Mi amor con el Heredero
Mi amor con el Heredero
Por: Yubel Writer
El comienzo

A veces, las princesas se convierten en príncipes, debido a muchas razones que no todos pueden comprender, a veces, hay situaciones en la vida que son tan duras y tan terribles, que puedes llegar a pensar que estarás perdido para siempre, como si estuvieras enterrado bajo tierra sin poder respirar y sin que nadie allá afuera pueda escuchar tus gritos…a veces, prefieres vivir tu vida sin amar, cerrado dentro de ti mismo para que nadie pueda herirte de nuevo…a veces, la persona menos indicada es la que termina dando el vuelco más inesperado de tu vida, llevándote a conocer al amor cuando menos esperas…y con quien menos esperas.

Andrómeda Miracle, es una hermosa joven de 19 años, dueña de un hermoso rostro de dulces y pequeños labios rosados, nariz perfecta y unos hermosos y expresivos ojos verdes enmarcados por unas altivas cejas que le daban un aire de superioridad y suficiencia, su cuerpo, de largas y bien torneadas piernas que terminaban en una muy bien formada cadera, una cintura estrecha y bien formados pechos, hacia suspirar a todo aquel que la mirase, su larga y cobriza cabellera, lacia en su nacimiento y que terminaba en perfectas ondulaciones le llegaba debajo de los muslos, Andrómeda, era dueña de una belleza francamente inigualable, su nívea y sedosa piel la volvían un objeto de deseo para muchos y ¿muchas?

Sin embargo, era su personalidad, el verdadero motivo de admiración entre conocidos y desconocidos, dando un aire de fortaleza y confianza que pocos eran quienes lo poseían, todo aquel que la llegaba a conocer, tenía una primera impresión inolvidable al escudriñar dentro de aquellos profundos ojos chocolate, era fuerte, su naturaleza protectora la hacía defender causas que consideraba justas y lo llevaba a los extremos de rebasar la línea de lo que se consideraba apropiado, para algunos conservadores, propio de su género, muchas veces se metía en líos grandes a defender a chicas y chicos de abusones, aunque, solo un pequeño puñado de personas, tenían el conocimiento de la razón que había detrás de ello, una verdad tan dolorosa que algunos años atrás, la había marcado para siempre, había entrenado desde pequeña artes marciales y se consideraba fuerte, por ello, no dudaba en dar una buena lección a los que se metían con los más débiles, la hermosa joven de cabellera cobriza, caminaba siempre altiva y orgullosa, tenía, además, un buen sentido del humor, todo aquel que la miraba suspiraba por ese aire principesco que naturalmente poseía, era difícil no voltearla a ver cuándo recorría los pasillos de su universidad o trabajo, era digna de confianza y les brindaba calidez y seguridad a todos los que la conocían, una chica fuerte, segura de sí misma, hermosa y alegre...era el sueño de cualquiera.

Pero su vida distaba mucho de ser perfecta, 3 años atrás había perdido a su madre y con tan corta edad, había quedado a cargo de su pequeño hermano, Alexandre, un infante de 8 años tan atractivo como su hermana y de personalidad serena y madura para su edad, su madre, una mujer fuerte que le enseñó a nunca darse por vencida sin importar las adversidades de la vida, los crio a ambos como soltera, la sufrida mujer, no contaba con apoyo de su familia que la consideraba una vergüenza, si, estaban prácticamente solos en el mundo, solo la menor de los hermanos de su madre los apoyaba, y una muy modesta pensión que su progenitora había dejado para ellos, obligaba a la bella joven a trabajar y estudiar haciendo un gran esfuerzo en ello y determinada a realizar cada uno de sus sueños, su tía, le ayudaba a cuidar de su pequeño hermano para que la chica no descuidara por nada del mundo sus estudios, ya que esa y su hermano, eran las prioridades de vida de la fuerte jovencita.

Hacia una semana que había ingresado a la universidad Carrington en Londres, un prestigioso campus universitario, que se caracterizaba por ser prácticamente exclusivo para jóvenes adinerados y de buena posición, universidad a la cual, logró ingresar gracias a una beca que sus excelentes notas le consiguieron, a pesar de no ser de buena posición económica su carisma, personalidad y porte elegante, le habían ganado el respeto y admiración de casi todos los estudiantes de aquella universidad a pesar de recién haber ingresado a esta, estudiaría medicina, su más grande sueño, era convertirse en médica.

- Buenos días Andrómeda - saludaba una hermosa chica de cabellos lacios y castaños, rostro bonito y serenos ojos celestes, su porte recto y serio la hacían lucir madura, aunque eso estaba lejos de ser cierto, Nereida Dankworth pertenecía también a una de las 5 familias más importantes de Inglaterra, pero su carácter era algo infantil y siempre disfrutaba de "una buena risa", pertenecer a la alta cuna no la volvía frívola o pretenciosa, era bastante sencilla y cálida, y apreciaba a su querida amiga, quien era su compañera desde la preparatoria y consideraba una verdadera hermana.

- Buen día Nereida, parece que hay mucho revuelo en la entrada, ¿habrá pasado algo? -  cuestionaba Andrómeda algo curiosa.

- Seguramente el pesado de Sallow regreso - contesto Nereida algo aburrida de ver cómo las jóvenes del colegio gritaban eufóricas como si de un artista famoso se tratase.

- ¿Sallow? - pregunto sin mucho interés la cobriza.

- Es un tipo arrogante y presumido, igual que yo pertenece a esas familias importantes, se dé el por esas aburridas reuniones que suelen hacer nuestras familias, mi hermano y Alexandre son sus amigos y compañeros de clases, Caleb siempre me contaba de los muchos gritos y suspiros que levanta ese patán- dijo un poco harta Nereida.

- Entiendo, pues suena como alguien a quien definitivamente no quiero conocer - río la cobriza en complicidad con su casi hermana.

– Definitivamente no querrás conocerlo, es de ese tipo de personas que jamás valdrán la pena – respondió Nereida con firmeza.

Corriendo hacia el edificio, las chicas siguieron charlando un poco más, sus clases estaban por comenzar, y ninguna deseaba llegar tarde, ambas jóvenes se olvidaron rápidamente del joven del que hacía poco se hallaban platicando.

El revuelo que aquel joven de sonrisa cínica causaba, era siempre un dolor de cabeza para propios y extraños que caminaban apresurados hacia sus universidades, sin embargo, para Altair, era lo cotidiano.

- Chicas, saben que todas tienen un lugar en el corazón de este Altair, así que, déjenme pasar - sonrió altivo el joven de piel canela ya harto de sus odiosas admiradoras adentrándose al edificio.

Altair Sallow, era un joven de 23 años, el típico chico rico de posición privilegiada, y que pertenecía a una de las 5 familias más importantes de Inglaterra, a su edad, era dueño de una importante empresa de moda internacional que había heredado de su padre, un chico egoísta, banal y libertino, que sentía tener al mundo entero a sus pies, acostumbrado a siempre tener lo que quería, solía enredarse con las modelos de su empresa y trataba a las mujeres como meros objetos desechables para saciar sus bajos instintos y al sentirse intocable, tenía una personalidad retorcida y ególatra, siempre mirando a todos como inferiores, sin embargo, y a pesar de ello, nadie podía negar que era un joven extremadamente apuesto, su piel canela que parecía haber sido besada por el sol, y sus hermosos profundos de ojos color zafiro, combinaban perfecto con su larga cabellera cobriza que todo el tiempo tenía sujeta en una cola baja, su cuerpo atlético y perfectamente formado, aunado a ello, lo volvían un sex símbolo, el soltero más codiciado de la ciudad y no había chica que no babeara por él, al menos, eso se aseguraba así mismo el apuesto joven.

Había transcurrido ya, una semana desde que la inauguración de las clases y presentación de los de nuevo ingreso había ocurrido, y el ególatra Altair no se había dignado a asistir a la universidad, todo aquello lo consideraba tedioso, iba ya a la mitad de su carrera de administración y decidió que esas “estúpidas formalidades” lo aburrían al punto del fastidio, de todos modos, saltarse clases o esas tonterías no lo perjudicaban en lo más mínimo, el aportaba grandes y jugosas donaciones a aquella universidad y todo mundo en Carrington se desvivía en atenciones y consideraciones para el estudiante, siendo verdad que solo asistía para cumplir con una de las molestas condiciones que su padre dejo para que el heredará todo.

- No deberías tratarlas así, por eso luego terminas en líos de faldas - dijo un joven de piel morena clara y cabellos negros que sujetaba en una pequeña cola, sus ojos azules miraban divertido a Altair, eran amigos desde la infancia y eran igual de patanes y mujeriego.

- ¿Qué pasa Alexandre? ¿Acaso te da envidia el cálido recibimiento de las niñas ardientes del campus? - contesto el joven mirando con sus zafiros ojos al que consideraba su hermano, Alexandre Barbrow era un joven que disfrutaba de vivir su vida tranquilamente, el siempre fiel amigo y consejero de Altair, y también, el prometido de Nereida Dankworth.

- Sabes que no es así, yo solo tengo ojos para mi Nereida - río el joven moreno al pretencioso comentario de su amigo.

- Eres aburrido, yo no podría ser para una sola mujer, hay mucho Altair para todas - dijo el joven de piel morena con arrogancia.

- Eres un idiota, uno que ya encontrara a quien le sujete la correo, a todos nos pasa, tu no serás la excepción, ya lo veras - dijo Alexandre con una sonrisa tranquila.

- Iré a mi casillero por mis cosas, adelántate sin mí, idiota - dijo con fastidio Altair ante aquel comentario desatinado, el no creía en el amor, tenia razones para ello…dolorosas razones que no le diría jamás a nadie.

- Como diga su eminencia - respondió burlándose Alexandre.

Andrómeda caminaba junto a Nereida en el interior del edificio principal, lugar donde se encontraban las oficinas y los casilleros de los estudiantes.

- Diablos, dejé uno de mis libros en el casillero, no tardo - dijo a su gran amiga, la cobriza.

- Será mejor que vayas corriendo o no alcanzarás a entrar a tiempo a la clase y ya sabes lo gruñona que es la profesora Karla - le gritó la castaña a su amiga.

Andrómeda corrió hacia donde se encontraban los dichosos casilleros y no se fijó que un joven de piel canela, caminaba despreocupado en dirección opuesta a donde ella se dirigía, un estruendo se escuchó en el casi vacío cuando ambos jóvenes chocaron el uno con el otro.

- ¿QUE DIABLOS TE PASA ANIMAL? ¿QUE NO SABES QUE LOS PASILLOS SE HICIERON PARA CAMINAR ESCORIA? - gritó un sumamente molesto Altair Sallow, que se levantaba a sacudirse mirando despectivo a la joven que segundos antes había chocado accidentalmente con él.

- ¿COMO ME HAS LLAMADO IMBECIL!?- respondió la joven Andrómeda con los pómulos enrojecidos por la ira de haber sido insultada de manera tan degradante.

- Te he llamado animal, que además de torpe ¿Eres sorda? - respondió Altair.

- Tu también venías distraído, ¿Quién te crees que eres para insultarme de esa manera? - Andrómeda sintió la necesidad de darle un buen puñetazo al joven de larga coleta cobriza que tenía enfrente, pero, siendo becaria, sabia que causar problemas no era la mejor de las ideas.

La joven de cabellos cobrizas, odio inmediatamente la manera en que la miraba, su propio cabello había quedado revuelto, y su rostro no se distinguía bien por su alborotaba melena debido al fuerte impacto con el patán y el suelo.

- ¿Que quien me creo que soy? Seguramente eres una de esas sosas virginales de nuevo ingreso para no saberlo, ¡Yo soy una autoridad aquí mocosa! ¡Y no te permito hablarme de esa manera tan altanera! – dijo Altair con arrogancia.

El joven tomo por las muñecas a la chica y la levantó bruscamente del suelo, le tomo la barbilla para verla mejor y abrió sus zafiros ojos al contemplar la belleza del rostro de la jovencita que lo acababa de desafiar soltándola de inmediato.

- A mí no me importa quién te creas ser, no me insultaras, detesto a los cretinos como tú que sienten que el suelo donde pisan no los merece, solo porque papi tiene dinero - respondió la furiosa cobriza zafándose del agarre del joven que se había quedado sin palabras.

Pasando de lado, y decidiendo ignorar al presumido que acababa de ofenderla y lastimarla con su brusquedad, decidió no desperdiciar su tiempo, aunque, sin duda, deseaba partirle la cara, pero no lo haría allí, debía guardar la compostura y llevaba prisa pues su clase estaba por comenzar, ya tendría la oportunidad de mirarle fuera del campus y entonces le enseñaría con los puños a respetar a otros.

El joven Altair, la miró incrédulo alejarse de él, y al hacerlo, noto el bien proporcionado cuerpo que la chica poseía, su larga y suelta cabellera que se movía al compás de su andar y la altivez que mostraba aquella mocosa lo habían dejado perplejo, sus largas y bien torneadas piernas se podían apreciar a simple vista con aquel vestido color celeste que llevaba, y por unos instantes no respondió a la gran ofensa que la cobriza le había lanzado sin ningún temor directo a la cara.

- ¿A DONDE TE CREES QUE VAS? - gritó visiblemente encolerizado el piel canela a la chica que lo miro de manera altiva y desafiante y que luego paso a ignorarlo por completo.

No tenía idea de quién era esa joven, pero lo averiguaría y le haría pagar su insulto, caminando a donde se encontraba su salón, pues él también llegaba tarde, sentía su sangre hervir de rabia, de ninguna manera dejaría pasar aquello, ya encontraría una manera de desquitar su enojo, con ello en mente, Altair se perdió en el largo pasillo el joven Altair sintiendo una poderosa rabia consumirlo, pues esa era la primera vez que lo habían insultado y visto hacia abajo y eso...no lo iba a perdonar...nunca.

Andrómeda caminaba hacia su propio edificio, sintiendo un fuerte deseo de golpear a aquel imbécil que deliberadamente la había insultado, imaginando mil escenarios en donde le partía la cara al insolente moreno arrogante, aquello no podría quedarse así y castigar a niños mimados e irritantes como ese era su especialidad.

Dos personas distintas entre sí, de corazón ardiente en diferentes causas...caminos comenzaban a divisarse en la lejanía en tan aquel inicio...aquel comienzo.

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