Capítulo Dos

—No puedo creer que llamarás aburrida y amargada a tu madre Dafne. ¿En que estabas pensando?

–cuestiona Alexander

—No sé, estaba molesta, no me dejó salir con Nelly y Aída.

—Eso no justifica tu reacción, ella sólo quiere lo mejor para ti. Es tu mamá y eso es normal.

—Quisiera que ella comprendiera más lo que necesito. 

—¿Y según tú que es eso?

—Quiero un poco más de libertad. Quiero salir a fiestas, no sé sólo salir.

—Puedes salir conmigo si quieres. 

–sugiere

—Deberías pasar por mi casa más seguido, mi madre te adora y quizás nos deje salir.

—¿Cuándo podré hablar con ella sobre...nosotros?

Vuelvo a sentir esa incomodidad como siempre que hablamos del tema. 

—No lo sé Alexander, hay que ver... en realidad no estoy lista para tener novio.

—Pero si llevamos casi dos años así. ¿Qué tiene de diferente? Paseamos, tenemos citas, nos besamos, hacemos el amor Dafne. ¿Por qué esperar? 

—Quedamos en esto desde el principio, fue tu idea. ¿Lo olvidaste? "Nada serio Dafne, sólo amigos con derecho a..." ¿Recuerdas?

—He cambiado de opinión. –asegura con postura sería. 

—Pues yo no, no estoy lista para eso Alexander.

—¿Hay alguien más?

Río amargamente por su irónica pregunta tonta.

—¿Por qué crees que hay alguien? No conozco o socializo con otro chico a parte de ti e Israel. No hay nadie, sólo no quiero hacer las cosas serias y esas cosas formales.

—¿No soy lo suficiente para ti?

—De hecho, eres más de lo que merezco. Entiende Alexander, no estoy lista. Soy inmadura, alocada, despistada, desordenada, loca, extraña, grosera, explosiva, celosa, y un montón de defectos más. Soy todo lo contrario a ti, mereces a alguien a quién le gusten las cosas que a ti. 

—Tenemos gustos similares Dafne.

—No es verdad, tú prefieres la música clásica y yo el rock, prefieres leer un libro antes que salir a una fiesta, y yo no, no te gusta el cine y a mi si, tú prefieres la comida orgánica y esas cosas y yo...pues no. Tal vez suene a pretexto tonto pero no es así, Alexander. 

—Tienes razón, suena a pretextos tontos. 

Alexander sale de su habitación bastante enojado, no puede culparme de querer continuar asi cuando él puso las reglas de "lo nuestro" no es que no me guste, en realidad me gusta mucho, pero no tanto como para formalizar una relación que para empezar inició como algo meramente sexual.

Bajo hasta la sala en dónde lo veo mirar por la ventana. Siempre que hablamos sobre el tema se pone igual que hoy.

—Alexander. –lo llamo.

Él me mira y vuelve su atención a la ventana.

—No quiero tener esa charla de nuevo Dafne, seria una pérdida de tiempo.

—Alexander por favor, no hagas esto difícil, vamos arriba ¿Quieres?

Él niega con la cabeza.

—Tengo que hacer unas cosas, si quieres puedes quedarte aquí cuanto desees.

Alexander toma su chaqueta y sus llaves y sale de la casa. 

Sólo el sonido de la puerta cerrarse se escucha. Siento de nuevo ese vacío. Ya no sé que hacer.

***

JARED 

—Y entonces yo le pedí que lo hiciera más rápido y fue una locura, en cinco segundos estaba muerto, literal.

Una hora escuchando a esta chica que según Gabriel era la indicada para salir a comer. No ha hecho más que hablar de su ex y decir que todo es literal cuando literalmente no lo es. 

—Oye, no te ofendas pero, creo que esto no va a funcionar, claramente aun no olvidas a tu ex. –señalo lo que es obvio. 

—No, esta bien, digo no eres como él pero estas pasable, no eres igual de joven ni tan romántico ni...

—Sabes que, sólo... me iré y haré de cuenta que tú y yo nunca nos vimos.

Dejo un par de billetes sobre la mesa y me levanto de la silla. No sé como sentirme al respecto, en verdad me siento tonto.

—Oye espera. –escucho que ella grita.

Pero la ignoro, no sé en que momento acepté esta locura. 

Camino a paso veloz por las calles y ni siquiera me doy cuenta de que prácticamente soy atropellado por una bicicleta.

Por fortuna no paso del suelo.

—¡Santa m****a! ¿Cómo se te ocurre cruzar la calle asi? –cuestiona ella entre enojada y asustada.

Me ayuda a levantarme como si no pudiera hacerlo solo. Me sacudo el saco y reviso la palma de mi mano, hay un raspon en ella.

—Un lo siento no hace daño. –le informo y ella ríe. 

—¿Disculpa? Yo iba por el camino correcto, tú cruzaste sin siquiera fijarte, obviamente la culpa es tuya.

La miro por primera vez en lo poco que llevo aquí, piel morena clara, cabellos castaños y raramente ojos verdes. Es bonita pero sé ve que está tocada. 

—¿Qué me ves? –pregunta y lo confirmo. 

—Nada. –suspiro cansado–. Parece que hoy no es mi día, me he topado con muchas locas hoy.

—¿Me llamaste loca? –cuestiona.

—No, o sea no es por ti, yo en realidad...

Ella empieza a reír fuerte y me asusta.

—Relájate hombre, no pasa nada, ¿Estás bien? 

—Si, no fue gran cosa. –aseguro.

—En ese caso me voy.

Ella sube a su bicicleta y pedalea perdiendose entre los carros, definitivamente hoy no es mi día.

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