Entonces el silencio se tornó desesperante. Caleb caminaba sosteniendo mi mano, sus facciones reflejaban frustración y frialdad como si estuviera teniendo una batalla interna consigo mismo. Tal vez estaba atormentado por la próxima charla con su padre o algo lo molestaba. —Majestad —lo llame— ¿cómo se llamaba aquella mujer que yacía junto al rey? —Caleb me observo fugazmente, sus labios formaron una sonrisa ladina y respondió —La segunda esposa de mi padre, Josefina Khams —¿Segunda esposa? —Caleb soltó una corta carcajada ante mi pregunta y yo me sentí demasiado confundida ante aquella acción Nunca pensé que un rey podía tener dos o más esposas y menos si aquel rey era el mismísimo Fermio. Intimidante y frío como era descrito por el mundo. —Hay reglas que aún no conoces princesa Sol —contesto ante mi silencio Deje de observarlo y pose mis ojos en cada cosa que se cruzaba en nuestro camino. Desde los bellos cuadros hasta adornos
La noche fue tranquila, el cántico había desaparecido y mi mente pudo descansar de los tormentos que los sueños traían consigo. En mi mente solo estuvieron aquellos ojos, incandescentes y misteriosos. Seguía en mi mente el cuestionamiento de saber quién era aquel hombre que se ocultaba detrás de aquellos ojos o si solo fue mi imaginación. —¿Llueve? —Macarena yacía frente al balcón con el ceño fruncido observando el exterior —¿Qué ocurre? —cuestione, ella giro a observarme para responder algo decepcionada y entristecida —Está lloviendo, alteza. —sus achocolatados ojos me observaron esperando alguna queja de mi parte, pero solo pude apretar mis labios evitando que una carcajada brotara— ¿Por qué el día debe estar grisáceo? —se quejo En el reino Wilor la lluvia era algo peculiar, los días normalmente estaban teñidos del incandescente sol y el cielo azulado, Macarena amaba aquello. Pocas veces mientras observaba las cortinas blancas imaginándome e
Ambos mirábamos aquel opaco paisaje desde el balcón. La lluvia cesaba con lentitud, el aroma fresco se adentraba al lugar con pequeñas gotas colándose en el aire, un aroma a tierra mojada encanto a mis fosas nasales y fue imposible no curvar mis labios en una sonrisa. —¿Le gusta el paisaje? —cuestiono Caleb, fugazmente lo observe antes de contestar nuevamente con el corazón acelerado —Sí, en el reino Wilor el sol está presente cada día en cambio la lluvia es algo extraño —Caleb asintió Entonces una duda plasmada en mi cabeza me obligo a cuestionar. —¿Por qué el bosque maldito no ha sido cubierto por aquel inmenso muro que rodea su reino? —Caleb soltó un suspiro, su porte firme e intimidante seguían intactos —Nuestra naturaleza muchas veces nos hace descontrolarnos, no todo ser es perfecto princesa Sol. —sus bellos ojos me observaron — Desde tiempos antiguos antepasados decidieron no mancillar la naturaleza y dejar aquel espacio abierto conecta
Trace sobre el lienzo la figura de un ave negra, esta sobrevolaba sobre los cielos esquivando nubes y cantando con alegría. Sonreí, mi pequeño plan sería regalarle aquella pintura a la princesa Naidaly, pero aún conservaba el temor a cruzar nuevamente miradas con Dionea. Solté un suspiro mientras negaba alejando aquellos pensamientos. Todo estará bien siempre y cuando deje de pensar en cosas malas todo el tiempo. —Esta hermosa la pintura —halago mi doncella con una sonrisa Había peinado sus cabellos negros en trenzas ladinas, algunos escapaban rebeldes sobre su rostro, un suave color rojizo adornaba sus mejillas mientras yacía vestida lista para poder dormir. La noche había llegado con lentitud, mi corazón dejo de palpitar con fuerza y solo se instaló la tristeza. Una parte de mi ser deseaba que los días pasaran rápidos para al fin poder ver a Caleb. La puerta fue tocada, rápidamente me puse de pie y fugazmente observé los movi
Días sin ver sus ojos y mi corazón desenfrenado anhelaba verlo nuevamente. Era aquella extrañeza otra vez apoderándose de mi corazón, intentaba descifrarlo y solo temía descubrir la respuesta. ¿Me enamore de Caleb? ¿Acaso aquella sensación era amor? ¿Cómo podría amarlo si tan solo llevo pocos días a su lado? Negué rápidamente mientras seguía mi camino en silencio, Macarena miraba nuestro camino con curiosidad y nerviosismo. —¿Dónde vamos, alteza? —cuestiono con voz trémula y las manos apretando con fuerza aquel cofre marrón —Ya casi llegamos Macarena —respondí, ella no omitió respuesta alguna simplemente seguía mis pasos Los pasillos nuevamente albergaban aquella soledad, pero a la vez claridad y belleza que lo componía. Los grandes ventanales dándonos una bella vista del paisaje exterior, el viento adentrándose con aromas únicos y desconocidos. Sobre todo, aquella tranquilidad que se apoderaba de cada día en el palacio
¿Cómo podría soñarme si ni siquiera me conocía? Desde anoche mi mente fue invadida por inevitables preguntas, algunas cuestionando que ocurriría hoy cuando la media noche marque o lo que Naidaly fue capaz de decir. ¿Podría amar en mis sueños? ¿Aquello era posible? Negué rápidamente mientras sentía la tela negra nuevamente ser colocada sobre mis cabellos, Macarena se había esforzado en peinarlos, en elegir un vestido apropiado para la ocasión y sobre todo para darme seguridad en mis pasos. Estaría sola en mi llegada y esperaba con ansias que Caleb sostuviera mi mano alejándome de aquellas miradas, pero debía aprender. No siempre estaría siendo cuidada por alguien, algún día yo correría por el mundo sola y me enfrentaría a cualquier crueldad presente en el mundo. Solté un suspiro cuando Macarena aliso los pliegues de mi vestido dorado. La tela de seda acariciaba mi piel con delicadeza, mi cuello era decorado por un sencillo collar con un
Mis nudillos tocaron la estructura emitiendo un sonido intenso, pronto alarmada gire mi rostro para observar el vacío que yacía en el pasillo. Anhele sentir nuevamente los ojos de Caleb y su presencia que traía calma a mi desenfrenado corazón. Antes de irse me observo fijamente, sus ojos deslumbraron nerviosismo y miedo. ¿Cómo alguien tan temido ahora temía? Me cuestione aquello ante su reflejo, él beso mis manos para luego alejarse con lentitud y mirarme por última vez antes de girar por el pasillo. —Adelante —la voz ronca del rey Fermio dio aviso de que podría adentrarme al lugar, solté un suspiro pesado mientras abría la gran puerta con lentitud Un gran ventanal yacía frente a mí, cubierto con cortinas blancas, candelabros dorados colgaban en el techo iluminando aquel silencioso lugar. Me adentre con lentitud, siendo cuidadosa con mis pasos y temiendo hacer algún movimiento incorrecto que cause un resonar fuerte en el lugar.
Un bello lugar iluminado por la luz lunar. Mis pasos eran lentos y mis ojos miraban todo anonadados por aquella belleza que yacía presente frente a mí. Grandes árboles clavados bajo la tierra, de hojas verdes, frutos brillantes y desconocidas ante mis ojos, hojas secas sobre el suelo y la tierra húmeda marcada por mis pasos. Un suspiro broto de mis labios, sonreí cuando observé la copa de un árbol, ahí se posaba un ave de ojos grandes y deslumbrantes. Me miraba fijamente en silencio, pero luciendo intimidante. Retrocedí temiendo ser atacada, pude ver sus grandes garras clavarse desesperadamente a la rama donde yacía posada y como la curiosidad se plasmó ahora en sus ojos. Ramas delgadas crujieron bajo mis pies, baje la mirada sin dejar de sonreír, los pliegues finales del vestido yacían manchados con tierra húmeda y poco a poco su color iba perdiéndose en el marrón de la tierra. Una risa broto de mis labios cuando algunas hojas fueron