Capítulo 9

Conforme pasaban los días, las visitas de Axxel a la casa de Mel se hacían más frecuentes y subiditas de tono. No podían estar cerca sin dejar de tocarse.

Ella le exigió cuatro citas y ya habían celebrado la número tres. La primera, en un restaurant de comida Mexicana, a Melanie le encantaba la salsa picante y ese era el lugar ideal para degustarlo sin impedimentos. La segunda, planeada por él, fue ir al autocine a ver una de esas películas de antaño. Era el lugar perfecto para meterle mano a su rubia favorita, pero su plan cayó en picada cuando ella se puso sentimental con la cinta que proyectaron.

La tercera cita fue la más divertida, subieron a la montaña rusa más peligrosa de Miami y fue adrenalina pura. Las uñas de ella se clavaron en su antebrazo con tanta fuerza que lo dejó marcado por varios días.

«Una cita más. Una más, princesita, y serás mía», pensó mientras le besaba el cuello en el sofá de la sala de Mel, uno viejo y gastado.

—¡Axx!, estás rebasando los límites.

—Un chico puede soñar —susurró cerca de su oreja y se separó de ella.

—No se sueña despierto, Axxel, y no creo que estés por dormirte —mencionó mirando aquel bulto en aumento.

Seguir las reglas era la cosa más difícil que había hecho en la vida. Aunque solo estaba cumpliendo dos, esa de no tener sexo con nadie más la rompió dos noches atrás al acostarse con una morena en la fiesta de Mack. Ese día, Mel trabajó en Joe´s y no tenía porqué saberlo, ¿verdad? Eso pensó el idiota de Axxel.

Para ella, todo estaba saliendo a pedir de boca. Su plan para enamorarlo parecía estar encaminado y lo tenía como quería: sin nada de sexo, pero con mucha calentura. No era fácil para ella controlarse, el deseo y la química entre los dos era innegable, pero debía ser así o no funcionaría. Los chicos como él necesitaban enfrentarse a algunos obstáculos o perderían el interés, y ella lo sabía muy bien.

—En dos días, tendremos nuestra cuarta cita, princesa —pronunció con voz ronca.

«¿En verdad es tan básico? Hombre al fin.»

 Sabía lo que implicaban sus palabras, pero él no había entendido que no todo debía ser tomado al pie de la letra. Ella dijo «intentar tener sexo», no que lo conseguiría en la cuarta cita.

—Lo sé. Esta vez iremos a un lugar especial, no tienes una idea —prometió juguetona.

¿Qué se traerá entre manos? Oigan, yo no lo sé todo, solo soy la narradora.

—Qué no incluya picante, por favor —pidió, tocándose el estómago. Las consecuencias de esa cita lo mantuvieron por horas en el váter. 

—Ve a casa, Axx. Nos vemos mañana. —Le dio de palmaditas en la espalda para que se levantase del sofá.

—Mel... apenas son las once —emitió con un mohín de lo más gracioso. 

—¿Te parece poco? Llevas todo el día aquí, Axxel Wilson. 

Él se levantó y la trajo consigo para darle un beso fiel a su estilo: uno que incluía agarrarle el trasero y presionarla contra su excitada virilidad. ¿Dónde quedaron las despedidas normales? En el mismísimo carajo si se trataba de ellos dos.

Después de despedirse esa noche, no la había visto en dos infernales días. Los entrenamientos previos al juego de semifinales no le daban respiro.

***

«¿Dónde está todo el mundo?», se quejó cuando llegó al campo y no vio a nadie. 

—¡Eh! Axx! —saludó Maison desde atrás.

—¿Acaso tus chicos no conocen la palabra puntualidad? —preguntó molesto. Él debía saber qué  pasaba por ser el mariscal de campo del equipo.

—Creo que tu reloj está adelantado, Axx —bromeó—. ¿Qué tal Hayley? Supe que ha estado saliendo con Evan —preguntó su amigo mientras le tiraba la pelota de fútbol.

—Creo que sí. No lo sé. Yo también ando un poco perdido en mis cosas —lo evadió, elevando los hombros.

—«Cosas». Eres un cretino, Axx. ¿A qué chica estás fastidiando? Pobre de ella —se burló Maison esta vez.

—¡Idiota! Tú sabes que yo no fastidio, doy placer.

—¿Tenías que ser tan grotesco, Axx? —Se quejó y corrió hasta la yarda cuarenta para recibir la pelota que él le lanzaría. La atrapó en el aire y elevó el brazo para devolverla, pero su amigo se sentó en las gradas, dejándolo solo en el campo.  

—¿Qué  te pasa, Axx? —Le reclamó, con un manotazo en la nuca cuando llegó a él.

«Que me estoy comiendo la cabeza con esta chica, que no sé qué me pasa con ella».

—¿Cómo supiste que estabas enamorado de Rebeca? —Se arriesgó a preguntarle, esperando que Maison lo sacara de la duda.

—¿Estás preguntando de verdad o te estás burlando de mí?

—No es broma, Maison. ¿Cómo lo sabes?, ¿cómo sabes que la quieres?

—Es fácil, lo sabrás cuando lo sientas, Axx. No hay una jodida fórmula. ¿Por qué lo preguntas? No me digas que tú…

«¡No! Yo no estoy nada de nadie.»

—Olvídalo, Maison. Ahí vienen los chicos. —Se levantó de un salto del asiento para correr hasta el campo.

***

—Sabrina, no sabes lo que acabo de escuchar. Axx y Melanie están teniendo citas. —Chismeó Scarlet en el baño de chicas.

—¡Asco! No creo que Axx se esté enrollando con esa.

—Ella es muy tonta si piensa que la tomará en serio. El fin de semana lo vi entrar a una habitación con una morena. Estuvieron ahí un buen rato —agregó Scarlet.

—Déjalo que se divierta con ranas. Al final del día, siempre vuelve a mí.

Sabrina y su amiga abandonaron el baño y Mel salió de la taquilla, dónde estaba escondida escuchando lo que aquellas víboras destilaron  como un veneno. Saber que Axxel seguía siendo el mismo idiota la hizo sentir como si le clavasen una enorme estaca directo en el corazón.

«Soy una estúpida. Axxel Wilson nunca va a cambiar y menos por mí. Es que me provoca… Nada, Mel. No harás nada que implique ver, hablar o escuchar a ese pedazo de idiota», se prometió enjugándose las lágrimas.

Salió del baño muy deprimida por haber llegado a creer que él iba en serio con ella. Todo le parecía tan real, pero no eran más que fantasías que se desvanecieron al escuchar a ese par de chismosas.

«Ese idiota no merece ninguna de mis lágrimas, no seguirá jugando conmigo. Es que fui tan tonta al creer que él me quería. Una ilusa.»

—Te lo dije o no te lo dije. Él es un idiota que piensa con su pene. No tiene cerebro —aludió Emma, cuando su amiga le contó la conversación de aquellas serpientes venenosas.

—Soy tan tonta, Emma. Axx parecía tan dulce, lo veía en sus ojos. Algo en él me decía que era verdad, que me quería. ¿Cómo pudo hacerme esto? —Respiró hondo tratando de no llorar de nuevo.

—Hablando del rey de Roma —murmuró su confidente. 

Axxel entró a la cafetería, buscando a su hermosa rubia. Dos días sin verla le estaban pasando factura. Su corazón se aceleró más de la cuenta y quiso darse un golpe en la cara por ser tan débil. ¿Por qué verla le causaba todo aquello? Quizás ya lo sabía, pero no lo quería aceptar.

—Hola, princesa. No podía seguir lejos de ti. ¿Me extrañaste? —habló cerca de su oído.

Emma observó atónita cómo él sonreía al mirar a su amiga. ¿Se había enamorado de ella? ¿Cómo era eso posible?

—¡Aléjate de mí! Eres un mentiroso —gruñó disgustada.

—¡Qué m****a, Mel! ¿De qué hablas? —preguntó él mirándola confundido.

—Sí, hazte el tonto. Aunque no creo que hagas mucho esfuerzo para ello.

«¿Me acaba de llamar tonto? ¿Pero qué  le pasa? Volvemos a lo mismo. Damos un paso adelante y dos atrás. ¡Carajo!»

Ella quería partirle la cara con una larga y dolorosa cachetada, empujarlo al suelo y correr lejos de ahí, pero se estaba conteniendo para no hacer un enorme espectáculo digno de un premio de la academia.

—Mel, no sé de qué hablas —aseguró confundido.

—¡Ah! ¿No sabes? Puede que haya escuchado lo que sucedió el sábado en la fiesta de Mack. ¡Eres un imbécil! —Gritó y se levantó de la mesa dispuesta a marcharse, pero él la detuvo agarrándole la muñeca.

—Suéltame, Axx —ordenó con los dientes apretados.

—No, déjame explicarte —rogó. ¿Pero qué explicación le podía dar? No había excusas.

—Guárdate tus explicaciones a dónde no te dé el sol. —Liberó su muñeca de su mano y salió corriendo fuera del cafetín.

—¡Mel, espera! Te llevaré a casa —gritó Emma desde la puerta de salida del instituto.

«¿Por qué tuvo que enterarse?, ¿quién se lo dijo?», se preguntó y maldijo por lo bajo mientras iba tras ella. Corrió muy rápido, como si quisiese hacer un touchdown y ella fuese la yarda final. No podía dejarla ir sin una explicación.

—Mel, espera. No te vayas así —pidió asustado. No quería perderla.

—Déjame tranquila, Axxel. Nuestro pequeño experimento terminó —siseó sin mirarlo.

—Melanie, no hables así. Yo… lo siento, vale. Créeme. Quiero intentarlo contigo —suplicó de nuevo. 

—Pero yo no quiero, no me busques más —respondió enojada y se subió al auto, queriendo traspasar el tiempo para huir de ahí en segundos. 

«Me duele tanto haberme ilusionado con esa enorme mentira que resultó ser Axxel Wilson», se secó las lágrimas, que había llorado en silencio, y se prometió que sería la última vez que lloraría por su culpa.

***

 —¿Estarás bien, Mel?

—Sí, estaré bien. Gracias por traerme, Emma, eres una gran amiga. Te quiero.

—Harás que se me corra el rímel. No llores más por ese imbécil, no lo vale. —Mel asintió y forzó una sonrisa antes de bajarse del auto. Sabía que su amiga tenía razón, pero dolía demasiado.

Cuando entró a su casa, vio a su abue tomando la siesta en su mecedora y no quiso despertarla. Subió a su habitación y drenó toda la rabia que había contenido.

—Eres un pedazo de m****a, Axxel. ¿Por qué te creí? ¿Por qué me ofrecí como conejillo de indias? Claro, pensaba que él… Que él y yo nada. Nosotros nada, Melanie.

Todo el asunto se le escapó de las manos, fue una ingenua al pensar que un chico tan activo sexualmente iba a estar por tanto tiempo sin hacerlo y menos por ella. En definitiva, intentar cambiarlo fue una completa estupidez.

—La gente no cambia, Mel. Recuérdalo  —pronunció en voz alta y se echó a llorar en su cama, rompiendo la promesa que se hizo en el auto de Emma, pero por ahí dicen que "las penas se ahogan llorando".

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