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Oh, yo no necesito una mano para sujetarme,

incluso cuando la noche es fría,

tengo fuego en mi alma.

G-Eazy, Me, Myself and I.

K E E G A N

—¡Lárgate! ¿Qué no entiendes? ¡No te quiero escuchar, m*****a p**a!—hago una pausa al ver como el dolor se apodera de su mirada— ¡No quiero volverte a ver cerca de mi hija! —añado con rabia, acabo dando un puñetazo al armario de madera intentando así aplacar mi ira.

Ella me mira ofendida con los ojos llenos de lágrimas, como si no creyese lo que sus ojos estaban viendo.

Por un momento, quise creerla, fue mi primer instinto de hecho, sabía que para mi corazón perdonarla sería más fácil que olvidarla. Aunque supongo que mi mente siempre ha tenido más fuerza en mis decisiones.

Eso no quitaba que me doliese mil infiernos verla llorar desconsolada y dolida, aunque me dolía infinitamente y mucho más su traición. Se había acostado con mi hermanastro Alec y ni siquiera había sido lo suficientemente inteligente como para esconderlo. Nuestro divorcio pronto sería un hecho.

Los había encontrado una sirvienta y ésta no tardó en llamar a Rose, una de mis tantas hermanastras, y una de las pocas personas en las que confiaba, para que hiciese algo, sabía que si llamaba a cualquier otra Ross, el hecho de que lo hubiese visto iría en su contra. No eran de fiar.

—¡Maldita sea, Kee, me violó! ¿Qué no entiendes? —hizo una pausa intentando tomar mi rostro entre sus manos, supongo que para buscar algún sentimiento en mi mirada a parte de la rabia, se dió cuenta de que no había nada más que dolor e ira, así que finalmente vencida decide alejarse—Me marcho pero volveré—afirmó—Seguro que tu familia tiene algo que ver, todos me odian. Keegan, amor, no nos pueden separar—gimoteó con la voz quebrantada, o estaba realmente rota o sabía fingir muy bien.

Esta vez no la miré a los ojos, claro que no, porque sabía perfectamente que si lo hacía la acabaría abrazando intentando tranquilizarla.

No soportaba ver a una mujer llorando, a pesar de que en este caso, esta mujer me había sido infiel con uno de mis tantos hermanastros, de hecho al que odiaba más. Me recordaba episodios oscuros de mi vida. Trago saliva ante mis propios recuerdos de forma pesada.

Ella por su parte tan solo se limpia la cara. Deja de llorar. Recoge finalmente sus cosas de forma ruidosa para finalmente marcharse.

Ví, de reojo, lentamente y con angustia, cómo daba un beso de despedida a nuestra pequeña, todo esto era una pesadilla.

—Volveré—su voz suena seria, dura. Se para en frente mío mirándome a los ojos con firmeza como si supiese con exactitud de su retorno. Observo sus ojos azules, luego miro su rostro, era hermosa, por mucho tiempo había sido la única motivación para mi, era un pasatiempo más ya que yo creía no poder amar hasta que finalmente nos enamoramos y se quedó embarazada.

Mi familia, si los podía llamar asítenía razón, me dolía pero así era, Jess era una zorra y una codiciosa. Solo le importaba el estatus que le daba vivir a mi lado. Había caído en su juego y ahora mi corazón era el único que estaba pagando por mis errores.

—Adiós, Jessica—respondí, ella sigue balbuceando cosas con la voz triste y apagada en cambio mi voz se escucha seca y fría.

Ni siquiera la miré con odio. De hecho, ni siquiera la miré, mi mirada se clavó en el suelo intentando resistir ante la tentación de absolverla.

Finalmente, se marchó. Después de eso, di un portazo cerrando la puerta de la habitación. Salté encima de mi cama, y abracé a mi pequeña, Lou. La bebé tan solo dormía, ajena al mundo exterior, y por eso en el fondo le tuve cierta envidia.

Cerré los ojos quedándome dormido gracias a la armonía que solo ella podría darme en este momento. Mi pequeño ángel.

(***)

—Estamos aquí para despedirnos de Jessica Moon. Siempre yacerá en nuestros corazones—la voz de mi tío, Robert, hizo regresar a mi mente a la cruda y fría realidad, Jessica había sido hallada muerta en su apartamento de Los Ángeles. Al parecer por una sobredosis. Ni siquiera pudieron esperar a que la sentencia del divorcio fuese oficial.

El paisaje es oscuro, gris, y la humedad está presente en lo que solía ser el verde jardín. Una daga de culpabilidad se clava en lo más hondo de mi ser, cada vez más rápido y profundo.

Si tan solo la hubiera creído... Si tan solo la hubiera apoyado y no la hubiese dejado marchar... Si tan solo hubiese intentado pensar con claridad... Ella seguramente aún seguiría sonriendo, ella seguramente seguiría deslumbrando, cantando, bailando, como ella solo sabía...Como ella siempre hacía, quiero llorar pero no puedo.

No, cuando mis enemigos se hacen pasar por amigos, no puedo fiarme ni siquiera de mi familia. Ellos la mataron, el verdadero asesino estaba ahí, no era ninguno de los matones que mi padre había capturado sino uno de ellos, estaba seguro de ello. Obviamente jamás se mancharían las manos, no eran capaces ni de tocar a una mosca, para ello teníamos los matones y los respectivos ayudantes.

Nunca la habían aceptado, nunca lo harían. Nunca habían entendido el hecho de que para ser un ángel, no se necesitaba una corona encima de la cabeza, ni tampoco unas alas, para ser un ángel se necesitaba un corazón puro. Y de eso, dios sabe bien que Jess tenía y de sobra.

Miré a mis alrededores con un nudo en mi garganta. Nuestro jardín. Nuestra fuente de piedra y nuestro columpio de metal ruidoso y viejo, donde tantas veces la besé, la hice enfadar, y también en muchas ocasiones nos reconciliamos. Todas esas malditas memorias ya no volverán a ser reales.

Todas las mujeres que amo mueren después de un largo y duro sufrimiento, primero mi madre ahora Jess.

Supongo que condenado a no tener la oportunidad de amar y ser correspondido por mucho tiempo.

—Hermanito—la voz de Alec, llena de burla, me hace voltearme hacia el clan de hombres que lo rodeaban, mis cinco hermanastros: Pablo, Toni, Federico, Sebastien, y finalmente el idiota de Alec.

Cualquiera de ellos deseaba con todas sus fuerzas mi salida del campo de juego, todos querían ser dones de la mafia pero solo podía haber uno y ese era yo.

El Don o el Boss es el jefe de la familia, de la mafia, encargado de tomar toda decisión sobre los asuntos de la familia, y tiene todo poder sobre ella. Después vendrían el scottocapo o underboss, en mi caso todos ellos, la mano derecha militar del Don, y normalmente su posterior sucesor. Así que una vez muerto o incluso enfermo no dudarán en luchar por el puesto con uñas y dientes si es que ya no lo estaban haciendo.

Federico por otra parte era mi mejor aliado. El mal menor, no tenía pretensiones de poder, no le importaba. Se conformaba con tener este estilo de vida lujoso sin dar palo al agua prácticamente.

Ninguno de ellos era de mi agrado pero Alec sin lugar a duda era mi mayor dolor de cabeza. Él había sido capaz de violarla por lo tanto no tendría ningún reparo en matarla si esta se oponía a estar con él una vez más. Ahora más que nunca, estoy seguro de que Jessica jamás se acostó con él de forma voluntaria, ella había sido coaccionada. Tal vez con droga... Seguramente fue eso, Alec tenía fácil acceso a ellas. Seguramente, la drogó de tal manera que ella bajara las defensas para así poder realizar su sucia tarea. Todo esto idea de su madre, él no es tan inteligente como para realizar eso solo. Apostaba que si...

Los chicos me miran con expresiones serias, como si de verdad sintieran mi pérdida, pero no era así, como he dicho antes me odiaban, después de todo soy el hijo bastardo junto a Rose, Federico y en la mafia, al igual que en muchas otro tipo de sociedades, eso no es muy respetable. Y el odio hacia mi persona no hizo más que crecer cuando, Hugo, mi padre biológico, me nombró el nuevo jefe, el nuevo don, de la familia, a pesar de no ser un hijo legitimo.

—Nuestro más dolido pésame, todos sentimos tu pérdida, sabemos que no debes estar pasando por un buen momento, pero queríamos hacerte llegar que como hombres de la familia estamos con el jefe en las buenas y en las malas—pronunció conmocionado Federico.

Supongo que no mentía, después de todo, era el único que no quería mi cabeza a diez metros de mi cuerpo, ya le iba bien mantenerse libre sin responsabilidades al igual que su hermana Rose.

—Padre quiere hablar contigo. Supongo que ahora que esa zorra está muerta ya no estás casado y eso significa que el poder nos pertenece a mí o a mi hermanito pequeño, Sebastien, somos los primeros hijos legítimos—respondió Alec con diversión apartando a Federico de mí con un codazo, el rubio le dedicó una mirada cargada de odio, en vano, ya que Alec ni siquiera se inmutó.

Después, bastó una mirada fría por su parte y sin ningún sentimiento, para que en menos de dos segundos mis manos y mi cuerpo ya fuesen por libres. Vi ajeno a mis actos como mis brazos lo empujan al suelo y mi cuerpo caía encima del suyo, mis puños ya estaban en su cara, golpeándolo, sin piedad alguna, mientras pasaba todo eso, oía como venía a mi mente, la risa lejana de Jess suave y melódica, recuerdos de cómo la besaba aparecen poco después, creo que a medida que iba recordando la fuerza con la que golpeaba iba a peor... Dios, la amaba tanto. O eso creía que hacía.

Nadie nos separó, supongo que entre ellos también había enemistad. Todos querían el rango, el poder pero solo el que padre escogía podía serlo y bajo una condición, debía estar casado para dar descendencia a nuestro clan y así representar fuerza y poder. También añadir a eso el hecho de que todos tenían motivos para odiar a Alec.

Noté finalmente los gritos de horror de los invitados a medida que se daban cuenta de lo que está pasando tras la fuente, en frente del columpio. Ese bendito columpio que solía ser de Jess y mío. De repente noto unas manos en mi hombro. Se que es Hugo, mi padre.

—Hijo, vamos. Yo mismo le daré una paliza y ni sé qué ha hecho esta vez... Aunque por lo que he podido escuchar, tiene razón, necesitas una esposa. Una nueva. Sé que te duele, es muy rec... —lo alejé de mi de un manotazo. Lo miré con odio. Lo último que necesitaba era oír eso. Lo último que necesitaba un hombre enamorado tras perder su esposa era que se buscase a otra como si fuese una especie de objeto que se pudiese cambiar por otro.

—No os preocupéis, no me voy del juego, seré el don, hasta la muerte—afirmé a viva voz para que todos pudiesen oírme, entonces hice una pausa dedicándoles una sonrisa llena de amargura—Aunque yo prefiero apodarme el príncipe—añadí sin quitar la diversión de mi rostro, ese es el apodo que me había forjado yo mismo con mis acciones.

Habiendo dicho lo que debía decir, opté por largarme, no sin antes coger la pistola y disparar al pene de Alec, me acerco por última vez a su cara y le escupo.

—Era una zorra pero aun así tuviste que drogarla y usar la fuerza para que quisiera jugar con tu juguete tamaño invisible... —hago una pausa haciendo una mueca—Pobre hermano mío, ahora ya ni tiene un juguete tamaño invisible sino que directamente es inexistente—lo señalo burlándome, todos observan la escena sorprendidos, algunos contentos, otros tragaban saliva con fuerza, porque en el fondo sabían que todo el que hacía daño al príncipe lo pagaba, más tarde o más temprano, en lo que más le dolía y eso no siempre era solamente la vida.

Era Keegan Ross, el hijo del don, el príncipe, futuro heredero, y no había piedad que pudiese aplacar mi ira y mi caos.

N/A:  Y con esto damos inicio al primer capítulo. Parece que a nuestro Keegan también le han roto el corazón. ¿Será Jessica merecedora de su tristeza y rabia? Voten y comenten, es gratis y cura todos los males del mundo.

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