Detrás de mis extraños sueños
Detrás de mis extraños sueños
Por: Katy Fraiser
CAPITULO 1

CAPÍTULO 1

Cuando conocí a Marcos Russo

 Siempre tuve curiosidad acerca de los sueños. ¿Por qué algunas personas los recuerdan y otras no? ¿Tendrán algún significado? He tenido pesadillas perturbadoras desde que tengo memoria, y que recuerdo como si hubiesen sido experiencias reales. Algunas con poca lógica, otras que parecen verdaderas vivencias. Entre las que peor sensación angustiante me dejaron al despertar, es sobre una casa abandonada alejada de la ciudad, donde me encuentro buscando a alguien que no conozco. Me urge encontrar a esa persona, pero no sé por qué. De repente, desde adentro, puedo vislumbrar cómo la entrada lateral por donde ingresé comienza a arder en llamas, dificultando mi salida y quedándome atrapada. No queda todo ahí, sino que puedo verme a mí misma desde afuera gritando y golpeando con mis manos las ventanas, inútilmente porque nadie vendrá a rescatarme.

 Decidí estudiar Biología porque siempre quise entender cómo funciona la vida en la naturaleza y el ser humano. Pero también, me interesaba la psicología, por lo que en mi tiempo libre leía artículos sobre temas referentes al comportamiento del individuo como persona y ser social. La combinación de estas dos ciencias es un verdadero arte.

 Me preparaba para mi primer día de clases en un nuevo colegio, como profesora de Biología en sexto año del secundario. Estábamos en marzo del año 2018 y aún el calor era agobiante. Recogí mi pelo castaño claro con un colero dejándome el flequillo, me puse una camisa mangas cortas, pantalón de jean y mis anteojos. Preparé mi infaltable café con leche, que tomé rápidamente. Tomé mi maletín, subí al auto y me fui.

 Mi primera impresión fue buena, el Colegio Tres Marías se ve impecable por fuera, limpio, acorde a su buena reputación. A pesar de haber trabajado en otras escuelas, los nervios me invadían como si fuera mi debut. Entré rápidamente en confianza con los estudiantes, y eso hizo mi comienzo más fácil. En el establecimiento trabajaba hace un tiempo como preceptora Raquel, quien era mi amiga desde hace años, con un hermoso cabello rojizo largo. Nos conocíamos desde el secundario. Sonó el timbre y nos encontramos en un recreo mientras nos dirigíamos al buffet.¡

- ¡Qué bueno que estés aquí amiga! – Me dijo Raquel.

- Sí. Al menos conozco a alguien y no estaré tan sola.

- Va a ser más divertido vas a ver – Me guiñó el ojo.

 Bajamos las escaleras, cuando sentí que alguien me dio un codazo que hizo que perdiera el equilibrio y dejé caer mi bolso al piso.

- Disculpame por favor – Se agachó y me levantó el bolso.

- Está bien – Observé su rostro mientras se levantaba del suelo. Tenía unos ojos verdes acompañados de una mirada penetrante, con un cabello castaño oscuro medio rizado.

- Ya empecé el día con el pie izquierdo – Bromeó – Me llamo Marcos Russo. Sos nueva ¿verdad?

- Sí, hoy es mi primer día. Soy Celeste Hansen – estreché mi mano - Profesora de Biología.

- Un gusto, yo soy Contador, pero acá trabajo como profesor de economía hace un año – Explicó, y luego miró a mi amiga.

- ¿Cómo estás Raquel? ¿Iban hacia el buffet también?

- Sí, así es. Vamos – Respondió Raquel.

 Fuimos hasta el buffet que se encontraba dentro del colegio, y conversamos hasta que escuchamos el sonido del timbre que indicaba el fin del recreo. Con Raquel quedamos de empezar juntas el gimnasio. Ella era muy simpática, imposible de aburrirme. En cambio, Marcos parecía serio hasta que entraba en confianza, también al escucharlo hablar dejaba en evidencia que era muy culto. Tampoco nos cansábamos de oírlo, pero se notaba un poco reservado con su vida personal. Continuamos repitiendo esta rutina de encontrarnos y conversar en los horarios de recreos el resto de la semana. La pasábamos muy bien los tres.

 Vivo sola desde que cumplí veintitrés años, cuando terminé mi carrera. No tuve una adolescencia fácil, porque me llevé la peor parte cuando se separaron mis padres. Rearmaron sus vidas, y no me sentía cómoda viviendo con ellos. Por eso decidí irme a vivir con mi abuela con sólo dieciséis años. A pesar de esto, ella nunca me hizo faltar nada.

 Luego mi mundo se volvió a derrumbar, cuando ella murió. Por suerte, ya estaba recibida y trabajando. Me dejó su casa, y me hice cargo de ésta. Tenía muchas cosas por sanar, por eso hace un año decidí empezar terapia. Debo admitir que cambió mi enfoque de ver la vida, para bien. Poco a poco iban desapareciendo mis frecuentes pesadillas y ataques de pánico. Ir a yoga, al gimnasio y salir a caminar fueron mis otros aliados.

 Ir a trabajar era mi cable a tierra. Por más desvelos que a veces implique, le da sentido a mi vida. Teniendo amigos, se hace menos monótono. Raquel es ocurrente, observadora, muy buena en su trabajo. Y Marcos es realmente atento, inteligente y atractivo. A veces la forma fija en que me mira cuando le hablo me intimida. Tanto, que la primera semana desde que lo conocí, incluso llegué a fantasear en un sueño con él. Recordarlo me hace sentir avergonzada y una pervertida por los detalles que mi mente fue capaz de recrear.

 Llegué al colegio. Para ese día fui vestida con camisa blanca, falda corta y medias negras largas, con zapatos porque había más tarde un acto. Por llegar al aula me doy cuenta de que dejé el maletín en mi auto. Bajo las escaleras de la entrada y me encuentro de frente a diez centímetros con él.

- ¿A dónde vas tan apurada? – Me pregunta en tono burlesco.

- Dejé el maletín en el auto, y ya estoy como diez minutos demorada – Le respondí preocupada.

- Te acompaño, ¿dónde lo estacionaste?

 Le explico que está a una cuadra, y vamos caminando, prácticamente en silencio, donde sólo se oye el sonido de mis tacos. Él está vestido muy elegante también, con pantalón de vestir negro y camisa blanca. Llegamos a mi auto, abro el baúl, pero no está. Me señala que por una de las ventanas lo ve, entonces me acerco para abrir la puerta, pero nuestras manos se chocan en el intento. – Abro yo – Le aclaré. Entré y me senté en la butaca trasera para agarrar el maletín. Me iba a dirigir para salir, pero para mi sorpresa Marcos se había sentado al lado y de forma extremadamente seductora se me acercó preguntándome si seguía apurada. Me corrió un mechón de pelo que tenía en la frente y no me resistí. Inmediatamente le tomé el rostro con mis manos y lo besé como si estuviese por primera vez con el amor platónico del secundario. Sentía como me acariciaba las piernas, acercándose al interior de la falda. No quise quedarme atrás y me subí arriba de su regazo, mientras me agarraba fuerte las caderas no paraba de besarlo pasionalmente. Pero como todo sueño, en algún momento puede ser interrumpido por cualquier evento insólito o poco probable, y éste no era la excepción. Sentí un toc toc al costado, por la ventanilla. Para mi sorpresa los alumnos fueron a buscarme porque me vieron llegar y me fui rápido, por si “me había pasado algo”. Ahí me di cuenta de que quizás, estaba viviendo el día más vergonzoso de mi vida. Hasta que sonó el bendito despertador.

 Me incomodaba conmigo misma recordar todo con lujo de detalles, y me preguntaba si iba poder mirar a la cara al protagonista del erótico sueño. Dentro una hora tenía sesión con mi psicóloga, pero no me creía capaz de contarle algo así ni a mi más íntima amiga. Y tampoco pensé que estuviese obligada a hacerlo, así que sólo lo intenté dejar atrás.

 Estando en la sesión hablamos de mi típica rutina, de mis actividades laborales y demás novedades.

- ¿Cómo estuvo tu primer semana en el trabajo nuevo? – Me preguntó mi psicóloga.

-Bien, me gusta el edificio. Es amplio, cuidado, lindo. Me tocaron alumnos dentro de todo responsables.

-¿Y te sentiste cómoda con los demás profesores?

- Sí, bastante. Me relaciono más con una preceptora y un profesor.

-¿Y se llevan bien?- Continuaba indagándome.

- Sí, son muy agradables – Y él, atractivo pensé...

- Entonces ha sido sencilla tu incorporación. – Afirmó mi terapeuta.

- Se puede decir que sí. Tenía mis temores pero creo que no tengo que preocuparme de nada por ahora.

- ¿A qué temores te referís?

- Lo usual. Enfrentarme a estudiantes difíciles o conflictivos, no adaptarme a las exigencias del colegio, no llevarme bien con los directivos o compañeros…

 Le tenía confianza para contarle mis más íntimos secretos, pero no ese sueño. Preferí guardármelo para más adelante o bien, para siempre. Ella me escuchó toda la historia de conflictos con mis padres, mis penas, amores y desamores. Me conocía tan bien que podría escribir un libro acerca de mí. Al punto que podría identificar mis defectos, debilidades y demás cualidades que me describen mejor. Sabía de lo que era capaz, o de lo que no. Por ejemplo, estar con el novio de una compañera del secundario, y después irme de fiesta con ella. O invitar a casa un hombre que conocí por Internet y tener que correrlo porque olvidé que invité también al primo de una amiga, casado. Estos deslices tenían un trasfondo: Creí enamorarme de las personas correctas, en los momentos equivocados. Lógicamente me cansé de enamorarme, ilusionarme, sufrir. Sabía que no era justificativo para meterme con hombres en pareja, pero sinceramente en esos momentos no me importó. Al fin y al cabo ¿Alguien pensó en mí cuando me estaban lastimando? Más tarde entendí a los riesgos que me estaba sometiendo.  

 Debido a esto, me prometí a mí misma y a ella que tendría más cuidado a la hora de encontrarme con tipos para no meterme en problemas.

 Al salir, iba preparada para dirigirme al trabajo. Ese día no iba Marcos, por lo que compartí sólo un rato con Raquel. Antes de entrar a dar clases conversamos un poco.

- ¡Increíble el gimnasio, nunca había escuchado de ese, pero me encantó! – Me decía entusiasmada Raquel.

- Sí, es lindo. Ahora que tengo quién me acompañe faltaré menos. 

- Te busco de los pelos si es necesario – Bromeó.

- ¿Viene Marcos mañana? – Le pregunté intrigada, pero tratando de disimular que fue una simple pregunta.

- Oh, no me digas… ¿Se tienen ganas? ¿Qué voy hacer ahora cuando salgamos los tres? ¿Tocar el violín?

- Bah, qué tonta. Sólo preguntaba – No pude evitar ruborizarme.

- Sí, claro. Te mira como si te estuviese escaneando el cuerpo, pregunta por vos siempre, se ríe hasta de tus bromas malas y ahora me vas a decir que no – Me hacía sentir menos culpable del sueño al escuchar eso.

- No lo noté, en serio – Le dije levantando las cejas y mirando para un costado – Pensé que actuaba así con todas.

- No, conmigo no. Igual estoy de novia hace poco, y tampoco me interesaría. Es todito para vos.

- Jajaja, qué imbécil. Mejor no hablemos más.

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