Capítulo 2

Despierto completamente molida, los pies me duelen muchísimo. Doy un suspiro y trato de tomar con calma la situación, esto de salir de fiesta no fue tan buena idea, o bueno, eso siempre se piensa al día siguiente con la resaca. Me pongo de pie y voy directo a prepararme un café con leche. Coloco la cafetera y esta comienza a colar y desprende un delicioso aroma.

Camino hacia la ventana de la sala de estar y me doy cuenta de que hoy hace un día nublado, el cielo se cubre totalmente de gris. Tomo una manta cercana al sofá y me cubro con ella. Es cuando me permito recordar lo sucedido anoche y  al idiota… bueno, los dos idiotas con los que me he topado. Debí haberme tomado una foto con él, Lucía no me creerá a quien he salvado.

Suelto una carcajada y me pongo de pie para servirme un poco de café. Luego un poco de crema y está listo. Como si la hubiera invocado mi celular suena.

—Hola— de inmediato comienza a contarme lo sucedido anoche y como creí… se ha enamorado de nuevo.

—Lucía creo que deberías tomártelo con calma, Lucas aún está muy reciente y…—como siempre, mi amgia responde con evasivas. Sé perfecto que aún sigue viéndose con Lucas, no comprendo porque tiene que involucrarse con más chicos.

—Bueno yo si tengo algo interesante que decirte— después de haberle contado todo con lujo de detalle se queda en silencio dejándome un poco preocupada—. ¿Luci?

Miro la pantalla y sé que aun estamos hablando pero ella no contesta.

—¿Estás jugando conmigo Vanessa Carballo?— dice de mala gana

—Claro que no, ¿para qué querría engañarte?— le escupo—. Además me arrepiento de haberlo ayudado, el tipo que fue a rescatarlo me tendió un fajo de billetes.

El grito de Lucía me revienta el tímpano.

—Claro que no los acepte— y sus reproches no tardaron en llegar.

—¡Vanessa es obvio que eso te lo dio para que no le dijeras nada a la prensa!— la verdad es que no había pensado para nada en eso.

—Bueno se puede quedar tranquilo, puesto que no tengo evidencia alguna de lo sucedido y además si la tuviera no haría nada— sus reproches siguen por unos cuantos minutos más, pero al cabo de un tiempo consigo terminar la llamada, para darle paso a mi flamante día de descanso.

He limpiado, me he relajado, he hecho la lista de víveres y ahora me dispongo a ir a hacer las compras de la semana. Voy directo al supermercado más cercano a casa. El día está precioso para ir caminando y aspirar esa humedad que cala y el aire se siente inexplicablemente más fresco.

Voy perdida en mis pensamientos cruzando la calle cuando escucho el ronroneo de un auto. Disimuladamente vuelvo la mirada hacia atrás y veo un lujoso auto negro a velocidad muy baja y casi pisándome los talones. Mi cuerpo se tensa y apresuro mi paso.

—Señorita —escucho pero sigo caminando un tanto asustada y rogando porque no sea a mí a quien llaman—. Señorita Carballo.

Me detengo en seco y miro hacia el auto, es el hombre que rescató al borracho de anoche solo que, ahora se ve fenomenal. Su tez es morena, de ojos negros y mirada fuerte, usa un traje impecable.

—¿Ahora me sigue a casa?— su mirada se endurece y eso hace que me estremezca.

—Tengo asuntos pendientes con usted, entre al auto— estoy paralizada, puedo notar que tiene el mismo acento que el futbolista de anoche.

—Si su preocupación es que si lo haré o no público, no se preocupe señor, no lo haré, ahora si me permite— trato de seguir mi camino cuando escucho un portazo y a él caminando hacia mí. No me había equivocado, era un gigante.

—Entre al auto— ordena y no tengo más remedio que entrar, no estoy tan zafada como para luchar con ese hombre.

—Está bien— le digo levantando las manos. Abre la puerta del elegante auto y subo.

Los asientos son de cuero, puedo oler el dinero que cuesta. Pronto se une a mí adentrándose en el asiento del piloto y por un momento siento demasiado miedo, ni siquiera puedo levantar la mirada.

—Jamás creí que eras una prostituta, te aclaro —su voz es grave, elegante y el acento extraño la hace sofisticada—. Y número dos, no tenías por qué haberme golpeado.

Puedo sentir su mirada fija en mí, trato de llenar mis pulmones de aire antes de contestar pero él termina hablando.

—Podría demandarte— sus palabras hacen que mis ojos se abran como platos, no puedo ocultar mi nerviosismo, niego varias veces asustada. No tengo nada, a penas y puedo mantenerme con algunas obras que he vendido y mi miserable paga para la comida, servicios y este idiota me quiere demandar. Por mi sangre corría coraje y miedo.

—Pero no lo haré, solo que tú tienes que jurar que lo que pasó a noche, nadie se va a enterar, más específicamente, no vas a hablar con ningún medio de comunicación, ¿entendido? —Asiento varias veces mirándolo fijamente, es muy atemorizante—. Necesito escucharlo de ti.

—No hablaré con nadie sobre lo de anoche— su postura cambia y ahora toma el volante con su enorme mano morena. Puedo ver un lujoso reloj brillando en su muñeca. ¿Qué todo lo que usa este tipo tiene que costar tanto?

—¿A qué supermercado te dirigías? — me pregunta con naturalidad. Sus cambios de humor son… extraños.

—A… la siguiente calle, pero puedo…— y el auto se echa a andar—. O… puedes llevarme, gracias.

Visualizo en su rostro una pequeña sonrisa y yo fijo la mirada hacia la ventana. Agradezco que el supermercado esté cerca, pues un minuto más cerca de este tipo terminara por encresparme el cabello. Cuando apenas el auto se ha detenido,  abro la puerta de inmediato y casi salto a la acera.

—Gracias por el aventón— digo en tono de sarcasmo y él sonríe.

—Mira, no quisiste aceptar el dinero anoche, ahora te ofrezco mi ayuda, lo que necesites llámame, solo guarda ese secreto—dice entregándome una tarjeta. Asiento y la tomo de inmediato para después guardarla en mi monedero y cerrar con cuidado la puerta del lujoso auto negro. Y tratar de volver a mis asuntos en el mercado. Este hombre si que es extraño.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo