Mire el exterior, esas flores volvían a nacer brillando bajo los mansos cielos que hoy lucían alegres.
Sonreí sintiendo mis mejillas llenarse de gruesas lágrimas, esas que alguna vez lloraron las desdichas y hoy se teñían de felicidad. Mis ojos vagaron brevemente en los claros cielos, algunas aves revoloteaban tan alegres y el bullicio volvía a ser escuchado.
Un bullicio calmado y bello.
Entonces mis manos fueron guiados hacia mi abultado vientre, los días corrieron tornándose largos meses, meses en los cuales la calma retomo su camino, aunque supiéramos que alguna vez algo ocurriría nuevamente alertándonos, pero podíamos suspirar.
Suspirar sabiendo que aquel ser formándose en mi vientre sonreiría viendo los bellos ojos de su padre.
—Princesa Sol —dijo una voz tan dulce y nerviosa de la bella mañana. Gire sobre mis talones dej
Largos años y mire cómodamente ese bello paisaje antes de suspirar.La melancolía me invadió mientras volvía a sentir mi corazón palpitar desenfrenado resonando bajo mi ser, en mis labios una sonrisa se plasmó y nuevamente quede en el silencio escuchando a las aves cantar tan lejanas a mí.Sin embargo, fue difícil evitar sentir como una lágrima surcaba mi mejilla sonrojada y otras se perdían acariciando mi cicatriz que durante estos 7 años fue dejando de ser tan visible sobre mi piel para lentamente desaparecer. Seguía ahí, tan vivaz y marcada, pero podía sentir al temor alejado de mi corazón.Ya no temía a los murmullos ni frías miradas que descontrolarían mi ser.Estaba en paz, aunque parte de mi corazón estuviera vagando entre esos cielos mansos.Fue hace un año que Caleb soltó su último
El nacimiento de Photine:Despertó con un dolor recorriendo su cuerpo, Sol tomo asiento entre las colchas claras murmurando con premura el nombre de su amado, ese pequeño ser resguardo en su vientre golpeteaba ansioso de salir, de ver a su madre y buscar su consuelo.Sol grito con temor mientras el castillo se removía.Gente apresurada gritaba, Fermio miraba todo con atención alejado de su propio hijo y avergonzado todavía de las miradas. Suspiro alejándose.La mujer grito con los ojos cristalizados y el sudor corriendo por su piel. Sus manos apretaban las blanquecinas sábanas, su cuerpo entero temblaba mientras los murmullos seguían a su alrededor.Era una fresca mañana donde los cielos mansos lucían despejados, el sol tan brillante observaba a los curiosos seres, algunos alegres, otros perdidos en sus propios caminos y el resto corriendo al
La noche bajo nuestro propio cielo:Ella sentía temor mirando la oscuridad que alumbraba los cielos, Gustavo sonrió mirándola con atención antes de suspirar y ser ese llamado de atención.—¿Qué pasa? —pregunto la mujer de cabellos dorados—Te encuentras asustada y preocupada. ¿Verdad? —ella asintió con timidez—Es la primera vez que dormiré lejos del castillo y sin escuchar la voz de mi doncella —con pena confeso agachando su cabeza para perderse en su regazo. Sus dorados cabellos cayeron como cascadas que lentamente se movían por el viento silenciosoGustavo se colocó de cuclillas a un lado de su amada, sostuvo esas manos temblorosas dejando entre los nudillos fugaces besos. Ella preocupada posó sus ojos en los suyos quedándose en silencio cuando la voz de su amado volvió
Deseaba la libertad y muchas veces me cuestionaba: ¿Qué era ser libre? Las mañanas eran tristezas, las tardes deprimentes y las noches tormentosas. Quería refugiarme en algunos cálidos brazos y llorar en silencio, tal vez escuchar una voz pidiendo calma, unas manos acariciando mis enmarañados cabellos y sentir un delicado beso ser depositado en mi frente. Pero debía borrar aquellos anhelos porque yo seguía soñando. Era una tarde fresca, el sol se posaba en lo más de los cielos, podía escuchar el cántico de las aves mientras mi padre me observaba con ternura, sus labios pronunciarían mi nombre sin odio y podía recorrer los pasillos de mi hogar sin miedo, pero todo era solo un sueño. Porque cada vez que mi rostro era visto por mi padre el repudio se impregnaba en su mirada, prefería ocultarme en la oscuridad y llorar en silencio. Nunca supe el motivo de aquella cicatriz que se marcaba en la parte derecha de mi rostro, pero el silencio de mi padre provocaba que aquella pregunta nunca
Y nuevamente como cada tarde me perdí en mis sueños. Imposibles y lejanos. Esta vez corría por los jardines mientras mis cabellos se movían al compás de mis movimientos, sonreía y el aire fresco rozaba mi piel. Por un momento mis labios formaron una sonrisa hasta que al abrir mis ojos caí en la realidad amarga de mi vida. Solo estaba soñando. —Sol —la suave voz de mi nana resonó en mi alcoba, gire mi rostro para observarla. Ella yacía frente a mí de pie y con una sonrisa en sus labios— ¿cómo amaneciste hoy? —Bien, —ella asintió, mi doncella ingreso al lugar sosteniendo entre sus manos una bandeja plateada. Reverencio con una dulce sonrisa— ¿cómo están las cosas? Mi nana soltó un suspiro y sabía que pronto recriminaría a mi padre. —Todo bien, doncellas decorando y limpiando cada centímetro de este palacio. Y ya sabes tu padre esta emocionado con todo esto… —bruscamente freno sus palabras arrepentida Asentí en silencio, dejé de observarla para captar las cortinas blancas. No se
Escuchaba los murmullos llenar la cálida mañana mientras yo me cuestionaba aún por qué no sentían miedo ante la llegada de aquellos seres. Si estuviera fuera de esta alcoba mi cuerpo temblaría si algún lobo o felino posara sus intimidantes ojos sobre mí. ¿Cómo mis hermanas aguantarían aquello? Rezaba para que ellas permanezcan a salvo. Macarena me había despertado con una mirada entristecida, observe las cortinas blancas y el sol recién iba posándose en los cielos. Cuestione y cuestione ante aquel apuro por despertarme, también cuestione sobre los murmullos invadiendo la cercanía de mi alcoba, pero mi doncella prefirió callar. Horas después el bullicio seguía presente, pasos, voces y algunas risas. Mi corazón latió fuertemente, Macarena peinaba mis cabellos con nerviosismo y por alguna extraña razón desee que este día nunca llegara. ¿Qué pasaba en realidad? A mi mente llegaron las palabras de mi hermana: Yo también tengo miedo, miedo porque te miento y soy débil. ¿Mentirme? Ne
Sus dedos acariciaron mis mejillas, no vi en sus ojos asco ni pena, vi felicidad y el miedo desapareció cuando una sonrisa se plasmó en sus labios. —Mi pequeña Sol, tus lágrimas lastiman mi frío corazón —su voz era ronca y cálida, tan distinta a las demás Poseía cabellos grisáceos, largos y brillantes. Sus ojos teñidos color carmesí, sus labios rosados y delgados. Su piel deslumbraba bajo el sol, mis ojos hipnotizados recorrieron su rostro con detenimiento, algunas marcas se podían notar sobre su piel. Marcas de guerra. En su raza las marcas de guerra eran algo valioso, demostraban su valentía y ferocidad al pelear. En mi raza eran signo de vergüenza, signo de que tu belleza es nula. ¿Por qué no podía dejar de mirarlo? ¿Por qué me sentía en paz ante su toque? De pronto sus bellos ojos dejaron de observarme para posarlos en la persona que yacía detrás de mí, mi padre y como el enojo se reflejaba en ellos. El rojo intenso incremento como si fueran llamas ardiendo en el interior d
Lentamente mis ojos se abrieron, un aroma suave y cálido invadió mis fosas nasales. ¿Dónde estaba? —me cuestione mentalmente —Sol tranquila —gire mi rostro cuando escuche la voz suave y relajante de Guadalupe. Ella me observaba con ternura, sus cristalinos ojos contenían con tristeza lágrimas—. Estas a salvo —murmuro acercando su mano hasta mi mejilla, dejo una suave caricia sobre mi cicatriz y sentí calidez ante su toque —¿Qué paso? —cuestione, mi garganta quemaba exigiendo líquido junto a mis resecos labios —Todo acabo —respondió ¿Todo acabo? ¿Qué significaba aquello? A mi mente llegaron aquellos momentos fuera de esta alcoba, las frías palabras de mi padre, aquel hombre, sus ojos y luego cuando poso sus labios sobre los míos. Él me había besado y yo no sentí miedo. Decidida me incorpore en la cama sintiendo estremecer mi cuerpo ante una suave brisa que rozo mi piel desnuda, siendo ayudada por Guadalupe logre sentarme sobre las sábanas blancas de mi cama y girar mi rostro ha