Mis labios temblaron y él seguía esperando alguna respuesta.
—No —respondí, sus dedos se alejaron de mi mejilla y con los labios entreabiertos me observo—. Lo lamento —susurre atemorizada, segundos después agache la cabeza
Esperaba un grito feroz de su parte, un insulto, algún golpe o simplemente el silencio, pero no podía mentir ante aquello. No quería un matrimonio como agradecimiento, yo quería amar y conocer que era el amor.
Aunque nunca me cuestione sobre aquello ni lo soñé, ahora que podía sentir la brisa acariciar mi piel y sentirme cerca de la libertad quería conocer el amor.
Sentirlo.
Vivirlo.
—¿Por qué? —cuestiono serenamente
—Porque deseo conocer el amor —una lágrima surco mi mejilla y mi corazón fue atormentado por adoloridas palpitaciones—. ¿Acaso usted no desea amar?
—Yo siento ahora el amor, —lentamente respondió— aquella mujer apareció en mis sueños y se apodero de mi frío corazón. Esa mujer es tan bella ante mis ojos que me odio por no haberla protegido antes del mismo infierno
Sus palabras eran tristes y culposas. Su voz cada vez más salía con melancolía.
—Sol —pronuncio mi nombre— ¿podrías amarme algún día? —sorprendida lentamente alce mi rostro y nuestras miradas se sostuvieron
¿Amarlo?
—Yo… —titubee— Majestad, yo… ¿Usted me ama?
Caleb asintió con lentitud, sus manos tomaron mi rostro acunándola y seguimos observándonos fijamente.
—Con toda mi alma, tu dolor ahora es mi dolor, tu tristeza ahora es la mía y mi deber es hacerte feliz. Yo solo quiero demostrarte que puedo curar tu entristecido corazón, por eso cuestiono ¿podrías amarme algún día?
—No sé lo que es amar —respondí sin miedo
—Déjame enseñarte el amor
Anhele sentir sus labios rozar los míos nuevamente y que aquella desconocida sensación invada mi corazón, pero Caleb solo me observo fugazmente. Acerco sus labios hasta mi frente y deposito un cálido beso. Su aroma se mezcló en mis fosas nasales, cerré mis ojos y luego sentí el vacío.
Caleb había alejado su presencia de la mía, su calma abandono mi alcoba y la culpa me invadió.
¿Por qué guarde silencio?
¿Por qué temía?
Abrí lentamente mis ojos aún confundida y atemorizada.
No sé cuánto permanecí ahí en silencio, pero solo la voz cantarina de Macarena logro sacarme de mis culpables preguntas.
—Alteza —una sonrisa yacía plasmada en sus labios, lágrimas surcaban sus mejillas y nuevamente pronuncio— me alegra saber que se encuentra bien, es una calma en mi alma
—Gracias —respondí
Ella negó rápidamente, se acercó y tomo delicadamente mis manos. Seguía sollozando, sus achocolatados ojos brillaban ante las lágrimas y sus mejillas lucían enrojecidas. Abrace delicadamente su cuerpo y ella correspondió el abrazo, sollozo en mi hombro murmurando repetidas veces cuanto lamentaba lo ocurrido.
Pero mi mente se perdió en los anhelantes ojos de Caleb mientras la voz de Macarena desaparecía y solo escuchaba el palpitar de mi corazón.
Caleb reflejo el anhelo en sus ojos como si deseara desde hace mucho probar mis labios y sentirme cerca, pero de pronto el silencio que provoco fue tormentoso. Ya no eran mis sueños, era su silencio.
Caleb.
Mi mente pronuncio su nombre esperando la llegada de su presencia, pero solo estábamos Macarena y yo, en un abrazo confortante y los sollozos de mi doncella mientras iba murmurando un perdón.
Ella se alejó lentamente rompiendo el abrazo, eleve mis manos y con suavidad limpie sus mejillas.
—Gracias por preocuparte —ella absorbió su nariz y negó lentamente
—No agradezca alteza, es mi deber —sus labios formaban una sonrisa, sostuvo mis manos y hablo—. La princesa Jazmín partirá hoy a su nuevo hogar —fruncí el ceño ante su confesión
—¿Jazmín se irá? —ella asintió
—¿Desea despedirse de la princesa? —agache la cabeza entristecida, mi hermana partiría hoy a su nuevo hogar para convertirse en la esposa del general Alec y tal vez esta sea la última vez que vea su rostro, pero cuando las intenciones de abrazarla crecían en mí de pronto el rostro de mi padre apareció
Negué lentamente sin observar a mi doncella.
—No puedo Macarena, temo ver a mi padre —un nudo fue formándose en mi garganta
—Alteza, su padre no volverá a molestarla. El príncipe Caleb ordeno que no se acerque a usted o será destituido como rey —alce mi rostro sorprendida
¿Caleb hizo aquello?
—Tiene mucha suerte alteza, aquel príncipe realmente la quiere. Cuando usted se desmayó rápidamente la trajo hasta el palacio y se culpaba en cada momento al verla así —mi corazón palpito con fuerza atenta a cada palabra
—¿Él hizo aquello?
—El príncipe la salvo
Entonces me sentí culpable, sus sentimientos eran bellos y verdaderos. Sus palabras no eran prácticas ni escrituras habituales, él dijo la verdad. Caleb dijo que me amaba.
Pero ¿qué debía hacer?
Aquel sentimiento es desconocido para mí y solo he interactuado con él una vez. ¿Cómo podría amarme si tan solo me vio dos veces?
Quería cuestionarle aquello, saber su respuesta y su motivo para decirme aquello.
—Alteza —gire sobre mis talones y observe a Macarena quien yacía en el ventanal con una sonrisa en sus labios– venga
Me acerque lentamente ante su llamado, mis cabellos negros revolotearon ante la brisa y un relinchido capto mi atención.
Un carruaje dorado se preparaba para partir, el general Alec deslumbraba entre algunos hombres. Su armadura plateada brillaba, sus cabellos negros caían hasta sus hombros y su porte firme era admirable.
De pronto observe a Jazmín caminar hacia él con lentitud, un vestido verde ahora decoraba su cuerpo, sobre sus cabellos se posaba una corona dorada y mantenía sus manos entrelazadas. Una doncella ayudaba a que sus pasos fueran firmes y delicados, evitando que tropezara con pliegues de aquel elegante vestido.
Jazmín reverencio, el general Alec extendió su mano con caballerosidad. Sus miradas se cruzaron fugazmente para luego ver como ella sostenía su mano con nerviosismo. Los labios del general se movieron pronunciando algunas palabras indescriptibles para mí, Jazmín asintió con lentitud y luego su mirada se posó en mi presencia.
Ella observaba mi ventana con un brillo en sus ojos, curvo sus labios en una sonrisa para luego y alzo su mano agitándola en el aire.
—Lo lamento —me disculpe en voz baja sabiendo que mis palabras no serían escuchadas por Jazmín y que tal vez el viento podría llevar aquellas palabras para luego susurrarlas en los oídos de ella
Agache la cabeza incapaz de seguir observándola, lágrimas surcaban mis mejillas apresuradamente, apreté mis labios sintiendo una reconfortante caricia dejada en mi brazo por mi doncella y luego escuche el sonido de las ruedas.
Fue ahí que con temor observe el carruaje dorado alejarse lentamente, algunos guardias montados en caballo iban delante y otros atrás resguardando la seguridad de Jazmín.
Las puertas del palacio yacían abiertas, pero pronto envueltos en un sonido agudo fueron cerrados nuevamente y así Jazmín partía a su nuevo hogar, con un corazón esperanzado, melancolía en sus ojos y un perdón silencioso que se plasmó en sus labios.
—Ella estará bien —pronuncio mi doncella como si supiera lo que Jazmín viviría en el reino felino. Asentí en silencio y seguí observando aquella puerta esperanzada por verla abrirse hasta que la figura de mi hermana se formara en el silencio. Así podría correr a sus brazos y pedirle perdón por ser cobarde, por permanecer lejos en su último día en este palacio
Cuando la noche cayo con lentitud las palabras de Caleb seguían retumbando mi mente, aunque la noche estuviera plagada del cantar de aquellos misteriosos grillos y las aves que se refugiaban en las copas de los árboles.
Caleb.
Quería pronunciar su nombre en mis labios cada segundo que sus ojos provocaban un palpitar en mi corazón.
Esta noche había cenado en compañía mientras Guadalupe me contaba lo educado que era su prometido y mi nana acariciaba mis manos con alegría. Me sentí a salvo al verlas sonreír, me sentí en paz, pero con un pequeño temor al no saber si mi padre me odiaba más de lo habitual.
Observe con atención el techo para luego cerrar mis ojos dispuesta a dejar que los sueños nuevamente me embargaran.
Fue cuando sentí aquella caricia rozar mi piel con delicadeza, pronunciaba algo desconocido para mí y luego solo sentí el abandono de aquella caricia.
Me sentí vacía y temerosa en medio de la noche.
Nuevamente antes de abrir mis ojos cuando la mañana se posaba con una brisa suave y delicada escuche aquel cántico, pero al final la desconocida voz pronuncio: Sigue la voz, ellos esperan por ti.
Abrí mis ojos a un nuevo día, con aquellas palabras rondando mi mente peiné mis cabellos en silencio y observé algún punto de mi alcoba totalmente perdida. ¿Qué quiso decir aquella voz? “Sigue la voz, ellos esperan por ti.” ¿Quiénes esperan por mí? Todo aquello era confuso y no podría encontrar respuestas, porque la voz tal vez no volvería aparecer o solo era producto de mi mente. —Alteza —me sobresalte ante la voz cantarina de Macarena, ella ingresaba a mi alcoba con una sonrisa cálida en sus labios y una mirada radiante—. Buenos días —pronuncio cuando mi atención se centró en ella —Buenos días —correspondí su saludo —Tengo buenas noticias, alteza. El desayuno de hoy será en los jardines del palacio —mi corazón palpito con fuerza ante sus palabras—. ¿Se encuentra bien? Ante su pregunta me di cuenta que la observaba con horror y miedo. No me imaginaba mi presencia entre los jardines con las miradas de los presentes atentos a mi cicatriz o las preguntas incómodas embargando mi m
Pidió disculpas con la voz entrecortada, se aferró a mi cuerpo mientras sollozaba y su calidez se impregnaba en mi piel. Aquella decisión ante sus ojos era mi salvación, pero el temor no podía abandonar mi corazón. ¿Acaso mi padre se atrevería a lastimarla en mi ausencia? Esa pregunta se repetía una y otra vez en mi mente atormentando mi corazón, aunque escuche la voz de Caleb pronunciar con firmeza que nadie se atrevería a lastimar a mi nana el miedo era inevitable. —Estaré bien, —pronuncio mientras tomaba entre sus manos mi rostro, observe fijamente sus cristalizados ojos y una lágrima surco mi mejilla— se feliz —pidió lentamente Negué rápidamente. —No sin ti —solté con dolor Ella había decidido quedarse, aquello penetro mi corazón y no pude quedarme callada. Le aclame con melancolía mi temor a dejarla, pero sus palabras fueron claras: Este es mi hogar, moriré aquí. Haz tu vida, Sol, se feliz. Siempre temí a la muerte, una palabra que dolorosamente arrebataba vidas y dejaba co
La tarde fue acompañada de la cantarina voz de Macarena, ella me narraba como los guardias del príncipe Caleb miraban con curiosidad sus movimientos. Ella se sintió intimidada, pero pronto dijo que no pudo notar morbosidad en sus miradas sino una indescriptible emoción. Macarena era alguien que normalmente poseía un sonrojo en sus mejillas, la inocencia deslumbraba en su mirada y yo temía que alguien rompiera su corazón. Intente concentrarme en escuchar sus palabras, pero mi mente estaba en otro lado sintiendo aún aquel hormigueo que dejo el toque de Caleb sobre mi piel y sus ojos observarme con intrigando. Pude notar que la personalidad intimidante del príncipe tal vez solo era una máscara que portaba en el campo de batalla porque sus ojos reflejaban tanta paz y comprensión, brillaban cuando sus labios curvaban una sonrisa o cuando nuestras miradas se cruzaron por primera vez. —Alteza —gire mi rostro apresurada cuando escuche el llamado de Macarena, me percate que había estado con
Un sonido chirriante fue emitido por aquella inmensa puerta, Macarena embozo en sus labios una sonrisa para luego pronunciar. —Alteza ¿usted está nerviosa? —sonreí ante la pregunta de mi doncella, asentí suavemente mientras sentía la tela negra cubrir mi rostro nuevamente El despertar había sido tranquilo con un aura de inquietud rondando mi cuerpo, no podía olvidar aquellos incandescentes ojos vigilarme desde la oscuridad o aquel misterio que escondía el bosque maldito. Sin duda era digno adentrarse al espeso bosque y averiguar sus secretos, pero algo me detenía y no sabría describir que era ese “algo”. Escuche una voz ronca pronunciar el nombre de Caleb con respeto y orgullo, el nombrado correspondió con un saludo habitual de un príncipe temerario e intimidante ante su pueblo. Por unos segundos el carruaje freno, pero luego continuo con su camino. El bullicio de aquel reino resonaba por doquier, se escuchaban voces hablar con apresuramiento, otras deslumbrar sorpresa y algunas v
Entonces el silencio se tornó desesperante. Caleb caminaba sosteniendo mi mano, sus facciones reflejaban frustración y frialdad como si estuviera teniendo una batalla interna consigo mismo. Tal vez estaba atormentado por la próxima charla con su padre o algo lo molestaba. —Majestad —lo llame— ¿cómo se llamaba aquella mujer que yacía junto al rey? —Caleb me observo fugazmente, sus labios formaron una sonrisa ladina y respondió —La segunda esposa de mi padre, Josefina Khams —¿Segunda esposa? —Caleb soltó una corta carcajada ante mi pregunta y yo me sentí demasiado confundida ante aquella acción Nunca pensé que un rey podía tener dos o más esposas y menos si aquel rey era el mismísimo Fermio. Intimidante y frío como era descrito por el mundo. —Hay reglas que aún no conoces princesa Sol —contesto ante mi silencio Deje de observarlo y pose mis ojos en cada cosa que se cruzaba en nuestro camino. Desde los bellos cuadros hasta adornos
La noche fue tranquila, el cántico había desaparecido y mi mente pudo descansar de los tormentos que los sueños traían consigo. En mi mente solo estuvieron aquellos ojos, incandescentes y misteriosos. Seguía en mi mente el cuestionamiento de saber quién era aquel hombre que se ocultaba detrás de aquellos ojos o si solo fue mi imaginación. —¿Llueve? —Macarena yacía frente al balcón con el ceño fruncido observando el exterior —¿Qué ocurre? —cuestione, ella giro a observarme para responder algo decepcionada y entristecida —Está lloviendo, alteza. —sus achocolatados ojos me observaron esperando alguna queja de mi parte, pero solo pude apretar mis labios evitando que una carcajada brotara— ¿Por qué el día debe estar grisáceo? —se quejo En el reino Wilor la lluvia era algo peculiar, los días normalmente estaban teñidos del incandescente sol y el cielo azulado, Macarena amaba aquello. Pocas veces mientras observaba las cortinas blancas imaginándome e
Ambos mirábamos aquel opaco paisaje desde el balcón. La lluvia cesaba con lentitud, el aroma fresco se adentraba al lugar con pequeñas gotas colándose en el aire, un aroma a tierra mojada encanto a mis fosas nasales y fue imposible no curvar mis labios en una sonrisa. —¿Le gusta el paisaje? —cuestiono Caleb, fugazmente lo observe antes de contestar nuevamente con el corazón acelerado —Sí, en el reino Wilor el sol está presente cada día en cambio la lluvia es algo extraño —Caleb asintió Entonces una duda plasmada en mi cabeza me obligo a cuestionar. —¿Por qué el bosque maldito no ha sido cubierto por aquel inmenso muro que rodea su reino? —Caleb soltó un suspiro, su porte firme e intimidante seguían intactos —Nuestra naturaleza muchas veces nos hace descontrolarnos, no todo ser es perfecto princesa Sol. —sus bellos ojos me observaron — Desde tiempos antiguos antepasados decidieron no mancillar la naturaleza y dejar aquel espacio abierto conecta
Trace sobre el lienzo la figura de un ave negra, esta sobrevolaba sobre los cielos esquivando nubes y cantando con alegría. Sonreí, mi pequeño plan sería regalarle aquella pintura a la princesa Naidaly, pero aún conservaba el temor a cruzar nuevamente miradas con Dionea. Solté un suspiro mientras negaba alejando aquellos pensamientos. Todo estará bien siempre y cuando deje de pensar en cosas malas todo el tiempo. —Esta hermosa la pintura —halago mi doncella con una sonrisa Había peinado sus cabellos negros en trenzas ladinas, algunos escapaban rebeldes sobre su rostro, un suave color rojizo adornaba sus mejillas mientras yacía vestida lista para poder dormir. La noche había llegado con lentitud, mi corazón dejo de palpitar con fuerza y solo se instaló la tristeza. Una parte de mi ser deseaba que los días pasaran rápidos para al fin poder ver a Caleb. La puerta fue tocada, rápidamente me puse de pie y fugazmente observé los movi