Nadie le gana

Una muy irritada Andrómeda recorría con prisa el largo pasillo que la conducía a su aula, minutos atrás, había chocado con ese patán ególatra que se había atrevido a insultarla y lastimarla sin ningún miramiento, recuerdos dolorosos de un sujeto parecido a él, la golpeaban con fiereza, aquel pasado que, si pudiera, cambiaria por completo, olvidando aquel terrible evento que le dejo una dolorosa perdida…si pudiese cambiar algo, definitivamente seria eso, además, ese mismo sujeto que la marco de por vida, había roto el corazón de su adorada amiga Nereida en la preparatoria, aquella coincidencia, por supuesto, había sido inesperada, pensando de vuelta en el idiota que había chocado con ella, negó en silencio, odiaba a los tipos como esos, arrogantes, pretenciosos y con ese narcisismo tan patético, no le había dado su merecido, por qué no podía darse el lujo de arruinar la beca que tanto esfuerzo le costó conseguir, y aunque amaba darles su merecido a sujetos como ese, no arriesgaría ni muerta el futuro de ella y su querido hermano, así que, tratando de calmarse, dirigió sus pasos a su aula.

La joven cobriza entro aún irritada a su salón, dónde inevitablemente los estudiantes la miraron notando que no portaba su calma habitual y sentían escalofríos al ver el irritado rostro de la hermosa joven quien se calmaba hacia sus adentros al notar que la gruñona profesora no había llegado aún pues temía estar entrando tarde.

- ¿Que te ocurrió? Luces como si hubieras tenido una discusión con el demonio - río Nereida, completamente divertida de ver cómo los estudiantes miraban a su casi hermana con miedo.

- Eso mismo ocurrió - contesto Andrómeda acomodándose en su asiento y con evidente molestia.

Nereida no pudo evitar que un escalofrío le recorriera las espaldas.

- ¿Que ocurrió? – cuestionó sería la castaña.

- Vi a un demonio narcisista con una coleta larga en el pasillo camino a los casilleros y tuve que ahogar mis ganas de destrozar esa sonrisa - dijo la cobriza apretando fuertemente los puños deseando estrellar los contra el arrogante rostro del moreno.

- ¿Bromeas? ¿Viste a Sallow? Un chico alto de piel morena y largo cabello trenzado - pregunto la preocupada amiga pensando en qué tal vez su adorada hermana se había metido en un problema, pues sabía muy bien por su hermano que aquel sujeto no dejaba pasar ofensas a su persona jamás.

- ¿Sallow? ¿Te refieres al tipo que me contaste es un patán?, Pues sí, es posible que sea el, coincide con la descripción que me diste, chocamos al ir distraídos ambos y caímos al suelo, me iba a disculpar de inmediato pero me llamo animal - respondió Andrómeda severamente molesta, mientras acomodaba sus cosas siendo observada por el sombrío semblante de su mejor amiga, quien, se decía hacia sus adentros que si aquel bastardo se atrevía a lastimar a su querida Andrómeda no dudaría en utilizar su apellido para escudarla, pues escucho a su hermano y a su prometido decir, que aquel arrogante piel canela no dudaba en aplastar a todo aquel que le pareciera molesto.

Mientras tanto, en un edificio alejado de aquellas jovencitas, un colérico Altair, recibía las atenciones de sus compañeras de clase, quienes, al notarlo de mal humor, no dudaron de llenarlo de halagos tratando de acercarse al piel canela que las volvía locas.

El joven estaba furioso, nunca nadie lo había insultado de esa manera, y menos una estúpida mujer, eso no lo pasaría por alto y se prometía hacer pagar a esa orgullosa chica para sus adentros.

- ¿Notas a Altair irritado? - preguntaba un joven atractivo de cabellos castaños sujetos en una cola alta.

- Si, al parecer tuvo un altercado con una jovencita de nuevo ingreso que lo puso en su lugar, así que no te le acerques Caleb - reía sumamente divertido el joven Alexandre.

- Pues debió haber sido un altercado muy grande para tenerlo de tan mal humor - dijo en tono serio el joven de ojos castaños a su divertido amigo.

- Pues sea quien sea esa joven está acabada - respondió en tono más serio el joven de ojos azules.

Maldición, quien se cree esa estúpida mocosa al retarme de esa manera, no solo me insultó, ¡Me ignoro! ¡A mí! Debería ser una más de las tipas que piden a gritos intentar calentar mi cama, no sentirse con derecho a tratarme como si no valiera nada, le haré pagar por esto a esa mustia insolente

Pensaba hacia sus adentros, cada vez más irritado Altair, ignorando los halagos y atenciones de sus compañeros de grupo.

De un momento a otro el impulsivo y colérico muchacho abandonó el salón de clases para ir en busca de aire fresco, sentía necesitarlo.

Las clases transcurrieron con tranquilidad y para la tarde que habían concluido, la hermosa Andrómeda esperaba tranquila a su amado André Edevane, un joven de 28 años sumamente apuesto de blancos cabellos, albino, y de hermoso rostro, su personalidad altiva y orgullosa, además, de su apariencia de super estrella, lo volvían un soltero sumamente codiciado, aquel joven, era el dueño de la tienda de autoservicio donde la jovencita trabajaba desde hacía 3 años.

Altair, observaba a Andrómeda desde el despacho del director del campus, se había puesto a investigar la identidad de la joven, y había descubierto que no era más que una simple becaria, había pensado en hacer que la expulsaran, pero, al observarla bien, decidió no exigir tal cosa pues un mejor y retorcido plan surgió en su cruel mente, si, la humillaría y haría de su estancia en el lugar un infierno.

De pronto, salió abruptamente de sus pensamientos al observar cómo los jóvenes estudiantes la rodeaban y platicaban animosamente con ella, parecía ser bastante popular, sin embargo, le dio la impresión de que la bella joven no era muy femenina en su actitud y aun así gozaba de una gran popularidad.

Sus zafiros ojos se abrieron de la impresión al ver como la chica tomaba de la cintura a una de sus compañeras de clases y tomaba su barbilla haciendo que la joven en cuestión se sonrojara severamente por el acto ¿Acaso era lesbiana? Eso podría explicar porque no cayo impresionada ante su gran atractivo, la escena era tan bizarra a sus ojos que aquella arrogante mujer, parecía un príncipe sujetando a una pueblerina, causándole una sonrisa de ironía, pues la belleza de la joven, reconocía el piel canela, era imposible de creer, digna de una princesa.

- ¡Andrómeda! - llamo un joven de blancos cabellos a la cobriza que ya se había despedido de sus compañeros.

- André, gracias por venir por mí, tengo un poco lastimada la cintura por culpa de un estúpido con el que choque accidentalmente - dijo la hermosa jovencita quien, a pesar de ser muy fuerte, con aquel hombre al que amaba profundamente, mostraba fragilidad.

André Edevane, se había nombrado a sí mismo como protector de Andrómeda, desde que encontró hacía varios años atrás, fuera de su tienda abrazada a su pequeño hermano cuando aún era una jovencita, y el, solo un joven que recién comenzaba su negocio, ambos hermanos, hambrientos y desprotegidos, se habían quedado solos en el mundo cuando la madre murió, la "familia" de la entonces pre adolescente, solo se había ocupado de darle entierro a la madre de los chicos y a ellos, los habían dejado en completo desamparo, el simplemente no pudo ignorar aquella tan triste situación, les brindó un techo donde vivir y a ella le brindo un empleo muy bien pagado para no herir el orgullo de la orgullosa joven quien sabía muy bien, tenía grabado en su singular personalidad que debía trabajar duro para merecer el pan de cada día, había conocido a la madre de la hermosa muchacha y en honor a aquella amistad, se había hecho cargo cuando nadie más quiso hacerlo, nadie lo sabía, pero André, estaba locamente enamorado de Andrómeda en secreto, aunque por la diferencia de edades y siendo su protector, quizás jamás se atrevería a decirle aquellos sentimiento que nacieron poco a poco dentro de él hacia ella.

El apuesto joven la levantó con sumo cuidado y la cargo estilo nupcial para llevarla a su auto, cuidando de no lastimar más a la secretamente frágil jovencita, quien rodeo con sus brazos el cuello blanquecino del peliblanco que la sostenía delicadamente al saberla lastimada.

Nadie había sido testigo de aquella tierna escena, salvo Altair Sallow, que, sin proponérselo, había visto las dos facetas de la cobriza, y se había divertido con ello.

- ¿A qué estás jugando, Miracle? - se preguntó en voz alta el joven de ojos zafiro, a quien sus fuentes dentro de la universidad le habían contado que la joven era apodada "príncipe" por los estudiantes y era una especie de cursi heroína, que solía meterse a defender a otros, aunque no entendía porque hacer algo tan estúpido, pues ese ridículo relato la hacía sonar como una entrometida, también supo por Alexandre, que era la mejor amiga de su prometida Nereida y gozaba de una popularidad tremenda entre hombres y algunas mujeres.

- Encontraré una manera de beneficiarme de lo que acabo de ver Miracle, y te haré pagar la humillación que me diste - dijo riendo de lado con malicia para después retirarse en su lujoso auto clásico del lugar.

- ¡Es un reverendo idiota!, Nunca sentí más ganas de romperle la nariz a alguien que a ese bueno para nada arrogante! - decía la joven Andrómeda, a su apuesto protector quien la miraba divertido y con ternura, aquella jovencita lo había enamorado un par de años atrás por su valentía y dulzura, pero también algo dentro de él le dolía, su pequeña estaba creciendo cada día más, y temía en secreto que en aquella universidad conociera a alguien que le robara su afecto.

Una semana había transcurrido desde aquel incidente que involucraba a una cobriza y a un piel canela, y ese día se daría una fiesta de bienvenida a los de nuevo ingreso organizada por los alumnos que estaban por su último año de la universidad, William Billinghurst, un estudiante de último grado, y brutalmente apuesto, era quien se encargaba de dirigir a los demás alumnos para que aquella fiesta, que era ya una tradición entre estudiantes, fuese perfecta y sin incidentes, pues simbolizaba el despedir lo viejo y dar una bienvenida a lo nuevo, el apuesto joven de larga y plateada melena, albino y de hermosos rasgos, miraba con sus celestes y fríos ojos de hielo, a los jóvenes que al sentirse observados por el apuesto hombre se sentían presionados, pues sabían lo estricto y perfeccionista que era, y todos, además, sentían que el tiempo se les venía encima.

Altair, caminaba junto a Alexandre por los pasillos de la universidad, ya con algo maquiavélico en mente par desquitarse de Andrómeda.

- No creo que sea conveniente lo que piensas hacer Altair, Miracle tampoco tuvo la culpa de haber tropezado contigo y cualquiera se habría ofendido si lo llaman animal - decía Alexandre a su arrogante amigo por la fechoría que estaba dispuesto a hacer a la joven en la celebración para dejarla humillada frente a todos.

- No molestes Alexandre, sabes muy bien que a mí nadie me gana y menos una mujer - el piel canela sabía que aquella chica tenía su lado cursi y patético pues la vio como colegiala estúpida en los brazos de aquel hombre de blancos cabellos, y por supuesto, al ser un hombre millonario y todo un sex simbol, como todas las chicas del campus, ella babearía por él, y el, se le acercaría con un falso interés en ella a invitarla a pasar la noche siendo su compañera de baile, y luego, le dejaría claro que una miserable que no tiene dónde caerse muerta, jamás llenaría las expectativas de un hombre apuesto y millonario como lo era el, así, la humillaría frente a todos los alumnos de las diferentes universidades del campus, y quedaría expuesta como la simplona interesada que estaba seguro que era.

- No lo entiendes, este año es Billinghurst quien organiza la celebración porque su hermano menor es de nuevo ingreso, si le hechas a perder esto te vas a ganar a un enemigo poderoso, sé muy bien que se está esforzando para que todo quede perfecto y no es un hombre al que debas provocar con tus tonterías, deja en paz a Miracle, ¡Por una maldita vez escúchame! No es solo por aquel tipo arrogante, Nereida al igual que él y nosotros, es de las 5 familias, si humillas de esa manera a la que considera su hermana tendrás dos enemigos poderosos - Alexandre trataba desesperadamente de persuadir a su mejor amigo de cometer una tontería que si lo podía perjudicar.

- ¡Escúchame bien idiota! ¡Nadie se da el lujo de humillarme sin pagar por ello, me importa una m****a quien se convierta en mi enemigo, mi maldito orgullo es más importante que nadie, así que no te metas en esto y si no quieres apoyarme entonces lárgate a refugiarte en las faldas de tu prometida que yo me bastó solo para dejar en ridículo a la mustia de Miracle y de los otros dos estúpidos puedo defenderme perfectamente bien, así que entiende, ¡NADIE ME GANA A MÍ!! – Altair estaba dispuesto a llegar a las últimas consecuencias con tal de enaltecer su orgullo herido, sin saber que aquella noche sería el parte aguas para un sinuoso camino.

El apuesto joven de hermosos ojos zafiro no tenía ni idea, de que aquella velada le daría un vuelco a su vida que jamás imaginó y que lo marcaría para siempre.

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