A la Deriva 2

A la Deriva… 2

El tío de Theo había quedado muy abatido al ver el cadáver de su sobrino flotando en la costa de la isla.

Él y unos pocos habían sobrevivido al naufragio.

—todos estuvimos de acuerdo en que no debíamos tomar esa ruta, pero el capitán es el que sabe, se lo tiene bien merecido lo que le pasó— exclamó el grumete con furia mirando la expresión de horror en el rostro de Theo.

¡Respétalo, era mi sobrino y el hijo del gran Dorother! — le gritó el tío muy dolido.

—si, te oirá, su alma aún ronda este mundo— dijo otro de los hombres asustado.

—bien ya, lo siento, estoy desesperado. Con el capitán muerto y el navío desecho ¿que vamos a hacer?— dijo el grumete preocupado.

—Oí algo a lo lejos, al parecer esta isla está habitada— dijo un joven.

—eso es algo bueno, mientras no sean salvajes—dijo el tío de Theo serio.

Todos lo miraron y asintieron con la cabeza.

Estaban asustados, todo había ocurrido tan de repente que no les había dado tiempo de asimilarlo, y solo era el comienzo de sucesos extraños…

Con cuidado el tío de Theo tomó su cadáver y lo acomodó sobre una tela que con suerte había encontrado en los restos de la embarcación, lo envolvió y cuando estaba por comenzar a coser una voz lo hizo saltar del susto a él y a los demás que lo estaban viendo muy concentrados en silencio.

—oh, disculpen no era mi intención asustarlos, pero, dudo que el joven esté muerto aún— exclamó un joven esbelto, de cabello rizado negro, finos bigotes y elegante ropa victoriana.

Todos quedaron un momento estupefactos.

—bueno, por lo que veo son piratas, en fin me llamo Pietro Di Morte, y esta es mi isla, sean bienvenidos—

—pues, lamentablemente mi sobrino está muerto— exclamó el tío fríamente, seguido de eso todos miraron con desconfianza a Pietro y se pusieron en guardia.

—calma señores, solo yo hábito en esta isla, de todas formas su lucha no es la mía, así que si les apetece pueden quedarse en mi mansión e intentar reparar el navío para así poder seguir con su viaje lo más pronto posible—

Jorge, el tío de Theo miró a los demás y estos asintieron nerviosos con la cabeza.

—está bien, señor, gracias. Repararemos la nave y partiremos lo más rápido posible—

—bien, síganme entonces— dijo Pietro con una gran sonrisa.

Así, Jorge y los demás siguieron media legua al joven italiano.

Todos excepto Jorge quedaron boquiabiertos al ver la imponente mansión de Pietro.

—bien, pónganse cómodos y no se roben nada, por favor. Créanme que me daré cuenta si lo hacen— dijo Pietro amenazante.

Todos asintieron en silencio.

En tanto yo me ocuparé de este jovencito—dijo Pietro tomando a Theo de los brazos de Jorge.

—pero, ¿qué va a hacer? Esta muerto—exclamó Jorge nervioso.

—si, terminaremos de prepararlo y lo arrojaremos al mar como es debido—dijo el grumete molesto.

Pietro se volteó y con una sonrisa macabra y sus brillantes ojos ámbar exclamó:

—disculpen, pero como ya les dije, es posible que este vivo aún—

—¿esta loco o qué? ¿Acaso es médico?— preguntó el grumete frunciendo el ceño desconfiado.

—algo así— dijo Pietro y seguido de eso se perdió por uno de los largos pasillos de la mansión.

—todo esto debe valer una fortuna— dijo uno de los hombres observando un finísimo juego de té chino con pintorescos dragones rojos y dorados.

—eso es lo de menos Osvaldo, mi espíritu está agitado, algo no está bien, este lugar me asusta— exclamó el joven nervioso con sus ojos verdes vidriosos del miedo.

—menudo maraca Ian, somos piratas, pasamos cosas piores—mofó el grumete mientras encendía una pipa.

—eso es muy cierto Joseph, pero debes comprenderlo, el muchacho es muy joven aún, aunque de que hay algo raro hay algo raro— dijo Osvaldo serio.

—por esa misma razón muchachos, descansaremos esta noche y mañana a primera hora repararemos la Cruz del Sur y nos iremos de acá, no me fío de ese señorito—dijo Jorge serio y viendo fijamente a todos.

Así durmieron profunda y cómodamente en habitaciones diferentes…

—tío, despierta es tarde—

De un salto Jorge despertó y no podía creer lo que veían sus ojos. Quien lo había despertado era nada más ni nada menos que Theo.

Con lágrimas en los ojos y palpando el rostro de Theo Jorge lo abrazó.

—ya tío, los piratas no somos unos maracas, ¿Qué diría mi padre si te viera así?— dijo Theo molesto viéndolo fijamente con sus ojos celestes.

—lo sé, lo sé pero es que estabas muerto y ahora…

—ahora estoy bien, entonces hay que reparar la Cruz del Sur y debemos seguir la travesía—

—claro, claro, pero ¿en serio estas bien? Tu cuerpo está muy frío. Mejor descansá, y nosotros nos ocupamos del barco—

—estoy bien tío, vamos, ya es medio día— dijo fríamente Theo saliendo de la habitación, Jorge no podía creer todavía lo que veía.

Los demás también quedaron pasmados al ver a Theo.

—Bueno señores, hora de trabajar estamos todos ¿no?—

—disculpe Capitán, falta Ian—dijo el grumete.

—si, y en su pieza no está, ya revisé— dijo Osvaldo nervioso.

—bueno, ayer él estaba muy asustado por todo lo que pasó— dijo Jorge pensativo.

—habrá huido entonces, que imbécil, como que llegaría lejos o a algún lugar. Siempre supe que no estaba listo—dijo Theo molesto y añadió:

—en fin, a trabajar—

Todos lo miraron asombrados, pero no podían hacer nada, entonces lo siguieron.

Quedaron asombrados al ver la fuerza y la agilidad con la que Theo se movía.

—está como raro el capi ¿no? — murmuró Joseph a Jorge.

—sí, hay algo diferente en él, pero no sé qué es—

—bueno dejen de estar murmurando como viejas— les retó Theo.

Ellos solo asintieron con la cabeza.

Había caído la noche y la embarcación estaba reparada.

—lamento lo del joven Ian, pero si se encontraba muy abatido era lógico que huyera, lo busqué durante todo el día, es por eso que no me han visto hasta ahora, pero nada, no hay rastro de él— dijo Pietro mirando profundamente a todos.

—si, si ya suban y vámonos. Pietro vendrá con nosotros— dijo Theo.

—voy a buscar una bolsa de monedas que olvidé en mi pieza—dijo Osvaldo corriendo hacia la mansión.

—bueno, ¡apurate!— gritó Theo.

Osvaldo no lo había dicho, pero cuando estuvo en la habitación de Ian había visto unas gotas de sangre sobre la alfombra. Entró rápidamente en la habitación donde había estado Theo y para su sorpresa había sangre, mucha sangre. Pero su horror fue peor al ver el cuerpo sin vida de Ian contra una pared, estaba como seco, tenía unas marcas en el cuello y una expresión de espanto en su rostro.

—¿Qué carajos?— exclamó Osvaldo.

Seguido de eso salió corriendo como alma que lleva el diablo.

—¡ey, huyan! ¡El capitán y ese hombre son Vampiros!— gritó casi sin aliento Osvaldo.

Theo y Pietro lo miraron molestos.

—¡mier… sabía que algo no estaba bien— maldijo Jorge.

—¡nadie va a ir a ninguna parte! —ordenó Theo mirando con una expresión helada a todos.

—hay que calmarse, y yo no voy a ir. Cambié de idea— dijo Pietro.

—¡claro que vendrás!— gritó Theo.

—¡dije que no! —exclamó Pietro mirándolo fijamente.

—entonces me darás el collar con la cruz de rubíes— ordenó Theo serio mirando fijamente la cruz de plata y rubíes que colgaban del cuello de Pietro.

En tanto y en silencio Osvaldo y los demás subían a la Cruz del Sur.

—claro que si ¡la necesito para navegar en alta mar!— gritó Theo abalanzándose sobre él.

Sin dudarlo los demás levaron ancla, mientras el barco se alejaba lentamente de la orilla observaban lo que ocurría sin entender nada.

—¿no se supone que los Vampiros no pueden viajar en el mar a menos que lleven tierra de su ciudad natal o no se que?— preguntó Osvaldo frunciendo el ceño.

—si, pero ese collar debe ser un talismán o algo así que les permite hacer eso— dijo Jorge serio.

En tanto Theo furioso tomó un pedazo de madera que estaba cerca de él y lo incrustó en el estómago de Pietro, éste aulló de dolor, en ese momento Theo le arrancó la cruz del cuello y corriendo rápidamente dio un gran salto cayendo en la embarcación.

—bien, ahora si, sigamos con el viaje— dijo él con una gran sonrisa colocándose la cruz en el cuello... 

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