CAPITULO 3

—¿Crees que la señora Casiragi se quedará con los brazos cruzados, viendo como desintegras parte de su empresa? —Luck sonrió ante la pregunta de su mejor amigo y abogado. Estaba seguro que Dina Casiragi no permitiría fácilmente que él vendiese sus acciones a quien mejor oferté por ellas. Deberá jugar bien sus cartas si no deseaba que la dama más influyente del ámbito de la moda, lo destroce en un abrir y cerrar de ojos.

—Lo que creo, querido amigo, es que esa mujer pondrá toda su munición pesada para evitar que lo haga —se levantó y rodeó su escritorio, dirigiéndose  al mobiliario de bebidas y procedió a servir dos escoceses.

Eran casi las 8:00 p.m. en ese paraíso de playa donde tenía una filial de su empresa. Había viajado, como hacía todos los meses, a visitar las oficinas que quedaban en ese lugar y corroborar que todo esté bien en cuanto a números y trabajadores.

Solía ir acompañado de alguna mujer, pero esta vez no podía darse ese lujo ya que su nueva socia le había informado que estaría enviando a alguien con unos documentos que debía revisar para la próxima junta que se llevaría a cabo en las oficinas de DINAMO.

Estaba seguro de que esa mujer trataría de manipular las cosas a su favor. Por ello, se vio obligado a ir acompañado de su querido amigo y abogado Adrián, considerado uno de los mejores en su oficio.

No sabía aun con quien se entrevistaría al día siguiente, pero estaba seguro que no debía ser cualquier persona a quien esa mujer le encomendaría la difícil tarea de persuadirlo.

¿Tal vez uno de sus abogados? Mucho no sabía aun acerca de los colaboradores de la señora Casiragi, pues nunca se había preocupado en adentrarse en su mundo, a pesar de que salía con algunas modelos de vez en cuando.

Lo suyo eran los bienes raíces, pero al recibir la oferta de venta de esas acciones y a un precio considerable, realizó una pequeña investigación sobre la rentabilidad que le daría y se sorprendió al encontrar una oportunidad bastante beneficiosa.

—Será  mejor que vayas preparado —sugirió Adrián—. Esa mujer enviará al mismísimo diablo con tal de salirse con la suya —Luck le ofreció uno de los tragos a Adrián y volvió a tomar asiento detrás de su escritorio—. La he investigado y descubrí que esa mujer no deja ni un cabo suelto en cuanto a negocios. Tanto así, que ni si quiera a su propio hijo le ha dado la posibilidad de acercarse a la empresa y ser partícipe de los asuntos que maneja —Luck enarcó una ceja pensando en la posibilidad de que su hijo debía ser algún pobre inepto—. También descubrí que pronto dejará la presidencia, pero no supieron darme detalles acerca de ello. Lo que sí puedo asegurarte, es que tratará de dejar bien parado a su sucesor y para ello, necesita que tú —Adrián lo señaló con el dedo— mi querido amigo, seas una pieza fácil de mover.

—¡Para eso te he traído a ti, hombre! Por algo te pago una pequeña fortuna —Adrián lo miró burlón y bebió de su escocés—. Pero eso lo veremos mañMegan. Hoy tengo gMegans de olvidar por un momento las responsabilidades y tomarme un pequeño receso por lo que resta de la noche.

—No te preocupes; tengo todo bajo control —el abogado se puso de pie y procedió a guardar unos documentos en su maletín —he contactado a unas amigas que están de vacaciones por aquí y nos esperan en el bar del hotel en un par de horas —cogió su portafolios y se dispuso a marcharse—. Así que, ve a alistarte porque no quiero perder una buena noche de copas y algo más por tu impuntualidad.

Luck sonrió y asintió con la cabeza. Le vendría muy bien una noche apasionada para alejar la tensión que le provocaba la reunión del día siguiente. Esperaba no dejar nada al azar con el representante de esa mujer y caer en alguna trampa legal que no le permita manejar sus acciones como le plazca.

Con ese pensamiento, también tomó sus cosas y salió dispuesto a alistarse para la noche deliciosa que pensaba pasa

***

—¡Por fin hemos llegado! —Natasha, la asistente y mejor amiga de Megan hacía señas a un empleado del hotel para que recoja las pequeñas maletas que ambas habían decidido llevar en aquel viaje relámpago que Dina les encargó, mientras ella se anunciaba en recepción para ser guiadas a la suite que había reservado días antes.

Natasha era consciente de que su amiga y jefa estaba atravesando un momento muy difícil con la joyita que tenía por esposo, pero estaba enterada de las tretas legales con las que la señora Casiragi la tenía atrapada. Manipulaba a Megan a su antojo, pues sabia del amor que aun sentía por su hijo y más, de su amor a su carrera. Esperaba con ansias a que esa bruja m*****a, como todos en la empresa llamaban a la señora Casiragi, cumpla con su palabra y siente a Megan en el sillón presidencial dentro de un año.

Conocía a Megan desde la universidad y sabía acerca de su pasado y todas las dificultades que atravesó desde pequeña. Entendía en parte su aferro a aquella familia de locos y a ese inútil que tenía por marido más que nada. Pero dentro de todo aquello, debía de aceptar que la señora Casiragi amaba a Megan como si fuese su propia hija. Diría que más que a Derek, pero eso era fácil. Megan era un encanto y Derek, bueno, él era un inútil en todo sentido. Pero todo aquello no le quitaba lo bruja malvada a la señora Casiragi.

Había averiguado un poco sobre los lugares que podrían servirle de distracción a su jefa y empezaría a llevarla por el mal camino esa misma noche.

Tenía planeado visitar un club de primer nivel que hace poco habían inaugurado. Allí, Megan estaría al resguardo de cualquier revista de chismes y podría soltarse y divertirse un poco. Y si se presentaba la oportunidad, ella misma la lanzaría a los brazos de alguien para que le quite un poco la tensión a su amiga. El mejor remedio para todo siempre es una buena sesión de sexo.

Entraron a la suite que ocuparían y Megan comenzó a sacar de su maleta el pijama que había llevado ante la atenta mirada inquisitiva de su asistente.

—¿Qué crees que estás haciendo, Megan? —ella rodó los ojos.

—Lo que hago siempre antes de dormir: darme una ducha, lavarme los dientes, ponerme el pijama e ir a la cama —irónica, tomó su pijama dispuesta a dirigirse al baño, pero Natasha la interceptó y le arrebató la prenda de dormir. Megan la miró, enarcando una ceja.

—¡Ni se te ocurra Megan! —la rodeó y se dispuso a sacar ropa de la maleta de su amiga, revisando todas las prendas que había empacado. Ninguna le servía para una noche de diversión. Todas sus prendas eran aburridas.

—¡Que se supone entonces que deba hacer? Hemos venido a trabajar, te recuerdo —Natasha la ignoró y siguió buscando entre sus prendas.

—¿Solo trajiste estos horribles trajes? —levantó un par de prendas enseñándosela a Megan—. Nada de esto te servirá para lo que haremos esta noche —rodeó la cama y fue hacia su equipaje. Sabía que Megan no llevaría nada para la ocasión así que tenía varias prendas de noche que escogió especialmente para ella.

Tomó un vestido negro de encajes, muy corto y extremadamente sexy y se lo enseñó.

—¿Qué te parece el negro? Es perfecto para el tono de tu piel —Megan la miró incrédula y quiso protestar, pero Natasha tomó otra prenda: un vestido rojo con escote en la espalda, muy corto y volvió a hablar antes de que Megan comenzara a negarse—. Creo que el rojo es mejor. Es perfecto para ti, te quedará estupendo y combinará con los tacones que me tomé el atrevimiento de escoger para ti.

Antes de que Megan abriera la boca, Natasha la empujó hacia el baño.

—Ve a darte una ducha y arréglate lo más sexy posible. Esta noche tú —la señaló con un dedo— amiga del alma, saldrás a deslumbrar.

—¡Estás loca, Natasha! Sabes que no me gustan esos lugares que frecuentas y menos si después seré blanco de alguna revista de chismes que vaya uno a saber, qué inventará sobre mí para vender más ejemplares —protestó.

0ùNo te preocupes por eso, sabía que me darías como excusa a los paparazzi por lo que reservé un lugar especial en un club de primer nivel y exclusivo donde no ocurrirá nada de eso que temes.

Sin más opciones, Megan procedió a hacer lo que le pidió su amiga.

Esa noche trataría de despejar su mente de todos sus problemas y se divertiría un poco. Tal vez, hasta la pase bien.

Agradecía la preocupación de Natasha, que en el fondo, solo quería ayudarla.

Se pondría sexy como nunca antes, se olvidaría por un momento de su esposo, de su suegra, de la empresa y saldría a vivir, aunque sea por esa noche.

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