―Ra…Chel —dijo con un poco de esfuerzo. Aún no podía moverse, pero escucharlo decir mi nombre fue una gran alegría—. Estás… aquí…
―Claro que estoy aquí…—Lloré, tomé su mano con fuerza, acaricié su cabello y besé su frente.
―Te … amo —susurró.
―Yo también te amo… ¡Vas a estar bien!
Aunque los días pasaban como años sentía en mi corazón que volveríamos a ser tan, o más felices que antes, solo debíamos esperar y tener paciencia. No era nada fácil, pero no había retroceso en su salud y eso era lo más importante. Quería que despertara completamente, decirle que no quería estar sin él y escuchar lo mismo de sus labios.
Por otro lado, su abogado y mejor amigo, Miguel, estaba haciendo las averiguaciones para saber
RachelLlegué al hospital con mucho miedo, pero no podía seguir más así, debía ver a Robert; por lo menos de lejos. No sabía si sería capaz de acercarme y hablarle, pero dos días era mucho tiempo sin verlo, pero quizás era el tiempo que él necesitada para recapacitar. No quería alejarme de él por nada del mundo.Llegando a la habitación, escuché unas voces y decidí esperar un poco afuera. Intenté tomar fuerzas para entrar, pero mientras aún esperaba, llegó Alicia, su hermana.―¿Qué hacera aquí afuera? ―preguntó extrañada.―No me atrevo a entrar. Al parecer tiene visita…―No pasa nada, tranquila ―Me abrazó―… ¡Vamos! ―dijo tomando mi mano.―No quiero su desprecio –Solté su mano mientras me ponía de pie lista para ir
Intenté volver a mi rutina, pero recordar la habitación vacía del hospital era un dolor muy fuerte. Jamás me imaginé que todo terminara así, y que se fuera de nuevo a Viena sin decir adiós. Pero no podía evitar sentir que mi corazón le pertenecía y no perdía las esperanzas de volver a verlo.Andrea me visitaba con frecuencia a mi nueva casa, había estado conmigo en todos los altos y bajos que, era normal invitarla a cenar de vez en cuando, incluyendo a su futuro esposo, Jorge. Sin embargo, ese día ella estaba un poco extraña.Mi mamá estaba sonriente, alegre, y siempre cocinaba algo especial para ella, la consideraba una hija más.Cenamos todos juntos y mis padres se retiraron a la cocina.―Estás muy sonriente… ―Le dije a Andrea y me observó sin decir una palabra; mientras aún estábamos sentadas en la mesa del
Se acercaba el gran día de la boda y debía ir a comprar mi vestido. Junto con Andrea y mi mamé observé algunas ideas en algunas revistas y fuimos a una de las tiendas más emblemáticas de Viena, para encontrar el vestido ideal.Caminé sola en medio de cientos de vestidos y no sabía cuál elegir, quería ver el vestido y enamorarme de el a primera vista; solo así sabría que era el vestido que usaría para ser la esposa del amor de mi vida. Caminé un poco más y un vestido en especial llamó mi atención.La encargada de la tienda me acompañó a medírmelo y cuando me vi con el vestido frente al gran espejo, sentí un tierno cosquilleo en mi estómago y en mi corazón. Había encontrado el vestido.Llegó el día de la boda y por supuesto elegimos Viena para sellar nuestro gran amor, el lugar donde t
Rachel Trells:Llegué al último piso para ir a mi despacho en la constructora, y estaba mi mejor amiga y asistente, Andrea, sentada en su escritorio. Pasé a su lado, la saludé con un gran abrazo, tomé el café de su mesa que siempre preparaba para mí, algunos papeles; y entramos juntas a la oficina.―¿Alguna llamada importante? ―dije con miedo de escuchar su respuesta y me senté detrás el escritorio, mientras ella se sentaba al frente. ―Ninguna ―Acompañó su respuesta con leves movimientos de su cabeza de un lado a otro―. ¡Estás muy nerviosa! ―añadió, ante mi evidente preocupación.―¡Como nunca! ¡Necesitamos la llamada del Sr. Dugés! ―Suspiré y bebí un poco de mi café.―Tranquila, ya llamará ―respondió para intenta
Robert White:Pasaban las dos de la mañana y me levanté de la cama para despejar la mente e intentar dormir, no lograba conciliar el sueño. Estaba preocupado por mi papá.Volví a la cama, conseguí dormir; y al despertar, sentí que había cerrado los ojos por cinco segundos. Me esperaba un día difícil.Viena era una ciudad tranquila, pero encontrar las calles despejadas era parte de mi rutina diaria y por eso siempre salía temprano de casa. Al llegar a mi despacho en la Agencia de Viajes que fundó mi padre, me preparé la primera taza de café del día. Tenía una reunión importante en la mañana con gran parte del personal.—¿Se puede? —Interrumpió mi mejor amigo y compañero de trabajo, Miguel, tras darme los buenos días. Él es el abogado de la agencia.—Claro,
Rachel Trells:Era momento de viajar a Viena. Llegué al aeropuerto y mientras ubicaba la puerta de embarque, Andrea me llamó:―Sabes que no voy a Viena para conocer a alguien —respondí con molestia, mientras acomodaba mi maleta para subir al avión; tras escuchar su largo discurso del amor.―Lo sé, pero sabes que no pierdo las esperanzas.Resoplé y arqueé mis ojos deseando que se callara. El amor era un tema que no me agradaba.―Yo las perdí; aunque en realidad, nunca las he tenido. No puedo ni quiero ser feliz al lado de un hombre. Estoy bien así.—Solo quiero que vivas, que salgas de ese caparazón.—Aquí estoy segura. Este caparazón que dices—Alcé mis manos dibujando la silueta de mi cuerpo, aunque no pudiera verme—, es lo único que me mantiene de pie. Tengo mucho en que pensar y una gr
RachelEl día del tour había llegado y me sentía emocionada por conocer Viena. Un auto lujoso de la agencia de viajes pasó por mí y por otras tres personas en diferentes hoteles. Recorrimos algunos minutos por la ciudad, y llegamos a la famosa plaza de los Héroes o Heldenplatz, ubicada en todo el centro de la ciudad.En la plaza, una señora muy amable intentó conversar conmigo. Traté de decirle que no hablaba alemán, pero no me entendió. Luego, una señora más joven se acercó sonriendo.—La señora intentaba decirte que debemos esperar algunos minutos a la persona que nos va a dar la bienvenida, el dueño de la agencia; el Sr. Robert White. He viajado varias veces a esta ciudad y siempre hago tours con la Agencia Gold.Al escuchar ese nombre sentí que el corazón me latía muy fuerte. Esperamos un poco, per
Robert:Esa noche, volví a casa de mis padres. Entré despacio para no despertarlos, y mi hermana, Alicia, estaba sentada en el jardín tomando una copa de vino.Tomé una para mí de la cocina y me acerqué a ella.—¿Bebiendo sola?Le mostré mi copa, sonrió, y me sirvió un poco.—No es malo estar sola…—Claro que no —Me senté a su lado y observé el cielo. Todo estaba negro y algunas estrellas brillaban—. ¿Cómo estás?—Todo bien —Suspiró y bebió un poco de vino—, ¿y tú?—Muy buena pregunta —Recordé a Rachel y no pude evitar sonreír.Alicia me miró extrañada.—¿Qué te sucede? —Se acercó a mi silla.—No sé —Sonreí d