Capítulo 4

Levy miró su reloj de pulsera, y vio que se había entretenido dos horas más de lo previsto, maldijo entre dientes y decidió que tenía que finalizar aquella reunión cuanto antes si quería llegar a su propia fiesta de compromiso.

- Señores.- dijo con su profunda voz.- sé que esperaban a mi padre, pero les aseguro que he recibido instrucciones precisas por su parte, y si no desean firmar, les ruego que me lo digan.

- Levy, muchacho, no te pongas así.- dijo uno de los hombres más mayores.- es solo que estos asuntos los manejaba siempre tu padre.

Levy los miró con el ceño fruncido, y rezó en su interior porque su expresión facial mostrara una seguridad que realmente no sentía. Su padre, que había acudido esa mañana a una cita muy importante, le había pedido que se encargara de cerrar ese trato en su pueblo natal; una pequeña localidad de granjeros, en la que su familia aún conservaba una pequeña sede de su empresa. Levy sabía de sobra que los granjeros de la cooperativa local ya habrían firmado si fuera su padre el que estuviera sentado en esa silla, pero al tratarse de él, los miembros de la cooperativa mostraban más reticencias.

Al final, Levy se levantó con más seguridad de la que sentía, e hizo un gesto como si pretendiera recoger los papeles que estaban extendidos sobre la mesa.

- Señores, se habrán dado cuenta de que ahí fuera hay un temporal, puesto que no están dispuestos a aceptar las condiciones del contrato, me voy, y ya podrán negociarlo más adelante con mi padre.

Levy sabía que aquel era un pulso que podía salirle muy mal, pero no podía hacer otra cosa, si no conseguía que firmaran ya, seguirían intentando modificar las condiciones del contrato pre aprobado.

- Bueno, muchacho, no te pongas así, si dices que estos son los documentos que te ha dado tu padre, ya sabes que nosotros confiamos en él, y firmaremos.

Cuando finalmente se dio por concluida la reunión, Levy salió disparado en dirección a su coche, una moderna berlina que su padre le había regalado el año anterior por su cumpleaños. El suelo ya estaba cubierto por una finísima capa de nieve, y Levy supo instantáneamente que iba a tener problemas para llegar a la ciudad, pero no le quedaba otra opción, así que se despidió rápidamente, y arrancó el coche, con la carpeta de documentos firmados en el asiento del copiloto.

En cuanto estuvo en las afueras del pueblo, se aflojó ligeramente la corbata, y miró rápidamente su móvil, cargado de notificaciones. Tenía solo tres horas para llegar, vestirse y acudir a la elegante fiesta que su madre había organizado para anunciar su compromiso con Ronda. Conocía perfectamente a su madre, y sabía que habría organizado una fiesta por todo lo alto, incluyendo a las principales familias de la ciudad, familiares y amigos. Imaginó a Ronda arreglándose en la casa de los Ruthmore, y casi sintió una punzada de pena por ella. Ronda era ambiciosa, y él lo había tenido claro desde el primer día en que su hermano la llevó a casa, él la presentó como su nueva secretaria, pero a él no le pasaron inadvertidas las miradas que lanzaba a su bonito cuerpo enfundado en un vestido muy ajustado. Él sabía que eran amantes, aún cuando su hermano estaba casado, y esperando un hijo, sabía que eso no sería impedimento suficiente para él, pero el que ahora pagaba las consecuencias, y se veía obligado a casarse con la bella heredera era él. Lo hacía para cumplir con la responsabilidad familiar, y también porque él no creía en el amor, así que casarse para salvaguardar el apellido de su padre le parecía tan buena razón como cualquier otra.

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