TREINTA Y TRES

A I L E E N

—Coge a tu madre—su voz suena autoritaria.

Yo solo puedo observar como la sangre va manchando su polo de marca. Ya no queda rastro del Jax Hoffman que había aparecido como un ángel de la guarda. No podía evitar sentir miedo y preocupación por su estado.

—Jax, déjalo por favor—supliqué.

—¿No ves que ellos no van a dejarnos?—pregunta señalando con la mirada a la banda de Levy.

—No pareces muy lista—respondió con burla Levy encogiéndose de hombros.

La verdad es que razón no le faltaba, no parecía muy lista porque definitivamente no lo era. No, si hubiera sido inteligente no habría ido a por mi madre, la misma que había hecho tratos conmigo como si fuese un mero objeto con el cual comerciar, soy jodidamente estúpida y lo admito. Mis sentimientos están tan nublados que ya no se si siento

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