CINCO

A I L E E N

Ese extraño momento en que crees que nada puede ir a peor pero la vida te enseña que no, que cuando todo va mal, siempre puede ir a peor y entonces entiendes que tal vez lo que te pasaba antes comparado con lo nuevo es incluso algo positivo. Odio sentirme así, pensar así, porque sencillamente yo no soy así. Lo único que puedo decir es que en este punto el optimismo se ha vuelto una careta que no puedo adquirir por mucha fuerza de voluntad que ponga.

Mis sentimientos fluctúan entre tener unas ganas muy fuertes de abrazarme a mi misma o y de patearme el culo, no hay punto medio. Aunque ahora sentía que era más lo primero que lo segundo, suficientes golpes he recibido hasta aquí. He sido tan estúpidamente inútil, tal vez rozando lo patética, con mi escena de culebrón que mi móvil se ha caído en la trayectoria, y ahora, después de haber tropezado con una rama a kilómetros de distancia de mi casa, sin ningún modo de contactar a Malena siento que debería haber echo caso a mi primer instinto, no haber venido, haberme callado, sabía que sería un sin sentido. ¿Qué demonios esperaba? ¿Qué me recibiera con los brazos abiertos? Lo que de verdad me sorprendía es que me hubiese reconocido. Bueno, a pecas. Ese había sido el apodo que había usado conmigo ese maldito estúpido.

Somos dos extraños al fin y al cabo. Él es una super estrella. Yo una simple adolescente con muchas deudas, un gato gordo que deja preñadas las gatas del vecindario y una madre que es alérgica a ese mismo gato y con grandes problemas de autoestima, tacañería y miedo al abandono. Intento limpiarme las lagrimas pero pensar en mi madre y en bigotitos hace que de algún modo mi tristeza se multiplique. Me siento perdida y estoy perdida literalmente. Ni siquiera entiendo como he llegado a este punto. Ni siquiera recuerdo nada de esa m*****a noche pero esa noche parece no querer abandonarme, me llevo la mano a la barriga casi de forma instintiva.

Las lagrimas de nuevo invaden mi rostro y esta vez las dejo libres haciendo que algún que otro sollozo de lo más profundo de mi corazón salga también. La m*****a pierna no dejaba de doler, el frío de la noche comenzaba a azotar y mi sudadera azul de repente parece demasiado fina. Entonces noto los ojos de alguien clavados en mi nuca dejo de llorar al instante.

—¿Cómo es que no te han encontrado si estás coja?—pregunta con diversión.

Provocando que me voltee para encararlo con rabia, encontrándome con ese flequillo rubio haciendo que mi humor cambie de forma drástica.

—No es de tu inconveniencia. Déjame en paz—respondo con rabia para volver a darle la espalda.

—Eso intento pero eres tu la que parece no querer dejarme en paz—me responde, su voz suena demasiado seria como para que estuviese mintiendo, me pregunto si a parte de la banda se plantea entrar a Hollywood.

—¡Suéltame! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Un violador!—grito yo golpeándolo con toda la fuerza en su pecho. Pronto suelto un estornudo muy a mi pesar. Creo haberme resfriado, otra más a la lista. Eso junto a una rama pareció alterar su equilibrio dado que poco después caemos torpemente al agua.

El agua tenía una textura y un color poco agradable aún así no puedo evitar soltar una carcajada al ver que era la misma rama con la que yo había tropezado. Él acaba riendo también y yo no puedo evitar pensar en que inevitablemente el ambiente se había vuelto mágico.

—¿De qué nos reímos?—preguntó él finalmente como si no supiera realmente porque se había reído.

—Te has tropezado con la misma rama que yo—confieso mientras me rio de nuevo, sin querer se me escapa un gemido de cerdo, como siempre pasaba cuando me descontrolaba, Malena me llama por algo su cochina favorita. Eso hace que esta vez él sea el único que se ríe, incluso su risa era atractiva.

No dudo en tirarle un poco de agua para que a ver si esa oleosa y contaminada agua estropeara su cutis o yo que sé, que se vengara por mi de él.

—¿Sabes que es agua contaminada de la ciudad?—pregunta él mirando el agua con asco.

—¿Sabes qué no siento una pierna?—me sincero, a penas podía mantenerme de pie pero eso no significaba que la sintiera al menos de forma total.

—Justo como yo con mis pelotas.

Ni siquiera me deja responder a eso, él me toma como si en lugar de mis kilos pesara muy poco, me levanta tomándome por la cintura y me maldigo a mi misma por sentir sus manos ardiendo pero no del asco y me deja finalmente en la orilla, aunque en el fondo hubiese preferido que…Ya ni yo lo sé, sinceramente, creo que he empezado a delirar… Finalmente sale él. Me carga de nuevo pero esta vez a su espalda.

—¿A donde me llevas?—pregunto. Ni siquiera sabría ser capaz de deciros la razón de la pregunta.

—A casa—responde él como si de verdad él y yo tuviéramos un mismo hogar. Por un momento incluso parece real, como si sus palabras tuvieran algún peso, algún apoyo en realidad. 

No puedo evitar que mis parpados empiecen a pesar tanto que acabo cerrándolos como si de algún modo en su cuerpo, el mío hubiese encontrado refugio.

(***)

Las teclas insistentes, las hojas pasar de una libreta y el sonido de una guitarra hace que mis ojos se abran de par en par. Me levanto en un sofá, duro y azul de terciopelo, mi espalda me duele, igual que mis pies. No es que fuera precisamente ancho ni espacioso. Aún así se por la olor que hay en todo el espacio que me encuentro cerca de Sawyer Reed.

No puedo evitar fijarme en la decoración de la habitación, no había ni un sitio donde respirar por la cantidad de discos, instrumentos, libretas, el sofá del demonio y el ordenador de última gama.

—Buenos días, pecas—responde la última persona con la que desearía toparme, al menos estaba dándome la espalda mientras sigue tecleando cosas seguramente inútiles en su portátil.

Un hombre entra en medio de la habitación, no puedo evitar observar el gran parecido que guardaba con Sawyer, mismos ojos, mismo pelo, excepto los labios. Los de ese hombre eran mucho menos carnosos. Un momento...¿Me he fijado tanto en sus labios como para poder compararlos?

—¡No!—gritó él con furia mirándome para finalizar mirando a su hijo de la misma manera—¡Ha dormido aquí!—añadió desesperado—Ni siquiera has sido capaz de llevarla a una cama.

—¿Cómo demonios has entrado?—en la voz de Sawyer se aprecia la desesperación y la confusión.

—¡Soy tu padre!—exclamó—Además tu abuela, me ha hecho copia de las llaves ayer después de nuestro pequeño incidente de noche—hace una pausa llevándose una mano a las sienes y yo no puedo evitar atar cabos, era obvio que habían tenido que intervenir terceros para que Sawyer decidiera ir a buscarme, ese animal no haría nada porque carece de algo como humanidad, su nivel de cinismo es tan grandioso que ya ha olvidado ese concepto—Volviendo al tema, hijo de put-

—¡Papá!—gritó Sawyer.

—¿Te molesta que te llame hijo de p**a?—preguntó Alan Reed con actitud burlona, me mira para hacer una pausa de mala manera—¿Cómo se le llama al tipo de hombres que embarazan a una mujer y la dejan tiradas?—añade usando un tono infantil para mirar a su hijo—Dime…¿Cómo se llaman?

—Pa-

—No, se les llama hijos de puta—lo interrumpe con firmeza, pasándose poco después la mano por su pelo un poco más largo que el de su hijo.

—No intentes justificarlo, me llamas hijo de p**a siempre—responde Sawyer serio.

—No—negó con contundencia—Solo cuando cometes bajezas. Al cesar lo que es del cesar—añadió encogiéndose de hombros para luego cambiar de nuevo su expresión a una mucho más hostil—¡No me lo puedo creer mamá, he criado a un hijo de p**a!—añadió hablando con alguien más.

Una señora mucho más mayor que Alan, con el pelo blanco totalmente, aparece en medio de la habitación estudio haciendo que Sawyer mire la escena desesperado.

—Ma-

La señora ni siquiera lo mira, niega con fuerza en desaprobación, pero para sorpresa de todos es al señor Reed al que acude, de inmediato lo estira de una oreja.

—¡Y ese vocabulario muchacho!—exigió la mayor con fuerza.

—¡Lo siento, no volverá a pasar!—respondió en un grito casi el señor Reed con miedo.

—Eso me parecía—añadió soltándolo para tomar la de Sawyer.

—Dime, niña. ¿Qué ha sucedido?—preguntó ella seria ahora mirándome como si esperara un mínimo quejido por mi parte para tomar la otra oreja de su nieto.

—Nada—afirmamos Sawyer y yo con fuerza, sabía que no me gustaría estar en la piel de Sawyer en esos momentos.

—¿Nada?—pregunta ella confundida mirando a su hijo, quien está en el marco de la puerta de la habitación mirando perplejo la escena. Finalmente deja ir la oreja de Sawyer dejándola más roja que el culo de un babuino.

—¿Nada?—repite el padre de Sawyer confundido.

—Nada—volvemos a afirmar con fuerza ambos para mirarnos poco después serios.

—¿Y esto qué es?—pregunta la abuela mostrándonos mi test y las instrucciones de ese mismo y jodido test.

Me llevo una mano a la cabeza incrédula para luego pasármela por el pelo, Sawyer me mira de mala manera. Y otra más a la lista de cosas que se me cayeron en mi estrepitosa y dramática huida, genial. Absolutamente genial.

—¿Eh? ¿Y eso qué es?—pregunta el padre de Sawyer de forma insistente mirando de reojo a la abuela Reed en busca de validación.

—¿Eso?—preguntó yo confundida.

—Está embarazada—afirmó Sawyer con fuerza

—Es de una amiga—respondo yo al mismo instante entrecerrando los ojos para sentir sus ojos encima de los míos.

—¿Pensabas mentirle a la abuela?—pregunta Sawyer sin esconder una sonrisa ladina.

—No. Obvio que no—niego yo para mirar a la señora Reed.

—¡Abuela, Pecas quería mentirte!—gritó él como si de repente tuviera cinco años, su abuela lo mira de mala manera para estamparle una bofetada.

—¿Abuela?—preguntó él llevándose una mano a la zona golpeada sin entender.

—¿Qué crees que estabas haciendo?—preguntó ella sin esconder el dolor en su mirada—¿Pensabas dejarla desamparada y ya?—añadió desesperada.

La verdad es que siendo honestos ya soy mujer muerta. Si mi madre se entera estoy más que muerta. ¿Qué digo? Muertisíma y enterrada.

El padre de Sawyer lo mira con dureza.

—Bueno…—intenté intervenir yo, no necesitaba a Sawyer en mi vida. Podía con mis cosas yo solita, al crecer sin padre y con las consecuencias que eso deja en una madre, una siempre aprende a sacarse las castañas del fuego ella sola.

—No me has dejado más remedio que esto hijo—afirmó ella negando cabizbaja.

De pronto el sonido de flashes, gritos de periodistas se amontonan alrededor rodeando toda la casa de Sawyer. Era como si ya estuvieran dentro prácticamente.

Sawyer horrorizado abre la gran ventana que da al jardín para salir al mismo y a través de la vaya ver que era lo que estaba sucediendo.

—¡Sawyer cuando decidiste casarte con tu fan!—gritó uno.

—¿Cuándo exactamente será la boda?—habló otra.

—¿Cómo la conociste?—respondió un tercero, veo como la desesperación se apodera del rostro de Sawyer.

—¡Abuela!—gritó él horrorizado sin responder a nada, se alejó del jardín, para finalmente cerrar la ventana de un portazo y poco después las cortinas de su estudio personal.

—¿Qué les has dicho?—pregunta con malhumor.

—Les he dicho que cumplirás como un caballero y te casaras con tu enamorada fan, nada de embarazos, obvio, no queremos que estresen a la madre de mi bisnieto—afirmó ella seria.

Cualquiera que conociera un mínimo a Sawyer Reed habría sabido que hubiese preferido mil patadas en los testículos que su boda fuera anunciada a la prensa. Incluso yo lo sabía. En sus ojos se apreciaba la sorpresa combinada con la peor de las miradas más letales. Poco después su móvil estalló en llamadas. No lo tomó, aún seguía como mi ordenador del año de la picor procesando la información.

—¿Qué?—preguntó Sawyer con los ojos desorbitados por fin.

—Lo que oyes. De aquí tres meses es la boda—afirmó ella.

—¿Qué?—ahora soy yo la que mira la escena incrédula—De aquí tres meses empiezo la Universidad...

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