Rachel:
Era mi última noche en Viena y quería despedirme de la ciudad. Me coloqué ropa cómoda, y salí a caminar un poco. Recorrí las calles de Viena y vi un restaurante. El lugar era pequeño y muchas personas disfrutaban de la música en vivo. Todos bailaban y parecían estar pasándola muy bien, igual decidí entrar.
Sin embargo, lo que se supone sería una noche normal, cambió radicalmente al ver de nuevo a Robert. Encontrármelo en ese lugar mi último día en Viena, parecía algo totalmente irreal.
Al verlo, mi corazón se aceleró, me negaba a toda felicidad y a esos recuerdos que, por más que quería, no podía borrar. ¿Cómo podía sentir tanto por alguien tan rápido? Se supone que iba a olvidarlo al evitar los paseos del tour, no a revivir esa sensación extraña en mi estómago otra vez.
Lo vi de lejos, y me quedé en el mismo lugar por unos minutos, solo observando. Intenté avanzar un poco más al fondo, no quería que me viera, pero:
Me sonrió con sutileza al encontrármelo de frente. Con solo estar cerca de Robert me sentía tan extraña, sin fuerza, sin autocontrol. ¿Qué estaba pasándome?
―No te vayas ―dijo acercándose a mi lado, mientras me dirigía a pasos rápidos directo a la salida.
―No tengo nada que hacer aquí ―agregué sin hacer contacto visual. No podía mirarlo a los ojos.
―¿Podemos hablar?
―Mañana me voy a Argentina ―Levanté mi mano para detener un taxi.
Fue muy difícil pronunciar que solo faltaba una noche para irme de Viena, pero todo esto que estaba sintiendo e intentando ocultar era muy fuerte.
―Te esperé hoy para el tour —Sus ojos verdes brillaron como dos estrellas en el cielo.
—Disculpa, pero me tengo que ir.
—Déjame llevarte, por favor —Insistió y al final acepté…—. Sé que no quieres que te moleste. Me ha quedado muy claro, pero ¿te gustaría cenar conmigo?
En ese momento sentí su mirada y una guerra batalló dentro de mí, pero no quería dejarme convencer.
—Lo mejor es que me vaya, es tarde. Mañana me voy…
—Sí, ya sé que te vas mañana, eso me quedó muy claro… por eso permíteme cenar contigo esta noche.
—No puedo —dije con voz temblorosa.
Él no dijo nada más y el silencio regresó.
Sentí que quería decirme mil cosas y no lo hacía, pero quizás era mejor así.
Manejó por varios minutos y se estacionó frente al hotel. Era el momento de decir adiós para siempre. Solo debía bajarme y salir corriendo.
No podía pensar en nada, era una batalla entre mi corazón y la razón; y como ninguna se ponía de acuerdo, lo mejor era no decir nada; y con un simple “Gracias” me bajé del auto. Con lo que sentía en ese momento era suficiente.
Era tan absurdo sentirme así por él. Era prácticamente un desconocido para mí.
Sentir era algo que simplemente no me agradaba. No podía permitirlo. ¡NO!
Mientras caminaba a la entrada del hotel Robert se bajó del auto y detuvo a mis piernas apuradas por entrar y desaparecer.
Su respiración era fuerte y agitada.
—Quisiera decirte muchas cosas, pero no encuentro la forma de hacerlo… ―Respiró profundo―. No te vayas, Rachel… no comprendo cómo pasó todo esto así tan rápido, pero no quiero parecer desesperado por ti ni obligarte a nada, solo quería decirte que siento algo por ti…
Hizo una pausa esperando una respuesta, pero se formó un nudo en mi garganta que no me dejaba hablar. No podía ni moverme.
Estuvimos de pie en silencio y con mucha dulzura se acercó, me miró como nadie lo había hecho; y aunque sentí paz, mis lágrimas me delataron.
Él no dijo nada, solo me abrazó y eso fue suficiente.
—¡Todo esto es una locura! ¡Estos no eran mis planes! ¡No quiero nada de esto! —Bajé mi rostro y sentí su mano invitándome a mirarlo. Tomó mi cara entre sus tibias manos buscando mi completa atención. El brillo de sus ojos verdes era insuperable. Enseguida los pocos momentos junto a él me invadieron de nuevo—. Vamos a otro lugar para conversar, ¿te parece?
―No puedo… ―Le dije mientras mis recuerdos y mi realidad volvían para convertirse en una gran barrera que me impedía pasar.
―¿Qué sucede?
―¡Esto!… ¡Esto sucede! ―exclamé con fuerza.
No tenía ni siquiera palabras para expresar lo que sentía, solo podía pensar en las heridas que mi pasado me había causado por enamorarme; por creer en sonrisas; en ilusiones; en mi familia. Todo me mantenía en una burbuja que Robert estaba a punto de explotar.
No era capaz de ser feliz.
Al cumplir 16 años, Iván me regaló un peluche de dos osos abrazados, uno negro y uno blanco. Me dijo que seguiríamos así unidos toda la vida, le creí, no tenía porque no creerle. Ya en ese momento mis sentimientos estaban cambiando; lo quería, lo quería más que a nada. Éramos muy jóvenes para reconocer lo que era el amor, ese amor de verdad entre un hombre y una mujer, pero lo quería. Ese sentimiento era de verdad para mí.
Varios años después la amistad seguía intacta, siempre amigos, los mejores, hasta que un día me confesó que me amaba. Recuerdo que ese día fue maravilloso, el mejor de todos. Fue mi primer beso. Con él, sentí esos nervios únicos al esperar que sus labios tocaran los míos. Las manos me sudaban, mi pie derecho no paraba de moverse; y mi corazón latía más que mil caballos galopando juntos. Estábamos enamorados. Después se fue, pero lo que más dolió fue perder a quien creí que nunca me abandonaría.
No quiero a otro Iván en mi vida.
―El pasado no tiene que arruinar nuestro presente o, ¿vas a huir? No quiero ser egoísta y pedirte que te quedes aquí. No es el punto― Y me miró de tal manera que hacía que todo tuviera sentido―, pero no quiero que esto termine aquí; quiero conocerte más…—
—¿Cómo puedes sentir algo por mí si apenas nos conocemos?
—Quiero preguntarte lo mismo—No supe qué responder—. No estaba en mis planes conocerte, interesarme por ti, pero pasó.
—Tengo mi vida… Todo está en Argentina —Me sentí mal por mi honestidad, pero mi corazón ardía tan fuerte que ni todo eso que había dicho podía igualar lo que estaba sintiendo en ese momento, solo que, no quería aceptar la locura que eso significaba—. No quiero que me quieran.
—Yo quiero quererte, y sobre eso no puedes decidir. No quiero aceptar que te conocí y solo serás un recuerdo. No tengo ninguna respuesta, ¿no sé por qué estamos ahora aquí? ¿No sé por qué no puedo dejar de pensar en ti?
Por un momento sentí que me paralicé, y fui consiente de cada parpadeo y de cada respiración que hacía que mi pecho saltara diferente. Me puse de pie nerviosa y me alejé al fondo a una pequeña terraza. También se levantó y se aproximó muy lento hasta quedar enfrente de mí mientras mi cabeza observaba hacia abajo sin ningún motivo. Podía escuchar ligeramente su respiración, y sentir el delicioso perfume que desprendía. Sus manos tímidas se acercaron a mi cintura, tan despacio que, con solo verlas, sentí una muy extraña pero deliciosa corriente recorrer todo mi cuerpo. Me abrazó con timidez, pero luego me acercó un poco más a él impidiéndome razonar.
En un pequeño impulso levanté mi rostro y observé sus labios, mordí un poco el mío, su cabeza bajó despacio, sin miedo. Nuestros labios se acoplaron perfectamente, y con sus manos me arropó con más fuerza hacia él, hasta que nuestras ropas se tocaron. Mi cuerpo flotaba. No podía detener lo que estaba sintiendo, era algo más fuerte que yo; pero como siempre, muy dentro de mí, sentía miedo.
―Quiero decirte algo que he estado pensando y creo que puede funcionar. Estaba esperando el momento para decírtelo. No quiero detenerte acá, aunque deseo de corazón que todo continue así; salir, compartir, conocernos, pero por eso quiero proponerte algo.
―¿A qué te refieres? ―pregunté intrigada y se acercó para quedar lo más cerca de mí.
―Ve tranquila a tu país, y te prometo que lucharé por ti en la distancia ―Acarició mi nariz―. Viajaré a verte. No quiero dejar que esto muera aquí, al menos que así lo quieras ―Tomó mi mano, la besó con dulzura; y sus ojos se clavaron en los míos esperando una respuesta―. Además, seguramente nos volveremos a ver para la construcción del centro comercial. Permíteme seguir a tu lado.
Debo admitir que sus palabras me dejaron sin aliento, y recordé el propósito de mi viaje; las deudas, mi casa, todo. Sentía algo por él y quería ver qué pasaba también, aunque tenía mucho miedo. Todo estaba pasando extremadamente rápido y no quería perder el control de mi vida.
―La distancia que nos separa es muy grande ―añadí buscando excusas para alejarme de lo que no quería alejarme.
―No lo es. No dejaré que sea un obstáculo.
―Ni siquiera me conoces…
―Por favor, no cuestiones todo lo que está pasando. Es real y podemos hacer que funcione.
Su respuesta me agradó mucho y me quedé pensativa. Por un momento, imaginé cómo sería mi vida con él; y debo admitir que me gustaba ese futuro.
―No estoy segura de que algo entre nosotros pueda funcionar.
―De eso no podemos estar seguros en realidad. No quiero que esto termine; no quiero dejar de verte; de escuchar todo lo que sabes de música; de verte sonreír, y ver tus mejillas ruborizarse. Eres hermosa y también maravillosa, lo sé. No cambiaría nada de esta aventura que ha sido conocerte―Besó mi mejilla, la comisura de mis labios y abrazó mi cintura. Sus tibias manos acariciaron mi rostro, mis labios y me besó ―. Necesito volver a verte.
Todo había terminado, estaba de regreso en casa; y la rutina pronto iniciaría. Pero algo me faltaba y eso no podía evitarlo: Robert.Entré a casa y el aroma a menta me hizo suspirar. Mi madre estaba sentada en el mismo sofá, con su taza de té y su cobija. Aunque sabía que no me respondería, me senté frente a ella y le conté todos los detalles de mi viaje. De vez en cuando me miraba, sonreía; pero de nuevo se iba su mirada.Verla tan frágil me hizo recordar la madre que solía ser. Era muy difícil olvidar esos recuerdos felices que me dio de niña, y sus constantes sacrificios para darnos a mi hermano y a mí una sonrisa. Esas noches interminables cuando nos enfermábamos; o cuando tenía miedo de quedarme sola en mí cuarto. Mi madre siempre estaba ahí, sonriente y paciente. Ella amaba tanto reír, que daría lo que fuera por
Robert: La corbata de seda negra parecía ser el accesorio perfecto que faltaba para mi traje gris claro. Mientras terminaba de vestirme, escuché el sonido de unas llaves. Me quedé inmóvil por unos segundos, y caminé despacio hasta la sala de mí apartamento.Era Perla.—¿Qué haces aquí?—Disculpa… Quería devolverte las llaves —dijo, sosteniéndolas en la palma de su mano.—No recordaba que tenías las llaves; podías haber llamado antes. No puedes entrar así a mi apartamento—Terminé de acomodar mi corbata—. Colócalas en la mesa de la cocina —Añadí y volví a mi habitación ignorándola por completo.—¿Estás muy apurado? —dijo caminando detrás de mí y se inclinó en el marco de la puerta de mi
RachelLlegué a casa y esperaba encontrar a mi madre en su sofá como cada día, pero esta vez vi que estaba en el piso y salí corriendo hacia ella.Mi padre estaba ahí.―¡Mamá! ―Me arrodillé junto a ella para levantarla―. ¡¿Qué le hiciste?! ―Miré con odio a mi padre que permanecía de pie a pocos metros de nosotras. Hace mucho que no lo veía.―¡No le hice nada! ―gritó ante mi acusación con su voz entrecortada, sosteniendo una botella de whisky entre sus manos―. ¡No la lastimé! ¡Ni siquiera la toqué!—¡Mejor cállate! —Le grité.Mi teléfono no paraba de sonar. Era Robert llamando.―¡No me voy a callar! ¡Es mi casa! ―dijo alzando la voz, pero con su mirada perdida.―¡Ésta dejó de ser tu casa desde que no pa
Observé a Connor a mi lado y ante sus palabras me puse de pie enojada y le pedí que se alejara. Él no podía sentir nada por mí.―Yo no siento lo mismo por ti…―Podrías sentirlo, solo dame la oportunidad.―Creo que es momento de trabajar―. Me acerqué al escritorio a buscar unos papeles.―¿Podemos hablar de trabajo? ―Sonrió y se alejó levantando las manos en son de paz.―De trabajo, sí…―Quiero que vayas a Milán, tengo dos casas y un terreno que quiero comprar. Las casas necesitan una remodelación, y el otro terreno necesita tu aprobación y una casa. ¿Puedes ir? Sé que la constructora está enfocada en centros comerciales, pero estoy seguro de que lograrás unas casas únicas.―¿Tú vas?―No… pero yo me encargaría de todos tus gastos, hospedaje y de todo lo que
Tomé una ducha para relajarme y me sentía más tranquila. Caminé a la sala buscando a mi madre, y me recibió con una enorme y hermosa sonrisa que había olvidado que tenía.―¿Mamá? ―dije colocándome frente a ella.―Anoche no cenaste, hija ―Mi pecho saltó de alegría al escucharla hablarme de nuevo.―No te preocupes ―Acaricié su rostro tibio y la besé en la frente mientras mis ojos de nuevo estaban repletos de gotas saladas.―Tu padre ―Señaló al sofá grande donde él estaba sentado.―Sí, ahí está… ―dije sosteniendo su mano y él se puso de pie cerca de ella.―Acá estoy, Leticia…Tenía años que no escuchaba que mi padre pronunciara su hermoso nombre. Se acercó y tomó la otra mano de mi madre y la besó sin quitar la mirada de sus
―No cuelgues, por favor—dijo, Robert y Mantuve el teléfono en mi oreja algunos segundos mientras sentía como las gotas de mis ojos caían en la orilla de la pantalla del móvil—. Quiero verte…—¿Para …qué?—Te fallé y necesito verte. No he estado para ti como te lo prometí… traes mi mundo de cabeza.—¿Cómo puede esto funcionar? ¡Estamos a kilómetros de distancia!—Es cierto, pero siento cada segundo que te pierdo y no puedo soportarlo… dime algo, por favor.—¿Qué quieres que diga? Pensé que todo había quedado claro con la última conversación.—No he podido estar tranquilo. El viaje a Argentina sigue en pie. Solo dime de frente que no sientes nada por mí, que todo lo que vivimos fue una ilusión; y juro que desapareceré de tu v
―Lamento mi actitud―dije dentro del auto para romper el hielo.―¿De qué hablas? ―respondió serio.―Sabes a qué me refiero.―Es que no quiero que salgas corriendo tan rápido ―Y me sonrió con dulzura.―No voy a huir. No todavía ―Su sonrisa desapareció.Estacionó el auto y llegamos a una pequeña plaza rodeada de tiendas y restaurantes.―Aún no puedo creer que estés aquí ―dijo sorprendido― El Sr. Trid nos contactó para plantear la construcción del centro comercial en Viena; y hace algunos días llamaron a mi abogado, a Miguel, para preguntar por la compra de otro terreno. Tenemos varios en diferentes países.—Una gran casualidad…―No hablemos de trabajo… ¿Cómo estás? ―Acarició su cabello algo nervioso, mientras aun estábamos dentro del auto.―Bien…
Rachel:Llegamos a Argentina, fui a casa, vi a mi madre como siempre, pero mi padre no estaba. Llegó la noche y no regresó. Debía dormir para ir a la constructora muy temprano al día siguiente.En la oficina, sobre el escritorio de mi despacho había una nota de Connor: “Hola preciosa, tuve que salir urgente de viaje nuevamente. La “sorpresa” debe esperar un poco más. No sé cuándo regreso, pero al volver te la daré. ¡Te encantará! Y recuerda que debemos hablar algo importante”.Esa “sorpresa” o lo que sea que necesita decirme no me quitaba el sueño, pero me daba un poco de miedo pensar qué podía ser. Ahora mi gran molestia era el pago de lo acordado.Andrea llegó enseguida y no pude ocultarle nada de Robert.―¿No te creo? ―decía repetidas veces―. El destino los unió