Sus dedos acariciaron mis mejillas, no vi en sus ojos asco ni pena, vi felicidad y el miedo desapareció cuando una sonrisa se plasmó en sus labios.
—Mi pequeña Sol, tus lágrimas lastiman mi frío corazón —su voz era ronca y cálida, tan distinta a las demás
Poseía cabellos grisáceos, largos y brillantes. Sus ojos teñidos color carmesí, sus labios rosados y delgados. Su piel deslumbraba bajo el sol, mis ojos hipnotizados recorrieron su rostro con detenimiento, algunas marcas se podían notar sobre su piel.
Marcas de guerra.
En su raza las marcas de guerra eran algo valioso, demostraban su valentía y ferocidad al pelear.
En mi raza eran signo de vergüenza, signo de que tu belleza es nula.
¿Por qué no podía dejar de mirarlo?
¿Por qué me sentía en paz ante su toque?
De pronto sus bellos ojos dejaron de observarme para posarlos en la persona que yacía detrás de mí, mi padre y como el enojo se reflejaba en ellos. El rojo intenso incremento como si fueran llamas ardiendo en el interior de sus iris.
—¿Por qué lastimaste a tu propia hija? —pregunto con enojo
El silencio se hizo presente.
Los murmullos habían cesado y ahora en cada persona el miedo estaba presente.
Pero ¿por qué? —me cuestione ante aquella duda
¿Quién era aquel hombre de mirada atemorizante?
Entonces mi padre con voz trémula contesto.
—Su majestad, ella no es mi hija —aquella respuesta penetro mi corazón, me lo imagine sosteniendo entre sus manos mi corazón y con una sonrisa en sus labios lo apretaba. Gritaba y gritaba frías palabras, eran un tormento, eran crueles, desgarraban mi corazón y yo en voz baja pedía silencio
Mi padre se burlaba de mí.
¿Cómo es que un padre puede ser tan cruel?
Burlarse sin sentir remordimiento, sin ser capaces de comprender la soledad y dolor que sus hijos pueden sentir. Mi padre era uno de aquellos hombres que prefería el poder antes que la vida de sus hijos, porque para ellos solo eran juguetes, sin sentimientos y sin vida.
Las ganas de llorar aumentaron, mis ojos se nublaron y solo fui capaz de agachar la cabeza.
Mi cuerpo tembló cuando aquel hombre alejo sus dedos de mi mejilla.
Él de seguro se burlaría de mí.
—¿No es tu hija?, —pregunto con voz serena el hombre desconocido, pero hubo un silencio ante su pregunta— ¿tienes algo que decir?
—Su majestad —la suave voz de mi hermana mayor interrumpió aquel incómodo momento— ella es Sol, tercera princesa de Wilor… —la voz de mi padre detuvo sus palabras
—¡Guarda silencio, Guadalupe!
—No, padre. Lo lamento, pero Sol no merece esto. Aunque ahora arriesgue mi compromiso mi hermana es primero, —sentí la voz de mi hermana romperse en cada palabra, ella quería llorar— lo lamento, padre —murmuro con tristeza
—No lamentes nada, señorita Guadalupe, prosiga —pronuncio firmemente el hombre de cabellos grisáceos
—Ella es la tercera princesa de Wilor, su cicatriz la hizo permanecer en la oscuridad y espero que usted como futuro gobernante comprenda que ella no merece aquello, —vi a mi hermana arrodillarse a mi lado, su cabeza agachada y sus manos sobre su regazo. Sin pensarlo nuevas lágrimas ya surcaban mis mejillas— si debo perder mi compromiso con el segundo príncipe lo aceptare, pero no permitiré que mi padre siga condenando a mi hermana. Exijo justicia, majestad
Guadalupe agacho por completo la cabeza.
Mi hermana estaba dispuesta a perder algo importante en su vida y la del pueblo para salvarme.
—Guadalupe —mi voz entristecida la llamo, pero ella se mantuvo en silencio
—Así que ¿está dispuesta usted a perder su compromiso por su hermana? —Guadalupe asintió segundos después— Entiendo
El hombre giro sobre sus talones, pero no avanzo ningún paso.
Se detuvo.
Tal vez observaba algo o solo esperaba el momento indicado para abrir sus labios y decir algo que destruyera por completo mi corazón.
—¿Por eso, señor Cameleo, comprometió a sus hijas mayores? —pregunto el hombre
Mi padre respondió.
—Sí, este pueblo está sufriendo. Nuestras riquezas no nos mantendrán por siempre, al ser un reino pequeño sufrimos. Espero que comprenda aquella necesidad
Y ahora sabía que mi pueblo me culparía.
Desde tiempo atrás saber que el reino de Wilor era rico y a la vez desdichado alarmaba a mi padre. Wilor poseía cuatro minas, pero las riquezas se iban acabando y solo el matrimonio de mis hermanas los salvarían. Ahora por culpa mía la condena estaba sobre gente inocente.
No quería ver sus rostros, sentir su lástima y odio. Quería encerrarme en medio de la oscura alcoba que poseía y llorar en silencio.
—Entonces hagamos un trato, Cameleo —escucharlo pronunciar aquello causo que mi cuerpo temblara
—¿Ese trato salvaría a mi reino? —pregunto mi padre
—Salvaría a todos de usted
Mordí mis labios asustada y decidida hablé.
—Por favor todo es mi culpa, no lastime a este reino. Se lo ruego —mis labios temblaron mientras mi voz estaba por quebrarse
Vi sus piernas girar sin embargo no alce mi rostro. Aquel hombre que yacía frente a mí era temido por todos, se podía notar en el incómodo y nervioso silencio de las personas. Hasta en la voz titubeante de mi padre.
Y solo existían dos personas temidas en todos los reinos.
Jason, próximo rey felino y Caleb, quien en pocos días será coronado como rey de los lobos.
Pero ¿quién de ellos dos estaba frente a mí?
¿Quién con su voz intimidante callaba a los demás y provocaba que mi corazón palpitara?
—Sol —pronuncio mi nombre con anhelo— no lastimaría a tu reino, nunca sería capaz de aquello, pero tu hermana rogo por ayuda ¿acaso debo ignorarla?
Guarde silencio.
—Yo soy la culpable —mis lágrimas brotaron reflejando mi dolor, entonces mi padre fríamente hablo
—Siempre fue tu culpa, este reino sufre por ti, Sol. Mereces morir —lo último lo pronuncio entre dientes con el asco y repudio impregnados en cada palabra
Deseé seguir en la oscuridad de mi alcoba, refugiada de las miradas curiosas, de las frías palabras de mi padre y del dolor que mi corazón sentía. Prefería nuevamente la oscuridad, nuevamente ser escondida o tal vez que la muerte se halla llevado mi vida y no la de mi madre.
Mi madre, pensar en ella causaba melancolía en mis pensamientos. Solo su cuadro era mi único consuelo y algunas veces los murmullos de mi nana describiéndola.
Tan bella y dulce.
¡Oh cuanto daría por verla y acurrucarme entre sus brazos!
Sentí sus manos rozar mis mejillas para luego tomar mi mentón y alzar mi rostro suavemente. Sus bellos ojos conectaron con los míos, brillantes y misteriosos, y una sonrisa se plasmó en su rostro.
—Mi bello Sol, ya no sufrirás. Te lo prometo
Sus palabras fueron inesperadas y el remolino de emociones en mi corazón no se hizo esperar. Mi corazón palpitaba con fuerza, mis manos sudaban y yo seguía anonadada ante su mirada.
Pronto sus manos sostuvieron mi cintura acercándome más a él, su aroma invadió mis fosas nasales y mi piel tembló ante su toque. Y lentamente acerco su rostro al mío, nuestras narices rozaron, él cerro sus ojos y al final junto sus labios con los míos, suavemente y disfrutando de aquel beso.
Como si tuviera miedo a romperme.
Algo extraño sucumbió mi corazón.
¿Qué era aquella sensación?
Era algo desconocido y nuevo. Tantos años encerrada en la oscuridad alejada de sensaciones nuevas y perfectas. Porque este beso podría describirlo como perfecto, suave, delicado y lento. Los segundos no importaban, tampoco las miradas, apreté mis manos en puños ante mi torpeza y timidez.
Extrañamente no sentí miedo, me sentí a salvo.
Porque ahora besaba los labios de la bestia, una bestia desconocida para mí.
Una bestia que podría cambiar mi vida para siempre.
Cerré mis ojos sintiendo mi cuerpo débil, mi corazón latía con fuerza y lentamente me dejé caer en la oscuridad no sin antes escuchar mi nombre ser pronunciado por él.
Lentamente mis ojos se abrieron, un aroma suave y cálido invadió mis fosas nasales. ¿Dónde estaba? —me cuestione mentalmente —Sol tranquila —gire mi rostro cuando escuche la voz suave y relajante de Guadalupe. Ella me observaba con ternura, sus cristalinos ojos contenían con tristeza lágrimas—. Estas a salvo —murmuro acercando su mano hasta mi mejilla, dejo una suave caricia sobre mi cicatriz y sentí calidez ante su toque —¿Qué paso? —cuestione, mi garganta quemaba exigiendo líquido junto a mis resecos labios —Todo acabo —respondió ¿Todo acabo? ¿Qué significaba aquello? A mi mente llegaron aquellos momentos fuera de esta alcoba, las frías palabras de mi padre, aquel hombre, sus ojos y luego cuando poso sus labios sobre los míos. Él me había besado y yo no sentí miedo. Decidida me incorpore en la cama sintiendo estremecer mi cuerpo ante una suave brisa que rozo mi piel desnuda, siendo ayudada por Guadalupe logre sentarme sobre las sábanas blancas de mi cama y girar mi rostro ha
Mis labios temblaron y él seguía esperando alguna respuesta. —No —respondí, sus dedos se alejaron de mi mejilla y con los labios entreabiertos me observo—. Lo lamento —susurre atemorizada, segundos después agache la cabeza Esperaba un grito feroz de su parte, un insulto, algún golpe o simplemente el silencio, pero no podía mentir ante aquello. No quería un matrimonio como agradecimiento, yo quería amar y conocer que era el amor. Aunque nunca me cuestione sobre aquello ni lo soñé, ahora que podía sentir la brisa acariciar mi piel y sentirme cerca de la libertad quería conocer el amor. Sentirlo. Vivirlo. —¿Por qué? —cuestiono serenamente —Porque deseo conocer el amor —una lágrima surco mi mejilla y mi corazón fue atormentado por adoloridas palpitaciones—. ¿Acaso usted no desea amar? —Yo siento ahora el amor, —lentamente respondió— aquella mujer apareció en mis sueños y se apodero de mi frío corazón. Esa mujer es tan bella ante mis ojos que me odio por no haberla protegido antes d
Abrí mis ojos a un nuevo día, con aquellas palabras rondando mi mente peiné mis cabellos en silencio y observé algún punto de mi alcoba totalmente perdida. ¿Qué quiso decir aquella voz? “Sigue la voz, ellos esperan por ti.” ¿Quiénes esperan por mí? Todo aquello era confuso y no podría encontrar respuestas, porque la voz tal vez no volvería aparecer o solo era producto de mi mente. —Alteza —me sobresalte ante la voz cantarina de Macarena, ella ingresaba a mi alcoba con una sonrisa cálida en sus labios y una mirada radiante—. Buenos días —pronuncio cuando mi atención se centró en ella —Buenos días —correspondí su saludo —Tengo buenas noticias, alteza. El desayuno de hoy será en los jardines del palacio —mi corazón palpito con fuerza ante sus palabras—. ¿Se encuentra bien? Ante su pregunta me di cuenta que la observaba con horror y miedo. No me imaginaba mi presencia entre los jardines con las miradas de los presentes atentos a mi cicatriz o las preguntas incómodas embargando mi m
Pidió disculpas con la voz entrecortada, se aferró a mi cuerpo mientras sollozaba y su calidez se impregnaba en mi piel. Aquella decisión ante sus ojos era mi salvación, pero el temor no podía abandonar mi corazón. ¿Acaso mi padre se atrevería a lastimarla en mi ausencia? Esa pregunta se repetía una y otra vez en mi mente atormentando mi corazón, aunque escuche la voz de Caleb pronunciar con firmeza que nadie se atrevería a lastimar a mi nana el miedo era inevitable. —Estaré bien, —pronuncio mientras tomaba entre sus manos mi rostro, observe fijamente sus cristalizados ojos y una lágrima surco mi mejilla— se feliz —pidió lentamente Negué rápidamente. —No sin ti —solté con dolor Ella había decidido quedarse, aquello penetro mi corazón y no pude quedarme callada. Le aclame con melancolía mi temor a dejarla, pero sus palabras fueron claras: Este es mi hogar, moriré aquí. Haz tu vida, Sol, se feliz. Siempre temí a la muerte, una palabra que dolorosamente arrebataba vidas y dejaba co
La tarde fue acompañada de la cantarina voz de Macarena, ella me narraba como los guardias del príncipe Caleb miraban con curiosidad sus movimientos. Ella se sintió intimidada, pero pronto dijo que no pudo notar morbosidad en sus miradas sino una indescriptible emoción. Macarena era alguien que normalmente poseía un sonrojo en sus mejillas, la inocencia deslumbraba en su mirada y yo temía que alguien rompiera su corazón. Intente concentrarme en escuchar sus palabras, pero mi mente estaba en otro lado sintiendo aún aquel hormigueo que dejo el toque de Caleb sobre mi piel y sus ojos observarme con intrigando. Pude notar que la personalidad intimidante del príncipe tal vez solo era una máscara que portaba en el campo de batalla porque sus ojos reflejaban tanta paz y comprensión, brillaban cuando sus labios curvaban una sonrisa o cuando nuestras miradas se cruzaron por primera vez. —Alteza —gire mi rostro apresurada cuando escuche el llamado de Macarena, me percate que había estado con
Un sonido chirriante fue emitido por aquella inmensa puerta, Macarena embozo en sus labios una sonrisa para luego pronunciar. —Alteza ¿usted está nerviosa? —sonreí ante la pregunta de mi doncella, asentí suavemente mientras sentía la tela negra cubrir mi rostro nuevamente El despertar había sido tranquilo con un aura de inquietud rondando mi cuerpo, no podía olvidar aquellos incandescentes ojos vigilarme desde la oscuridad o aquel misterio que escondía el bosque maldito. Sin duda era digno adentrarse al espeso bosque y averiguar sus secretos, pero algo me detenía y no sabría describir que era ese “algo”. Escuche una voz ronca pronunciar el nombre de Caleb con respeto y orgullo, el nombrado correspondió con un saludo habitual de un príncipe temerario e intimidante ante su pueblo. Por unos segundos el carruaje freno, pero luego continuo con su camino. El bullicio de aquel reino resonaba por doquier, se escuchaban voces hablar con apresuramiento, otras deslumbrar sorpresa y algunas v
Entonces el silencio se tornó desesperante. Caleb caminaba sosteniendo mi mano, sus facciones reflejaban frustración y frialdad como si estuviera teniendo una batalla interna consigo mismo. Tal vez estaba atormentado por la próxima charla con su padre o algo lo molestaba. —Majestad —lo llame— ¿cómo se llamaba aquella mujer que yacía junto al rey? —Caleb me observo fugazmente, sus labios formaron una sonrisa ladina y respondió —La segunda esposa de mi padre, Josefina Khams —¿Segunda esposa? —Caleb soltó una corta carcajada ante mi pregunta y yo me sentí demasiado confundida ante aquella acción Nunca pensé que un rey podía tener dos o más esposas y menos si aquel rey era el mismísimo Fermio. Intimidante y frío como era descrito por el mundo. —Hay reglas que aún no conoces princesa Sol —contesto ante mi silencio Deje de observarlo y pose mis ojos en cada cosa que se cruzaba en nuestro camino. Desde los bellos cuadros hasta adornos
La noche fue tranquila, el cántico había desaparecido y mi mente pudo descansar de los tormentos que los sueños traían consigo. En mi mente solo estuvieron aquellos ojos, incandescentes y misteriosos. Seguía en mi mente el cuestionamiento de saber quién era aquel hombre que se ocultaba detrás de aquellos ojos o si solo fue mi imaginación. —¿Llueve? —Macarena yacía frente al balcón con el ceño fruncido observando el exterior —¿Qué ocurre? —cuestione, ella giro a observarme para responder algo decepcionada y entristecida —Está lloviendo, alteza. —sus achocolatados ojos me observaron esperando alguna queja de mi parte, pero solo pude apretar mis labios evitando que una carcajada brotara— ¿Por qué el día debe estar grisáceo? —se quejo En el reino Wilor la lluvia era algo peculiar, los días normalmente estaban teñidos del incandescente sol y el cielo azulado, Macarena amaba aquello. Pocas veces mientras observaba las cortinas blancas imaginándome e