Capítulo 3

Caí en la realidad, al escuchar todo lo que me decía, como se comportaba, y ser la espectadora principal de tan inesperado y desesperado espectáculo acosador, supe que estaba en lo correcto, nuestro presidente no era más que un idiota, mujeriego y petulante, él sabía que con palabras dulzonas, miradas que derrochaban deseo, y con tan solo chasquear los dedos, tenía a sus pies a cualquier mujer, pero no a mí, tenía a Jonathan, y eso me bastaba.

—Escuche, no sé a qué está jugando, pero yo no soy como todas las mujeres que caen rendidas a sus pies —teniendo suficiente con los sucesos del día de hoy, me atrevo a poner una mano en su pecho y lo alejo de mí, con delicadeza, algo que le sorprendió—. No me gusta, no me atraen sus insinuaciones, y por supuesto que no estoy interesada en obtener el puesto de su asistente, y disculpe que se lo diga, pero en lugar de estar perdiendo el tiempo en coqueteos inútiles, debería estar al pendiente de los problemas que tiene nuestro país, buscar soluciones, no aventuras.

Me las apaño para escabullirme de su encarcelamiento corporal, y comienzo a dirigirme hacia la puerta, valiéndome de las consecuencias que sabía que tendría mi sinceridad.

—Por lo que veo es usted muy directa y sincera, señorita Sotonell, creo que eso es lo que necesita alguien de mi gabinete —sus palabras suenan tan falsas que me dan ganas de vomitar.

—Siempre digo lo que pienso —encojo los hombros y toco la perilla de la puerta pero al intentar abrir noto que está cerrada con llave.

—Eso ya lo he comprobado —se ríe mostrándome victorioso una llave—. Yo mismo cerré para que nadie nos molestara, pensando que quizá usted podría ofrecerme más.

«Ok, esto ya se estaba tornando demasiado extraño»

—Señor presidente...

—Lenin, de ahora en adelante, cuando estemos a solas, llámeme Lenin —susurra.

—No, y no creo que volvamos a estar a solas, compórtese a la altura —tomo una amplia bocanada de aire y lo suelto con pesadez lentamente—. Escuche...

—Contratada —me interrumpe.

—¿Qué? —abro los ojos como platos.

—He dicho que usted se queda con el puesto, y su hermano como mi chófer personal —esta vez actúa distante y frío al tiempo que se acomoda la corbata y vuelve a tomar asiento, se trataba de una persona distinta—. Tengo aquí los contratos, pero necesito que usted traiga a su hermano... el joven Jonathan Torrence mañana a las diez de la mañana, debido a que tengo una agenda muy apretada, comenzarán el miércoles, y es necesario que usted se mude a la Casa Blanca, será solo por los meses en los que estamos preparando los trabajos de viviendas, ayudas económicas, y despensas para los ciudadanos de bajos recursos, también es el tiempo en el que estaremos de gira en algunos estados y países para buscar la buena relación entre nuestros aliados y los futuros.

«Ok, es oficial, este sí que está chiflado»

—¿Pero qué le sucede? —enarco una ceja y cruzo los brazos, una muestra que demuestra mi espera por recibir una buena explicación de su parte.

—No entiendo lo que quiere decir, señorita Sotonell —se hace el inocente pero no se atreve a mirarme.

—Si lo sabe, primero me trata como si quisiera meterse entre mis piernas, y luego...

Un fuerte golpe hace que de un respingo y que detenga mi estúpido vómito verbal. ¿Acababa darle un golpe a la mesa con la mano?

—En primer lugar señorita Sotonell, esa no es la manera que debe usar para dirigirse a mí, así que le pido de la manera más amable que mida su distancia y busque las palabras adecuadas para conmigo —su voz resuma impaciencia—. Y en segundo lugar, todo fue una mera actuación, no intento meterme entre sus piernas, como me asegura, necesitaba saber si usted era capaz de no intentar colarse en mi cama, como Anna, quien habrá echo un intento por hacer que tenga una aventura con ella al aventarme esa prenda que vio cuando llegó.

Sentí como el alma se caía a mis pies.

—Yo... —mi voz suena delgada y tensa, como un hilo a punto de romperse—. Jonathan no es mi hermano, y creo que debió empezar con eso desde el principio antes de hacerme ideas absurdas en la cabeza, ¡estuve a punto de darle un golpe!

—Y es por eso que la contrato a usted y a su novio, aunque prefiero imaginar que son hermanos, para que no afecte nuestro trato laboral —esta vez suena ansioso—. Lamento si le hice pasar un mal momento, pero ya suficiente tengo con que la mayoría de mis empleadas intenten colarse en mi cama todo el tiempo, ya no soy el joven que daba de que hablar, ahora tengo una responsabilidad impresionante, y le repito, solo trataba de asegurarme que no fuera como las demás, Albert me habló de usted, dijo que era una joven temeraria, decidida, y lo que más me atrajo... sincera, tanto como he comprobado.

Mi mirada se queda fija en aquel hombre, y sé que en cuanto Jonathan se enteré, tendré problemas, era muy celoso y más si se trataba de hombres apuestos. Pero por otra parte... necesitábamos el dinero.

—Gracias por el empleo, es una oportunidad que no pienso desaprovechar —las palmas de mis manos empiezan a sudar mientras observo su hermoso perfil.

—No nos defraude, señorita Sotonell —sus labios se curvan en una deliciosa sonrisa—. Haremos buen equipo.

Su voz burlona genera un rubor en mis mejillas y asiento con la cabeza.

—Su tío está ocupado en estos momentos, por lo que por hoy sería todo, tengo sus datos y...

Su voz comenzó a escucharse lejana... un hormigueo recorrió todo mi cuerpo, de pronto comencé a sentirme débil, el aire me faltaba y un sudor frío recorrió mi espina dorsal.

—¿Se encuentra bien señorita Sotonell? —Me pregunta el presidente pero mi vista comienza a nublarse, me tambaleo y logro sostenerme de la pared al girar hacia la puerta—. ¡Mierda!

Entonces todo se oscurece a mí alrededor.

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