Deseaba la libertad y muchas veces me cuestionaba: ¿Qué era ser libre?
Las mañanas eran tristezas, las tardes deprimentes y las noches tormentosas. Quería refugiarme en algunos cálidos brazos y llorar en silencio, tal vez escuchar una voz pidiendo calma, unas manos acariciando mis enmarañados cabellos y sentir un delicado beso ser depositado en mi frente.
Pero debía borrar aquellos anhelos porque yo seguía soñando.
Era una tarde fresca, el sol se posaba en lo más de los cielos, podía escuchar el cántico de las aves mientras mi padre me observaba con ternura, sus labios pronunciarían mi nombre sin odio y podía recorrer los pasillos de mi hogar sin miedo, pero todo era solo un sueño.
Porque cada vez que mi rostro era visto por mi padre el repudio se impregnaba en su mirada, prefería ocultarme en la oscuridad y llorar en silencio.
Nunca supe el motivo de aquella cicatriz que se marcaba en la parte derecha de mi rostro, pero el silencio de mi padre provocaba que aquella pregunta nunca surcara mis labios.
Cuando tan solo era una niña miraba con tristeza a mis hermanas correr por los jardines del palacio, mi padre me lo prohibió. Decía que yo traía vergüenza en su vida.
—Eso eres, Sol, vergüenza
Sus palabras perforaban mi corazón cada vez que lo recordaba.
Ahora ya tenía 19 años y la costumbre de permanecer en la oscuridad cubrieron por completo mis anhelos.
Sé que nunca podre sonreír, pero estaba feliz sin mostrar aquella emoción en mi rostro, mis hermanas habían conseguido comprometerse con hombres de alta cuna y los murmullos felices corrían por los pasillos del castillo.
Ellas merecían ser feliz.
Solté un suspiro cuando la puerta fue abierta por donde ingresaron mi nana junto a mi doncella. Ambas reverenciaron con pequeñas sonrisas formadas en sus labios.
—¿Por qué no te sientas en tu cama, Sol?, —me pregunto suavemente mi nana, yo guarde silencio mientras dejaba de observarla— ¿qué ocurre?
Se acercó lentamente a mí intentando descifrar que era aquello que ahora me atormentaba, aunque yo intentara negarlo ella podía sentir mi tristeza o solo mi intento de valentía.
Observe a través de las cortinas blancas con el temor a ser observada por los guardias que custodiaban el jardín principal y tras soltar un suspiro agache la cabeza.
—¿Estas así por tus hermanas? —cuestiono mi nana
Yo asentí.
—Estoy feliz al saber que se casaran —forme en mis labios una pequeña sonrisa—. Mi padre yacía contento ¿no?
Pose mis ojos en la figura de la mujer que cuido de mí en esta oscura y solitaria alcoba. Sus cabellos negros poseían algunas muestras de vejez, su piel blanquecina brillaba siendo cubierta por un vestido lila y sus manos yacían entrelazadas sobre su vientre.
Ella intento sonreír, pero solo pudo agachar la cabeza y negar lentamente.
—Solo dilo, nana, prometo no llorar —intente mostrar calma en mis palabras
—Ese hombre ambicioso y cruel solo piensa en el dinero —hablo con molestia
—Nana tranquila —ella negó ante mis palabras
—Sol —sus labios pronunciaron mi nombre con tristeza— odio ver que estas escondida aquí como si fueras una prisionera, mereces salir a la luz y sonreír
Me mantuve en silencio mientras dejaba de observarla.
—Esa cicatriz no te hace diferente
—Si lo hace —mi corazón palpito llenándose de tristeza y un nudo se fue formando en mi garganta, apreté mis labios dispuesta a no dejar que mis sollozos hagan presencia
Nuevamente quería llorar.
Ella no dijo nada más porque mi respuesta sería el silencio. Un cruel silencio que me mantiene a salvo y alejada de la curiosidad.
Era mejor no sentirla.
Las horas fueron pasando, la tarde había llegado y el atardecer se podía reflejar detrás de las cortinas blancas, era un borroso atardecer, pero al menos al cerrar mis ojos podía verlo con claridad. Mi nana arreglaba mis cabellos mientras mi doncella limpiaba con delicadeza las pinturas que me dedique a crear en estos años de mi vida.
Cada uno reflejaba en sus misteriosas pinceladas algún sentimiento que embargaba mi corazón. La confusión fue pintada entre colores negros y blancos, una rosa se posaba en el medio, roja como la sangre, mientras el negro y blanco se combinaban a su alrededor.
La rosa era yo y las preguntas fueron representadas por el blanco mientras que el negro tomaba lugar representando a la oscuridad. Aquellas preguntas seguirían siendo preguntas, no tendrían respuestas.
Luego, cuando tan solo poseía 15 años, pinte un ave dorada y una figura grisácea observando con anhelo a la bella ave. Aquella ave era la libertad y yo la figura grisácea, cubierta de tristeza y melancolía.
Nadie, ni siquiera Macarena y mi nana fueron capaces de entender aquellos trazos, pero halagaban mis pinturas con la sinceridad en sus palabras.
Ambas son las únicas que al mirarme no muestran desprecio en sus ojos.
Ninguna se atrevió a pronunciar palabra alguna dejando que el ambiente sea consumado por el nerviosismo y la pena mientras mis pensamientos estaban siendo atacados por la imagen de mi padre sonriente y la felicidad plasmada en sus ojos.
Lo imagine en el jardín sonriendo ante las palabras de mis hermanas, ellas deslumbrando belleza, delicadeza y educación en sus palabras hasta que giro su rostro desechando aquel brillo que se posaba en su mirada. Me observo con repugnancia y odio.
Grito palabras frías y crueles, convirtió cada una en filosas agujas que se clavaron en mi corazón.
Llevaba tantos años en la oscuridad que es normal soñar con salir a la luz, sentir la brisa rozar mi piel y que mi libertad ya no sea lejana.
La oscuridad a veces puede ser tu mejor compañía.
—En unos días los futuros esposos de las princesas llegaran al reino, alteza —comento mi doncella intentando calmar aquel incómodo silencio. Solo asentí—. Habrá un festival en honor a los misteriosos hombres de alta cuna, ojalá que aquellas bestias no arruinen los jardines reales —pose mis ojos en mi doncella cuando de sus labios salió aquella palabra: Bestias
En tierras lejanas existen reinos llenos de fertilidad, riquezas y plenitud. Reinos gobernados por bestias de aspectos deslumbrantes y terroríficos.
Uno de ellos es el reino de los lobos, gobernado actualmente por Fermio, se decía que cuando aquel rey tomaba su forma natural mirar sus penetrantes ojos estaba prohibido. Él invadía tu mente provocando que crueles pesadillas se queden plasmadas en tus recuerdos y hasta la locura invada tu vida.
Era uno de los reyes más poderosos.
El segundo rey se llamaba Bréeme, gobernante del reino felino. Su raza era conocida por su majestuosidad y frialdad. En sus tierras se presenciaron guerras antiguas, sangre quedo impregnada en aquel lugar y se decía que el viento aún conservaba lamentos de aquellos guerreros.
Sin duda existen lugares mágicos a mi alrededor, lugares que son parte de mis anhelos.
Pero hay un reino en particular que esconde misterios, es el reino del mar. Gobernado por una mujer de belleza única y especial. Suele salir de las profundidades cuando la luna azul tiñe las aguas cristalinas y el viento se torna cálido. Nadie sabe cómo describir su rostro ni el color que poseen sus ojos.
Su historia es un misterio.
—Macarena no los llames así —pronuncio mi nana con reproche, Macarena giro sobre sus talones y formo en sus labios una mueca de tristeza
—Lo lamento —hablo arrepentida, hasta que su voz cantarina nuevamente retorno—. Señora Cristal ¿sabe que rango poseen aquellos hombres? —cuestiono mi doncella captando mi completa atención
—Su majestad no ha mencionado aquello, pero cuando lleguen al reino sabremos cuáles son sus rangos —mi doncella asintió con emoción ante las palabras de mi nana
Yo escuchaba en silencio.
—Listo, Sol —pronuncio mi nana soltando mis cabellos de sus temblorosas manos
—Gracias —pronuncie en voz baja, agache la cabeza y me acomode entre las colchas
Mi doncella reverencio provocando que sus cabellos negros cayeran sobre su rostro como cascada, sus ojos color chocolate me observaron mientras formaba una sonrisa.
—Descansa, Macarena
—Descanse, alteza —pronunciaron ambas en coro
Segundos después abandonaron la alcoba y el silencio se hizo presente.
Así mientras la noche se teñía de azul en un inmenso silencio mis lágrimas surcaron lentamente las pálidas mejillas que adornaban mi rostro.
Solloce con un dolor indescriptible en mi corazón.
Un dolor que anhelo desaparecer, pero el tiempo, mi padre y el mundo me lo impiden.
Cerré mis ojos dejando que mis tormentosos sueños invadan mi mente. Algo que ya es costumbre en mi vida, a veces es difícil describirlos, son diferentes escenarios, borrosos rostros y luego simplemente van desapareciendo de mi mente.
Pero había algo que es aún difícil descubrir, sentía entre las noches una caricia ser depositada en mi mejilla, una voz lejana y unos ojos observarme desde la oscuridad.
Tal vez era mi mente creando aquello.
Antes de abrir mis ojos dándole la bienvenida a un nuevo día mis sueños aparecieron, yacía en un lugar oscuro, de aroma putrefacto, escuchaba suaves sollozos, luego una voz susurrando algo misterioso y entonces llego aquel cántico.
Tan suave.
Tan pleno.
Tan deslumbrante.
Tan cálido.
Tan conocido.
Era ella mi delirio.
Era ella mi destino.
Dime, amor mío ¿cuánto tiempo debo esperar?
La luna llego.
El viento soplo.
Y tú sigues sin llegar.
Era ella mi delirio.
Era ella mi destino.
Dime, amor mío ¿cuándo llegaras?
Dímelo, amor mío, dímelo, mi hermoso Sol
Y nuevamente como cada tarde me perdí en mis sueños. Imposibles y lejanos. Esta vez corría por los jardines mientras mis cabellos se movían al compás de mis movimientos, sonreía y el aire fresco rozaba mi piel. Por un momento mis labios formaron una sonrisa hasta que al abrir mis ojos caí en la realidad amarga de mi vida. Solo estaba soñando. —Sol —la suave voz de mi nana resonó en mi alcoba, gire mi rostro para observarla. Ella yacía frente a mí de pie y con una sonrisa en sus labios— ¿cómo amaneciste hoy? —Bien, —ella asintió, mi doncella ingreso al lugar sosteniendo entre sus manos una bandeja plateada. Reverencio con una dulce sonrisa— ¿cómo están las cosas? Mi nana soltó un suspiro y sabía que pronto recriminaría a mi padre. —Todo bien, doncellas decorando y limpiando cada centímetro de este palacio. Y ya sabes tu padre esta emocionado con todo esto… —bruscamente freno sus palabras arrepentida Asentí en silencio, dejé de observarla para captar las cortinas blancas. No se
Escuchaba los murmullos llenar la cálida mañana mientras yo me cuestionaba aún por qué no sentían miedo ante la llegada de aquellos seres. Si estuviera fuera de esta alcoba mi cuerpo temblaría si algún lobo o felino posara sus intimidantes ojos sobre mí. ¿Cómo mis hermanas aguantarían aquello? Rezaba para que ellas permanezcan a salvo. Macarena me había despertado con una mirada entristecida, observe las cortinas blancas y el sol recién iba posándose en los cielos. Cuestione y cuestione ante aquel apuro por despertarme, también cuestione sobre los murmullos invadiendo la cercanía de mi alcoba, pero mi doncella prefirió callar. Horas después el bullicio seguía presente, pasos, voces y algunas risas. Mi corazón latió fuertemente, Macarena peinaba mis cabellos con nerviosismo y por alguna extraña razón desee que este día nunca llegara. ¿Qué pasaba en realidad? A mi mente llegaron las palabras de mi hermana: Yo también tengo miedo, miedo porque te miento y soy débil. ¿Mentirme? Ne
Sus dedos acariciaron mis mejillas, no vi en sus ojos asco ni pena, vi felicidad y el miedo desapareció cuando una sonrisa se plasmó en sus labios. —Mi pequeña Sol, tus lágrimas lastiman mi frío corazón —su voz era ronca y cálida, tan distinta a las demás Poseía cabellos grisáceos, largos y brillantes. Sus ojos teñidos color carmesí, sus labios rosados y delgados. Su piel deslumbraba bajo el sol, mis ojos hipnotizados recorrieron su rostro con detenimiento, algunas marcas se podían notar sobre su piel. Marcas de guerra. En su raza las marcas de guerra eran algo valioso, demostraban su valentía y ferocidad al pelear. En mi raza eran signo de vergüenza, signo de que tu belleza es nula. ¿Por qué no podía dejar de mirarlo? ¿Por qué me sentía en paz ante su toque? De pronto sus bellos ojos dejaron de observarme para posarlos en la persona que yacía detrás de mí, mi padre y como el enojo se reflejaba en ellos. El rojo intenso incremento como si fueran llamas ardiendo en el interior d
Lentamente mis ojos se abrieron, un aroma suave y cálido invadió mis fosas nasales. ¿Dónde estaba? —me cuestione mentalmente —Sol tranquila —gire mi rostro cuando escuche la voz suave y relajante de Guadalupe. Ella me observaba con ternura, sus cristalinos ojos contenían con tristeza lágrimas—. Estas a salvo —murmuro acercando su mano hasta mi mejilla, dejo una suave caricia sobre mi cicatriz y sentí calidez ante su toque —¿Qué paso? —cuestione, mi garganta quemaba exigiendo líquido junto a mis resecos labios —Todo acabo —respondió ¿Todo acabo? ¿Qué significaba aquello? A mi mente llegaron aquellos momentos fuera de esta alcoba, las frías palabras de mi padre, aquel hombre, sus ojos y luego cuando poso sus labios sobre los míos. Él me había besado y yo no sentí miedo. Decidida me incorpore en la cama sintiendo estremecer mi cuerpo ante una suave brisa que rozo mi piel desnuda, siendo ayudada por Guadalupe logre sentarme sobre las sábanas blancas de mi cama y girar mi rostro ha
Mis labios temblaron y él seguía esperando alguna respuesta. —No —respondí, sus dedos se alejaron de mi mejilla y con los labios entreabiertos me observo—. Lo lamento —susurre atemorizada, segundos después agache la cabeza Esperaba un grito feroz de su parte, un insulto, algún golpe o simplemente el silencio, pero no podía mentir ante aquello. No quería un matrimonio como agradecimiento, yo quería amar y conocer que era el amor. Aunque nunca me cuestione sobre aquello ni lo soñé, ahora que podía sentir la brisa acariciar mi piel y sentirme cerca de la libertad quería conocer el amor. Sentirlo. Vivirlo. —¿Por qué? —cuestiono serenamente —Porque deseo conocer el amor —una lágrima surco mi mejilla y mi corazón fue atormentado por adoloridas palpitaciones—. ¿Acaso usted no desea amar? —Yo siento ahora el amor, —lentamente respondió— aquella mujer apareció en mis sueños y se apodero de mi frío corazón. Esa mujer es tan bella ante mis ojos que me odio por no haberla protegido antes d
Abrí mis ojos a un nuevo día, con aquellas palabras rondando mi mente peiné mis cabellos en silencio y observé algún punto de mi alcoba totalmente perdida. ¿Qué quiso decir aquella voz? “Sigue la voz, ellos esperan por ti.” ¿Quiénes esperan por mí? Todo aquello era confuso y no podría encontrar respuestas, porque la voz tal vez no volvería aparecer o solo era producto de mi mente. —Alteza —me sobresalte ante la voz cantarina de Macarena, ella ingresaba a mi alcoba con una sonrisa cálida en sus labios y una mirada radiante—. Buenos días —pronuncio cuando mi atención se centró en ella —Buenos días —correspondí su saludo —Tengo buenas noticias, alteza. El desayuno de hoy será en los jardines del palacio —mi corazón palpito con fuerza ante sus palabras—. ¿Se encuentra bien? Ante su pregunta me di cuenta que la observaba con horror y miedo. No me imaginaba mi presencia entre los jardines con las miradas de los presentes atentos a mi cicatriz o las preguntas incómodas embargando mi m
Pidió disculpas con la voz entrecortada, se aferró a mi cuerpo mientras sollozaba y su calidez se impregnaba en mi piel. Aquella decisión ante sus ojos era mi salvación, pero el temor no podía abandonar mi corazón. ¿Acaso mi padre se atrevería a lastimarla en mi ausencia? Esa pregunta se repetía una y otra vez en mi mente atormentando mi corazón, aunque escuche la voz de Caleb pronunciar con firmeza que nadie se atrevería a lastimar a mi nana el miedo era inevitable. —Estaré bien, —pronuncio mientras tomaba entre sus manos mi rostro, observe fijamente sus cristalizados ojos y una lágrima surco mi mejilla— se feliz —pidió lentamente Negué rápidamente. —No sin ti —solté con dolor Ella había decidido quedarse, aquello penetro mi corazón y no pude quedarme callada. Le aclame con melancolía mi temor a dejarla, pero sus palabras fueron claras: Este es mi hogar, moriré aquí. Haz tu vida, Sol, se feliz. Siempre temí a la muerte, una palabra que dolorosamente arrebataba vidas y dejaba co
La tarde fue acompañada de la cantarina voz de Macarena, ella me narraba como los guardias del príncipe Caleb miraban con curiosidad sus movimientos. Ella se sintió intimidada, pero pronto dijo que no pudo notar morbosidad en sus miradas sino una indescriptible emoción. Macarena era alguien que normalmente poseía un sonrojo en sus mejillas, la inocencia deslumbraba en su mirada y yo temía que alguien rompiera su corazón. Intente concentrarme en escuchar sus palabras, pero mi mente estaba en otro lado sintiendo aún aquel hormigueo que dejo el toque de Caleb sobre mi piel y sus ojos observarme con intrigando. Pude notar que la personalidad intimidante del príncipe tal vez solo era una máscara que portaba en el campo de batalla porque sus ojos reflejaban tanta paz y comprensión, brillaban cuando sus labios curvaban una sonrisa o cuando nuestras miradas se cruzaron por primera vez. —Alteza —gire mi rostro apresurada cuando escuche el llamado de Macarena, me percate que había estado con