Percance fraternal

ANDRA

No me acostumbraba a soportar un peso de más como si cargara una mochila llena de piedras, pero mi dolor de espalda valía la pena cada vez que me miraba al espejo y veía mi abultado vientre. Llevaba seis meses de embarazo, y aunque todavía le faltaba crecer, nuestro hijo tenía todas las de salir igual de grande que Jax. Entre que yo era muy delgada y pequeña, y que Jax era como un armario de músculos, temía que mi hijo me rompiera al nacer. 

—Andra. 

Miré hacia la puerta del baño; Jax llevaba un buen rato allí metido arreglándose; nuestras familias y amigos querían celebrar Halloween, y aunque a mí me mataban los pies y la espalda si andaba mucho, yo también quería celebrar esa fecha tal y cómo llevábamos haciendo a

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