2.- Bocetos y reflejos

FAITH.

—Necesitamos que nos digan que fue lo que paso, cariño— mamá me miró fijamente a los ojos, como si intentara leer mi mente.

Hace un par de horas había despertado, pero ninguno quiso presionarme a decir algo de lo ocurrida. Leandra me había subido un jugo de manzana y un pedazo de tarta mientras Tobías se sentaba a mi lado para hacerme reír con sus chistes. Papá y mamá no había dio mucho, con sus miradas era suficiente para saber que estaban más que preocupados por mí. Todos se habían quedado conmigo en la habitación, no sé si para hacerme compañía o para vigilarme, pero tenían una razón. Con el pasar de las horas llego el momento de contarles que había sucedido.

—Vi un fantasma…en el instituto, quería que lo ayudara— mi voz salió rasposa y algo forzada, mis gritos me habían hecho daño en la garganta. —Lo seguí y …— algo dentro de mi sabía que no debía decirles lo del árbol y tampoco de que trataba la visión.

Llámenlo intuición de médium, pero simplemente hay cosas que no debemos compartir con el resto, a pesar de que sean importantes. “—Nuestras palabras son armas, cariño, y estamos hechas de miles de historias y secretos, nuestro don es especial y debemos usarlo con cautela y responsabilidad, debemos aprender a guardar los detalles, nuestras palabras pueden alterar el curso de las vidas.” eso me había dicho mi abuela hace años, tarde meses en entenderlo bien, pero los años me han ido aclarando más y más sus palabras.

—…Y una visión me llego, no podía salir de ella— respire profundo. —Parecía que la visión quería que me quedara encerrada para siempre.

El pelirrojo y la rubia se miraron por un instante, analizando mis palabras.

—Me disté un buen susto, hermana— comento Tobías, le sonreí.

—¿Cómo sabias donde estaba?

—Vi a Jia y Mayra caminando al su salón sin ti, asumí que estarías en algún lugar alejado, escuche tus gritos al llegar a la zona antigua— explico el chico, estiro la mano en la cama tomando la mía. —Gracias a los Dioses te encontré a tiempo.

—¿Alguien los vio? — pregunto mi hermana mayor.

—No, todos estaban en clases— el rubio miro a Leandra. —Sin testigos.

—Bien, creo que ha sido un día largo— mamá se levantó de la cama y me acaricio la cabeza— duerme un poco más, cariño, mañana tienes instituto.

Mamá salió de la habitacion junto a Leandra y Tobías, papá se sentó en la silla donde había estado su hijo. Su mirada estaba perdida, con miedo y algo de alivio escondidos en los más profundo de ese verde pálido. —¿Segura que estás bien, cariño?

—Si, papá, estoy bien— le sonreí. —Te lo juro.

El hombre volvió a mirarme fijamente, se cambió de lugar, sentándose en la cama. Me erguí un poco más para estar mejor frente a él, el hombre pelirrojo me atrajo a su cuerpo, dándome el tipo de abrazos que les das a una persona que nos has visto hace años y que extrañaste demasiado.

—No sé qué haría si no estás aquí, pequeñita— susurro y mis ojos picaron.

Nunca he sabido como explicar la relación que tenemos papá y yo, mamá cree que somos tan iguales que nos entendemos de maravilla, que soy la versión femenina de Roger Lockwood. Mientras Leandra y Tobías son extrovertidos y carismáticos como Lydia Grey, yo soy reservada y callada como su esposo. Yo sé que mis padres nos aman a todos de la misma forma, pero tiene una manía en mí, tristemente la razón no es la más buena del mundo.

—Estaré bien, siempre lo estoy— dije cuando nos separamos.

—Encontrare la forma de ayudarte, no descansare hasta asegurarme que estarás bien contigo misma.

Siempre las mismas palabras, y el dolor que sentía al oírlas no cambiaba. Me partía el alma saber que le causaba daño y estrés a mi familia.

Intente no chillar. —Lo sé, papi, lo sé. — volví a abrazarlo, dejando que las lágrimas cayeran por mis mejillas.

—Descansa pequeñita— papá seco mis lagrimas con su pulgar y se levantó de la cama. —Mañana todo será mejor.

** ** **

—¿Segura que no quieres que te acompañe? — pregunto Tobías por tercera vez.

Desde que nos habíamos subido al auto, mi pequeño hermano no había parado de preguntarme como me sentía, si quería volver a casa o si quería que estuviera conmigo todo el día. Definitivamente Tobías había heredado la paranoia de la familia Lockwood, es como si papá estuviera aquí, solo que, de diecisiete, rubio y con los ojos castaños.

—Completamente segura, estaré bien, Tobi— lo mire, este hizo una mueca.

—No me convences del todo, Fay— me miro con los ojos entrecerrados.

—Hey, la mayor aquí soy yo.

—¿Y eso que?, todos piensan que eres la menor cuando nos ven juntos.

—Mejor entremos al instituto, gigante presumido— mi hermano rio por mi comentario.

No seré la persona más alta del mundo, de hecho, mi metro sesenta y cinco me gusta, pero es cierto que al lado de Tobías parezco más pequeña, el condenado saco la estatura de papá (1.86 cm). Todo se veía normal dentro del instituto, me dirigí a mi casillero, después de jurarle a mi hermano que apenas me sienta mal le diga. Camine tranquilamente por los pasillos, ignorando uno que otro susurro sobre los rumores sobre mí.

—Faith Beatrice Lockwood Grey, ¿me quieres decir donde carajos te metiste ayer? —

No tenía necesidad de voltear, Mayra estaba detrás de mí, y por su tono de voz, no estaba contenta. Dioses, protéjanme.

Me gire lentamente. —Tuve un pequeño problema.

—¿Y no pudiste m****r un mensaje o algo para avisar?, no tenías con el alma en un hilo, pelirroja.

—Lo siento, no fue mi intención preocuparlas— les sonreí levemente.

—¿Qué fue lo que te paso?, ¿estás bien? — pregunto una preocupada Jia.

—Todo bien, solo fue un ligero mareo, nada grave.

—Para la otra nos avisas si te sientes mal, amiga, no tienes que ocultarnos tu salud a nosotras— Jia me toco el brazo.

Intente no hacer ningún gesto de dolor, a pesar de que mi familia había logrado quitarme el dolor y curar mis heridas, por dentro aún me quemaba algunas veces.

—Lo sé, siempre puedo contar con ustedes— ambas me acompañaron a mi casillero.

Nuestra primera clase era economía, en este super bachillerato tomamos clases de distintas ramas para escoger bien la carrera que estudiaríamos. Sinceramente yo no tenía ninguna pensada, mis problemas ya son bastantes como también para tener que pensar que hare con mi futuro, prefiero que este bachillerato me ayude a definirme.

 La primera clase paso con bastante normalidad, al igual que la segunda, no pasaban extremadamente lentas, pero tampoco iban a la velocidad de la luz. Cuando el timbre sonó, nos fuimos directamente a los casilleros, ahora venia artes, una de mis clases favoritas de toda la vida.

Deje los libros en los casilleros metálicos. —¿me perdí mucho ayer?

—La verdad no, lo más interesante fue cuando Christian Blake ignoro de manera magistral a Denisse en el almuerzo— comento Mayra, —podría jurar que la cara de la tonta estaba más roja que un tomate.

—Debimos de haberlo grabado— Jia rio con ganas, de seguro recordó el momento.

—Ojalá fuéramos adivinas, habríamos hecho un directo en todas las redes sociales para que la vieran— la pelinegra rio.

Lástima que me perdí eso, me habría encantado presenciarlo.

—Miren a quien tenemos aquí, Mayra, Jia y la rara.

—Hablando de fastidios— susurro Jia.

—Vaya, no sabía que al diablo se le invocaba tan fácil— soltó Mayra mirando a la castaña. —me pregunto si podemos deshacernos de ti de la misma forma.

—Que grosera, Abrams, yo vengo con la mejor de las intenciones aquí— una multitud de gente comenzó a acercarse a nosotras— Dime, Faith, ¿Cómo estás de ayer?

—Vete a chismear a otro lado Denisse— pidió Jia de la manera más cordial posible.

—Solo estoy tratando de ser buena compañera, chicas, y ustedes no me están dejando— la sonrisa de la castaña apareció. —¿Y bien, Faith?, ¿Cómo estás después de tu crisis de ayer?

¿Cómo rayos lo saben?

Mis mejores amigas me miraron, habían caído en cuenta que les había mentido.

—Estoy bien, Denisse— me moví incomoda al sentir tantas miradas sobre mí. —Gracias por preguntar.

—La verdad pensé que no te volvería a ver por aquí, creí que tus padres tomarían la decisión correcta y te internarían, estarías mejor en un manicomio.

Aprete los puños a mis costados, intentando conservar la calma.

No caigas en su juego.

No caigas en su estúpido juego.

—Te estás ganando un golpe, Brown— amenazado la pelinegra mirando fijamente a la castaña.

—Déjala, Mayra, no caigas en su juego— le agarre el brazo.

“Vi un chico de cabello oscuro parada frente al instituto, sus ojos se volvieron amarillos cuando levanto la cabeza”. Solté el brazo de Mayra rápido como si quemara, un pequeño grito escapo de mis labios.

—¿Lo ven?, está loca, no debería estar aquí— todos comenzaron a reír.

Volví a apretar los puños con fuerza. Podía oírlo, mi mente pidiendo a gritos que hiciera lo que deseaba, cada vez más fuerte y claro.

Hiérela.

Escuchaba sin cesar, pero no cedería, no caería en su juego ni en el de Denisse. Cerré mi casillero. —No tengo tiempo para esto, vámonos chicas.

Me agarré mejor el bolso y comencé a caminar. Apenas escuchaba los susurros del resto de los estudiantes, gracias a los Dioses Tobías no se apareció, mi hermanito suele tener ciertos arranques y utiliza su magia, lo cual no es correcto, sobre todo para un hechicero. Al llegar a nuestra siguiente clase, decidí concentrar todos mis males en el lienzo en blanco, la profesora nos había dicho que dibujáramos lo que nuestro corazón sentía en ese momento, asi que dejé llevar todo lo que sentía dentro.

—Que interesante obra, Faith— dijo la profesora al ver mi trabajo.

Era un callejón sin salida en tonalidades grisáceas, apenas había estrellas en el cielo y él una de las paredes se veía reflejada una sombra con apariencia humana, pero yo sabía que no lo era. Ese callejón es mi vida, estoy condenada, y nada podrá cambiarlo.

Gracias a los Dioses el resto del día paso con rapidez y sin más encuentros desagradables. Al llegar a casa, Tobías corrió a su habitación mientras que yo me dirigí a la cocina, donde mamá estaba revisando algunos postres en su libro de repostería.

—¿Qué tal estuvo tu día, cariño?

—Normal, nada nuevo— me senté en la pequeña mesa de baldosas

—¿Por qué siento que hay algo escondido en todo eso? — me miró fijamente.

—Creo que hace mucho perdí el derecho a ocultarles cosas— mi respuesta la hizo sonreír.

—Eres una médium, cariño, es obvio que tienes secretos, como los tenía tu abuela— Lydia suspiro. —Pero tu caso es completamente diferente, y solo queremos lo mejor para ti.

—Lo sé, mami— me levante de la mesa— Iré a hacer mis tareas.

Tomé el bolso y sali de la cocina, subí las escaleras de dos en dos hasta mi habitacion. La verdad no tenía tareas, pero necesitaba guardar unas cosas que había dibujado en clases. A pesar de que el dibujo que vio la maestra es el original, mi mente y manos no pudieron evitar dibujar otras cosas, me traje todos esos bocetos, nadie debía verlos. Los saqué de mi bolso, me senté en el suelo de mi habitacion y comencé a repartir las hojas a mi alrededor.

Ojos sombríos, flechas, sombras, muerte, vida, desastres. Todo eso eran los bocetos, debían relacionarse con algo, pero no sé con qué.

Tal vez si lo sabes.

Pasé las yemas por las líneas que había trasado en los dibujos, intentando ver algo más allá, pero nada, más mensajes no podían tener, después de todo yo los hice, asi que me pertenecen, pero ¿Qué representan para mí? Me levante y tome todos los dibujos. Junto a mi closet tenía mi rincón de arte, un lugar donde mamá y papá me dejaban lienzas, pinturas, y muchas otras cosas. Metí todos los bocetos en una de las carpetas que tenía escondida detrás del mueble de pinturas, esta carpeta guardaba secretos, mis secretos sen forma de dibujos y bocetos, mis sueños y pesadillos, lo que he visto y lo que podría pasar.

Camine en dirección a mi cama, pero mi reflejo en el espejo me detuvo, me acerque. La verdad me veía como alguien que estaba a punto de tener una crisis. Mi piel estaba as pálida de lo normal, mis ojos estaban apagados y mi cabello se había opacado un poco. Observe mi ropa, la verdad no vestía mal, pero parecía que acababa de salir de una clínica de rehabilitación. Algo no anda bien.

Me miró fijamente, di un paso hacia atrás de la impresión. Mi reflejo me estaba sonriendo mientras levantaba una mano para saludarme. No, no, no, otra vez no. Sali rápidamente de la habitacion y corrí donde Tobías.

Este me vio por el reflejo de su computadora, se quitó los audífonos y se levantó de su escritorio.

—Faith, ¿Qué pasa? —

Sin decir nada lo tome de la mano y lo lleve conmigo a la habitacion de Leandra, nuestra hermana al vernos en su puerta se levantó de su cama, tirando su libro de economía a un lado.

—¿Qué sucede? —pregunto ella alarmada, le hice una seña de silencio para que no escuchara mamá.

—Necesito que me ayuden.

Desde abajo escuchamos a mamá gritar que iría a comprar algunas cosas, lo cual estaba perfecto para mí. Es mejor que ni mamá y papá supieran de esto.

—Faith, explícanos que pasa— exigió mi hermana mayor.

—Necesito que hagan el ritual de calma para mí—los mire a ambos y tome una mano de cada uno. —Por favor.

Tobías asintió rápidamente, pero Leandra no se veía muy convencida.

—No hasta que nos expliques bien que paso—

—Leandra, no tenemos tiempo para tus dudas, tenemos que ayudar a Faith— reclamo el rubio.

—Claro que la vamos a ayudar, pero me preocupo por ella, quiero saber que lo ocasiono esta vez.

—Mi reflejo me sonrió y me saludo— le dije, ambos abrieron muchos los ojos cuando se los dije. —Y estuvo hablándome en la escuela, no quiero escucharlo, pero cada vez es más fuerte.

Leandra apretó mi mano. —Démonos prisa, mamá no debe enterarse, papá menos.

La rubia busco entre sus libros el viejo libro de rituales que el abuelo Tiberius le había regalado, mientras Tobi buscaba las cenizas mezcladas con especias que tenía en su habitación. Cuando estuvieron listo fuimos a mi habitación. Ellos comenzaron a preparar las cosas mientras yo evitaba a toda cosa mirar el espejo detrás de mí, a pesar de escuchar que me llamaba.

—Todo listo, hermanita— Tobi estiro su mano hacia mí, Leandra abrió la ventana en su totalidad, dejando que la ligera brisa entrara.

En el centro de mi habitacion había un círculo con la figura de un reloj de arena dentro hecho con cenizas. Me pare en el centro de este para después arrodillarme, sentándome sobre mis piernas, mis manos quedaron sobre la parte delantera de mis piernas con las palmas hacia arriba, respire profundo. Mis hermanos se colocaron a ambos puntos del dibujo.

Dominus de ventis, de tranquillitas et serenitatem humiliter rogo nobis animam hanc, si volo is esse pacificae— dijeron ambos a la vez, el viento moviéndose con fuerza dentro de la habitación. —Dominus de ventis, de tranquillitas et serenitatem humiliter rogo nobis animam hanc, si volo is esse pacificae.

Tome una gran bocanada de aire al sentir el bienestar recorrerme la piel, observe las puntas de mi cabello, habían vuelto a su color más vivo y mi piel volvió a su palidez original.

—Gracias— les dije con voz aireada y caí inconsciente al suelo.

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