Y nuevamente como cada tarde me perdí en mis sueños.
Imposibles y lejanos.
Esta vez corría por los jardines mientras mis cabellos se movían al compás de mis movimientos, sonreía y el aire fresco rozaba mi piel. Por un momento mis labios formaron una sonrisa hasta que al abrir mis ojos caí en la realidad amarga de mi vida.
Solo estaba soñando.
—Sol —la suave voz de mi nana resonó en mi alcoba, gire mi rostro para observarla. Ella yacía frente a mí de pie y con una sonrisa en sus labios— ¿cómo amaneciste hoy?
—Bien, —ella asintió, mi doncella ingreso al lugar sosteniendo entre sus manos una bandeja plateada. Reverencio con una dulce sonrisa— ¿cómo están las cosas?
Mi nana soltó un suspiro y sabía que pronto recriminaría a mi padre.
—Todo bien, doncellas decorando y limpiando cada centímetro de este palacio. Y ya sabes tu padre esta emocionado con todo esto… —bruscamente freno sus palabras arrepentida
Asentí en silencio, dejé de observarla para captar las cortinas blancas.
No se movían porque estaba estrictamente prohibido que aquellas ventanas fueran abiertas, según la fría voz de mi padre si alguien me veía los rumores sobre mi existencia correrían rápidamente por el reino y nadie debía saber que existo.
Antes estas cortinas eran negras, las velas eran la única luz en esta alcoba y el silencio un temeroso tormento. Pero con palabras frías un día ingreso, observo asqueado el lugar y pronuncio:
—Seré bondadoso, solo por eso tendrás cortinas blancas, pero no te atrevas a mirar cerca de ellas o la vergüenza será parte mi vida eternamente —yo aquella tarde asentí nerviosa, no espero ninguna respuesta de parte mía y salió de la alcoba apresurado. Nuevamente encerrándome en la oscuridad
Macarena, mi nana, mi padre y hermanas saben sobre mí. Los demás deben evitarse preguntas y seguir con la duda. Aunque son pocas personas que cuestionan porque mi alcoba se encuentra alejado de los pasillos y de la luz.
Mi vida debía permanecer en secreto, debo permanecer oculta en la oscuridad y soñando que algún día sentiré el sol sobre mi piel, la brisa mover mis cabellos, las aves volar los cielos y el bullicio que, aunque sea tormentoso, sería nuevo y curioso para mí.
—¿Qué piensas, mi dulce Sol? —mi nana se acercó a mí, tomo asiento a mi lado y su mano izquierda fue dejando suaves caricias sobre mis cabellos. Eran tan cálidos y reconfortantes
Con algo de melancolía acumulándose en mis ojos respondí.
—Me gustaría oler las flores del jardín, tal vez algún día deje de ser una prisionera —era el anhelo que se quedaba en mi corazón, un anhelo que yo intentaba negar y olvidar, pero era imposible
Pude sentir la mirada de mi doncella sobre mí, tantas veces intento contagiarme de aquella felicidad que consumía su cuerpo y mi ser lo rechazaba.
¿Cómo ser feliz si no soy libre, si vivo oculta?
—Algún día todo esto acabara, puedo hablar con tus hermanas… —negué rápidamente interrumpiéndola
—No, déjalas ser felices. Ellas no deben cargar conmigo
Mi nana solo pudo asentir en silencio.
Las horas fueron pasando y yo seguía con la mirada llena de melancolía. Sostuve entre mis manos el pincel rojizo y la guie por las hojas blancas trazando tal vez el cielo o un misterio ante mis ojos. La pintura azulina se marcaba con fuerza y extrañamente sentí que era el cielo.
Entonces recordé aquel cántico que surgió entre mis sueños.
—Escuche un cántico, nana —la susodicha posó sus bellos ojos en mi figura confundida
—¿Cántico? —cuestiono dejando sobre la mesa el libro que segundos antes leía en silencio
—Sí, un cántico entre mis sueños, —deje de observarla para mirar nuevamente los trazos azulinos sobre la hoja. Mis labios formaron fugazmente una sonrisa— era una voz hermosa y cálida
Me sentí en paz cuando escuché aquella voz susurrar suavemente aquel cántico y mis sueños tormentosos desaparecieron.
Por primera vez sentí que soñar era algo tan pleno y satisfactorio, aunque había algo en aquella voz que me dejaba confundida. La sentía conocida.
—Nana —la llame suavemente posando mis ojos en las cortinas blancas
—Dime, Sol —ella se acercó a mí lentamente, sus movimientos eran suaves y lentos. Cubrió por completo la vista de las tristes cortinas blancas y yo solo pude observarla fijamente
Sabía muy bien el motivo para que hiciera aquello. Ella odiaba que yo viera con tristeza aquel objeto que cubría el paisaje de mi vista y me recordara cada día que yo solo era una prisionera.
Un ser escondido en la oscuridad.
—¿Puedes traerme más pinturas? Por favor —ella asintió segundos después con una sonrisa
Giro sobre sus talones y lentamente se alejó de mí. Salió de la alcoba no sin antes mirar fijamente a mi doncella quien agacho la cabeza sumisa.
Esa era una advertencia, pero Macarena era alguien que no podía ocultar su alegría, aunque existiera en este mundo cruel.
Ella pronto se acercó colocándose de rodillas a un lado de la inmensa cama, su completa atención estaba dirigida a mí y sabía que ahora anhelaba decir algo. Solo asentí en silencio sin observarla.
—Su hermana mayor me pidió que hiciera algo para usted —confundida observe a Macarena
—¿Qué cosa? —ella sonrió aún más y se puso de pie rápidamente. De su mandil blanco saco un sobre de color verdoso, el sello real se posaba ahí sobre el color carmesí de la tinta y a un lado la inicial de Guadalupe
Mis manos temblaron cuando ella lo acerco delicadamente hasta mí esperando que yo lo tomara.
Mi corazón estaba perplejo, mis labios temblando y un nudo formándose en mi garganta.
Guadalupe escribía bellos poemas, mi padre aplaudía ante el arte de mi hermana y yo me escondía en la vergüenza al saber que él nunca me miraría así. Con un brillo especial en sus ojos.
La había visto pocas veces y en todas ella siempre se culpaba de mi desgracia.
Pero ¿por qué ahora escribía aquella carta?
Temerosa tome entre mis manos el sobre blanco, el toque frío sacudió mi piel y un aroma conocido se impregnaba en las hojas. Solo pude, bajo la atenta mirada de Macarena, abrir el sobre dejando al descubierto una hoja blanca perfectamente doblada.
Delicadamente desdoble aquel papel y mis ojos captaron la bella letra de Guadalupe. En silencio leí lo que ella plasmo.
Sol.
Lamento no poder estar junto a ti cuando tengas miedo de tus propios sueños o solo sea la mirada de nuestro padre quien cause aquel temor.
Yo también tengo miedo, miedo porque te miento y soy débil.
Lamento no cuidarte, hermana mía, lamento que nuestro padre sea tan cruel contigo y tus ojos no vean nuestro bello jardín trasero.
Sé que algún día todo eso cambiara y yo me encargare de aquello.
Cuando mi boda sea dada prometo sacarte de aquel lúgubre lugar, lo prometo.
Por favor no llores ni dejes que nuestro padre apague tu luz.
Nuestra madre decía que tu poseerías una sonrisa especial, traerías felicidad en los momentos difíciles y tu energía nos mantendría a salvo.
Te amo, hermana.
Guadalupe Wilor
Y en segundos lloraba en silencio con un extraño presentimiento instalándose en mi corazón.
Escuchaba los murmullos llenar la cálida mañana mientras yo me cuestionaba aún por qué no sentían miedo ante la llegada de aquellos seres. Si estuviera fuera de esta alcoba mi cuerpo temblaría si algún lobo o felino posara sus intimidantes ojos sobre mí. ¿Cómo mis hermanas aguantarían aquello? Rezaba para que ellas permanezcan a salvo. Macarena me había despertado con una mirada entristecida, observe las cortinas blancas y el sol recién iba posándose en los cielos. Cuestione y cuestione ante aquel apuro por despertarme, también cuestione sobre los murmullos invadiendo la cercanía de mi alcoba, pero mi doncella prefirió callar. Horas después el bullicio seguía presente, pasos, voces y algunas risas. Mi corazón latió fuertemente, Macarena peinaba mis cabellos con nerviosismo y por alguna extraña razón desee que este día nunca llegara. ¿Qué pasaba en realidad? A mi mente llegaron las palabras de mi hermana: Yo también tengo miedo, miedo porque te miento y soy débil. ¿Mentirme? Ne
Sus dedos acariciaron mis mejillas, no vi en sus ojos asco ni pena, vi felicidad y el miedo desapareció cuando una sonrisa se plasmó en sus labios. —Mi pequeña Sol, tus lágrimas lastiman mi frío corazón —su voz era ronca y cálida, tan distinta a las demás Poseía cabellos grisáceos, largos y brillantes. Sus ojos teñidos color carmesí, sus labios rosados y delgados. Su piel deslumbraba bajo el sol, mis ojos hipnotizados recorrieron su rostro con detenimiento, algunas marcas se podían notar sobre su piel. Marcas de guerra. En su raza las marcas de guerra eran algo valioso, demostraban su valentía y ferocidad al pelear. En mi raza eran signo de vergüenza, signo de que tu belleza es nula. ¿Por qué no podía dejar de mirarlo? ¿Por qué me sentía en paz ante su toque? De pronto sus bellos ojos dejaron de observarme para posarlos en la persona que yacía detrás de mí, mi padre y como el enojo se reflejaba en ellos. El rojo intenso incremento como si fueran llamas ardiendo en el interior d
Lentamente mis ojos se abrieron, un aroma suave y cálido invadió mis fosas nasales. ¿Dónde estaba? —me cuestione mentalmente —Sol tranquila —gire mi rostro cuando escuche la voz suave y relajante de Guadalupe. Ella me observaba con ternura, sus cristalinos ojos contenían con tristeza lágrimas—. Estas a salvo —murmuro acercando su mano hasta mi mejilla, dejo una suave caricia sobre mi cicatriz y sentí calidez ante su toque —¿Qué paso? —cuestione, mi garganta quemaba exigiendo líquido junto a mis resecos labios —Todo acabo —respondió ¿Todo acabo? ¿Qué significaba aquello? A mi mente llegaron aquellos momentos fuera de esta alcoba, las frías palabras de mi padre, aquel hombre, sus ojos y luego cuando poso sus labios sobre los míos. Él me había besado y yo no sentí miedo. Decidida me incorpore en la cama sintiendo estremecer mi cuerpo ante una suave brisa que rozo mi piel desnuda, siendo ayudada por Guadalupe logre sentarme sobre las sábanas blancas de mi cama y girar mi rostro ha
Mis labios temblaron y él seguía esperando alguna respuesta. —No —respondí, sus dedos se alejaron de mi mejilla y con los labios entreabiertos me observo—. Lo lamento —susurre atemorizada, segundos después agache la cabeza Esperaba un grito feroz de su parte, un insulto, algún golpe o simplemente el silencio, pero no podía mentir ante aquello. No quería un matrimonio como agradecimiento, yo quería amar y conocer que era el amor. Aunque nunca me cuestione sobre aquello ni lo soñé, ahora que podía sentir la brisa acariciar mi piel y sentirme cerca de la libertad quería conocer el amor. Sentirlo. Vivirlo. —¿Por qué? —cuestiono serenamente —Porque deseo conocer el amor —una lágrima surco mi mejilla y mi corazón fue atormentado por adoloridas palpitaciones—. ¿Acaso usted no desea amar? —Yo siento ahora el amor, —lentamente respondió— aquella mujer apareció en mis sueños y se apodero de mi frío corazón. Esa mujer es tan bella ante mis ojos que me odio por no haberla protegido antes d
Abrí mis ojos a un nuevo día, con aquellas palabras rondando mi mente peiné mis cabellos en silencio y observé algún punto de mi alcoba totalmente perdida. ¿Qué quiso decir aquella voz? “Sigue la voz, ellos esperan por ti.” ¿Quiénes esperan por mí? Todo aquello era confuso y no podría encontrar respuestas, porque la voz tal vez no volvería aparecer o solo era producto de mi mente. —Alteza —me sobresalte ante la voz cantarina de Macarena, ella ingresaba a mi alcoba con una sonrisa cálida en sus labios y una mirada radiante—. Buenos días —pronuncio cuando mi atención se centró en ella —Buenos días —correspondí su saludo —Tengo buenas noticias, alteza. El desayuno de hoy será en los jardines del palacio —mi corazón palpito con fuerza ante sus palabras—. ¿Se encuentra bien? Ante su pregunta me di cuenta que la observaba con horror y miedo. No me imaginaba mi presencia entre los jardines con las miradas de los presentes atentos a mi cicatriz o las preguntas incómodas embargando mi m
Pidió disculpas con la voz entrecortada, se aferró a mi cuerpo mientras sollozaba y su calidez se impregnaba en mi piel. Aquella decisión ante sus ojos era mi salvación, pero el temor no podía abandonar mi corazón. ¿Acaso mi padre se atrevería a lastimarla en mi ausencia? Esa pregunta se repetía una y otra vez en mi mente atormentando mi corazón, aunque escuche la voz de Caleb pronunciar con firmeza que nadie se atrevería a lastimar a mi nana el miedo era inevitable. —Estaré bien, —pronuncio mientras tomaba entre sus manos mi rostro, observe fijamente sus cristalizados ojos y una lágrima surco mi mejilla— se feliz —pidió lentamente Negué rápidamente. —No sin ti —solté con dolor Ella había decidido quedarse, aquello penetro mi corazón y no pude quedarme callada. Le aclame con melancolía mi temor a dejarla, pero sus palabras fueron claras: Este es mi hogar, moriré aquí. Haz tu vida, Sol, se feliz. Siempre temí a la muerte, una palabra que dolorosamente arrebataba vidas y dejaba co
La tarde fue acompañada de la cantarina voz de Macarena, ella me narraba como los guardias del príncipe Caleb miraban con curiosidad sus movimientos. Ella se sintió intimidada, pero pronto dijo que no pudo notar morbosidad en sus miradas sino una indescriptible emoción. Macarena era alguien que normalmente poseía un sonrojo en sus mejillas, la inocencia deslumbraba en su mirada y yo temía que alguien rompiera su corazón. Intente concentrarme en escuchar sus palabras, pero mi mente estaba en otro lado sintiendo aún aquel hormigueo que dejo el toque de Caleb sobre mi piel y sus ojos observarme con intrigando. Pude notar que la personalidad intimidante del príncipe tal vez solo era una máscara que portaba en el campo de batalla porque sus ojos reflejaban tanta paz y comprensión, brillaban cuando sus labios curvaban una sonrisa o cuando nuestras miradas se cruzaron por primera vez. —Alteza —gire mi rostro apresurada cuando escuche el llamado de Macarena, me percate que había estado con
Un sonido chirriante fue emitido por aquella inmensa puerta, Macarena embozo en sus labios una sonrisa para luego pronunciar. —Alteza ¿usted está nerviosa? —sonreí ante la pregunta de mi doncella, asentí suavemente mientras sentía la tela negra cubrir mi rostro nuevamente El despertar había sido tranquilo con un aura de inquietud rondando mi cuerpo, no podía olvidar aquellos incandescentes ojos vigilarme desde la oscuridad o aquel misterio que escondía el bosque maldito. Sin duda era digno adentrarse al espeso bosque y averiguar sus secretos, pero algo me detenía y no sabría describir que era ese “algo”. Escuche una voz ronca pronunciar el nombre de Caleb con respeto y orgullo, el nombrado correspondió con un saludo habitual de un príncipe temerario e intimidante ante su pueblo. Por unos segundos el carruaje freno, pero luego continuo con su camino. El bullicio de aquel reino resonaba por doquier, se escuchaban voces hablar con apresuramiento, otras deslumbrar sorpresa y algunas v