Capítulo 5

—¿Quién se cree ella para jugar así conmigo? ¡Qué se vaya al carajo! Hay cientos de chicas que estarían más que dispuestas a entregarse a mí sin ningún esfuerzo —bufó mientras conducía.

«Pero la quiero a ella». 

Llegó a casa y se dio una ducha helada por su culpa, era la segunda noche que lo dejaba tan necesitado y furioso. Si quería lograr algo con la rubia, tendría que cambiar de estrategia y ella le dejó claro cuánto le molestaba su fama de playboy. Pensó que podría fingir por un tiempo que ya no lo era, si con eso lograba que cambiase de opinión.

Se recostó en la cama y buscó el nombre de Nick Benson en las redes sociales. Para su sorpresa, el F******k del soldadito estaba llena de fotos junto a Mel totalmente acaramelados. El aspecto del susodicho no le parecía la gran cosa: cabello rubio, ojos marrones y una estatura promedio. No tenía siquiera grandes músculos. Era un simplón comparado con él, pero lo odiaba por un solo motivo: era el novio de Melanie.

Salió de su habitación para ir a la de su hermana Hayley y abrió la puerta sin tocar.

—¡¿Por qué entras así?! —Le reclamó su hermanita con cara de enojo. 

—Si quieres privacidad, puedes cerrar con llave. Necesito el número de Melanie. Sé que lo tienes —pidió sin dar detalles.

—¿Para qué lo quieres?

—Por un asunto del instituto. No seas fisgona —contestó cortante.

—¿Y si no quiero?

 —¡Hayley! Deja la niñería. ¿Me lo vas a dar o no?

—Si te lo doy, ¿no me molestas más?

—¡Hayley!

—Bien, pero lárgate de mi habitación de una vez. —Él elevó los hombros y asintió de mala gana.

—¡Se dice gracias! —le gritó cuando su hermano abandonó la habitación después de recibir un mensaje con el número de la rubia que no podía sacar de su cabeza.

Axx: Ese bikini rosa luciría mucho mejor conmigo al lado.

Envió en un mensaje a Melanie y esperó la respuesta con una sonrisa dibujada en la boca. En cierta forma, le gustaba irritarla.

Mel: No te imaginas lo que hizo Nick cuando me vio sin él.

Aquel mensaje le borró la sonrisa de golpe. Imaginarla desnuda delante de aquel tipejo lo hirió directo en su ego.

Axx: Eres muy mala mintiendo. Ese chiquillo no tiene pinta de saber complacer ni a una mosca.

Respondió arrogante. Si ella quería jugar sucio, él lo haría también.

Mel: Piensa lo que quieras. Voy a dormir.

Melanie tomó su almohada y gritó en ella a todo pulmón. Estaba furiosa por haberle dado el nombre verdadero de Nick y olvidarse de un pequeño detalle: existía F******k y su novio había subido un álbum de fotos de su última visita a la playa antes del accidente. Solo era cuestión de días para que Axxel supiese el verdadero estado de salud de él.

El lunes llegó y Mel tendría que enfrentar al chico castaño que le nublaba los sentidos. La sola idea de tenerlo cerca le aterraba porque él despertaba en ella miles de sensaciones que no podía evitar. Su plan de hacerse la dura estaba siendo más difícil de lo que había pensado.

Se tomó una taza de café cargado, ya que seguía con mucho sueño por los trasnochos del fin de semana. Al terminar su bebida, besó la mejilla de su abuela antes de salir. Como ella no tenía auto, ni un novio con uno, tomaba el autobús a diario.

Las dos primeras clases pasaron y aún no había señales de Axxel. Con un poco de suerte, se libraría ese día de tener que confrontarlo, pero la suerte no estaba de su lado esa mañana. Al entrar a la cafetería, al primero que vio fue al protagonista de sus desvelos mordiendo una manzana verde, una en la que deseó convertirse para estar en aquella boca.

«Cálmense hormonas».

El chico de ojos color miel no le dedicó ni una sonrisa, ni siquiera un asentimiento. Fue como si ella no existiese en aquel lugar; su desprecio le provocó un retorcijón que se agudizó en su estómago. Se esperaba una palabra sarcástica o mordaz de parte de él, pero nunca pensó que la ignoraría. Con el rabo entre las piernas, caminó hacia la fila para elegir su comida, sin saber cómo ocultar el gesto de tristeza en su rostro.

—Mel, pareces salida de The Walking Dead[1]. ¿Qué te pasó? —preguntó una castaña de baja estatura y figura esbelta: Emma, su única amiga.

—Todo y nada. No te lo puedo decir aquí —respondió sin atreverse a mirarla.

—¿Qué hiciste ahora, Mel?

Emma conocía a Melanie y esa cara pálida solo podía significar a una cosa: se atrevió a seducir a Axxel a pesar de sus advertencias.

—No es lo que piensas… del todo —convino, adivinando la conjetura a la que había llegado su amiga.

Mel caminó hasta una mesa vacía al fondo del cafetín, seguida de Emma, y se sentó sin querer mirarla a los ojos. 

—Ahora sí, Mel. Dímelo todo. 

—Bueno, te lo diré, pero no puedes contarle a nadie. —Emma puso los ojos en blanco con histrionismo. 

—No tienes ni qué decirlo, sabes que soy como una tumba. A ver, cuentame qué pasó. 

—Axxel y yo... nos besamos —balbuceó nerviosa, aún le parecía mentira que hubiera sucedido. 

—¡Oh Mi Dios! —chilló, alzando la voz.

—¡Chist! Calla, Emma. —Ella lo hizo y le pidió detalles. Melanie le contó una versión corta y no tan descriptiva de lo que sucedió aquella noche. 

—Eres una tonta, Mel. Él solo quiere una cosa y cuando lo obtenga, "si te he visto, no me acuerdo". 

—¿Crees que no lo sé? Pero no va a conseguir nada conmigo, te lo aseguro. 

—Ten cuidado, Mel, o terminarás con el corazón roto… como yo —aseguró apretando la mano de su amiga.

En el pasado, Emma tuvo una aventura pasajera con el mejor amigo de Axxel, Maison Hudson. Ella creyó que con persuasión podía conquistar el corazón del chico de ojos celestes, pero terminó cayendo en picada a un pozo de lágrimas y arrepentimientos.

—No te preocupes, estaré bien —prometió sin fundamento.

¿Cómo puede alguien proteger su corazón de esa forma? Para eso no hay fórmula alguna. 

***

«Lo espanté con mi estúpida escena de lo seduzco y lo dejo ardido. Han pasado cinco días, cinco y Axxel no se ha acercado a mí. ¡Genial, Melanie!»

—Hola, princesa —susurró en su oído, apareciendo como por arte de magia otra vez. 

Ella no movió ni un ligamento. Estaba congelada delante de su casillero. «¿Qué hago?, ¿Qué digo?» Su mano derecha abandonó el cerrojo y dio media vuelta para enfrentarse al musculoso, caliente y muy atractivo Axxel Wilson. Aquellos ojos color miel se fijaron a los suyos, quitándole toda voluntad y autocontrol. Estaba suspendida en el tiempo mientras él apoyaba ambas manos contra los casilleros, acorralándola, cautivándola con el inconfundible aroma varonil que emanaba el cuerpo del deseo.  

—Hola, Axxel —balbuceó. Él sonrió con naturalidad y se le marcaron dos hoyuelos en las mejillas.

«Estúpidos hoyuelos calienta bragas.»

Deseaba besarla, presionarla contra el metal y hacerle soltar unos cuantos gemidos, pero no iba hacerlo. No ahí. No ese día.

«Esa boca pronto será mía, princesa», sentenció antes de decir lo que había planeado.

—Ves como tiemblas ante mí, sientes que toda tu fuerza se desvanece ante mi presencia. Sé cuánto quieres besarme, Mel. ¿Por qué te resistes?

Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo y, por un instante, estuvo dispuesta a admitir que era verdad, que quería besarlo y dejar que hiciese lo que quisiese con ella.

—¿Cómo puedes asegurar que quiero un beso tuyo? —siseó, siguiendo con su teatro.

—Porque yo también lo quiero, porque me encantas y me estás trastornando… porque besar esa boca tuya es en lo único que pienso desde la última vez que la probé.

—Fascinante. Creo que es un discurso demasiado elaborado para alguien como tú.

—Mel, no te resistas —se acercó más a ella y recorrió su rostro con la nariz, desde el lóbulo de la oreja hasta la comisura de sus labios, dispuesto a dominarla a su antojo. Había planeado acorralarla en aquellos solitarios pasillos del instituto e incitarla para tratar de derrumbar la barrera invisible que construyó ella entre los dos, pero se encontró atrapado en su propio juego.

—¿Qué quieres de mí? —le preguntó la rubia de ojos grises, esperando que esta vez no esquivara la respuesta.

—Tendré lo que tú estés dispuesta a darme —murmuró hipnotizado.

—¿Y qué estás dispuesto tú a darme? —refutó, poniendo resistencia. 

—Lo que quieras te lo daré, princesa.

—Búscame en Joe´s a las diez —susurró y le plantó un beso en la mejilla. 

Algo en su cuerpo latía y no era solo su corazón. No podría esperar nueve infernales horas, necesitaba besarla en ese momento.

Sus manos bajaron a su lugar habitual, las caderas de Melanie, y la presionó contra los casilleros de metal para besarla. Se estaban devorando en pleno pasillo. Las manos inquietas de Axxel se movieron de las caderas de la chica hasta llegar aquel trasero caliente que tanto lo excitaba y su deseo se avivó. Ya besarla no bastaba, pero no era el momento ni el lugar.

«¡Oh mi Dios! ¡Axxel es… un experto en el arte de besar.»

Ella gimió, al sentir aquella lengua caliente saboreando su cuello, esa que despertaba una oleada de excitación, y hundió sus manos dentro de la camiseta del sexy chico que la estaba besando con pasión.  

—¡Wilson! ¡Smith! —Los reprendió el señor Dawson, su profesor de inglés.

Melanie perdió el tono natural de la piel cuando escuchó la voz de su profesor. Se arregló la camiseta, en un intento de mejorar su aspecto, pero ya era tarde, el señor Dawson había visto todo y en primera fila.

«Estúpidas hormonas. ¿Acaso me volví loca? Nos estábamos comiendo en pleno pasillo del instituto. La madre que lo parió. ¿Por qué Axx tiene que ser tan… divino?»

—Síganme a la oficina del director —ordenó el profesor.

«¿Del director dijo? ¡Ay!, es que yo lo mato». «¿Sí? ¿Y tú acaso lo detuviste?», la acusó su voz interna.

«Bueno, no. Yo… él. ¿Con quién carajo me estoy excusando?»

—Tranquila, Mel. Todo estará bien —le prometió y la tomo de la mano mientras seguían al señor Dawson a la oficina.

«Estoy perdida. Si se enteran de que vivo sola con mi abue… no, eso no puede pasar.»

Axxel se contuvo de reír a carcajadas al ver su gesto de terror. Le encantaba esa vulnerabilidad, esos nervios, ese rostro sonrojado...

«Mel es tan sexy.  Si supiera cuánto me pone mirar esa boquita rosada, esos deliciosos pechos, ese… contrólate, Axx.»

—¿Nunca has estado aquí, princesita?

Ella negó con la cabeza, estaba demasiado aturdida y preocupada.

«¡Oh mi Dios! Me quiero morir. ¿Y si todos se enteran de lo que hicimos? Esto es lo que faltaba. Ya es suficiente con que me traten como la cenicienta del instituto, para que ahora me llamen zorra.»

—¿Axx… qué es lo peor que puede pasar?

—Que nos metan en detención por unas horas y escuchar un sermón de abstinencia y control de natalidad.

—¡Oh, mi Dios! No puedo llegar tarde a casa. Mi abue… —Se detuvo al caer en cuenta de que hablaría de más. 

—Tu abue¿qué? —preguntó curioso.

—Nada, olvídalo.

«¿Por qué Mel es tan rara? Aunque eso es lo que más me gusta de ella, esa actitud tan enigmática. Me trae loco. Estuve por arrancarle la ropa en ese pasillo.»

Entraron a la oficina del director poco después y, como era de esperarse, el discurso que mencionó Axxel se hizo presente.

Los dejaron libre de detención, pero con la advertencia de no repetir nada parecido en ninguna parte del instituto. Ellos asintieron y salieron de ahí aliviados por librarse del castigo. Bueno, Melanie estaba aliviada, para Axx no era la gran cosa.

[1]Serie estadounidense.

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