2

Como de costumbre, el bar más concurrido y al mismo tiempo más odiado del pueblo estaba lleno de borrachos. Algunos reían histéricamente, al borde de la locura, mientras que otros lloraban en los hombros de las camareras. El bar tenía la peculiaridad de hacer que aquellos que entraban, aunque solo fuera por un momento, olvidaran sus vidas fuera de él.

Entre los borrachos que lloraban en la barra, había uno que destacaba por la dolorosa expresión en sus ojos. Con la barba crecida y sed de vodka insaciable, el hombre observaba fijamente el vaso y luego la botella, en un ciclo interminable. Estaba fascinado por ellos, como un artista admirando su obra o un padre mirando a su hijo.

Las lágrimas empezaron a resbalar por su rostro, empapando primero sus mejillas y luego su barba. La camarera, ya no tan joven, lo miraba sacudiendo tristemente la cabeza. Parecía que aquel hombre nunca recuperaría el rumbo de su vida. Había dejado de ser el niño mimado de las familias adineradas del pueblo para convertirse en un borracho con el alma destrozada por un error del pasado.

La mujer de mediana edad, con rizos negros y piel oscura, negó de nuevo, esta vez con enfado.

—¡Hunter!—, gritó la mujer.

Hunter levantó la mirada molesto hacia ella.

—Delilah…—, murmuró él, molesto por la forma en que su amiga lo trataba.

—¿Por qué te haces esto? ¡Dime! ¿Es más fácil quedarte ahí sentado compadeciéndote de ti mismo?—, exigió ella. Luego, ante la atenta mirada del dueño del bar, ella sonrió fingidamente mientras servía unas cervezas a un par de borrachos que no dudaron en soltar algunos comentarios irrespetuosos. La mujer los ignoró con asco y regresó junto a Hunter.

Él sonrió sin ganas.

—Delilah, ¿alguna vez te has enamorado de verdad, de verdad de la buena?—, preguntó ignorando que los borrachos seguían tratando de humillar a su amiga y que la situación iba en aumento.

—Negrata, ven a chupármela—, gritó uno de ellos mientras levantaba las manos para llamar la atención de la mujer, al ver que habían sido ignorados.

Hunter trató de calmarse mientras clavaba la mirada en su amiga.

—No te culpes por no haberlo sabido en su momento. Eras joven, ella era joven… Hunter, deja que el pasado quede en el pasado—, dijo la mujer mirándolo con nostalgia, recordando su gran amor del pasado. Pero sabía que él no se arrepentía, a diferencia de ella. —¡No me hagáis llamar a la policía!—, añadió rápidamente, cuando uno de los borrachos intentó subirse a la barra para tocarla. Hunter soltó una risa cansada. Parecía que los problemas siempre lo encontraban a él.

—¿De qué… qué te ríes?—, preguntó el amigo del borracho, que aún estaba sentado junto a Hunter, molesto por su actitud.

Nadie se había atrevido a humillarlos, Delilah era solo una más en la lista. 

Los sobrinos del dueño del bar habían abusado de todas las camareras y ella no sería la excepción. Pero Hunter sabía que debía controlarse, ya que su carácter explosivo podría terminar en problemas.

—Tranquilízate, Hunter. Estos hombres se irán. Estoy bien—, declaró Delilah mientras miraba al joven, consciente de que él sería capaz de hacerles daño si se dejaba llevar por su temperamento.

—De vosotros—, pronunció Hunter finalmente, dejando su copa sobre la mesa y saltando detrás de la barra, ignorando la advertencia de su amiga.

Los borrachos rieron al unísono.

—El hijo de los Lambros cree que puede golpearnos…—, dijo uno de ellos, mirando a su compañero con complicidad.

—Corrección. El hijo de los Lambros va a golpearlos—, respondió Hunter con sarcasmo antes de lanzarse sobre ellos.

Hunter se lanzó sobre los borrachos con una determinación feroz. Sus puños se movían rápidamente, golpeando a sus oponentes con una destreza que dejaba claro que no era la primera vez que se encontraba en una pelea. Los golpes resonaban en el aire mientras los hombres intentaban defenderse, pero eran superados por la fuerza y la ira que Hunter canalizaba.

Delilah observaba la escena con preocupación. Sabía que Hunter era capaz de causar estragos cuando se enfurecía, y aunque parte de ella admiraba su valentía, temía que la situación se saliera de control. Decidió intervenir antes de que las cosas empeoraran y se acercó a los hombres en medio de la pelea.

—¡Deténganse!—, exclamó Delilah con voz firme, tratando de hacerse escuchar por encima del caos. —¡Ya es suficiente!

Los hombres se apartaron brevemente, sorprendidos por la intervención de Delilah. Hunter aprovechó el momento de respiro y se alejó, respirando agitadamente. Miró a Delilah con gratitud mezclada con frustración.

—Lo siento, Delilah. No pude contenerme—, dijo Hunter, aún lleno de rabia contenida.

Ella le sonrió comprensiva, poniendo una mano reconfortante en su hombro. 

—Lo entiendo, Hunter. Pero no podemos solucionar las cosas a través de la violencia. Tenemos que encontrar otra manera.

Hunter asintió, sintiendo una mezcla de admiración y admiración por la fortaleza de Delilah. Sabía que ella tenía razón, pero también luchaba contra sus propios demonios internos. Era difícil dejar atrás el pasado y los errores que lo habían llevado a ese estado de desesperación.

Mientras se calmaban, Delilah les pidió a los hombres que se retiraran y abandonaran el bar. Con renuencia, pero conscientes de que no tenían oportunidad contra la furia de Hunter, los borrachos obedecieron y salieron del establecimiento.

Hunter y Delilah se encontraron solos en el bar, rodeados por el silencio y el desorden causado por la pelea. Se miraron el uno al otro, sabiendo que había mucho por discutir y resolver.

—Tenemos que hablar, Hunter—, dijo Delilah seriamente. —No puedes seguir viviendo así. Necesitas encontrar una salida, una forma de enfrentar tus demonios y dejar atrás el pasado—.

Hunter suspiró, sintiendo la carga de su dolor y sus errores. —Lo sé, Delilah. Pero es tan difícil. Siento que estoy atrapado en un ciclo interminable de autodestrucción—.

Ella se acercó y tomó su mano, transmitiéndole calma y apoyo. —No estás solo en esto, Hunter. Estoy aquí para ayudarte, pero también necesitas encontrar la fuerza dentro de ti. No puedes permitir que tus errores te definan—.

Hunter asintió, sintiendo un resquicio de esperanza en medio de la oscuridad. Sabía que el camino hacia la recuperación sería largo y difícil, pero también sabía que no podía rendirse. Tenía que luchar por su propia redención y encontrar la forma de reconstruir su vida.

Juntos, Hunter y Delilah se dirigieron hacia el convento donde trabajaba la joven monja, Melanie. A medida que caminaban por las calles tranquilas del pueblo, Hunter reflexionaba sobre la extraña conexión que había sentido con Melanie desde el momento en que sus ojos se encontraron.

Al llegar al convento, fueron recibidos por la joven, quien los recibió con una sonrisa amable y los condujo a una pequeña sala de estar. Se sentaron en los cómodos sillones mientras Delilah explicaba la situación y cómo Melanie había sido clave para salvar la vida de Hunter.

Melanie escuchaba atentamente, su rostro sereno y compasivo. Aunque era joven, irradiaba una sabiduría y una calma que impresionaba a Hunter. Estaba agradecido de tenerla como aliada en su búsqueda de redención.

—Lo siento por todo el alboroto que hemos causado, Melanie—, dijo Hunter, sintiendo la necesidad de disculparse. —No soy alguien que merezca la atención y la ayuda de personas como tú.

Melanie le sostuvo la mirada, sus ojos llenos de comprensión.

 —Todos merecemos una oportunidad de enmendar nuestros errores, Hunter. Todos cometemos errores en la vida, pero lo importante es cómo elegimos enfrentarlos y aprender de ellos. No salir corriendo.

Melanie era consciente de cómo Hunter había roto a su prima.

Hunter asintió lentamente, asimilando las palabras de Melanie. 

Sabía que tenía que tomar responsabilidad por sus acciones y encontrar una forma de dejar atrás su pasado autodestructivo.

—¿Qué me sugieres, Melanie?— preguntó Hunter con humildad. —¿Cómo puedo encontrar esa fuerza para cambiar?

La joven monja se tomó un momento antes de responder, reflexionando sobre las palabras adecuadas. 

—Creo que es importante que encuentres un propósito, algo que te inspire y te ayude a reconstruir tu vida. Tal vez pedir perdón te iría bien, a aquellas personas que lastimaste. Todos hacemos daño al resto constantemente pero no todos nos disculpamos.

—¿Eso es qué aún hay esperanza?—preguntó Hunter. —Hay esperanza para un ser como yo…

Melanie sonrió.

—No será fácil, lastimaste a una persona inocente, y tus actos dañaron su alma de aquella manera en que nada ni nadie puede volver a reparar, pero…Eso no implica que debas convertirte en una bestia que se lame las heridas.

Hunter se sintió renovado por las palabras de Melanie y la determinación de seguir adelante. Sabía que el camino sería desafiante, pero ahora tenía un propósito y un apoyo invaluable en Delilah y Melanie.

—Gracias, Melanie—, dijo Hunter sinceramente. —No puedo expresar lo agradecido que estoy por tu compasión y apoyo.

Ella asintió suavemente. 

—Estoy aquí para ayudar a aquellos que buscan paz y encuentran el coraje para cambiar. No estoy aquí para lamerte las heridas, Hunter. Se que tus errores te pesan y deberían hacerlo, no has sido alguien bueno.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo