Entre la vida y la muerte... y el amor

Los recolectores descendieron por la montaña, sobreviviendo de aquel terrible panorama mientras Varfiria miraba cómo aquel joven berzotas pero valiente al final, lograba darles tiempo para escapar mientras sacrificaba su vida en defensa de su gente “Me hubiera gustado conocerlo un poco más” dijo ella en voz baja mientras avanzaban hacia las partes más bajas de la montaña.

La sangre de Takashiro se derramaba por todo el cubo, desde la manivela que permitía agarrarlo hasta la zona donde se encontraba el cristal negro que daba la energía al artefacto.

Los devoradores rodearon a Takashiro babeando mientras se acercaban a su presa, el joven humano estaba lleno de temor, pero guardando la calma, respiró profundo y en seguida una luz emanó de sus ojos como el destello del sol, haciendo que el cubo comenzara a brillar causando un gran estruendo en la zona; del cubo se desprendieron rayos tan potentes que causaron un incendio alrededor.

Fuego logró esquivar los ataques que envió Takashiro desde el cubo y miraba cómo el brillo se volvía más intenso; sorprendido se acercó a la parte más profunda del pantano intentando esconderse; en un pestañeo, una luz enorme rodeó el lugar acabando con todos los devoradores que estaban cerca; el impacto fue tal, que el cubo no soportó la potencia de aquellos rayos y se hizo pedazos, quedando en su mano solamente el cristal negro lleno de sangre.

Takashiro no lo podía creer y desconocía lo que había sucedido, su mente estaba aturdida y solo pensaba en Varfiria y el resto de recolectores; a lo lejos pudo observar la cara de sorpresa de Fuego y las quemadas que tenía en su brazo por causa de su ataque, entonces comenzó a correr siguiendo el camino de los recolectores y su satisfacción era grande al saber que había acabado con la mayoría de sus atacantes.

El líder devorador salió del pantano y aturdido exclamó “¡Eso no es normal!” y mirando hacia los devoradores que quedaban vivos les dio la orden de perseguirlos y acabar con sus vidas sin piedad.

Los pasos de aquellos seres se escuchaba como una avalancha que venía detrás de Takashiro, ocasionando que el joven Hisumo, corriera como nunca sin mirar atrás.

Más adelante, los recolectores llegaron al final del camino frente al río Gravel, cansados por la batalla y sin fuerzas para seguir huyendo; todo el equipo estaba en la misma condición a excepción de Varfiria, quien parecía que aún tenía muchas energías; al observar hacia el río, notaron que tenía un caudal demasiado atípico, sobre todo porque era conocido como un río muy pasivo.

El sonido de unos pasos hizo temblar sus corazones, pues sus fuerzas no serían capaces de resistir una batalla más y no había forma de vencer a sus enemigos con los cubos de poder descargados.

Con los vientos en contra, solo la resignación se hizo presente con una invitación especial, que definía el estado de ánimo de los protagonistas aferrados a su credo; estaban dispuestos a dar hasta su último aliento para defenderse; sin embargo, el alma regresó a sus cuerpos cuando la silueta que se formó a lo lejos, pertenecía al joven ingenuo que corría a gran velocidad hacia ellos.

“¡Te has logrado salvar!” gritó alegre Varfiria sorprendiendo a los demás por su exclamación, el joven gritó enseguida “¡DETRÁS VIENEN LOS DEVORADORES!”; y queriendo detenerse, resbaló en su carrera y cayó al río, arrastrado por la fuerte corriente que lo llevó cautivo hacia lo más profundo.

Los recolectores quedaron perplejos al ver la triste realidad de aquel joven que había logrado escapar de sus depredadores pero que finalmente moriría en manos de la naturaleza, era como si la muerte estuviera escrita en su frente. Solo miraban hacia adelante manteniendo la guardia con sus espadas, esperando la aparición de aquellos devoradores que venían detrás de él.

Varfiria sin embargo, luego de pensarlo un momento discutió con sus amigos para rescatar a Takashiro pero nadie se atrevía, pues era un acto de suicidio entrar en dicho caudal; ella solo los miró y les dijo “Ese tonto se arriesgó a pesar que le pedí que se escondiera y se atrevió a luchar contra todo pronóstico para protegernos, ahora que nos necesita ¿Le damos la espalda?”.

“Nadie le ha dado la espalda, él fue un tonto al lanzarse al río sin pensarlo, tampoco nos lanzaremos a un barranco si así lo hace” le dijo Furman y Varfiria replicó “Tiene razón señor, pero no podemos abandonarlo en este momento; hemos sobrevivido a caudales peores, podemos hacerlo y salvar una vida tan importante, como lo es un descendiente del gran héroe Reno Tais”.

Todos se miraban entre sí, cansados por la batalla y respondió uno de ellos “En términos normales podríamos hacerlo, pero estamos demasiado cansados como para resistir una corriente de tal magnitud, aún quedan dos descendientes más del gran héroe por lo que debemos esforzarnos por ellos también y sobrevivir para protegerlos”.

La mujer guerrera manifestaba su molestia indicando que si pronto aparecían los devoradores, sería el final de todos modos; sabiéndose ignorada por el resto, los miró con mucho desagrado y se lanzó al río dejándose llevar por la corriente. Furman se lanzó detrás de ella casi de inmediato y los otros dos recolectores decidieron caminar hacia arriba sigilosamente con la esperanza de llegar al nuevo escondite de los humanos.

Varfiria nadó corriente abajo y alcanzó a mirar que en la orilla estaba el cuerpo de una persona, pero por la fuerza del río caudaloso, fue arrastrada muchos metros abajo hasta llegar a una peña, con la cual logró detenerse y usando de muchas fuerzas con sus piernas, se impulsó hasta llegar a la orilla.

El cansancio era notable de manera que su mirada no percibía con claridad lo que estaba a su alrededor, aunque la tormenta eléctrica seguía su curso en lo alto de la montaña con dirección hacia donde ella se encontraba; los vientos eran cada vez más fuertes, anunciando que las nubes llegarían pronto a su ubicación.

Corrió con mucha rapidez hacia donde recordaba haber visto aquel cuerpo inconsciente, pero mientras avanzaba, escuchó en medio de los árboles, el sonido de un devorador que se acercaba; detuvo sus pasos y comenzó a caminar muy lentamente mirando sobre las hojas de los arbustos de la zona; un grupo de devoradores se dirigían hacia la orilla del río en la misma dirección y ella tuvo temor porque con las fuerzas que tenía, era incapaz de sostener una batalla con al menos uno de sus enemigos.

El momento más estremecedor que paralizó su corazón, llegó cuando de sorpresa, sintió la mano de un hombre que colocándose sobre su boca la arrastró hacia atrás; Varfiria había gastado casi toda su energía en el trayecto sobre el río, que no podía defenderse con libertad; sin embargo, como un último esfuerzo hizo lo posible por darse la vuelta golpeando sobre el estómago a su enemigo; para su mayor sorpresa, delante de ella estaba un valiente que había decidido acompañarla hasta el final, su nombre: Furman Vines. Entre tantas emociones encontradas, lo abrazó tan fuertemente que soltarlo no era opción ni un instante.

Con un pequeño susurro le dijo al oído “Debemos rescatar a ese joven” y ella lo miró con ojos sollozos asintiendo con su mirada que el momento había llegado; se dirigieron de inmediato a la orilla intentando esconderse de los devoradores sin descuidar su objetivo: Rescatar al joven Takashiro.

El sonido de unas hojas interrumpió su paso, poniéndose en guardia ante la amenaza inminente, no obstante, campante caminaba el objetivo de su travesía aunque tambaleando por las pocas fuerzas que tenía.

Ambos se alegraron que estuviera con vida y sin perder el tiempo le pidieron que los acompañara hasta la aldea; Takashiro les pidió disculpas por su insolencia y queriendo pronunciar palabra, Furman lo interrumpió diciendo “Cuando lleguemos a la aldea habrá tiempo para hablar” y mirando hacia sus manos, notaron que Takashiro portaba el cristal negro del cubo.

“¿Por qué tienes ese cristal en tus manos?” preguntó ella a lo que respondió el joven “En una guerra como ésta cada detalle es importante, demasiados cristales nos han sido arrebatados por los devoradores y no podemos darnos el lujo de seguir perdiendo el armamento que nos defiende de nuestros opresores, lamentablemente, el cubo se partió en dos y no pude traerlo conmigo”.

Furman los guió con prisa hacia un frondoso árbol que había visto en el camino y subieron con prontitud para descansar y reponer fuerzas ante el arduo camino que les esperaba; Takashiro no dejaba de mirar a Varfiria con mucha malicia, lo cual causaba que ella se pusiera nerviosa; para el líder de los recolectores era un causal de celos y tomando acción, colocó su brazo sobre el hombro de ella abrazándola para calmar su frío, ella correspondió su abrazo y reposó sobre su pecho quedando totalmente dormida.

Takashiro sabía lo que estaba sucediendo, el líder de los recolectores no estaba dispuesto a perder a aquella mujer tan bella y aprovecharía su ventaja para conquistarla; así pasó la noche y el sereno cayó tan dulce que alimentó los labios de los guerreros, aligerando sus vistas que empañadas se encontraban por el cansancio del duro escape.

A la mañana siguiente, Takashiro despertó sólo en lo alto del árbol y para su sorpresa y desilusión, Varfiria y Furman estaban juntos en la parte baja acompañando un maravilloso momento con un beso de amor.

Su ilusión había llegado a su final, se bajó luego del árbol y Varfiria se acercó a él muy alegre, ofreciéndole un pequeño trozo de carne que parecía un conejo; él lo tomó con un poco de desprecio y lo comió con rapidez, sintiendo que se tragaba su orgullo al saber que la mujer de quien estaba locamente enamorado desde hace muchos años, no correspondería su amor por más que se esforzara.

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