esfuerzo realizado, el peso que estaba levantando no era una broma. No era de sorprender que su cuerpo estuviera en el estado en el que estaba.

No había ido al gimnasio para observar a su guardaespaldas, estaba allí para trabajar y se dijo que debía empezar a hacerlo, es solo que estaba muy cómoda donde estaba. Además, le permitía analizarlo.  

Luka llevaba trabajando para ella casi un par de semanas y todavía no tenía un juicio respecto a él. Mientras crecía, su interacción con personas del sexo opuesto había sido limitada y él representaba un misterio para ella. Uno que quería descifrar, aunque parecía no ser lo más prudente.

No entendía porque sus alarmas se activaban cuando se trataban de él. Luka era un tipo agradable, sonreía con la misma frecuencia que bromeaba, aunque en su mayor parte era cuando estaban lejos de los ojos del público; caso contrario, él actuaba con bastante profesionalidad.

Todavía tenía sus dudas sobre si había sido buena idea contratarlo, pero era porque sentía que algo se le estaba escapando de las manos.

Soltó un suspiro olvidándose del hecho de que estaba tratando de pasar inadvertida. Luka se detuvo de inmediato y sus ojos la ubicaron. Él le sonrió. Esa sonrisa ocultaba demasiadas cosas, incluido peligro. No sabía de donde había venido ese último pensamiento.

Apenas logró contener la vergüenza por haber sido descubierta.

—Isabella, buenos días —dijo él en tono juguetón.

Siempre había insistido al resto del personal de la casa que la llamaran por su nombre, pero a veces desearía no haberlo hecho. Luka siempre decía su nombre como si estuviera saboreándolo. Y su cuerpo reaccionaba de una manera extraña.

—Buenos días —respondió arreglándoselas para sonreír con cortesía.

—¿Cómo amaneciste?

—Bien, ¿y tú? —preguntó mientras se dirigía hacia la caminadora. Quedarse mirándolo ya no era una opción ahora que él había notado su presencia.

Encendió la máquina y la puso a velocidad lenta.

En todo momento sintió la mirada de Luka clavada en ella.

—Sin ningún problema —comentó él. De reojo vio que retomaba con el levantamiento de pesas.

Isabella se colocó los audífonos y programó su lista de reproducción, luego aceleró la velocidad de la caminadora. Correr siempre la ayudaba a sentirse relajada y era el único ejercicio que no se sentía como una obligación.

Mientras corría se dejó llevar por la melodía que sonaba a través de los audífonos y empezó a cantar. Era una de las músicas de su cantante favorito. En sus letras podía sentir el sentimiento que él trataba de trasmitir. El escucharlo le recordaba porque cantaba. Isabella no veía a la música como el medio para ser famosa o para hacerse rica. La música siempre había sido una parte de quien era, la ayudaba a expresar sus emociones y a lidiar con los malos momentos.

Estaba tan perdida en la melodía que se olvidó que no estaba sola hasta que tocaron su hombro. De la impresión dio un respingo. Debido a la velocidad a la que estaba corriendo, perdió el ritmo y se tropezó con sus propios pies. Sintió como se proyectaba hacia adelante y cerró los ojos esperando el momento en que su cuerpo impactara con el suelo. Unas manos la tomaron por la cintura y la alzaron por el aire con facilidad.

Abrió los ojos y se encontró frente a frente con el rostro preocupado de Luka. Con la vista recorrió sus rasgos, él era atractivo. Lo que más llamaban su atención eran sus ojos de un color como la miel.

—Hermosa —creyó escucharlo murmurar, pero no estaba del todo segura porque pensamientos estaban a kilómetros de distancia—. Cuidado no queremos que lastimes —dijo fuerte y claro.

Había escuchado el mismo comentario de su madre, su agente y algunas otras personas, pero casi nadie lo había dicho por verdadera preocupación sino porque su rostro valía grandes sumas de dinero.

—Estoy bien —dijo más molesta de lo que esperaba mientras se separaba de él.

Luka la miró extrañado, pero no hizo ninguna pregunta sobre el porqué de su reacción.

—Iré a alistarme, tu asistente no debería tardar en llegar. No vemos luego, Isabella. —No entendía que afición tenía él con decir su nombre cada vez que podía.

Asintió con la cabeza y él se alejó rumbo a la puerta a paso ligero. Antes de salir la miró sobre el hombro.

—No te mates mientras no estoy —bromeo él.

—Gracioso —le dijo recuperando su buen humor y él sonrió.

Luka desapareció. Él ocupaba una de las habitaciones en la primera planta de la casa. Aunque aquel lugar tenía la seguridad suficiente para que nadie atravesara las puertas, su agente había insistido en que su guardaespaldas estuviera con ella las veinticuatro horas del día. No iba a negar que tener a Luka tan cerca la tranquilizaba, había visto algunas cosas locas durante los últimos meses.

Se colocó los audífonos de regreso en los oídos y subió a la cinta de correr.

Martia, su asistente, apareció un tiempo después. En ese momento ella estaba agitada y agradeció la interrupción, no sabía por cuanto tiempo había estado corriendo sin parar.

—Qué lástima, tenía suerte de encontrarme con Luka aquí —dijo ella después de saludarla.

Isabella caminó hasta la despensa que estaba en una esquina y cogió una botella de agua. Bebió el contenido de un solo trago. 

Evitó hacer una mueca ante el comentario de Martia. No era la primera vez que decía algo como eso. Ella no se molestaba en ocultar su evidente interés en Luka.

—Se fue hace poco. ¿Qué tenemos para hoy?

Martia se rio antes de comenzar a leerle todas las actividades programadas para el día. Ella era lo más cercano a una amiga que tenía en su vida en ese momento. Era alguien agradable y hacia su trabajo bajo un estricto rigor.

Se dirigieron a su habitación sin que su asistente dejara de hablarle sobre sus responsabilidades. Sería un día muy largo y extenuante.

Eligió su cambio de ropa. A no ser que fuera algún evento importante, la mayoría de veces se encargaba personalmente de su maquillaje y vestimenta. Prefería mantener su vida lo más normal posible, algo difícil con tantas personas queriendo que hiciera las cosas según sus demandas.

Tomó una ducha rápida y luego se maquilló, esa última parte siempre le tomaba más tiempo.

Como siempre desayunó con la compañía de su asistente. Su madre probablemente todavía no se había despertado, ella defendía la necesidad de las ocho horas de sueño, pero no necesariamente el dormir temprano. Estaba bien con ello, las pocas veces que su madre se tomaba la molestia de acompañarla terminaba sin apetito de tantos comentarios negativos que escuchaba.

—El chofer está listo —musitó Luka entrando al comedor—. Podemos salir en cuanto termine.

Luka ya se había cambiado y ahora lucía su terno. Era injusto como algunas personas se veían tan bien sin importar lo que usaran.

Casi sonrió ante su trato formal. Sabía que solo la trataba así por la presencia de su asistente. Él era muy bueno adoptando su papel.

—No tardaré mucho.  

—Luka —saludó Martia con una sonrisa.

—Señorita Martia —respondió él con educación. Él siempre trataba a todo el mundo con la misma cortesía. No iba a negar que eso le agradaba.

—Ya te dije que puedes llamarme solo Martia.

Luka no hizo ningún comentario al respecto y su asistente soltó un suspiro.

—La esperaré junto al auto si no me necesita —informó él.

—Está bien.

—Es demasiado serio —comentó Martia.

Si supiera, pensó conteniendo la sonrisa que se quería formar en su rostro.

Luka podía ser descrito de varias formas, pero serio no era algo que ella usaría.

—Es parte de su trabajo —comentó antes de continuar con su desayuno.

En cuanto terminó salió seguida por Martia. Afuera, a un lado del coche la estaba esperando Luka. Él le abrió la puerta en cuanto la vio y esperó que entrara. Luego él se subió en el asiento de copiloto, algo que sabía que no era del todo de su agrado. Él le había comentado que prefería ser el quien estuviera detrás del volante.

El auto arrancó e Isabella se preparó para otro día de trabajo.

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