"Un hombre diferente"

Capítulo 5

“Un hombre diferente a todos”

 –¿Casarnos tan pronto? –sus ojos bailaban de un lado a otro de mi cara, buscando leer, en mis ojos, lo que escondía con esa decisión. 

 –No tiene caso esperar más –le respondí levantando mi mentón.

 –Yo no tengo ningún problema. Pero recuerde que mi abuela condicionó eso en el testamento, así que ella debe estar presente en el matrimonio, y su firma debe aparecer en el libro de registro –argumentó el señor Winter.

 –Puede llegar mañana mismo aquí a España –le dije de inmediato.

 –Voy a ordenar  los preparativos, pero es complicado–dijo con verdadera preocupación. Primera vez que lo veía un poco nervioso e inseguro de algo. Hasta sentí pena por ponerlo en esas. Pero en realidad quería que ya empezaran a correr los seis meses del contrato.

 –Bueno –dijo dirigiéndose a mis padres–, Señor Smith, señora Smith, hago formalmente oficial el compromiso matrimonial de la Señorita María Eugenia Smith y mío.

¡Ah! Este hombre tan irremediablemente imponente y diferente a todos. 

Sacó de su bolsillo lo que parecía un pañuelo en seda azul,   dentro contenía una larga y aplanada cajita, mis ojos se abrieron enormemente cuando lo vi sacar de ella una hermosa pulsera, tomó mi mano y la jalé con fuerzas, pero ya él la había hecho presa de la suya, decidido, pero con delicadeza  la puso en mi muñeca, quedando la misma tan perfectamente. No pude hacer nada ante tan sorpresivo gesto.

–Ya que no tuve el honor de ponerle el anillo, quise ponerle este obsequio. ¡Espero que le haya gustado! –me dijo triunfante.

No sabía que decir. Traté de abrirle el broche, quería quitármela, pero no pude hacerlo, quedó cerrada en mí. Estaba entallada delicadamente.

Mi madre se levantó inmediatamente y tomando mi mano, miró a detalle aquella pieza, sus ojos se abrieron mucho y luego pestañó maripositas repetidas.

–¡Mariú, esto es una hermosura! ¡Mira que brillo tan espectacular tiene la pulsera y qué decir de ese anillo! Ni siquiera me lo mostraste. Eres una egoísta. Debiste compartir conmigo la emoción de recibir un regalo tan especial y tan costoso –dijo. Mi madre conocía muy bien esas prendas y sabía distinguir las piedras preciosas. 

–Señor Winter esto no es necesario, yo realmente creo que debemos hablar. Usted no debió… –le dije entrecortada para quedarme sin terminar lo que decía.

Pensé en explicarle que no era lo que yo quería, que en realidad nada de lo que decía ese contrato era lo que yo quería, pero él se explayó en detalles que terminaron callando mis razones.

–Ese es un regalo de mi abuela, perteneció a su madre, ella, al igual que mi abuela, también lo usó en su matrimonio por eso quiere que usted lo luzca ese día. Yo no tengo hermanas por eso la abuela lo regala a usted, porque va a pasar a ser su única nieta, al menos por ahora.

Sus palabras me enternecieron, no por él, obviamente, no conocía a su abuela, y ella se comportaba así, enviándome ese detalle tan bonito y tan especial, al haber pertenecido a su madre y que ahora me lo regalé a mí, rebasó mi resistencia y mis ojos volvieron a aguarse. El se arrodilló frente a mí y pasó sus manos por mis mejillas para secarlas delicadamente. Su sólo contacto ruborizó mi cara. Levanté el mentón con suavidad y él encontró mi mirada nublada.

Se levantó con lentitud. Tenía en su expresión ternura y sus ojos estaban nuevamente henchidos de luz y de aquella sonrisa.

Mis pensamientos me aturdieron, así que me levanté bruscamente del asiento, y cambiando totalmente el aire del momento le dije con voz aun ronca:

Espero que me comunique lo que haya logrado con respecto a su abuela. No le digo que le agradezca de mi parte el detalle que me envió porque espero hacerlo personalmente muy pronto. Que tenga una buena tarde –presurosa atravesé el umbral y me perdí tras las cortinas.

Arreglé mi vestido y me peine. Se me hizo muy tarde y no tuve tiempo de llamar a Aiora. Así que decidí ir a su casa, era vital que hablara con ella.

 Al salir mi madre me atajó en la puerta, se puso en medio para que no saliera.

–¿Te fijas hija? Eso es tener una madre preocupada. Mira todo lo que te ha regalado. Con ese anillo nada más te puedes ir y vivir unos cuantos años en Nueva York sin tener que trabajar. ¡Y te quejas de que no pienso en tu bienestar!

 –Por favor mamá, déjame salir. Estoy apresurada. Aún tengo cosas pendientes por hacer hoy.

 –Supongo. Como por ejemplo comprar el ajuar para ese apresurado matrimonio. Realmente no sé qué te pasa. ¡Puedes tener un matrimonio a todo lujo si quisieras!

 –¿Para que la gente quede hablando de mí  y dentro de seis meses me vean regresar divorciada? ¡Mamá, eres tan irracional! Además, mi vida no va a ser igual nunca más. Después de que todo esto termine, no podría volver a ser la misma –concluí con tristeza.

 –No, claro que no. Mira todo lo que te espera al lado de ese hombre, además si regresas divorciada en el tiempo que sea, igual hablaran. Sin embargo tienes que entender que eso no es importante. La gente se tragara sus palabras  cuando regreses con una enorme fortuna, nada más en joyas ya tienes…

 No pude seguir escuchándola, la tomé por los hombros y con toda la delicadeza que pude, que era muy poca en ese momento, la alejé de la puerta y salí dando un sonoro portazo.

 Llamé a Aiora y aun estaba en el café de Napo, me fui directamente para allá.

 –¡Hola amiga! –Me gritaba desde la barra–. ¡Estamos acá! ¡A tu salud! –me dijo alzando una copa de vino, y cuando estuve cerca, me jaló para pegarse a mi oreja y susurró –. ¡Por tu próximo matrimonio y viaje a Londres! ¡Jajaja!!

 Me reí apesadumbrada. 

 –Aiora hay algo que yo no te he contado, pero que debes saber –le dije con tranquilidad.

 –¿De qué se trata? –preguntó ella.

–¡Te he conseguido un nuevo empleo! Eso sí, tendrás que viajar a otro país, ¡perdón! ¡A otros países! –corregí, pues aún no estaba muy segura.

–¡Te contagiaron! –Exclamó con ironía jocosa.

 –¡No, todavía no me han contagiado la locura! –le respondí entendiendo su ironía.

 –A ver. Mariú, explícate entonces –demandó confundida.

 –Bueno, yo te contrato para que seas mi chaperona durante estos seis meses de matrimonio. ¿Qué te parece? –Pregunté cerrando un ojo y tapando mi cabeza. Esperando que me golpeara repetidamente por mí abuso de confianza.

 –Aun no entiendo, Mariú. ¿Qué es lo quieres decir? –replicó 

 –Pues que le pedí al señor Winter que tú me acompañases en este viaje a Inglaterra para que estés conmigo en todo momento, porque no puedo estar a solas con él, es para garantizar que no me tocará ni un solo pelo.

 –¡AAAAAAh! –gritó emocionada –. ¡Amiga, que bueno que pensaste en m! ¡Eres lo máximo! Claro que acepto. Jajaja. ¡Tú dices acepto a tu inglés y yo también! ¡Hurra! ¡Hurra!

–Mariú gracias por pensar en mi –me dijo ya más seria –. Estaré contigo todo el tiempo para que el inglés no se te acerque. No te preocupes yo te cuidaré amiga.

Aiora estaba a punto de caer, así que me la llevé a casa.

Al llegar mi madre estaba esperándome en su rostro aún tenía ese brillo de alegría y satisfacción por haber logrado su cometido, pero de mi no sacará ningún jugo. No le diré nada.

–Mariú, yo quise hacer un buen negocio con el inglés y tu lo arruinaste todo, por tu testarudez, siempre jugando a ser más honrada que nadie.

–No juego a nada, sencillamente es mi forma de ser.

–Déjame decirte que estas a punto de perder la oportunidad de tu vida, puede sacarle a ese hombre muchos millones –pensé tristemente  que si se enterara de mi verdad, si sólo supiera el contenido del contrato, seguramente se sentiría orgullosa de ser mi madre.

–Piénsatelo, tu padre y yo necesitamos para emprender nuestro propio negocio de nuevo.

–Mamá, siempre estas involucrando a papá en tus enredos y luego es él quien termina pagándolo todo. Ya basta –Le dije molesta.

– Él parece muy interesado en ti,  te ha llamado varias veces y dice que tú le tiras a buzón, llamó aquí hace rato. Voy a tener que tomar las riendas de este asunto por nuestro propio bien.

–No se te ocurra meterte en lo mío con el señor Winter. Eres tan…

Halé a mi amiga y seguimos al cuarto.

Busqué una piyama para Aiora y la empujé al baño.

–Vamos Aiora, date una ducha y cámbiate. Vas a dormir en el sofá cama. Ya vete acostumbrando a estar tumbada a mi lado que nos vendrán unos meses de estar en éstas. Claro sin necesidad del vino, por supuesto –le aclaré.

–Sabes Mariú, yo estaba muy deprimida hoy porque no llegabas. Pensé que me iba a pasar tantos meses sola, y que quizás pronto ya ni te acordarías de mí. Con tanto lujo y dinero. Pero saber que me has tomado en cuenta para esto me ha hecho tan feliz –gritaba desde el baño.

–Eres mi única amiga.  ¿A quién podría yo encomendarle esta tarea? Sólo a ti amiga. Además tendrás muy buen sueldo.

–¿En serio?

–Claro, crees que no te iba a beneficiar… Jajaja, sólo porque no leyó el contrato, porque si lo lee, nada de esto fuera posible.

–Bueno amiga me involucraste en tu locura y ahora tengo que cumplir yo también con esa cláusula. Gracias por pensar en mí, no me quería quedar sola.

Me quedé mirándola irse al baño y entonces le dije:

–Aiora necesito que me acompañes mañana a firmar el contrato con el señor Winter. Y por favor quiero que lo veas todo el tiempo, que estés al pendiente de cada movimiento de Harry Winter, de cómo ve a cada quien, de cómo se comporta y de cómo se ve conmigo. Más adelante te preguntaré algo sobre este favor.

–¡Claro que puedo! Pero eso es como raro… ¡Sólo  tengo que verlo! Bueno,  está bien,  se secarán mis lindos ojos viendo al señor ése!

–Anda ya y dúchate. Voy a hacer una llamada –mi amiga quedó desvariando en su locura alcohólica.

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