Capítulo 6

—¡No hablarás en serio!

Fruncí el ceño.

—No grites, no estoy sorda y me encuentro a unos pasos de ti —espeté con irritación—. Necesitamos el empleo.

—Buscaremos otro, pero no con ese tío que te quiere follar —me señaló con el dedo—. Tu eres mía, mi propiedad, nadie te toca, ni te mira sin mi permiso.

Odiaba cuando se ponía en plan obsesivo macho alfa. Tampoco me agradaba la idea de trabajar para él, pero… las deudas nos ahogaban, yo tenía que pagar la enorme cantidad que pedí prestada al hospital cuando mi padre estuvo internado, los medicamentos, la recuperación, cosas de la casa, préstamos del banco, préstamos de las tarjetas de crédito… una infinidad, yo sola no podía, y Jonathan había gastado todos sus ahorros en una moto, sin contar que apostó dinero y ahora le debía miles de dólares al banco. Un trabajo simple no ayudaba. En cambio esta oportunidad…

—Necesitamos ese empleo —insistí.

—No con él, sé cuando un hombre te desea, y ese tipo, aunque sea el presidente, te folla con la mirada —Jonathan se acercó a mí y rodeó mi cintura con sus brazos, me atrajo hacia su cuerpo y comenzó a besarme con frenética pasión—. Tu eres solo mía ¿acaso no lo entiendes?

—Jonathan…

Pero no me prestó atención, bajó su boca hasta mi cuello y lamió, besó, y mordisqueó mi delicada piel haciendo que brotara de mi garganta un gemido de dolor.

—¡Joder! Duele, Jonathan, para… me haces daño —intento apartarle de mí, pero no cede, es más fuerte que yo, más grande, se aparta y cuando creo que ha terminado, pasa al otro extremo de mi cuello y hace lo mismo—. ¡Idiota!

Siento un dolor punzante en mi cuello, y el coraje comienza a correr por todo mi torrente sanguíneo, el muy cabrón me ha dejado dos chupetes enormes, uno de cada lado.

—Es para que sepan que eres mía —sentencia con una sonrisa de suficiencia.

—No soy una maldita vaca para que me marques como tu propiedad, mucho menos un objeto, ya hemos hablado de esto —arrugué la nariz con enfado y me dirigí a la cocina—. Dale gracias a Dios, que la pastilla que toma mi padre hace que duerma como tronco, o de lo contrario te arrancaría las bolas.

—¡Oh, vamos! —Jonathan intentó acercarse a mi pero se lo impedí—. Solo protejo lo que es mío, no voy a permitir que otro hombre quiera mearse encima de lo que me pertenece, por mucho que sea el jodido presidente del país.

—No soy un objeto, Jony, para que me hables o trates de esa manera, y nadie va a mear a nadie, es el presidente y mi tío nos ha conseguido esta oportunidad…

Me detuve en seco al ver cómo sus ojos centelleaban, las chispas que emanaban de sus dos pupilas eran hipnotizantes y aterradoras al mismo tiempo. Pero no me dejé intimidar, lo conocía bien, esto solo se trataba de otra de sus tantas rabietas y celos.

—¿Acaso te gusta? ¿te lo quieres tirar? —brama—. ¡¿Quieres ser la puta primera dama?!

Cerré los ojos dejando que la intranquilidad y la angustia que crecían en mi interior, salieran a flote, ya era demasiado de sus celos, ¿acaso no me conocía? en los años que llevábamos juntos jamás le puse los cuernos y ahora me salía con esto…

—¿Quieres callarte de una vez? no sabes lo que dices, estoy contigo, ¿acaso crees que el presidente de los Estados Unidos querría a alguien como yo, para convertirla en primera dama? es que es ilógico y hasta descabellado, el tipo es un arrogante, orgulloso, y claro que no es de nuestro total agrado, pero nos ofrece una puerta abierta que nos puede sacar de nuestros problemas, ¿acaso tus celos absurdos no te dejan ver la realidad? no tenemos opción —las palabras brotan de mi garganta como cascada, mi pecho se oprime y sé que estoy a punto de liberar algo que lo puede lastimar, es por esa razón que cierro la boca, la adrenalina recorre mi cuerpo como torbellino arrasando con toda la prudencia que habitaba en mi interior—. Mi padre está enfermo, estoy hasta el cuello de deudas, necesito un respiro, y si el presidente me ofrece algo como esto, no lo voy a desaprovechar. Es lo mejor, ya lo he pensado mejor, tenemos que hacerlo.

Listo, comienzo a sollozar, las lágrimas se derraman por mis mejillas dejando surcos a su paso. Odiaba que me vieran tan vulnerable, pero ya no podía más, estaba cansada de ser siempre responsable, y tan madura, simplemente quería vivir una vida lo más normal que pudiera. Jonathan relaja su gesto y me abraza.

—Lo siento, Ane —me susurra y la calma llega al sentir que el calor que emana de su cuerpo se filtra por sus ropas e inunda mi ser, un cosquilleo en la nariz me invade y dejo que el dulce aroma de mi novio, sea el tranquilizante perfecto—. Perdóname, soy muy celoso cuando alguien quiere a mi chica, nunca pienso dejarte Ane, lo sabes… ¿cierto?

Yo asentí con la cabeza en silencio.

—Y cuando toda esta m****a acabe, nos mudaremos a México, y nos casaremos —se apartó unos centímetros de mi, y con una caricia delicada me colocó un mechón suelto detrás de mi oreja, me dio un beso en la nariz y eso me reconfortó, era un idiota, pero cuando estaba en modo; novio amoroso, me recordaba el por qué seguíamos luchando por esto—. Tendremos hijos y formaremos la familia más linda de todo el mundo, nos compraremos una casa y tu estarás dentro de ella como una muñequita, esperando a que yo regrese de trabajar, con la cena lista y tu padre viendo el fútbol en una pantalla de las nuevas, ya sabes, pronto nos reiremos de esta situación.

Fruncí el ceño cuando mencionó que estaría en la casa esperándolo, pero decidí que por hoy habían sido muchas discusiones, así que lo dejé pasar por esta vez, tal vez más tarde cuando las aguas se calmaran, lo hablaríamos.

—Eso quiere decir que…

—Aunque me cueste los huevos, trabajaremos con ese imbécil, pero algo sí te advierto —me levanta el mentón y nuestros ojos se cruzan—. Si ese cabrón se pasa contigo, es hombre muerto, sin importar que sea el jodido presidente, eres solo mía.

No esperó mi respuesta, selló mis labios con un beso cálido, tierno, sin prisas.

—Eres mi todo —susurro.

—No tienes idea de lo loco me vuelves Ane, te deseo tanto…

De pronto, el momento tan mágico y romántico que estábamos viviendo se vio interrumpido por una atmósfera más pasional, sexual y brusca, sus manos comenzaron a recorrer mis curvas hasta llegar a mis nalgas, dándoles un apretón, gemí de dolor pero él atrapó mi alarido con sus labios, penetró mi boca con su lengua metiéndomela hasta la garganta. Intenté apartarlo de mi cuerpo pero me lo impidió de forma inmediata, comenzó a llevarme hasta uno de los sillones viejos que teníamos como sala, cuando gracias a una fuerza divina, el timbre se escuchó.

—Joderrrrrrrr —resopló.

—Yo abro —me apresuro a decir zafándome de su agarre y corriendo a toda velocidad hacia la entrada. 

Abro sin verificar de quién se trataba, un hombre mayor, bien vestido, con un traje negro y una corbata roja, estaba parado frente a mí, sus ojos recorrieron mi cuerpo lascivamente y las arrugadas comisuras de sus labios se elevaron en dirección al cielo mostrándome una muy sutil mueca burlona.

—¿Señorita Sotonell? —me preguntó con un tono de voz casi neutro pero con ciertos toques hostiles.

—Sí, soy yo —me aclaro la garganta con nerviosismo.

—Soy el licenciado Santori, vengo de parte del banco, me temo que traigo una orden firmada por un juez para embargar su departamento, su deuda ha incrementado en los últimos años y el banco requiere su dinero —me informa mostrándome una hoja, comienzo a leerla y enseguida el alma se me cae a los pies cuando sé que dice la verdad, las manos me tiemblan al ver a tres oficiales de policías listos para entrar—. Lo siento mucho señorita.

Cierro los ojos y les doy el paso, no había nada que hacer, quiero pedirle que no lo haga, pero cuando levantó la mirada, el tipo se ha alejado hacia la cocina, con ojos confusos, intento decirle a Jonathan que prepare a mi padre, él asiente con el ceño fruncido pero hace lo que le pido.

Era demasiado humillante, si tenía que ponerme de rodillas para que no lo hicieran, lo haría… pero me detuve en seco antes de llegar al umbral de la puerta de la cocina. El tipo estaba hablando por teléfono a susurros, y estaba por marcharme y esperarlo cuando nombró a Lenin.

—Sí señor presidente, está hecho, la estamos embargando, tal y como usted lo ordenó.

¡Maldito, hijo de…!

—Como usted diga… —el tipo se giro y al ver que estaba detrás escuchando todo, palideció—. Señor, creo que tenemos un problema…

Le arrebaté el jodido celular y me lo coloqué en la oreja, su voz fue como un puñal directo en el estomago.

—¿Qué problema hay, Santori? —su voz era ronca, demasiado varonil y muy segura.

—El problema es que eres un hijo de puta —bramo.

Silencio, es lo único que obtuve.

—¿Te comieron la lengua los ratones? —le pregunté con voz vacilante.

—Señorita Sotonell, la quiero ver hoy en la noche, en mi oficina, creo que hay muchas cosas que tenemos que aclarar, si piensa rechazar mi oferta, me temo que daré órdenes no sólo de que la embarguen, sino de…

—¿Me está amenazando? —la indignación hace que enarqué ambas cejas y que el tipo trajeado se asuste.

—Solo quiero hablar pero…

La cabeza me explotaba, la adrenalina se disparaba como misil por todo mi cuerpo y el coraje hacia ese tipo acrecentaba con cada segundo.

—¿Qué es lo que quieres en realidad de mi? —manifesté en un tono glacial.

—A ti, te quiero a ti, Anelys.

Justo en ese momento Jonathan salió de la habitación de mi padre con él, verlo con ese aspecto tan enfermo hizo que se removiera algo en mi interior, me mordí el labio inferior y solté un largo tendido suspiro.

—Bien, a las ocho me va bien.

—Mandaré a alguien por ti —aseguró y puedo ser consiente de los matices divertidos que tenía su voz.

—Aja.

—Y… Anelys…

—¿Sí?

—Ponte algo sexy.

«Maldito pervertido»

Me cuelga el teléfono y caigo en la realidad; Jonathan tenía razón, el presidente de los Estados Unidos me quería follar. El problema era que no se lo iba a permitir.

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