Capítulo 8

La noche pasa muy rápido y debido a los medicamentos he dormido plácidamente, apenas sintiendo algunas ligeras molestias. El doctor me explica todos los cuidados que debo de tener con las heridas y puedo ver como algunos policías están esperándome para levantar una denuncia, lo que no saben es que no lo haré, no puedo hacer eso.

Lucía me lleva en una silla de ruedas hasta su auto, subo con cuidado e iniciamos el viaje hasta mi departamento. Me ha convencido de que se quedará conmigo por lo menos un par de noches y he decidido vender el lugar e irme a otra parte donde mi padre no pueda encontrarme.

En un par de minutos llegamos. Lucía me explica de forma apenada que se tomó la libertad de acomodar algunas cosas antes de que yo llegara, fue muy dulce de su parte, ahora el lugar luce más ordenado.

—Voy a bañarme y cambiarme— le anunció y desaparezco a pequeños pasos del lugar.

El baño debe ser con agua tibia debido a las heridas, así que la preparo previamente. No puedo evitar que mi mente vague y piense en mi trabajo, espero que el señor Rodrigo tenga consideración y me perdone estas faltas, por otro lado tengo a Bruno y su insistente carácter extraño, que no ha podido salir de mi cabeza. Realmente me ha encantado pero por Dios, ¿a quién no le encanta ese hombre?

Trato de silenciar mi mente por lo menos un momento y no pensar en lo que haré, en lo que puede ser y en lo que no va a ser… Salgo de la ducha y seco mi cuerpo con una toalla que está en la estantería.

Llevo 20 min fuera de la ducha he seleccionado la ropa y trato de colocarlo pero el dolor no me lo permite, así que no pienso seguir perdiendo el tiempo y llamo a mi amiga.

—¡Lucía, ven! —mi amiga llega con un bocado de sándwich en la boca

—¿Qué pasa? —y escupe pedazos al hablar

—Ayúdame a abrochar esto por favor —lo hace sin problemas —. Gracias.

Continúo vistiéndome con cuidado y sin poder evitar algunos movimientos que terminan por hacerme gruñir varias veces. Es cuando recibo un mensaje de un número desconocido:

Señorita Carballo, quería corroborar si estaba usted bien.

Marcelo.

Me siento desilusionada porque por un momento, creí que era Bruno, o eso era lo que realmente yo quería. Habló sobre llamarlo si lo necesitaba pero nunca me dejó su número. Pero por un lado lo veo bastante bien, ya que tenerlo sería una tentación teniendo en cuenta lo mucho que he estado pensando en él desde que se fue de mi cuarto de hospital, niego varias veces y tecleo una respuesta simple.

Estoy bien. Gracias.

Voy hacia la cocina y es cuando veo como mi amiga prepara varios sándwiches así que me dedico a sentarme en el sofá, estoy por cerrar los ojos cuando llega a mi mente la deuda del hospital, no lo he pagado

—¡Mierda! — me pongo de pie tan rápido como puedo y dirijo a la cocina en busca de Lucía.

—Lucía ¿cuándo te pasaran la factura del hospital? —ella sube los hombros sin contestar nada y mete un pedazo de tomate a su boca, sé que me está mintiendo—. ¿Lucía?, estas mintiéndome lo sé.

Me mira con los ojos abiertos y señala hacia la mesa del recibidor, están las indicaciones del doctor, pastillas, inyecciones y la factura... con el sello de pagado, busco los datos de quien saldo la cuenta y encuentro: Bruno Dihmes... Mi amiga me mira con los ojos abiertos y sigue comiendo el sándwich.

—¿Por qué?, Lucía... —ella me mira negando y encogiéndose de hombros. No puede ser, esto me molesta bastante, no quiero… no es necesario que… m****a, voy hacía mi habitación tomo el móvil y tecleo el número de Marcelo, timbra dos veces antes de contestar.

-—¿Vanessa?, ¿estás bien? —no puedo negar que esa respuesta me tomo por sorpresa, pero trago saliva y trato de recomponerme.

—Pues claro que no estoy bien, ¿por qué rayos Bruno pagó mi factura del hospital? Dile que le devolveré ese dinero así me quede sin un centavo —escucho un suspiro.

—Vanessa él puede pagarlo, deja que lo haga, te está ayudando— pero mira que mono.

—Claro que no, no quiero su ayuda, ni su dinero... —me interrumpe su voz

—Deja de ser tan orgullosa y permite que te ayuden, se preocupa por ti y tu no entiendes —la furia invade mi cuerpo

—Pues claro que no lo entiendo, ¿Por qué hacen esto?, ¿Por qué evite que se matara la noche del bar?, dejen eso ya en el pasado —se queda en silencio y después suspira.

—Vanessa eres demasiado obstinada y te diré algo, tu no entiendes nada, deja ya el pago del hospital a un lado, déjalo sentir que te ayudó en algo —me quedo sin palabras al escucharlo, no sé que más decir, así que solo termino la llamada. Al cabo de unos segundos Marcelo llama otra vez pero no contesto. Estoy muy confundida.

●●●●●

He convencido a Lucía que estoy bien, que puedo caminar y que necesito ir a mi trabajo a disculparme con mi jefe, tardo un rato en hacerla entender pero no tiene mucha opción, ella también tiene cosas por hacer, así que inicio mi camino hacia la cafetería.

Uso unos grandes lentes de sol y un excelente maquillaje que mi amiga logró hacer para ocultar las marcas que dejo mi padre, espero ayude, espero que no me haya quedado desempleada o eso será la cereza del pastel y ahora si que estaré en ruinas.

Abro la puerta del lugar y no puedo negar que me siento algo nerviosa, alzo la mirada y me encuentro con mis compañeros, me saludan como si nada hubiera pasado, no saben cuanto lo aprecio. Llego a la oficina de mi jefe y llamo dos veces antes de recibir la indicación de entrada.

—Rodrigo— mi jefe se porta demasiado bien, apenas me he podido disculpar por las ausencias y él explica que sabe lo sucedió, eso me hace sentir algo incómoda, pero le agradezco que me ha tramitado una incapacidad de 1 semana. La verdad es que no me agrada no venir a trabajar, es mi única distracción, pero estoy obligada a tomarla por indicaciones del médico que me atendió.

Al cabo de unos minutos, voy caminando de nuevo a casa, tengo la papeleta de incapacidad y trato de absorber la mayor cantidad de sol posible antes de volver a mi lugar. No quiero ir a casa, no quiero volver a estar aprisionada y solo quiero sentirme bien de nuevo… quiero volver a ser yo y dejar la situación de mi pare atrás. Para eso tengo que buscar algún lugar cercano a mi trabajo donde vivir, la ventaja es que es ligeramente céntrico así que no lo pienso más y tomo otro camino.

Durante el tiempo que estuve en el café hoy uno de mis compañeros me habló sobre algunos nuevos departamentos por estos rumbos, así que voy en busca de ellos, espero sean económicos, sin embargo antes tengo que recorrer esa característica zona de Madrid donde hay algunos de los mejores y más costosos restaurantes. De vez en cuando vengo a dar una vuelta y llenarme del delicioso aroma que sale por esas puertas.

Miro discretamente hacia el interior de uno y todo se ve pulcro, huele a pan recién horneado y mis papilas gustativas se activan de inmediato hasta que noto que alguien saldrá así que me alejo y continúo caminando, hasta que escucho su voz, no puede ser él…

—Te lo digo Sandra, es enserio —me giro instintivamente y ahí está Bruno usando un pantalón de vestir gris y camisola negra, de su brazo una rubia mujer de un metro ochenta, ojos verdes, belleza envidiable y delgada como una espiga.

La mujer responde a su comentario con una amplia sonrisa y le besa los labios, mis piernas no reaccionan, no puedo creer lo que estoy viendo… bueno claro que lo puedo creer es un mentiroso y un… idiota. Por un momento me quedo estática, Bruno se gira y a pesar de que llevo lentes oscuros nuestras miradas se cruzan. Doy media vuelta y continúo caminando un poco aturdida por la escena.

—¿Vanessa? —le hago la parada a un taxi y de inmediato se detiene para mi suerte. De nuevo huyendo en taxis Vanessa.

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