7. Acepto

Meredith se despertó en el reducido dormitorio de paredes verdes, acostada encima de una cama que se le quedaba pequeña. Abrió los ojos a pesar de las pocas ganas o mejor dicho inexistentes que tenía al apreciar que definitivamente su vida se había convertido en un sin sentido. Poco importaba el doctorado, su trabajo, su carrera o si quiera la mismísima Vivianne si lo que estaba en juego o al menos así lo había sentido durante los últimos días era nada más ni nada menos que su cuello.

John Cuervo le sonrió de par en par al verla reaccionar, el pelirrojo, hizo su mayor esfuerzo por vendar y curar sus heridas a pesar de que aún y no siendo muy alta Meredith, él a penas rozaba el metro treinta.

Lo único que podía hacer por esa mujer era compadecerse, no podía evitar apiadarse de ella pues era obvio que a Meredith ese mundo le quedaba tan grande como a los Cuervo ser jugadores de la NBA. Ellos habían sido abandonados a su suerte, suponían que sus padres no habían querido hacerse cargo de ellos así que sabía era lo que era sentirse solo y desprotegido, que era precisamente como debía sentirse Meredith en esos instantes.

—Buenos días…—la tímida voz de John Cuervo hizo que Meredith mirara confundida por toda la habitación—Aquí a bajo—susurró él al ver la confusión en los ojos verdes de la joven.

—Buenos días…—susurró ella molesta—¿Dónde estoy?—hace una pausa como si recordara lo obvio—¡Sigo en esta m*****a pesadilla!—añadió furiosa cogiendo uno de los cojines de la cama donde yacía para estamparlo contra la puerta, justo en ese instante Ezra aparece con una mueca de diversión al esquivar el cojín de la joven.

Los ojos de Meredith se salen de órbitas al ver como el cojín acaba tirando una lampara al suelo y como posteriormente Iván Cuervo, quien iba tranquilo por el pasillo de la planta de arriba de su casa, la mira como si quisiera quitarle los ojos con sus diminutas manos en consecuencia. A pesar de su diminuto tamaño Iván con una cabeza más brillante que una bola de cristal de película, y unos ojos azules fulminadores había podido intimidar a Ezra y a Meredith a pesar de que le llevaran más centímetros de ventaja.

—¡Venga, ahora la lámpara!—gimió disgustado yendo a recogerla para llevarla a su pequeño taller donde se dedicaba a arreglar los desperfectos causados generalmente por James pero ahora primero de Ezra y ahora de Meredith.

—Meredith…—susurra Ezra poco después de aparecer en el pasillo, para entrar a la habitación ignorando al malhumorado enano.

—¿Quién demonios es este?—pregunta ella mirando a John, el pelirrojo se encoge de hombros, pero eso no impide que Ezra continúe con su clásica pose seguro de si mismo y sus capacidades hacia dentro.

—Ya veo que haremos excelentes migas—habló con sarcasmo el rubio—Soy Ezra Agron, vengo a ayudarte—añadió achinando sus ojos zafiro en el acto.

—¿A ayudarme?—pregunta ella frunciendo el ceño. Dudaba mucho que alguien pudiese ayudarla ya. Al parecer a nadie le importaba que ella no fuese esa tal Malak.

—Sí, Meredith escúchale—esta vez fue James quien habló, después de pasarse una mano por el pelo prácticamente afro, caminó dentro de la habitación cargando un bocadillo que había preparado junto con Daniel para ella. Pronto la cama donde yacía Meredith quedó rodeada por toda la banda cuervo al completo que miraban curiosos a la joven.

Aun seguía con ese vestido primaveral blanco, aunque Bellucciría mucho para alguien que no lo hubiese visto al principio darse cuenta de que así había sido. Prácticamente rojo por la sangre, desgastado y roto, parecía más una una túnica que un vestido. Ella los miró uno a uno analizante.

—Sí, a ayudarte—afirma Ezra dedicándole una de sus mejores sonrisas, de aquel tipo de sonrisas que harían temblar incluso a la mujer de hierro pero que a Meredith Klein parecían no hacerle ningún efecto. Se había pasado esos últimos instantes dormida, había intercambiado alguna que otra palabra con John Cuervo que era el único que parecía sentir alguna especie de pena por ella, bueno él y el grandullón de James.

—Me presento de nuevo, soy Ezra Agron crecí rodeado de yonkis, borrachos y ladrones en las calles del Bronx, Nueva York como tú, pero nunca me involucré con ellos. Siempre trabajé en todo tipo de trabajos manuales: en la construcción, en bares, conduciendo tractocamiones. Entonces, antes de ir a la universidad, vi muchas cosas y aprendí mucho. Mi primer trabajo en el gobierno fue en la Oficina de Inteligencia Naval, investigando casos de drogas, robo y espionaje. Aprobé los exámenes de ingreso del FBI y me convertí en agente especial. Debido a mi experiencia y formación, quedó claro que mi especialidad era encubierta—habla orgulloso como si le encantara hablar de sus logros y de si mismo en general, y efectivamente así era, si algo amaba con el alma Ezra era hablar de si mismo.

Continuo con su sonrisa ladina seductora en un intento de cautivar a Meredith y a los Cuervo quienes lo miraban indiferentes.

—¿Se supone que debemos decirle que con…—pregunta Iván a lo que John le da un codazo.

—Shh…—afirma tajante Igor con su clásico tono autoritario—Tiene pinta que si nos mostramos indiferentes acabara llorando aquí mismo—añade susurrando a sus hermanos, estos se miran horrorizados ante esa idea.

—¡Eh, que os estoy escuchando!—grita ofendido el rubio.

—Ya, ya…Continua con la historia James Bonde—le responde James sin poder evitar reírse con sus hermanos.

—El caso es que…—hace una pausa volviendo a centrar su mirada en Meredith—La mafia ha controlado todo, desde el tráfico de drogas en las esquinas hasta los niveles más altos del gobierno. Glorificados por el cine, la literatura y la televisión, acosados por los agentes del orden, marcados para la muerte por sus enemigos, los mafiosos viven vidas violentas y, a menudo, breves. La mafia en su esencia se trata de una cosa: dinero. Aún así, existen rituales secretos, reglas complicadas y redes enredadas de lealtad familiar—añade—En Milano, se encuentran las tres principales familias que controlan el cotarro: Lombardo, Caruso y los innombrables de los Bellucci operan en todo el mundo, el lobo, la serpiente y el halcón, pero mantienen un perfil muy bajo fuera de Italia, lo que dificulta que las fuerzas del orden detecten a estos grupos del crimen organizado.

—Los Caruso son los que piden tu cabeza, los de la serpiente—interrumpe Igor clavando sus ojos verdes en el rostro de Meredith, esta lo mira con rabia, como si recordara algo de repente.

—Tu eres el del b**e ¿Verdad?—pregunta ella recordando como fue él quien le había dejado inconsciente.

—Sin rencores princesa—le sonríe mostrándole todos sus dientes, la mayoría de ellos de oro a lo que ella le dedica una mirada de asco.

Ezra los fulmina con la mirada.

—¡No lo interrumpáis!—grita desesperado Iván—Qué quizá nos rompa otra puerta—añade con amargura mirando al rubio, éste le sonríe de forma abierta.

—Para que nosotros podamos hacer nuestra parte es decir que se les arreste y procese como los delincuentes organizados que son, debemos averiguar qué está sucediendo en la organización. Podemos atrapar a traficantes de drogas o secuestradores de camiones, pero ellos simplemente encontrará nuevos, los peones siempre son prescindibles. Por eso fui escogido para esta misión, porque la mejor forma de destruir a la mafia es de dentro. Para ellos soy Sasha, la mano derecha del Boss, el consigliere—expresa con una sonrisa triunfadora—Llevaba cinco años ya con Dominik hasta que en este último año se enamoró perdidamente de Malak, creo que los Cuervo ya saben lo que es esa mujer. Un agente del FBI que trabaja encubierto como asociado de la mafia es un trabajo increíblemente peligroso, ahora imaginaos lo que es ser la mano derecha del Boss, es decir del jefe. Esta es la vida que llevo. Y me gustaría que pudieras ayudarme a terminar con la misión, a mantenerla a flote, Meredith…—añade cambiando su tono a uno mucho más serio.

—Princesa, yo de ti me lo pensaba, Adriano Caruso quiere tu cuello entre sus manos, aceptes o no este trato tienes altas probabilidades de palmarla—habla Igor serio a lo que Ezra afirma con una sonrisa complacido—Es más acompañar a este idiota y egocéntrico agente del FBI a la mansión de los Caruso te da un margen de vida mucho mayor que te llevemos a Italia nosotros sin más—añade mirándolo de reojo a lo que el rubio cambia su expresión a una mucho más hostil.

—Para ser tan enano tienes mucha rabia en ese cuerpo—le responde Ezra encarándolo.

—Lo suficientemente grande como para que me lamas los dos cojones rubita—habla Igor guiñándole un ojo, mientras secretamente busca ver las reacciones de apoyo por parte de sus hermanos, estos ríen a carcajadas.

—Somos los cuervo, no nos hace falta la altura para que el mundo conozca nuestra valía—habla orgulloso Daniel—Ahora comete este sándwich o me lo como yo—añade señalando con la mirada el bocadillo que habían hecho él y James para Meredith.

Meredith por primera vez en mucho tiempo no puede evitar dejar ir una sonrisa a modo de respuesta.

—Está bien, vamos allá…Vamos a hacernos pasar por Malak Kaiser—responde tomando aire para pasar una mano por su larga melena rubia.

Los Cuervo asienten complacidos.

—¿Puedo preguntar cual es vuestra ganancia aquí?—añade mirando a los Cuervo, ellos sonríen coordinados.

—¿Ves esta chaqueta?—pregunta John señalando el logo que había dibujado en la chaqueta de Iván, incluso en casa llevaba su chaqueta, tenía escrito Los Cuervo en letras mayúsculas blancas y era su símbolo de distinción dentro de las calles de Nueva York—Es el símbolo de lo más valioso que tenemos en esta vida…—añade orgulloso.

—¿El cuero…—James no pudo terminar la frase cuando Daniel con la ayuda de Igor aplastando sus pies con fuerza.

—¡Auch!—gimió disgustado el moreno.

—¡La familia imbécil!—afirma Igor—La p**a de Malak se llevó a Michael, así que tu eres nuestro pase vip a la venganza, princesa—afirma de nuevo haciendo recalque en el nuevo apodo que le había asignado.

—Eso y el dinero—asiente Justin con una sonrisa a lo que John le da una colleja al instante.

—Eso es lo que más nos importa—afirma Igor riendo con su hermano a pesar de la mirada fulminadora de John, el pelirrojo no quería reconocer que se había encariñado tan pronto con una desconocida.

—Acepto—hace una leve pausa midiendo sus palabras.

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