6

Ahora estoy ganando la guerra,

ahora lo estoy ganando todo,

miro las lágrimas mientras caen.

— Sia, I'm still here.

A L I Y A H

Me llevé una mano a la cabeza intentando arreglar el arreglo floral que hoy llevaría, todo había sido precipitado, me hubiese gustado decir que estaba tan emocionada como debería estarlo una novia en su gran día, pero no lo estaba porque ni esto era una boda de verdad ni yo era una novia enamorada. Veo ajena a todo como la peluquera y la maquilladora realizan su trabajo canturreando mientras Rose y Tessa, me miran emocionadas con el resultado. Las otras barbies están demasiado ocupadas ordenando a las otras trabajadoras sus peinados refinados y su maquillaje excéntrico. 

No había visto a Keegan des del incidente del casi beso y en parte estaba contenta con ello, no estaba seguro de cuál sería mi reacción al verlo. Así que como siempre intento fingir mi mejor sonrisa esperando a que Rose ni Tessa me hagan preguntas que no sería capaz de responder sin echarme a llorar. Aunque en parte a Tessa, ya le había explicado muchas cosas.

Siempre he querido que mi tío me viera de forma orgullosa, después de todo es el último recuerdo de mis padres biológicos, aunque no de este modo ni de esta manera. 

—Esto será divertido... —oí decir a Rose con dulzura—Deberías ponerte este tipo de cosas más a menudo—añadió abrazándome por detrás. Era bonito ver con la familiaridad que me había tratado pues Rose Van Volkov no parecía el tipo de chica accesible.

—¿Un vestido de novia?—preguntó con diversión mirándome a mí misma en el espejo. 

En verdad habían hecho un buen trabajo, habían peinado mi pelo en ondas, un recogido sencillo, me sorprendí al ver que a la luz, se podía ver diferentes tonalidades de castaño. Para dejar  una corona de flores decoraba en lo alto de mi cabeza. Por lo que respectaba al maquillaje, habíamos decidido que lo mejor sería dejarme prácticamente al natural, usar tonos que combinaran perfectamente con mi piel. Y el vestido que llevaba, había sido un regalo de Tessa, ella también lo había llevado según ella, si su novio hubiese llegado al altar, aunque me había pedido discreción con el tema, supongo que a ella también le habían roto el corazón en la juventud —Muchas gracias—es lo único que consigo formular a las trabajadoras, Tessa y a Rose por acompañarme—Creo que saldré al jardín trasero a que me de un poco el aire—añadí con un hilo de voz al saber que esto se ponía serio.

(***)

Finalmente, salgo al patio trasero de la habitación donde estábamos, encontrándome con un precioso y verde césped adornado con luces, había un banco, ni siquiera lo medité, decidí sentarme y entonces alertando todos mis sentidos, acelerando cada uno de mis pobres latidos, apareció él.

Keegan Ross, ¿por qué no podía ser simplemente menos guapo?

Aún arreglado con su traje de novio, su sonrisa y barba de una semana le daban un aire descuidado, su mirada, en llamas dado que ese ámbar suyo a la luz del sol se veía tan perfecto, confiada era puro fuego para mi cuerpo, y su aspecto en sí, era pura seducción, alto, elegante, fuerte...Era todo un deleite para mis ojos.

—Hoy es el día de nuestra boda, biscochito. Estás hermosa—sonríe emocionado achinando sus ojos ámbar, esos mismos ojos que me encantaban pero no iba a reconcoerlo

—¿Para esto decidiste salvarme de esos hombres? ¿Para usarme como pase vip al poder?—pregunto de mala manera enfrentándolo.

En verdad, estaba dolida.

Biscochito...—me llama él mientras va acortando distancias entre nosotros.

—Que no me llames bisc...—ni siquiera pude terminar la frase, la familia Mendes al completo estaban observando emocionados la escena.

Lo miro con los ojos fuera de órbita y por un momento, solo por un momento, me olvido de todo y salto a sus brazos, rodeando a su frío y duro cuerpo, de nuevo, sintiendo en el acto, que de repente nada importaba, sólo nosotros dos. Mis lágrimas amenazan con inundar mi rostro, hago mi mejor esfuerzo en mantenerlas dentro. 

Tenerlos ahí era el regalo perfecto, aún sabiendo que la situación no era le mejor. Mi familia, estaba orgullosa de que por fin decidiera sentar cabeza, no les importaba con quien, no les culpaba, seguramente la imagen que estaba proyectando era de la una novia feliz y emocionada. Prefería que pensarán así a que supiesen la verdad.

—Tú jovencito...Tú...—observé con media sonrisa a mi abuela acusar con el dedo a Keegan seria. —Has salvado a mi niña de casarse con el marica de Carlos...No, espera...—hace una pausa haciendo una mueca de asco —Charlees—añade estrechándolo entre sus brazos—Bienvenido seas a la familia—añadió contenta.

Toda la familia Mendes estalló en risas ante su gesto. Adoraba a mi abuela, y ella a mi, pero por mucho amor que me tuviera a mi, Charles no entraba en el pack. Verlos ahí, me hacía sentir en casa, me hacía sentir que todo iría bien. Keegan ríe a carcajada limpia y ella lo mira complacida. Su carcajada no hace más que erizar cada poro de mi piel.  De un lado para otro, de un golpe a otro, de un disparo a otro, de una lágrima a otra, de una pelea a otra, Keegan era Keegan. Y nada podía cambiarlo.

Mi madre, Debby,  fue una enfermera militar en sus tiempos mozos y mi padre fue un general, ahora estaban retirados ambos. Tuvieron un romance muy intenso con cinco hijos varones como fruto de ello pero decidieron que les faltaba una chica, y esa era yo.

No recuerdo mucho mis días en el centro de acogida, tenía muchas lagunas, recordaba que había días en los que no podía parar de gritar, el nombre de mi supuesta hija y otros nombres que me eran prácticamente imposibles de recordar, poco después me asignaron amnesia selectiva, solo sé con exactitud que estuve apenas un mes ahí. Y que no había hablado con nadie, estaba cerrada en mi.

Por eso le guste al general Mendes, le gustaron mis malos modales. Y a Debby, a ella le rompió el alma todo el dolor que según ella yo guardaba dentro y no tan dentro. Juntos me habían dado una familia y un techo.

Hacía tiempo que mi hermano Dani y yo decidimos venir a la gran ciudad a estudiar y abandonar así el nido familiar. Después de eso fue que el capitán bulldog, mi tío biológico, decidió encontrarme y ayudarme a recordar datos sobre mi familia biológica. 

Dani siempre había sido el más callado de los cinco hijos de los Mendes, al ser el más menor, yo y él crecimos como uña y carne. Siempre estuvo ahí para protegerme, con mis otros hermanos me llevo bastante bien pero al ser más mayores, cada uno se fue a una punta en el mundo. Nil el más mayor se fue a Londres y ahí es decano de una Universidad se casó con una alumna y están esperando su tercer hijo. Luego están Alejandro y Pablo estos dos gemelos cuando están en la ciudad no paran de romper corazones aunque creo que el ejército los ha calmado un poco, el hecho de que sus novias sean también parte de él, me relaja bastante. Los tienen bajo control. Los que los siguen son Mike y Dani, el primero es un exitoso abogado en Seattle que está saliendo con una adorable profesora de primaria y bueno a Dani es pun vago problemático que sale con un abogada de éxito. 

(***)

—Te odio... —susurré entre dientes ante la cámara.

Ya casi había acabado mi tortura, mi boda, mi teatro, ahora solo nos harían un par de fotos y ya habría acabado. Aún teníamos una conversación pendiente y no la pensaba olvidar. 

Nos encontrábamos en el salón de fiestas, todo el mundo nos miraba emocionado. Incluso Leia y Mireia estaban ahí me sonreían desde lejos.

Él me apretó más contra su cuerpo mientras me hacía dar piruletas ante la cámara, todo eso sin dejar de sonreír de medio lado, también, para la cámara.

—Mi querida y dulce esposa soltando sus palabras dulces y nada venenosas—habla finalmente entre dientes también. No puedo evitar reír como no hacía en mucho tiempo ante su estúpido sarcasmo.

—¿Qué te hace reír? —preguntó confundido.

—Lo que a ti te hace quererme tanto, amor —pronuncié con la misma diversión que él había usado para reírse de mí.

—Que graciosa mi esposa —declaró acabando con un intercambio de miradas demasiado intenso como para dos personas que están burlándose la una de la otra.

El flash nos pilla en esa pose, todos aplaudieron emocionados. Incluso consigo divisar a mis mejores amigas sonreír negando al lado de mi familia. ¿Parecíamos de verdad dos recién casados?

—Un baile de los novios, quiero un primer plano. Esta boda saldrá en todas las cadenas de cotilleos... Será un bombazo —declaró el chico de la cámara con gesticulación exagerada y amable.

Yo tan solo gimo por lo bajo disgustada mientras Keegan mantiene la compostura sonriendo a todo el mundo, aun sabiendo que quizás más de la mitad lo odiaba por ser quien era. ¿Cómo lo hacía?

Y sin más, noto su mano colarse en mi espalda, la cual estaba desnuda, maldigo por eso a Tessa, empujándome finalmente levemente al centro de la pista.

Mientras todos sacan sus móviles sonrientes, o al menos intentando demostrarle eso al príncipe de la mafia. Felicidad. Todo el mundo miente. Yo lo sabía bien, para obtener un beneficio la gente era capaz de todo... Porque la vida consiste en eso. El amor es un invento absurdo. Tan solo existen personas queriendo sacar algo unas de las otras. Y creo que Keegan, por su forma de actuar también sabía bien eso.

—Joder, Keegan... —susurro en su hombro cuando empezamos a bailar el jodido vals. Estaba prácticamente perdida en sus brazos. No quería decirle la verdad, que se sentía demasiado bien siendo prisionera de su cuerpo.

—¿Qué?, ¿Qué pasa ahora?—pregunta cansado con voz ronca. Lo he sacado de sus pensamientos... ¿Acaso los tipos como Keegan piensan?

—Deja-De-Mirarme-Mientras-Piensas — porqué sencillamente me ponía nerviosa, pero esa parte me la guardé. Hago una pausa dramática entre cada palabra para poder golpearlo por lo bajo sin que nadie se fije.

—Eres tú la que me mira—sonríe ampliamente y de forma para nada coqueta a una de sus primas, m*****a sea, era una de las barbies.

Aunque me cayera como una patada en el culo Keegan, no quería una zorra para él. Nadie se merecía a una en su vida, ni tampoco un zorro. Eso último yo lo sabía bien.

—Ja—me río desganada ante su coqueteo.

—¿Qué te pasa?—pregunta molesto.

—No sabía que te gustasen las rubias más estiradas que alguien con un palo en el culo —observe como sonríe encogiéndose de hombros fingiendo finalmente falsa decepción.

—¿Celosa?

—Más quisieras—afirmé devolviendo la sonrisa a uno de los invitados, quien en todo el rato no me había quitado su ojo encima. Ni siquiera me parecía atractivo. Tan solo quería hacerle sentir lo que me había hecho sentir antes cuando sin ningún miramiento le había sonreído a la asquerosa de su prima.

—Te advierto que cuando Keegan Ross juega, siempre gana—susurra acercándose demasiado.

—Te advierto amigo mío, que yo rompo huevos como si nada—le devuelvo la mirada acortando las distancias aún más. Nuestros rostros estaban a un milímetro de juntarse, de nuevo, el aparta la mirada distante.

—Bueno queridos, queridas... —la voz de Keegan suena en alto y claro haciéndome voltear mirando al resto, mientras su mano se coloca como un arnés en mi cintura...Se levanta el viento haciendo que mi pelo se me suba a la cara y el peinado se vaya al traste. Había un jodido helicóptero encima de nosotros. Keegan coge la cuerda y tira de ella.

—¿Qué demonios haces?—pregunté sin aire cuando  veo horrorizada como nos quedamos en el aire colgando de una cuerda que Keegan tiene sujetada. Ese es nuestro único soporte. Vamos a morir. Madre del amor hermoso. Todos miran expectantes la escena pero nadie hace nada. Yo tan solo cierro los ojos.

—¿Tienes miedo?

—¿Va en serio?

—¿Confías en mí, biscochito? —pregunta serio cerca de mi nuca.

—No. ¿Va en serio?

Él tan solo ríe y pulsa a una especie de botoncito que hay en la cuerda haciendo que volvamos a subir con la misma velocidad de antes.

—Tienes que saber que eso es una mala elección, mi querida biscochito... —ríe a carcajada limpia—Porque sencillamente...Aquí mando yo.

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