Capítulo 1

EVERLY

Siento que este nuevo nivel de deseo me arrastra hasta una vorágine voraz cada que Bruno me toca como lo está haciendo. Sus manos recorren mis piernas desnudas, su tacto me resulta reconfortante y ansió por más.

—¿Entonces esa señora es solo amiga de tu padre? —pregunta rodeando mi cintura y estrechándome más contra su cuerpo.

Bruno Stevenson; un chico de veintitrés años, alto, fornido, pero delgado, cabello castaño oscuro, ojos grises, tez clara, mi pequeño gran secreto, mi amante, mi novio desde hace tiempo. ¿El problema? Que es hijo de Alex Stevenson, un empresario que hace competencia con mi padre, su rival. Era mayor que yo, pero eso no importa cuando las ganas nos superan a los dos.

Me gira y ahora mi pecho está contra la pared fría mientras hace un recorrido con urgentes besos por mi cuello, la piel se me eriza y contoneo mis caderas contra su miembro que golpea mi trasero.

—Eres hermosa —susurra a mis espaldas algo que ya sé.

No es que sea una perra narcisista, pero era obvio y soy honesta cuando yo misma reconozco que soy más que un rostro bonito, tengo veinte años, desde pequeña me adelantaron años en la escuela, por ello estoy a nada de graduarme en Arquitectura, arte y diseño. Medía 1.75, rubia natural, ojos azules, delgada, gracias a las horas con mi entrenador personal, tenía una parte trasera firme y redonda, ¿mi pecho? Ni hablar, agradezco mis genes, ya que mis senos eran naturales con una perfecta copa "C"

—Como sea, miente —inspiro.

Nos encontrábamos en el pasillo que da al campo de fútbol, a esta hora no hay nadie, Bruno tuvo que escaparse de su trabajo para venir a verme cuando se lo pedí.

—Te deseo —muerde con delicadeza mi oreja.

Sus manos viajan hasta mis glúteos y los estruja, una nueva oleada recorre cada centímetro de mi piel, abro los ojos al sentir sus dedos escabullirse por debajo de mi blusa.

—Bruno —sentencio—. Alguien puede ver.

—Me importa poco —refuta.

Claro que le importa, es por ello que mantenemos esto en secreto, si nuestros padres se llegan a enterar…

—Sabes bien que no es así —gimo a sentir como el rumbo de su tacto ha cambiado.

Su mano está sobre mí, moviendo los dedos por encima de la tela delgada de mis bragas.

—Quiero hacerlo duro —gruñe acelerando el ritmo.

—Mierda, Bruno —jadeo.

Me hace tocar el cielo, genial, mi novio de tres años mayor me está tocando como si fuera una cría de quince, jugando con sus dedos y haciendo que me moje al instante.

—Vamos, sé que me deseas tanto como yo te deseo —dice pegando su cuerpo al mío.

El sonido de una risa a las afueras nos congela justo cuando comenzaba a gozar, Bruno se separa y yo respiro.

—Eso fue divertido —suelto una pequeña risa nerviosa.

—No lo creo —frunce el ceño.

Blanqueo los ojos.

—Dale, no te pongas pesado, habrá otro momento —acomodo mi ropa—. Mejor hablemos del por qué estás aquí.

Bruno se pasa una mano por su cabello, lo alborota un poco, es guapísimo.

—Dime.

—Quiero que vengas conmigo a mi fiesta de graduación, lo he pensado mucho y creo que ya es momento de que nuestros padres acepten nuestra relación —confieso con lentitud al ver cómo el rostro se le desencaja—. ¿No estás de acuerdo?

Guarda silencio, me observa a detalle, me estudia, de pronto el aire a mi alrededor se vuelve pesado y hostil.

—¿Es una broma? —resopla bajando mis esperanzas al suelo—. Ya hemos hablado de esto infinidad de veces, no podemos hacerlo, no ahora.

—¿Entonces cuándo? —replico—. En algún momento tendremos que hacerlo, ¿O piensas que viviré esta relación bajo las sombras del odio de dos magnates, para siempre?

Tensa el cuerpo.

—No estoy diciendo eso —toma una bocanada de aire y de dos zancadas merma el espacio entre los dos, intento retroceder porque estoy enfadada, no me deja, se aferra a mis caderas—. Necesito más tiempo, ¿crees que no le quiero gritar al mundo entero que eres mía? Ahora no es un buen momento, no cuando la empresa de mi padre está por cerrar un trato que va a expandir nuestro producto a otros países como África, Rusia y Alemania.

Relajo los hombros.

—Lo sé, solo quería presumir a mi novio —realizo un tierno puchero que es su debilidad—. Odio que crean que estoy soltera.

Me da un tierno beso en la punta de mi nariz respingona.

—No lo estás, eres mía, a más, el hecho de que no pueda asistir a tu fiesta de graduación, no quiere decir que no te vaya a dar tu regalo —musita en tono meloso.

Un brillo de malicia destella en sus ojos y me muerdo el labio inferior porque sé a lo que se refiere.

—Esa noche serás mía por completo —asegura causándome un aguijonazo en el pecho.

—Sí, claro…

Las comisuras de sus labios se elevan en dirección al cielo.

—Quiero hacerte el amor, y por fin ese día dejarás de ser una niña.

—No soy una niña —bufo y se rompe la estúpida burbuja de ensoñación.

—Lo sé, solo decía…

Ambos nos miramos en silencio, sabe que odio que me diga niña. Tomo mi bolso del suelo y ajusto las correas sobre mi hombro, alisando los pliegues de mi falda.

—Tengo que irme —digo—. Pendientes escolares, ya sabes.

Bruno mete las manos a sus bolsillos y mueve el cuello con estrés.

—Claro, te llamo más tarde —se acerca para darme un beso casto en los labios y luego se marcha sin decir nada más.

Las clases transcurren normales hasta el almuerzo, me dirijo a la cafetería en donde a lo lejos veo asomarse una melena color caramelo, Emma Stagen, una chica menudita, de tez bronceada y ojos verdes que en cuanto me ve alza la mano sonriente, mientras que con otra sostiene su teléfono móvil, mi mejor amiga desde hace años. Alegre, positiva y lengua suelta, bragas ligeras y en general uno de mis lugares seguros.

—Ya, no seas necio, si lo hago contigo no es para que te cases —ríe y me siento a su lado.

Sorbo mi late verde.

—Tengo que irme —baja el tono de su voz—. Conéctate esta noche, pienso mostrarte mi pochola.

Casi escupo mi late.

—Eso es vulgar —arrugo la nariz.

—Ay, vamos, no seas exagerada —dice con ojos de cachorro.

—Zorra —sonrío y niego con la cabeza.

—Mojigata —añade mostrándome el dedo corazón—. ¿Por qué tienes cara de mal parada?

—Bruno no va a venir a mi fiesta de graduación —resoplo—. Por el tema de nuestros padres.

—¡Alégrate! —exclama entusiasmada—. Vas a poder ligar a muchos.

—Sabes que eso no es lo mío, yo solo quiero a un hombre y ese es Bruno —sorbo otro poco de late verde—. Pero dijo que esa noche… ya sabes.

Me remuevo inquieta sobre mi asiento.

—Ah, si, si, el tema de tu desfloramiento —mueve la mano restándole importancia—. Piensa positivo, luego de una primera vez de m****a, dolorosa y perturbadora, las que siguen son deliciosas.

—¿De verdad duele tanto? —enarco una ceja con incredulidad.

—No tanto, depende, cada experiencia es distinta, de hecho hay mujeres que no sangran la primera vez —ancla sus ojos sobre los míos—. Pero eso es algo que ya sabes ¿cierto? No soy maestra.

Río.

—No, nada más eres una fácil.

—Esa es mi amiga —me regala un guiño.

—Te odio.

—Vamos, disfrutarás, tenlo por seguro, cuando lo hagas por primera vez luego no vas a dejar de hacerlo.

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