Capitulo 2

                          EL NACIMIENTO DE UNA LEYENDA (PARTE 1)

                                         1987- Ciudad de New york

Recuerdo los días al lado de mi madre, eran lo único bueno de aquellos días en los que siempre nos falta un plato de comida en la mesa, cada día veía a una mujer que se desvivía por mí, mientras a la edad de 10 año solo deseaba crecer para poder ayudarla y dejar de verla trabajar tanto. Llegaba tan tarde y tan cansada que a veces ni siquiera podía llegar a su propia cama para descansar, quitaba sus zapatos y la arropaba en el sillón mientras la veía dormir. Tal vez por mi inocencia jamás me di cuenta en lo que trabajaba, pero odiaba aquel trabajo que me arrebataba a mi madre, cuando murió… mi mundo se vino encima, y ahora lo único que me movía no eran sentimientos dulces de una vida mejor a su lado, era la inmensa sed de rabia y venganza que mi cuerpo quería saciar. El mundo me había arrebatado mi madre, arrebatándomela… sin piedad a una corta edad, me había dado cuenta que las personas estaban podridas por dentro y que confiar no sería jamás mi debilidad, ni siquiera lo que la gente llamaba ley fue justa con una mujer violada por cinco hombres y luego asesinada ante mis ojos. Esa larga noche encerrado en aquel armario, escuchando sus roncos gemidos de bestias, y los improperios que le soltaban a mi madre, jure que por cada lagrima que ella soltó esa noche… no habría lugar donde esconderse para ellos. Me obligue a observarlos recordando cada facción, cada tatuaje he imperfección de sus rostros, sus voces… sus risas, todo. Absolutamente todo lo guarde en mi mente despertando en mí una parte infecta y dañada que nació en ese instante.

                                                                  ¶

—No me puedo imaginar que un niño haya tenido que vivir eso… Pero la venganza es un mal que se siembra con fuerza en la tierra, tarde o temprano… te destruirá hasta el punto de volverte irreconocible —solté una seca carcajada acomodándome en el sillón.

—Y vaya que no me reconocía… aquella violencia era el motor de mi existencia, no había nada que no me importara más que asesinar aquellos que había hecho tales actos deleznables contra el ser que más me importaba en esta vida. Estaba segado por el odio y el rencor.

—¿Regresaría aquellos días, señor Nikolay? —pregunto aquel hombre quitándose sus lentes y mirándome con atención. Aquellos días para mi estaban borrosos, había cosas que no recordaba y otras con mucha lucidez, como si hubiera estado drogado por mucho tiempo, me había convertido en el mismísimo Jack el destripador, solo que mis víctimas no eran tan inocentes, preferí callar para no recordar aquellos días tan oscuros.

                                                                     ¶

Las bandas estaban en su máximo apogeo y la policía no podía hacer nada teniendo a Cerberos como el jefe de todas las calles, me había introducido a su mafia a la edad de trece años y aun podía recordar con claridad las palabras de aquel día en que me topé con él. “Ser una rata callejera no me llevaría a ningún objetivo que quisiera, tenía que aspirar más alto si quería obtener mis objetivos”, en ese entonces mi alma hambrienta de sangre, estaba dispuesta a reclamar el tiempo que le había servido Cerberos con tal de verles la cara a esos malditos hijos de p**a. Abrí las puertas de su oficina con ímpetu haciendo que aquel humo de puro saliera despedido, le había importado tan poco mi invasión, que ni siquiera se había tomado la decencia de mirarme, era como si conociera los pasos de todo el mundo, incluso los míos.

—Quiero mi recompensa por todos los trabajos sucios que he hecho por ti, ya he esperado suficiente. Dame lo que quiero —solté firme y raudo —Cerberos se mantuvo tranquilo como si no hubiera escuchado absolutamente nada, metiendo aquel puro en su boca mientras leía un sobre entre sus manos.

—Espero que, si entraste así… es porque se te olvida con quien cojones estás tratando, los lapsus de memoria pueden pasar —soltó fuerte con aquella voz que había doblegado a más de uno, pero yo no le debía nada a este tipo, me había entregado a sus filas, no por él, sino por el poder que me podía otorgar.

—Yo no te debo ninguna especie de favor, trabajo contigo porque ambos nos beneficiamos de esto. Así que ahórrate tu sarta de tonterías y dame la información que quiero. —Esbozo una sonrisa leve sacando su puro de su boca y cerrando aquel sobre que leía, me miro con atención y dijo.

—No has oído el dicho que dice, no muerdas la mano que te da de comer. Recuerda quien te saco de las sucias calles como la rata que eras, robando algunas migajas de pan.

—¡Sabes cuál ha sido mi objetivo desde que entre a tu mafia! No esperes que te lama los huevos como lo hacen todos tus subordinados, yo no te tengo miedo, Cerberos —solté acercándome a su escritorio para verlo a los ojos.

—Y es por esa razón, es que no estas bajo tierra encerrado en un ataúd, tienes cojones chico. —Soltó levantándose de su asiento para servir una copa.

—¿Cuántos años tienes, Nikolay? —lo mire con incredulidad sin entender a donde carajos quería llegar con todo esto.

—Dieciocho…. —respondí presionando mi mandíbula para soportar aquellas estupideces que soltaba. Un atisbo de sonrisa se asomó en su rostro mostrándose levemente sorprendido por mi respuesta, le dio un trago a su copa para girarse hacia mí con aquel abrigo negro que siempre llevaba.

—¿Tanto tiempo ha pasado? Increíble… entonces creo que es momento de que mires otros placeres que la vida tiene. —Dijo con burla soltando una ligera carcajada, presioné mis puños contra la mesa.

—¡Por qué cojones no te callas de una m*****a vez, y me das lo que me prometiste por toda la m****a que me he comido para ti! No vengo a reír o charlar contigo como si fuéramos amigos de toda la vida, trabajé para ti todos estos años con el acuerdo de darme la información que yo pedí —Cerberos se quedó mirándome con tranquilidad mientras estaba echo cólera, mi respiración se aceleraba clavando mi mirada de mala leche sobre él.

—¿Sabes una cosa, muchacho? Todas las personas somos esclavos, esclavos del miedo, esclavos de las palabras, de la ambición, del deseo… y tú pecas de ser esclavo de tu ira y sed de venganza, hasta donde te van a llevar esos deseos, pequeño Nick —abrió el cajón de su escritorio ofreciéndome el mismo sobre que hace poco tiempo leía con atención. Mire su mano para luego mirar su expresión desdeñosa.

—Entonces… cuando mate a esos hijos de p**a, seré libre de mi esclavitud, para convertirme en el crepúsculo de su infierno donde pagaran hasta el fin de sus días —sin más, salí de aquel lugar deseoso de saber los nombres de aquellas escorias.

—Muy bien, lucifer… ¿Y después que harás? —Repuso cerberos a la lejanía mientras detenía mis pasos, confusión y remordimiento llegaron a mi mente, pero no estaba dispuesto a parar, no hasta verlos caer.

—Después mi madre descansara en su tumba —dejo salir una risilla y dijo.

—No hablaba del futuro de un muerto, hablaba de ti —cerré mis ojos, apretando la carpeta entre mis dedos para simplemente seguir mi camino sin responder aquella pregunta que no quitaba mi sueño. Lo único más toxico que me mataba cada día que me levantaba vivo, era saber que esas ratas vivían y mi madre no.

—Aquella recompensa por tu buen servicio, viene con algo adicional. Te enseñare los placeres de la vida cuando tienes poder en tus manos… pequeño Nikolay —indicó con burla nombrando aquel apodo estúpido que me había puesto. Su risa estruendosa y burlona lleno el pasillo mientras decidía desaparecer y encerrarme en mi propia miseria.

Cinco… cinco habían sido los hombres que le habían arrebatado la vida a mi pobre madre, no había olvidado sus caras ni por un segundo, ni siquiera tratando podía deshacerme de aquel peso, porque cada noche mi cabeza me lo recordaba despertándome entre pesadillas. Era un infierno vivir con este sufrimiento que no se esfumaba. Al entrar en la oscuridad de mi habitación, con tan solo la tenue luz de la luna llena entrando por mi ventana, con las manos temblorosas me atreví abrir aquel sobre para encontrarme con la primera de las escorias. Al ver su foto, imágenes vinieron a mi mente helándome la sangre como aquella noche, pasé las páginas desesperado para detenerme en una foto de su familia. Me había quedándome sin aliento, mi rabia verberaba como un volcán a punto de estallar, como era siquiera risorio que una persona tan depravada y asquerosa tuviera una familia, mientras que yo tenía que sufrir la tortura de llevar la muerte de mi madre a las espaldas, la rabia desquiciada se volvía apoderar de mí, esa vocecilla que nació aquel día, tomaba control totalmente de mis pensamientos y decisiones, aconsejándome en susurro que matara a mis verdugos. Tire el sobre al suelo lleno de ira descontrolada, tome el arma debajo de mi almohada y salí de la sofocante habitación sintiéndome que esta vez el control no lo llevaba yo, caminar por aquellos pasillos parecía ser una ilusión, como si mi cuerpo actuara en especie de piloto automático, abrí las puertas de la habitación de cerberos para soltar con hastío.

—¡Necesito a unos cuantos de tus hombres! —cerberos alzo su mirada hacia mí con una ceja levantada y una sonrisa en su boca, una chica salió de sus sabanas tapando su desnudez con vergüenza.

—Estas seguro de lo que piensas hacer… después de lo que hagas esta noche, no hay vuelta atrás…

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