CAPÍTULO 2

 CAPÍTULO 2

"FUERA DE CONTROL"

Entonces entré al aula y comencé a dar mi clase. Mientras pedía a mis alumnos que hicieran las actividades, estaba sentada detrás del escritorio y no podía parar de pensar en las palabras de Raquel, tratando de darle sentido a mi sueño. Se me cruzaban las imágenes de su mirada conjugada con la fantasía que tuve con él, mientras tenía la punta de una lapicera entre mis labios. Mirando a la nada, pensando en todo. Hasta que fui interrumpida por una alumna.

  • Profe ¿Me entendió? – Me preguntó Marina.
  • Sí, sí. Perdón. No. ¿Me lo podrías repetir? – Intenté remediar mi despiste.
  • No sé si hice bien este ejercicio. Las partes de la célula eucariota.
  • Ahí lo miro.

 Al volver a casa, me recosté en el sillón y continuaba reflexionando en lo que me dijo  mi amiga. ¿Será cierto? No lo conocía lo suficiente para saber cómo era con las mujeres que le gustaban. No sabía cuál era la forma más discreta de saberlo, pues nuestro ámbito en común era profesional. De pronto, se me ocurrió una idea que nunca falla. Compartí la siguiente frase en una historia: “Quédate con quien se quede mirándote, aun cuando cierres los ojos.”

 Para mi grata sorpresa, fue uno de los primeros en verla. Pero, pasaron tres minutos y me di cuenta de que perdí las chances de que respondiera. El pez no mordió el anzuelo, pensé. Me sentí un poco ridícula al creer que me iba a responder e iba a ser el inicio de un romance. Cené, y fui a dormirme desilusionada a la cama.

Al día siguiente, me encontré con Marcos saliendo del buffet.

  • ¿Estás en tu tiempo libre? – Me preguntó.
  • Algo así. ¿Vos te estás yendo?
  • Sí, ya tengo irme. Tengo otras cosas por hacer.
  • ¿Por qué siempre tan ocupado? - Y largué una risa.
  • Has visto. En cambio, vos compartís frases cuando no estás acá, por lo que veo. ¿Ya encontraste a alguien que te siga mirando cuando cierras los ojos? – Y al escuchar esto, noté cómo se sonrojaban mis mejillas y las comisuras de los labios me temblaban de la vergüenza.
  • En eso estoy – Le respondí sin pensar mucho.
  • ¿Ah sí? Me avisas si necesitas ayuda con eso. – Me reí, y nos despedimos.

 Una vez más, me quedé pensando qué significaban aquellas palabras. Quizá le estaba buscando sentido en vano. Pero ¿Y si había sido una indirecta? Me dejó pensando. En mi terapia varias veces hablamos de que la mente busca encontrarle un sentido a las situaciones que se nos presentan. Y si no lo encontramos, le inventa uno. Esto es frecuente con los recuerdos, que no siempre coinciden con lo vivido realmente y para ello, se agregan involuntariamente elementos que le otorgan un sentido.

Un ejemplo de esto, es cuando tenía ocho años y entraron dos sujetos a robar a mi casa, que fui la primera en advertirles a mis padres y cuando fueron a verlos se escaparon en moto. A cinco cuadras fueron capturados y a los tres meses nos citaron a declarar. Lo interesante fue que cuando me preguntaban cómo estaban vestidos, les dije que uno tenía una gorra de un equipo de fútbol. Pero no recordaba si de River o Boca ¿Cómo podía ser, si los colores de ambos son tan distintos? Y es que la memoria retuvo la información más superficial: Se trataba de un accesorio adornado con el escudo de un famoso equipo de fútbol. Aunque en ese momento haya visto de cuál se trataba, no volví a evocar el momento repetidamente como para retener más detalles.   La misma sorpresa me llevé cuando dije que escaparon en moto, y los demás testigos habían declarado que huyeron en bicicleta. Mi memoria me trajo un medio de transporte de dos ruedas, pero con motor. ¿Tan mal se puede recordar algo?

 Me encontré con Raquel subiendo al primer piso y quedamos en salir a tomar algo esa noche. Invitó a su novio Víctor y a Marcos le envió un mensaje. Aceptó, y fuimos los cuatro a un bar.

 Fui vestida con una camisa roja y jean azul oscuro. Al llegar no vi a nadie, era la primera y me ubiqué en mesa para cuatro. Por mientas miré la carta y me pedí una pinta de cerveza artesanal IPA. Di un par de tragos, y luego de cinco minutos llegó Marcos, vestido con camisa azul y pantalón de vestir negro. Traía un perfume exquisito, que se podría olfatear a media cuadra. Se sentó al frente mío.

  • ¿Me puede traer la misma por favor? – Le pidió al mozo.
  • Sí, enseguida le traigo.

Mientras esperábamos que traigan su pinta, conversamos un poco.

  • ¿No escribieron Raquel y su novio? Me preguntó mientras se cruzaba de piernas.
  • No, ya les voy a preguntar si vienen en camino.
  • Ok ¿vos cómo estás? Veo que viniste bien arreglada. Te queda bien.
  • Bien, la verdad que me dio hambre y estoy terminando este vaso con el estómago vacío. Soy de las que me hace efecto rápido el alcohol, espero no dar la nota hoy – Me miró y se río.
  • Ah, mirá vos. Sos blandita. Eso es porque debes salir poco, algún día invítame y te preparo un trago que sé preparar y me sale muy bien – No podía creer lo que escuchaba. ¿Me está diciendo que lo invite a mi casa sabiendo que vivo sola? No quise quedarme atrás y le seguí el juego.
  • ¡Cuando quieras! Avisame y compro lo que haga falta. No tengo ningún problema – Por la forma en que me miró creo que esperaba una respuesta más neutra de mi parte, y cambió totalmente el ambiente de nuestra mesa.
  • Bueno, podría ser un jueves. Ese día lo tengo más liberado.
  • Dale, así quedamos – Volteamos y habían llegado Raquel y Víctor.

 Se ubicaron en sus lugares, Raquel al lado mío y Víctor, en frente. Tomaron la carta y pidieron.

  • Dos mojitos por favor – Pidió Raquel.
  • ¡Ah bueno! Por lo visto vamos arrancar con todo ¡Qué sean dos más! – Bromeó Victor. Nos reímos y Marcos siguió hablando.
  • ¡Ya me está cayendo bien este chico!
  • Por dos. Parece que se complementan muy bien – Dije mirando a Raquel
  • Y ustedes ¿qué son? – Nos preguntó Víctor
  • Compañeros – respondimos al mismo tiempo, lo cual nos causó gracia a los cuatro.

 Pasamos el resto de la noche charlando, pinta tras otra. Al momento de irnos se retiraron primero Raquel y su pareja. Marcos me acompañó a buscar mi auto, que para mí sorpresa, no arrancaba.

  • ¿Y ahora qué? – Me quejaba mientras me agarraba la cabeza.
  • No te preocupes, acá es seguro. No le va a pasar nada al auto. Te acerco a casa y mañana te paso el número de mi mecánico.
  • ¡Qué bronca! Lo saqué del taller hace tres semanas. Gracias, ya te explico dónde vivo. – Acepté a irme con él porque no tenía opción. Además, perdí la cuenta de cuántas copas había tomado, y no estaba del todo sobria. Le expliqué mi dirección y nos dirigimos a mi casa.

 Al principio era todo silencio, hasta que Marcos rompió el hielo.

  • ¿Estás bien?
  • Sí, sí. Perdón si estoy un poco callada.
  • Bueno, podrías contarme algo para no aburrirme mientras manejo – Me miró y sonrío.
  • Bien, decime qué te gustaría que te cuente.
  • ¿Hace cuánto estás sola?
  • Uff… Hace mucho. Tuve tan malas experiencias que no me gusta la idea de tener algo serio con alguien.
  • ¡Qué bien haces! Hay que aprender de los errores.
  • Por supuesto. Caer con la misma piedra sólo te lleva a la autodestrucción.

 Llegamos a mi querido hogar. Me bajé con tan mala suerte que tropecé con el cordón de la calle y caí. Marcos largó una carcajada, pero se bajó de inmediato para ver si estaba bien.

  • Estoy bien, es sólo un raspón en la rodilla. – Estaba avergonzada y me ardía un poco la pequeña herida.
  • Mejor te acompaño hasta dentro y te fijas bien – Me dio la mano para levantarme y nos dirigimos hasta puerta. Abrí, se sentó en el sofá mientras me voy a mi habitación a sacarme el jean. Me visto con un short para oxigenar el raspón y vuelvo al living. Mi acompañante se había dormido. ¿Qué debía hacer? Mejor lo despierto si no quiero que me odie por la contractura que se agarraría en el cuello al día siguiente, porque a mí ya antes me pasado.
  • Listo, no era la gran cosa.

 Perdón, perdón. Estoy partido. A ver, déjame que te mire bien – Lo miré de reojo, me parecía fuera de lo normal ¿Qué quería ver? ¿El estúpido raspón? Igual accedí y me acerqué.

  • Bueno, pero con cuidado que aún me arde.

 Me observó detenidamente la rodilla derecha unos segundos, me tocó alrededor, y luego fue cuando se salió todo de control.

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