Abrí mis ojos a un nuevo día, con aquellas palabras rondando mi mente peiné mis cabellos en silencio y observé algún punto de mi alcoba totalmente perdida.
¿Qué quiso decir aquella voz?
“Sigue la voz, ellos esperan por ti.”
¿Quiénes esperan por mí?
Todo aquello era confuso y no podría encontrar respuestas, porque la voz tal vez no volvería aparecer o solo era producto de mi mente.
—Alteza —me sobresalte ante la voz cantarina de Macarena, ella ingresaba a mi alcoba con una sonrisa cálida en sus labios y una mirada radiante—. Buenos días —pronuncio cuando mi atención se centró en ella
—Buenos días —correspondí su saludo
—Tengo buenas noticias, alteza. El desayuno de hoy será en los jardines del palacio —mi corazón palpito con fuerza ante sus palabras—. ¿Se encuentra bien?
Ante su pregunta me di cuenta que la observaba con horror y miedo. No me imaginaba mi presencia entre los jardines con las miradas de los presentes atentos a mi cicatriz o las preguntas incómodas embargando mi mente.
No, siendo sincera no podía. Era un deseo inmenso sentir el aroma de las flores colarse en mis fosas nasales, sentir la paz de la mañana y el viento acariciar mi piel, pero todo aquello era solo un deseo sin imaginarme a mi cicatriz.
No era correcto salir de esta alcoba, mi corazón no deseaba más dolor.
Negué rápidamente y pronuncié.
—Gracias, pero deseo mi desayuno aquí por favor —Macarena abrió sus labios sorprendida
—Alteza, el príncipe Caleb desea desayunar con usted —escuchar su nombre fue un revoloteo en mi corazón y recordar sus palabras sin duda alguna encendieron mis nervios
—Macarena no deseo salir aún, por favor comunícale al príncipe Caleb mi decisión ¿entendido?, —Macarena guardo silencio observándome fijamente— ¿Macarena?
—Alteza si es sobre su cicatriz déjeme decirle que el príncipe Caleb envió un regalo para usted, —ella extendió sus manos y recién ahí me percate de aquella tela negra que se posaba entre ellas— me comunico que si su temor era que vean su cicatriz podría colocarse esto sobre la cabeza así al menos disfrutaría de la cálida mañana
Anonadada tomé aquella tela negra y sentí la suavidad bajo mis dedos, pero entonces la duda se instaló en mis labios.
¿Qué debía decir?
Si aceptaba tal vez el príncipe Caleb desearía saber alguna respuesta y yo titubearía asustada, pero también estaba aquel deseo por observarlo nuevamente a los ojos, sentir sus rasposas manos acariciando mis mejillas y escuchar su voz pronunciando mi nombre.
—Alteza —salí de mis pensamientos ante la voz de mi doncella quien me observaba esperando alguna respuesta
Suspiré y decidí responder.
—Está bien, iré al jardín —ella aplaudió alegremente
—Elegiré el mejor vestido que tenga, alteza —apresurada y sin esperar a que contestara giro sobre sus talones dirigiéndose hasta el antiguo armario
Rebuscaba entre los coloridos vestidos, tomaba entre sus manos uno y a los segundos reflejaba en sus labios una mueca para luego continuar mirando los vestidos.
Macarena era alguien con una alegría natural, pero algunas veces temía que ella fuera lastimada por culpa mía. No quería que aquella alegría fuera manchada por la tristeza que la vida estaba dispuesta a darnos.
De pronto la imagen de mi nana llego a mi mente y asustada pregunte.
—Macarena ¿mi nana se encuentra bien? —mi doncella me observo para luego responder
—Ella se encuentra bien, alteza. Solo desea descansar, está asustada ante la partida de la princesa Jazmín —asentí levemente ante sus palabras sintiendo que había algo oculto en sus palabras
Algo que no deseaban que supiera.
Preferí no preguntar algo más ante el nerviosismo que consumaba mi cuerpo, estaría frente al príncipe Caleb y solo una tela negra cubriría mi rostro de su vista. Así al menos evitaría que mis manos tiemblen ante su mirada.
Escuche como mi doncella suspiraba con pesadez para acercarse lentamente con un vestido azulino entre sus manos, pose mis ojos en aquel vestido y quede anonadada ante el color. Perfectamente sabia el motivo de su elección y era claro al saber que combinaría con aquella tela negra.
Pero más allá de su atrapante color me llamo la atención su decoración. Solo una pequeña cinta azul se posaba en medio de la gran falda mientras que lo demás solo era color puro, algo tan bello y perfecto ante mis ojos. No necesitaba algo brillante para deslumbrar, su color y su forma eran únicos, algo que me hizo sentir en confianza conmigo misma.
Entonces recordé algo que mi nana solía decirme cuando mis ojos tristes y mi silencio hacían presencia en alguna conversación: Eres como un pequeño adorno, algunos compran lo más nuevo y deslumbrante, en cambio otros prefieren lo que sea bello sin poseer algo de más. Tú no posees tal vez la atención de tu padre o los suspiros que suelen oírse cuando alguna de tus hermanas camina por las calles del reino, pero tienes algo que no se puede cambiar Sol. No necesitas brillar para deslumbrar. Eres bella con o sin cicatriz.
Un nudo se formó en mi garganta cuando sus palabras retumbaron mi mente, a veces quería pedirle perdón por mis constantes altibajos y decirle que sus cálidos brazos eran mi mejor refugio cuando la tristeza embargaba mi corazón.
Siento que será difícil adaptarme al mundo que me rodeada.
Sera difícil tener que soportar aquellas miradas, murmullos o los silenciosos rechazos.
¿Podría sonreír sin tener que esconder mi rostro?
Aún debía descubrir mi valor para lograrlo.
—Alteza ¿preparada? —alce mi rostro y observe fijamente los alegres ojos de Macarena, ella escaneo mi cuerpo con una sonrisa en sus labios y segundos después soltando un suspiro tomo entre sus manos aquella tela negra
Solo cerré mis ojos mientras mi doncella colocaba aquella tela sobre mi rostro, sentí la suave tela rozar mi piel y luego la voz cantarina de Macarena avisándome que estaba lista.
Entrelace mis manos viendo como mi doncella abría las puertas de mi alcoba para segundos después ser guiada por ella.
Rápidamente las miradas en el pasillo no se hicieron de esperar, pero en vez de murmurar reverenciaron ante mi paso sin despegar la mirada de mis delicados y coordinados movimientos. Si fuera alguien realmente torpe de seguro enredaría mis pies con las faldas del vestido azul y caería de bruces contra el suelo desatando tal vez el eco de las risas.
Pero no quería que aquello pasara por eso con lentitud caminaba, paso a paso y con las manos temblorosas.
Hasta que al fin nuevamente yacía fuera del palacio, el aire fresco se instaló en mis fosas nasales, escuche el cantar de las aves y el bullicio lejano del pueblo.
Sonreí bajo aquella tela negra.
Mi corazón palpito con fuerza cuando su figura se hizo presente en mi campo de vista, llevaba una camisa blanca, colgando de sus hombros una tela gruesa que pude reconocer como la piel de algún animal cazado, unos pantalones negros y aquel porte firme que Caleb poseía.
Este giro sobre sus talones y embozo en sus labios una sonrisa. Eso aumento el temblor en mis manos provocando que las apretara con fuerza para que no fueran vistas por él.
Cuando solo estuve a centímetros de su presencia reverencié.
—Buenos días, majestad —pronunciamos a la vez Macarena y yo
—Buenos días, señoritas —Caleb extendió su mano después de saludar esperando a que correspondiera su pedido—. No te preocupes, Sol, solo deseo guiarte
Tragué saliva con fuerza y sostuve su mano con nerviosismo. Caleb sonrió antes de apretar suavemente mi mano.
Entonces me deje guiar por él sin que supiera de aquel cosquilleo envolviendo mi cuerpo, fue educado y caballeroso cuando me ayudo a tomar asiento a su lado. Nuevamente volvió a sonreír y pude notar como observo fugazmente a Macarena.
—No se preocupes señorita la princesa está en buenas manos —Macarena asintió en silencio, reverencio y segundos después caminaba alejándose
Fue ahí que los verdaderos nervios aumentaron.
Estaba sola junto a Caleb, sintiendo su aroma varonil, su mirada penetrante y viendo como sonreía ante mis titubeantes respuestas.
—¿Puede decirme que fruta es mayormente cultivada aquí? —cuestiono
—Pues las peras son algo habituales en las cosechas, aunque mi padre desea probar otras semillas en los huertos del reino —Caleb asintió ante mis palabras y agradecí mentalmente al escuchar como los titubeos desaparecían
—Las peras son deliciosas, pero ¿cuáles son sus favoritas?
—Siendo sincera no tengo favoritismo con las frutas, cada uno posee su toque dulce y amargo, además pocas veces solía ver frutas desconocidas en los desayunos —mi voz se apagó recordando como a veces mi nana solía colar entre las comidas frutas, sonreía cuando mi paladar sentía aquellos distintos sabores y los cristalizados ojos de mi nana me observaban con atención
Solo era una niña que deseaba jugar libremente, pero solo me encontraba encerrada dentro de aquella lúgubre habitación esperando a que todo fuera un sueño y tal vez al despertar el rostro de mi madre fuera lo primera que viera.
Lamentablemente la cruel realidad me golpeo con fuerza y supe que no soñaba.
—No llores mi pequeña, Sol —sentí la cálida mano de Caleb rozar mi mejilla encima de la tela negra, sus ojos buscaban los míos entre la tela que cubría mi rostro donde pude ver la tristeza reflejada—. Lamento tanto toda la crueldad en la que viviste
—No se disculpe, ya paso. Además, tuve un techo, comida y comodidades, no fue una vida cruel. Solo no tenía libertad —pronuncie en voz baja lo último tratando de ocultar las ganas que tenía de llorar
—Libertad y amor, eso le fue negado —hablo con tristeza, pero solo obtuvo mi silencio y lentamente incomodado alejo su mano
Retomo su porte firme y observo la taza de té perdido en sus pensamientos.
Preferí no cuestionar y dejarlo callar, tomé entre mis manos la humeante taza de té sintiendo la calidez que de esta emanaba.
—Esta misma noche partiremos al reino de mi padre para organizar la boda de su hermana y el segundo príncipe —anuncio Caleb mostrando calma en sus palabras
Anonadada abrí mis labios sin poder creer aquello.
—¿Podría decirme si pensó en la pregunta que hice, alteza? —cuestiono
—Sí, majestad —respondí mintiendo
Una parte quería que aquella pregunta nunca hubiera surgido y la otra simplemente se mantenía resguardada en el fondo de mi corazón. Algo deseaba que permaneciera junto a Caleb, sintiendo su calidez, sus miradas, escuchando su voz y tal vez conociendo el amor.
Pero ¿era correcto?
—Entonces ¿cuál sería su respuesta? —pronto sus ojos me observaron con atención y yo simplemente temblé en mi lugar— Sepa que no deseo presionarla, pero necesito saber la respuesta
—Majestad —pronuncie con temor— yo no sabría qué decirle
Parecía pensar mis palabras y respondió.
—No tenga miedo y sea sincera, yo seré capaz de esperar
“Sigue la voz, ellos esperan por ti.”
Aquella frase nuevamente apareció en mi mente con rapidez, algo dentro de mí se removió confundida y angustiada.
Con la valentía, aquella frase y el nerviosismo instalado en mi cuerpo respondí.
—Acepto
¿Cómo podría explicar lo que Caleb reflejo en sus ojos ante mi respuesta?
Solo sentí su mano tomar la mía y agradecer con una sonrisa en sus labios.
Pidió disculpas con la voz entrecortada, se aferró a mi cuerpo mientras sollozaba y su calidez se impregnaba en mi piel. Aquella decisión ante sus ojos era mi salvación, pero el temor no podía abandonar mi corazón. ¿Acaso mi padre se atrevería a lastimarla en mi ausencia? Esa pregunta se repetía una y otra vez en mi mente atormentando mi corazón, aunque escuche la voz de Caleb pronunciar con firmeza que nadie se atrevería a lastimar a mi nana el miedo era inevitable. —Estaré bien, —pronuncio mientras tomaba entre sus manos mi rostro, observe fijamente sus cristalizados ojos y una lágrima surco mi mejilla— se feliz —pidió lentamente Negué rápidamente. —No sin ti —solté con dolor Ella había decidido quedarse, aquello penetro mi corazón y no pude quedarme callada. Le aclame con melancolía mi temor a dejarla, pero sus palabras fueron claras: Este es mi hogar, moriré aquí. Haz tu vida, Sol, se feliz. Siempre temí a la muerte, una palabra que dolorosamente arrebataba vidas y dejaba co
La tarde fue acompañada de la cantarina voz de Macarena, ella me narraba como los guardias del príncipe Caleb miraban con curiosidad sus movimientos. Ella se sintió intimidada, pero pronto dijo que no pudo notar morbosidad en sus miradas sino una indescriptible emoción. Macarena era alguien que normalmente poseía un sonrojo en sus mejillas, la inocencia deslumbraba en su mirada y yo temía que alguien rompiera su corazón. Intente concentrarme en escuchar sus palabras, pero mi mente estaba en otro lado sintiendo aún aquel hormigueo que dejo el toque de Caleb sobre mi piel y sus ojos observarme con intrigando. Pude notar que la personalidad intimidante del príncipe tal vez solo era una máscara que portaba en el campo de batalla porque sus ojos reflejaban tanta paz y comprensión, brillaban cuando sus labios curvaban una sonrisa o cuando nuestras miradas se cruzaron por primera vez. —Alteza —gire mi rostro apresurada cuando escuche el llamado de Macarena, me percate que había estado con
Un sonido chirriante fue emitido por aquella inmensa puerta, Macarena embozo en sus labios una sonrisa para luego pronunciar. —Alteza ¿usted está nerviosa? —sonreí ante la pregunta de mi doncella, asentí suavemente mientras sentía la tela negra cubrir mi rostro nuevamente El despertar había sido tranquilo con un aura de inquietud rondando mi cuerpo, no podía olvidar aquellos incandescentes ojos vigilarme desde la oscuridad o aquel misterio que escondía el bosque maldito. Sin duda era digno adentrarse al espeso bosque y averiguar sus secretos, pero algo me detenía y no sabría describir que era ese “algo”. Escuche una voz ronca pronunciar el nombre de Caleb con respeto y orgullo, el nombrado correspondió con un saludo habitual de un príncipe temerario e intimidante ante su pueblo. Por unos segundos el carruaje freno, pero luego continuo con su camino. El bullicio de aquel reino resonaba por doquier, se escuchaban voces hablar con apresuramiento, otras deslumbrar sorpresa y algunas v
Entonces el silencio se tornó desesperante. Caleb caminaba sosteniendo mi mano, sus facciones reflejaban frustración y frialdad como si estuviera teniendo una batalla interna consigo mismo. Tal vez estaba atormentado por la próxima charla con su padre o algo lo molestaba. —Majestad —lo llame— ¿cómo se llamaba aquella mujer que yacía junto al rey? —Caleb me observo fugazmente, sus labios formaron una sonrisa ladina y respondió —La segunda esposa de mi padre, Josefina Khams —¿Segunda esposa? —Caleb soltó una corta carcajada ante mi pregunta y yo me sentí demasiado confundida ante aquella acción Nunca pensé que un rey podía tener dos o más esposas y menos si aquel rey era el mismísimo Fermio. Intimidante y frío como era descrito por el mundo. —Hay reglas que aún no conoces princesa Sol —contesto ante mi silencio Deje de observarlo y pose mis ojos en cada cosa que se cruzaba en nuestro camino. Desde los bellos cuadros hasta adornos
La noche fue tranquila, el cántico había desaparecido y mi mente pudo descansar de los tormentos que los sueños traían consigo. En mi mente solo estuvieron aquellos ojos, incandescentes y misteriosos. Seguía en mi mente el cuestionamiento de saber quién era aquel hombre que se ocultaba detrás de aquellos ojos o si solo fue mi imaginación. —¿Llueve? —Macarena yacía frente al balcón con el ceño fruncido observando el exterior —¿Qué ocurre? —cuestione, ella giro a observarme para responder algo decepcionada y entristecida —Está lloviendo, alteza. —sus achocolatados ojos me observaron esperando alguna queja de mi parte, pero solo pude apretar mis labios evitando que una carcajada brotara— ¿Por qué el día debe estar grisáceo? —se quejo En el reino Wilor la lluvia era algo peculiar, los días normalmente estaban teñidos del incandescente sol y el cielo azulado, Macarena amaba aquello. Pocas veces mientras observaba las cortinas blancas imaginándome e
Ambos mirábamos aquel opaco paisaje desde el balcón. La lluvia cesaba con lentitud, el aroma fresco se adentraba al lugar con pequeñas gotas colándose en el aire, un aroma a tierra mojada encanto a mis fosas nasales y fue imposible no curvar mis labios en una sonrisa. —¿Le gusta el paisaje? —cuestiono Caleb, fugazmente lo observe antes de contestar nuevamente con el corazón acelerado —Sí, en el reino Wilor el sol está presente cada día en cambio la lluvia es algo extraño —Caleb asintió Entonces una duda plasmada en mi cabeza me obligo a cuestionar. —¿Por qué el bosque maldito no ha sido cubierto por aquel inmenso muro que rodea su reino? —Caleb soltó un suspiro, su porte firme e intimidante seguían intactos —Nuestra naturaleza muchas veces nos hace descontrolarnos, no todo ser es perfecto princesa Sol. —sus bellos ojos me observaron — Desde tiempos antiguos antepasados decidieron no mancillar la naturaleza y dejar aquel espacio abierto conecta
Trace sobre el lienzo la figura de un ave negra, esta sobrevolaba sobre los cielos esquivando nubes y cantando con alegría. Sonreí, mi pequeño plan sería regalarle aquella pintura a la princesa Naidaly, pero aún conservaba el temor a cruzar nuevamente miradas con Dionea. Solté un suspiro mientras negaba alejando aquellos pensamientos. Todo estará bien siempre y cuando deje de pensar en cosas malas todo el tiempo. —Esta hermosa la pintura —halago mi doncella con una sonrisa Había peinado sus cabellos negros en trenzas ladinas, algunos escapaban rebeldes sobre su rostro, un suave color rojizo adornaba sus mejillas mientras yacía vestida lista para poder dormir. La noche había llegado con lentitud, mi corazón dejo de palpitar con fuerza y solo se instaló la tristeza. Una parte de mi ser deseaba que los días pasaran rápidos para al fin poder ver a Caleb. La puerta fue tocada, rápidamente me puse de pie y fugazmente observé los movi
Días sin ver sus ojos y mi corazón desenfrenado anhelaba verlo nuevamente. Era aquella extrañeza otra vez apoderándose de mi corazón, intentaba descifrarlo y solo temía descubrir la respuesta. ¿Me enamore de Caleb? ¿Acaso aquella sensación era amor? ¿Cómo podría amarlo si tan solo llevo pocos días a su lado? Negué rápidamente mientras seguía mi camino en silencio, Macarena miraba nuestro camino con curiosidad y nerviosismo. —¿Dónde vamos, alteza? —cuestiono con voz trémula y las manos apretando con fuerza aquel cofre marrón —Ya casi llegamos Macarena —respondí, ella no omitió respuesta alguna simplemente seguía mis pasos Los pasillos nuevamente albergaban aquella soledad, pero a la vez claridad y belleza que lo componía. Los grandes ventanales dándonos una bella vista del paisaje exterior, el viento adentrándose con aromas únicos y desconocidos. Sobre todo, aquella tranquilidad que se apoderaba de cada día en el palacio